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Por robador del gusto le llamaron garabato; por lo imperceptible, donaire; por lo alentado, brio; por lo galan, despejo; por lo fácil, desenfado. Que todos estos nombres le han buscado el deseo y la dificultad; de decla: arle.

Agravio se le hace en confundirle con la facilidad; déjala muy atras y adelántase á bizarría. Bien que todo despejo supone desembarazo, pero añade perfeccion.

Tienen su Lucina las acciones, y débesele al despejo el salir bien, porque él las partea para el lucimiento. Sin él la mejor ejecucion es muerta, la mayor perfeccion desabrida. Ni es tan accidente que no sea el principal alguna vez; no sólo sirve al ornato, sino que apoya lo importante.

Porque si es el alma de la hermosura, es espíritu de la prudencia; si es aliento de la gala, es vida del valor. Campea igualmente en un caudillo al lado del valor el despejo, y en un rey á par de la prudencia.

No se le reconoce ménos en el dia de una batalla á la despejada intrepidez que á la destreza y el valor. El despejo constituye primero á un general señor de sí, y despues de todo.

No alcanza la ponderacion, no basta á apreciar el imperturbable despejo de aquel gran vencedor de reyes, émulo mayor de Alcides, don Fernando de Avalos. Vocéelo el aplauso en el teatro de Pavía.

Es tan alentado el despejo en el caballo como majestuoso en el dosel; hasta en la cátedra da bizarría á la agudeza.

Heroico fué el desembarazo de aquel Teseo frances, Henrico IV, pues con el hilo de oro del despejo supo desligarse de tan intrincado laberinto.

Tambien es político el despejo, y en fe de él aquel monarca espiritual del orbe llegó á decir: «¿Hay otro mundo que gobernar? »

PRIMOR XIV.

DEL NATURAL IMPERIO.

Empéñase este primor en una prenda tan sutil, que corriera riesgo por lo metafísico si no la afianzáran la curiosidad y el reparo.

Brilla en algunos un señorío innato, una secreta fuerza de imperio, que se hace obedecer sin exterioridad de preceptos, sin arte de persuasion.

Cautivo César de los isleños piratas era más señor de ellos; mandábales vencido y servíanle ellos vencedores. Era cautivo por ceremonia y señor por realidad de soberanía.

Ejecuta más un varon de éstos con un amago que otros con toda su diligencia. Tienen sus razones un secreto vigor, que recaban más por simpatía que por luz.

Sujétaseles la más orgullosa mente sin advertir el cómo, y ríndeseles el juicio más exento.

Tienen éstos andado mucho para leones en humanidad, pues participan lo principal, que es señorío. Reconocen al leon las demas fieras en presagio de naturaleza, y sin haberle examinado el valor le previenen zalemas.

Así á estos héroes, reyes por naturaleza, les ade lantan respeto los demas, sin aguardar la tentativa del caudal.

Realce es este de corona, y si le corresponden la eminencia del entendimiento y la grandeza del corazon, no le falta cosa para construir un primer móvil político.

Vióse entronizada esta señoril prenda en don Hernando Álvarez de Toledo, señor más por naturalez: que por merced. Fué grande y nació para mayor, que áun en el hablar no pudo violentar este natural imperio.

Dista mucho de una mentida gravedad, de un afectado entono, quinta esencia de lo aborrecible, në tanto si es nativa, pero que está muy al canto del enfado.

Pero la mayor oposicion mantiene con recelo de sí, con la sospecha del propio valor, y más cuando se abate á desconfianza, que es del todo rendirse al desprecio.

Fué aviso de Caton y proprio parto de su severidad, que debe un varon respetarse á sí mismo, y áun

temerse.

En que se pierde á sí proprio, el miedo da licencia á los demas, y con la permision suya facilita la ajena.

PRIMOR XV.

DE LA SIMPATÍA SUBLIME.

Prenda es de héroe tener simpatía con héroes. Alcanzarla con el sol basta á hacer á una planta gigantea, y á su flor la corona del jardin.

Es la simpatía uno de los prodigios sellados de la naturaleza, pero sus efectos son materia del pasmo,

son asunto de la admiracion.

