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árduo, para la ejecucion del cual carecian de la suficiente robustez aquellos naturales.

No tardó Las Casas en observar lo que pasaba, y en declararse protector decidido de los naturales de aquellas tierras y severo censor de sus duros opresores. Dicen algunos que el propósito lo habia hecho ya en Salamanca, en vista de las tristes relaciones que le habia contado el esclavo indio que tuvo, confirmando las horribles escenas que corrian de boca en boca respecto á los conquistadores y sus gentes en el mundo descubierto.

En los años siguientes los Reyes Católicos no cesaron de dictar disposiciones para que mejorase la suerte de los indios; pero desgraciadamente murió en 1504 la excelente reina Isabel, y con ella perdieron su principal amparo y proteccion. Ninguno mejor que Las Casas para tomar sus intereses á pecho; pero, si le sobraban el celo y el fervor, le faltaban el poder para mudar por sí mismo la triste condicion de aquellos indígenas.

En 1507 el rey D. Fernando V autorizó el repartimiento de indios en encomiendas, distribuyendo crecido número entre los criados de la Real Casa y varias personas más, cuya mayor parte arrendaban á otros sus dichas encomiendas. A esta disposicion real puede y debe atribuirse la mayoría de las crueldades y excesos

cometidos contra los naturales de América, y el poco fruto que para atajarlos conseguian Las Casas y otros misioneros. Las personas que, residiendo en la corte, arrendaban sus encomiendas, no siendo testigos oculares de los sufrimientos de los trabajadores indígenas, y con el pensamiento fijo tan solamente en los beneficios que retiraban de sus minas y granjerias, se dejaban fácilmente convencer de que las declamaciones de algunos frailes entusiastas no tenian más fundamento que su imaginacion sobreescitada.

A pesar de todas las órdenes reales en favor de los indígenas, se hallaba casi ya despoblada en 1508 la isla de Santo Domingo, y tuvieron que ser trasladados á ella, en unos cuatro á cinco años, como 40.000 indios de las Lucayas. Pedro Mártir hace de ello mencion en el capitulo primero de su sétima década de esta manera: Et quadraginta, utriusque sexus, millia in servitutem ad inexhaustam auri famen explendam uti infra latius dicemus, abduxerunt: has una denominatione Jucayas apellant, scilicet insulas, et incolas, jucayas. Añade el mismo autor que muchos se suicidaban desesperados, y otros se escondian en los montes con esperanza de salvarse algun dia de sus perseguidores. Juncaya suis sedibus abrepti desperatis vivunt animis, dimisere spiritus inertes multi a cibis aborrendo per valles, in vias et deserta ne

mora rupesque abstrusas latitantes; alii vitam exosam finierunt. Sed qui fortiore pectore constabant, sub spe recupurante libertatis vivere mallebant. Ex his plerique non inertioris, forte si fugæ locus dabatur, partes Hispaniola petebant septentrionales, unde ab corum patria venti flabant, ac prospectare arcton licebat: ibi protentis lacertis et ore aperto halitus patrios anhelando absorvere velle videvantur, et plerique spiritu deficiente languidi pre inedia corruebant exanimes, etc. »

En 1510 Fray Pedro de Córdoba, de la Orden de Santo Domingo, hombre lleno de virtudes, de muy excelente juicio, prudente y discreto, salió de España con algunos frailes para fundar un convento en Santo Domingo y abrazar la causa de los naturales. En este año es cuando oimos de nuevo hacer mencion de Las Casas, el cual fué ordenado presbitero en dicha isia, y dijo allí su primera misa. Fué tambien suya la primera misa nueva que se celebró en las Indias. El coronista. de Indias Antonio Herrera, dice, hablando de la misa de Las Casas en el Nuevo mundo, que «fùé » muy celebrada del Almirante y de todos los que » se hallaban en la ciudad de la Vega, que fueron » gran parte de los vecinos de la Isla, porque fué >> un tiempo de fundicion, á la cual, por traer cada >> uno el oro que tenía cogido, á fundirlo se jun

» taban, como á las ferias en Castilla para hacer » pagamentos; y porque no habia moneda de oro, » tuvieron ciertas piezas como castellanos y duca»dos contrahechos, que ofrecieron de diversas >> hechuras en la misma fundicion; otros hicie>> ron arrieles, segun que cada uno queria o podia; » moneda de reales se usaba ya, y de ésta ofre>> cieron mucha; y todo lo dió el misa-cantano al >> padrino, si no fueron algunas piezas de oro por » ser bien hechas. Tuvo una calidad notable esta primera misa nueva, que los clérigos que á ella » se hallaron, no bendecian; conviene á saber, » que no se bebió en toda ella una gota de vino » porque no se halló en toda la Isla, por haber dias que no habian llegado navíos de España. »

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El mismo Las Casas en su « Historia de Indias,» refiere gráficamente la considerable cantidad de oro que entonces se hacía sacar á los indios en las ricas minas de aquellas regiones, en cuyo trabajo perecian á millares.

« Cuatro fundiciones, dice, se hicieron á los principios, cada año; dos en el pueblo de la » Buenaventura, ocho leguas desta ciudad, en » la rivera de Hayna, donde se fundia el oro que » de las minas nuevas y viejas se sacaba; las otras >>> dos se hacian en la ciudad de la Vega ó Concep»cion, y allí se traia á fundir todo el oro que se » sacaba de las minas de Cibao, y de todas aque

» llas partes, que eran hartas, porque de muchos >> rios se sacaba.» Asegura el historiador que en la villa de Buenaventura se fundian de 110.000 á 120.000 pesos castellanos de oro; y en las fundiciones de la Vega de 125.000 á 140.000 castellanos, subiendo á 460.000 castellanos lo que por entonces se sacaba anualmente de la Isla.

Añade tambien que desde el año 1494, en el cual empezó la desventura de los indios en la Española, hasta el año de 1508, esto es, en 14 años, perecieron en las guerras, las minas y otros trabajos, unos tres millones de indios. «Esto, (ex>> clama Las Casas al referirlo), ¡quién lo creerá de >> los que en los siglos venideros nacieren! yo >> mismo que lo escribo y vide, y sé lo más dello, >> agora me parece que no fué posible. »

No mucho tiempo despues fué nombrado Diego Velazquez para gobernar y poblar la isla de Cuba. Entre las grandes prendas que reconoce la posteridad en este jefe, brilla en nada inferior á las demás, la sagacidad de que dió pruebas, apreciando debidamente la virtud y prudencia de Las Casas y llevándolo consigo á la expedicion que emprendia. Será digno de notarse que en la misma época poco más ó ménos en que Las Casas se disponia á seguir á Velazquez, esto es, con considerable anterioridad al tiempo en que toma á pecho su especial apostolado, el rey D. Fernando

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