Consiste en un parentesco de los corazones, si la antipatía en un divorcio de las voluntades.

Algunos las originan de la correspondencia en temperamentos, otros de la hermandad en astros.

Aspira aquélla á obrar milagros, y ésta monstruosidades. Son prodigios de la simpatía los que la comun ignorancia reduce á hechizos, y la vulgaridad á encantos.

La más culta perfeccion sufrió desprecios de la antipatía, y la más inculta fealdad logró finezas de la simpatía.

Hasta entre padre y hijos pretenden jurisdiccion, y ejecutan cada dia su potencia atropellando leyes y frustrando privilegios de naturaleza y política. Quita reinos la antipatía de un padre, y dalos una simpatía.

Todo lo alcanzan méritos de simpatía, persuade sin elocuencia y recaba cuanto quiere, con presentar memoriales de armonía natural.

La simpatía realzada es carácter, es estrella de heroicidad; pero hay algunos de gusto iman, que mantienen antipatia con el diamante y simpatía con el hierro. Monstruosidad de naturaleza, apetecer escoria y asquear el lucimiento.

Fué monstruo real Luis XI, que más por naturaleza que por arte, extrañaba la grandeza y se perdia por las heces de la categoría política.

Gran realce es la simpatía activa, si es sublime, y mayor la pasiva, si es heroica. Vence en preciosidad á la gran piedra del anillo de Gíges, y en eficacia á las cadena del Tebano.

Fácil es la propension á los varónes magnos, pero rara la correlacion. Da voces tal vez el corazon, sin escuchar eco de correspondencia. En la escuela del querer es ésta la A, B, C, donde la primera leccion es de simpatía.

Sea, pues, destreza en discrecion, conocer y lograr la simpatía pasiva. Válgase el atento de este hechizo natural, y adelante el arte lo que comenzó naturaleza. Tan indiscreta cuan mal lograda es la porfia de pretender sin este natural favor, y querer conquistar voluntades sin esta municion de simpatía.

Pero la real es la reina de las prendas, pasa los términos de prodigio, basa que levantó estatua siempre de inmortalidad, sobre plintos de próspera fortuna.

Está á veces amortiguada esta augusta prenda, por no alcanzarle los alientos del favor. No atrae la calamita al hierro fuera de su distrito, ni la simpatía obra fuera de la esfera de su actividad. Es la aproximacion la principal de las condiciones, no así el entretenimiento.

Atencion, aspirantes á la heroicidad, que en este primor amanece un sol de lucimiento.

PRIMOR XVI.

RENOVACION DE GRANDEZA.

Son los primeros empeños exámen del valor, y un como salir á vistas la fama y el caudal.

No bastan milagros de progresos á realzar ordinarios principios, y cuando mucho, todo esfuerzo despues es remiendo de ántes.

Un bizarro principio, á más de que pone en subido traste el aplauso, empeña mucho el valor.

Es la sospecha en materia de reputacion á los principios, de condicion de precita, que si una vez entra, nunca más sale del desprecio.

Amanezca un héroe con esplendores del sol. Siempre ha de afectar grandes empresas, pero en los principios máximas. Ordinario asunto no puede conducir extravagante crédito, ni la empresa pigmea puede acreditar de jayan.

Son fianzas de la opinion los aventajados principios, y los de un héroe han de asestar cien estadios más altos que los fines de un comun.

Aquel sol de capitanes y general de héroes, el conde heroico de Fuentes, nació al aplauso con rumbos de sol, que nace ya gigante de lucimiento.

Su primera empresa pudo ser Non plus ultra de un Marte; no hizo noviciado de fama, sino que el primer dia profesó inmortalidad.

Contra el parecer de los más, cercó á Cambray, porque era extravagante en la comprension como en el valor. Fué ántes conocido por héroe que por soldado.

Mucho es menester para desempeñarse de una granV.-F.

de expectacion. Concibe altamente el que mira, porque le cuesta ménos de imaginar las hazañas que al que ejecuta de obrarlas.

Hazaña no esperada, pareció más que un prodigio prevenido de la expectacion.

Crece más en la primera aurora un cedro, que un hisopo en todo un lustro, porque robustas primicias amagan gigantez.

Grandes son las consecuencias de una máxima en antecedente; declárase el valimiento de la fortuna, la grandeza del caudal, el aplauso universal y la gracia

comun.

Pero no bastan alentados principios, si son desmayados los progresos. Comenzó Neron con aplausos de fénix, y acabó con desprecios de basilisco.

Desproporcionados extremos, si se juntan, declaran monstruosidad.

Tanta dificultad arguye adelantar el crédito como el comenzarlo. Envejécese la fama y caduca el aplauso, así como todo lo demas; porque leyes del tiempo no conocen excepcion.

Al mayor lucimiento, que es el del sol, achacaron vejeces los filósofos, y descaecimiento en el brillar.

Es, pues, treta, tanto de águila como de fénix, el renovar la grandeza, el remozar la fama y volver á renacer al aplauso.

Alterna el sol horizontes al resplandor, varía teatros al lucimiento, para que en el uno la privacion y en el otro la novedad sustenten la admiracion y el deseo.

Volvian los Césares de ilustrar el orbe al Oriente de su Roma, y renacian cada vez á ser monarcas.

El rey de los metales, pasando de un mundo á otro, pasó de un extremo de desprecio á otro de estimacion.

La mayor perfeccion pierde por cotidiana, y los hartazgos de ella enfadan la estimacion, empalagan el aprecio.

PRIMOR XVII.

TODA PRENDA SIN AFECTACION.

Toda prenda, todo realce, toda perfeccion, ha de engastar en sí un héroe, pero afectar ninguna. Es la afectacion el lastre de la grandeza. Consiste en una alabanza de sí muda, y el alabarse uno es el más cierto vituperarse.

La perfeccion ha de estar en sí, la alabanza en los otros; y es merecido castigo que al que neciamente se acuerda de sí, discretamente le pongan en el olvido los demas.

Es muy libre la estimacion, no se sujeta á artificio, mucho ménos á violencia. Ríndese más presto á una elocuencia tácita de prendas, que á la desvanecida ostentacion.

Impide poca estimacion propria, mucho aplauso ajeno.

Juzgan los entendidos toda afectada prenda, ántes por violenta que por natural, ántes por aparente que por verdadera, y así da gran baja en la estimacion.

Todos son necios los Narcisos, pero los de ánimo

con incurable necedad, porque está el achaque en el remedio.

Pero si el afectar prendas es necedad de á ocho, no le quedará grado al afectar imperfecciones.

Por huir la afectacion dan otros en el centro de ella, pues afectan el no afectar.

Afectó Tiberio el disimular, pero no supo disimular. Consiste el mayor primor de un arte en desmentirlo, y el mayor artificio en encubrirle con otro mayor.

Grande es dos veces el que abarca todas las perfecciones en sí, y ninguna en su estimacion. Con un generoso descuido despierta la atencion comun; y siendo él ciego para sus prendas, hace Argos á los demas.

Esta llámase milagro de destrezas, que si otras por extravagantes sendas guian á la grandeza, ésta por opuesta conduce al trono de la fama, al dosel de la inmortalidad.

PRIMOR XVIII.

EMULACION DE IDEAS.

Carecieron por la mayor parte los héroes, ya de hijos, ya de hijos héroes; pero no de imitadores, que parece los expuso el cielo más para ejemplares del valor, que para propagadores de la naturaleza.

Son los varones eminentes textos animados de la reputacion, de quienes debe el varon culto tomar lecciones de grandeza, repitiendo sus hechos y construyendo sus hazañas.

Propóngase en cada predicamento los primeros, no tanto á la imitacion cuanto á la emulacion,[no para seguirles, sí para adelantárseles.

Fué Aquíles heroico desvelo de Alejandro, y durmiendo en su sepulcro, despertó en él la emulacion de su fama. Abrió los ojos el alentado Macedon al llanto y al aprecio por igual, y lloró, no á Aquíles sepultado, sino á sí mismo, no bien nacido à la fama.

Empeñó despues Alejandro á César, y lo que fué Aquiles para Alejandro, fué Alejandro para César; picóle en lo vivo, en la generosidad del corazon, y adelantóse tanto, que puso la fama en controversia y la grandeza en parangon; pues si Alejandro hizo teatro augusto de sus proezas el Oriente, César el Occidente de las suyas.

Decia el magnánimo don Alonso de Aragon y Nápoles que no así el clarin solicita al generoso caballo, como le inflamaba á él la trompa de la fama cesárea.

Y nótese cómo se van heredando estos héroes con la emulacion la grandeza, y con la grandeza la fama. En todo empleo hay quien ocupa la primera clase, y la infama tambien. Son unos milagros de la excelencia, son otros antipodas de milagros. Sepa el discreto graduarlos, y para esto tenga bien repasada la categoría de los héroes, el catálogo de la fama.

Hizo el sílabo de los jubilados Plutarco en sus paralelas, de los modernos Paulo Jovio en sus elogios. Deséase aún una crís, integérrima, pero ¿qué in

genio la presumirá? Fácil es señarles lugar en tiempo, pero difícil en aprecio.

Pudiera ser idea universal si no pasára á milagro, dejando ociosa toda imitacion, ocupando toda admiracion. El monarca de los héroes, primera maravilla de las animadas del orbe y el cuarto de los Filipos de España, que al sol de Austria se le debia la cuarta esfera.

Sea espejo universal quien representa todas las maximidades, no digo ya grandezas.

Llámese el émulo comun de todos los héroes quien es centro de todas sus proezas, y equivoquese el aplauso en blasones con eminente pluralidad. El afortunado por su fe'icidad, el animoso por su valor, el discreto por su ingenio, el catolicismo por su recelo, el despejado por su airosidad y el universal por todo.

PRIMOR XIX.

PARADOJA CRÍTICA.

Aunque seguro el héroe del ostracismo de Aténas, peligra en el criticismo de España.

Extravagante aquél le desterrará luégo, y pudiera á los distritos de la fama, á los confines de la inmortalidad.

Paradojo éste le condena á que peca en no pecar. Es primor crítico deslizar venialmente en la prudencia y en el valor, para entretener la envidia, para cebar la malevolencia.

Juzgan éstos por imposible el salvarlas, aunque sea un gigante de esplendor, porque son tan arpías, que cuando no hallan presa vil, suelen atreverse á lo mejor.

Hay intenciones con metafísica ponzoña, que saben sutilmente transformar las prendas, malear las perfecciones y dar siniestra interpretacion al más justificado empeño.

Sea, pues, treta política permitirse algun venial desliz, que roa la envidia y distraiga el veneno de la emulacion.

Y pase por triaca política, por contraveneno de prudencia, pues naciendo de un achaque, tiene por efecto la salud. Rescate el corazon exponiéndose á la murmuracion, atrayendo á sí el veneno.

A más de que una travesura de la naturaleza suele ser perfeccion de toda una hermosura. Un lunar tal vez da campo á los realces de la belleza.

Hay defectos sin defecto. Afectó algunos Alcibíades en el valor, Ovidio en el ingenio, llamándolos las fuentes de salud.

Ocioso me parece el primor, y más melindre de confiado que cultura de discreto.

Quién es el sol sin eclipses, el diamante sin raza, la reina de lo florido sin espinas.

No es menester arte donde basta la naturaleza. Sobra la afectacion donde basta el descuido.

PRIMOR ÚLTIMO Y CORONA.

VAYA LA MEJOR JOYA DE LA CORONA Y FÉNIX DE LAS PRENDAS DE UN HÉROE.

Todo lucimiento desciende del padre de ellos, y sí de padre á hijos. Es la virtud hija de la luz auxiliante, y así con herencia de esplendor. Es la culpa un monstruo que abortó la ceguera, y así heredada en oscuridad.

Todo héroe participó tanto de felicidad y de grandeza, cuanto de virtud, porque corren paralelas desde el nacer al morir.

Eclipsóse en Saul la una con la qtra, y amanecieron en David á la par.

Fué Constantino entre los Césares el primero que se llamó Magno, y fué juntamente el primer emperador cristiano; superior oráculo de que con la cristiandad nació hermanada la grandeza.

Cárlos, primer emperador de Francia, alcanzó el mismo renombre, y aspiró al de santo.

Luis, gloriosísimo rey, fué flor de santos y de reyes.

En España Fernando, llamado comunmente el Santo, en Castilla, fué el Magno del orbe.

El conquistador de Aragon consagró tantos templos á la Emperatriz del empíreo, como conquistó al

menas.

Los dos Reyes Católicos, Fernando y Isabel, fueron el Non plus ultra, digo columnas de la fe.

El bueno, el casto, el pío, el celoso de los Filipos españoles, no perdiendo un palmo de tierra, ganó á varas el cielo; y de verdad que venció más monstruos con su virtud que Alcides con su clava.

Entre capitanes, Godofre de Bullon, Jorge Castrioto, Rodrigo Diaz de Vivar, el gran Gonzalo Fernandez, el primero de Santa Cruz y el pasmo de los turcos, el serenísimo señor don Juan de Austria, fueron espejos de virtud y templos de la piedad cristiana.

Entre los héroes sacrosantos, los dos primeros á quienes dió renombre la grandeza, Gregorio y Leon, les dió esplendor la santidad.

Aun en los gentiles y infieles reduce el sol de los ingenios, Augustino, toda la grandeza al fundamento de algunas virtudes morales.

Creció Alejandro, hasta que menguaron sus cos

tumbres. Venció Alcides monstruos de fortaleza, hasta que se rindió á la misma flaqueza.

Fué tan cruel la fortuna, digo justiciera, con ambos Nerones, cuanto lo fueron ellos con sus vasallos. Monstruos fueron de la lascivia y flojedad Sardanápalo, Caligula y Rodrigo, y portentos del castigo.

En las monarquías pretende evidencia este primor. Floreció el que es flor de los reinos, mientras que floreció la piedad y religion, y marchitóse con la herejía su belleza.

Pereció el fénix de las provincias en el fuego de Rodrigo, y renació en la piedad de Pelayo ó en el celo de Fernando.

Salió á ser maravilla de prosapias la augustísima casa de Austria, fundando su grandeza en la que es cifra de las maravillas de Dios. Y rubricó su imperial sangre con la de Cristo, Señor nuestro sacramentado.

¡Oh, pues, varon culto, pretendiente de la heroicidad! Nota el más importante primor, repara en la más constante destreza.

No puede la grandeza fundarse en el pecado, que es nada, sino en Dios, que lo es todo.

Si la excelencia mortal es de codicia, la eterna sea de ambicion.

Ser héroe del mundo, poco ó nada es; serlo del cielo es mucho, á cuyo gran Monarca sea la alabanza, sea la honra, sea la gloria (1).

(1) Evidentemente en los escritos de GRACIAN han hallado muchos autores franceses pensamientos que se han apropiado. La Bruyère, por ejemplo, dice:

«Je ne sais lequel est le plus à plaindre, ou de celui qui ne sait pas ménager son bien, ou de celui qui ne sait pas ménager » son esprit et son savoir; il y a une profusion à craindre pour les uns comme pour les autres. Ce n'est pas assez d'avoir de gran» des qualités; il en faut avoir l'économie. » En otro pasaje dice el mismo La Bruyère :

« La cour n'est jamais denuée d'un certain nombre de gens, en » qui l'usage du monde, la politesse ou la fortune tiennent lieu » d'esprit et suppléent au mérite; ils savent entrer et sortir, ils se tirent de la conversation en ne s'y mêlant point, ils plaisent à force de se taire, et se rendent importants par un silence long» temps soutenu, ou tout au plus par quelques monosyllabes; ils » payent de mines, d'une inflexion de voix, d'une geste et d'un » sourire; ils n'ont pas, si je l'ose dire, deux pouces de profon

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» deur; si vous les enfoncez, vous rencontrez le tuff. Mais après

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>> tout, ils reussissent à valoir aux yeux des hommes le double, au moins, de ce qu'ils valent en réalité..

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FIN DE LAS OBRAS ESCOGIDAS DE FILÓSOFOS.

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