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y la gente de D. García les parecia como los leprosos á los asirios en Samaria, que era todo el mundo que venia contra ellos, cuando iban á buscar pan á sus reales. Habida la victoria, volvieron luego á dar gracias á Nuestra Señora á su capilla, que dejaron comenzada, y lastimándose D. García, reprendiendo su poca fé en haber muerto á su mujer é hijas, volvia lleno de lágrimas; pero la Reina del Cielo, que es poderosa en hacer mercedes y graciosa en recibir las voluntades de os que fian en su misericordia, como les dió la victoria, les dió tambien la vida á las que la religion habia degollado, que no quiso que tan gran merced se celebrase con lágrimas.

Entrando los victoriosos en la iglesia, hallan á la madre é hijas vivas, arrodilladas delante de la preciosa imágen, dando muchas gracias á Nuestra Señora, señalados en los cuellos los golpes de la espada con un hilo rojo como sangre; piden á los vencedores les ayuden á reconocer tan gran merced, y todos la confiesan alabando á la Madre de Dios y de misericordia..... Acabaron la santa capilla en el lugar donde hallaron la santa imágen entre las yerbas, que, para prenda de las grandes misericordias que aquí ha obrado y obra la Reina del Cielo, quiso consagrar el sue lo con la sangre de aquellas sus devotas, y quiso hacer gloriosa su capilla con la gloria de tan gran milagro, dándoles vida; dando en aquella grandeza principio á los que le habían de hacer en ella en la reparacion, y reparada y cobrada la tierra.

Por esto se ha tenido consideracion de labrar la capilla de Nuestra Señora y poner su altar santo en el propio lugar donde se halla y la colocó D. García, para que se conserve en ella la gloria que obró la Virgen con sus devotos, y vivan aquellos terrenos vivificados con la vida que dió la Virgen en ellos á sus siervas, y sean los que sucedieren no menos herederos de su fé que de las misericordias que reciben. Sucedió este milagro, segun la tradicion de los viejos, por los años 720, poco despues de la pérdida de España, y siempre, despues acá, ha mostrado aquí su gloria la Madre de Misericordia, aunque hay muy poca memoria de sus milagros.

El historiador D. José Antonio Alvarez y Baena, bien que muy superficialmente, toca este suceso en su Compen dio de las grandezas de Madrid. El licenciado Gerónimo de Quintana es mas prolijo sobre este asunto.

El testo que se ha trasladado, nos habla de la primera escaramuza de Madrid por los cristianos despues de la invasion de los sarracenos, y por él se probaria la existencia de esta villa en tiempo de los godos.

Sampiro, el monge de Silos, el arzobispo D. Rodrigo, Juan de Mariana y demás historiadores de nota, guardaron un silencio absoluto sobre acontecimiento tan maravilloso, que no dejaria de hacerse célebre, lo mismo entre los moros que entre los cristianos, y que no era para omitido, si llegó á los oidos de alguno de aquellos con recomendacion mediana de autenticidad. Pero debe disculpárseles, por no ballarse en la antigüedad gótica memorias históricas de Madrid; y sin duda juzgaron que la tradicion era testimonio algo débil, cuando, no sirviéndole de apoyo ningun monumento fidedigno, llegaba á la posteridad al través de edades heterogéneas, que no se habian desceñido la espada y soltado la lanza, ni tenido sobre muchas comarcas más que una posicion precaria y fugaz, como escribe un autor moderno.

El Presentado Pereda se apoya en la tradicion de los viejos, que tal vez los otros calificaron de menos genuina, por considerarla desnuda de las cualidades que ellos desearan tuviese para hacer fé ó inducir á la probabilidad; pero nosotros creemos que no fué solamente la tradicion quien ilustró al Presentado Pereda, sino que este dudó de las noticias de Luitprando, se resguardó con la tradicion, y no quiso citar el supuesto cronicon, forjado por el oscuro P. Roman de la Higuera, capaz de enturbiar todas las historias.

Las palabras de este último estan conformes en el espíritu con las mas importantes del Presentado; son las que dicen relacion al prodigio, que es lo que piadosamente se debe acatar y venerar en la narracion del suceso, y solo difieren algun tanto en las circunstancias, por la calificacion de muzárabe que el P. Roman da al caballero D. García,, y que le niega el Presentado, porque, á ser muzárabe, hubiera vivido entre los moros, que no se cuidaron por lo general de perseguir á los cristianos. Porque inundada España de sarracenos, traidos por el conde don Julian por sus desavenencias con D. Rodrigo; fugitivo ya este rey; destrozado su ejército con la mayor parte de la nobleza, que gemia cautiva implorando la compasion de los tiranos, no quedaba otro remedio á los españoles, ni

otro consuelo, despues de haber faltado al sostenimiento de la gloria de su nacion, que entregarla, parte por parte, ciudad por ciudad, villa por villa, á los árabes vencedores, que aceptaban o no, segun les convenia, porque las tenian seguras; y que de no haberlo hecho así, hubieran derramado la sangre que estaban acostumbrados á verter los circuncisos mahometanos.

Estas capitulaciones consistian en la libertad de conciencia, en el uso de la religion católica, en la posesion de sus casas y haciendas, y aun en el gobierno particular civil de algunos pueblos, segun sus leyes cristianas.

Habiéndose internado Muza en Andalucía, llevando el terror por todas partes y ansiando el poder que un dia sujetara á España, cansada de traiciones, llegó á Toledo y quebrantó sin distincion, con una oculta perfidia, lo que antes hubiera estipulado, destruyó cuantas poblaciones se le resistieron, penetrando en Zaragoza, y apoderándose con esto de la Celtiberia, no consintiendo la resistencia que Bilbilis (Calatayud) le hizo, la dejó por despojo de su so

berbia.

Sin embargo, Toledo y algunos otros puntos fuertes pudieron conservar sus exenciones y prerogativas en virtud de nuevos tratados, permaneciendo ilesos sus templos, obispo y clero. «Atque Toleto Urbem Regiam, usque irrumpendo adjacentes Regiones pace fraudificat male diverberans non nullos Seniores nobiles viros quicumque remanserant per Oppam filium Egicae Regis á Toleto fugam arripientem cunctos esse detrumcat. Sicque non solum ulteriorem Hispaniam, sed etiam et citeriorem usque ultra Cesar Augustam. (El arzobispo D. Rodrigo, De rebus hisp., lib. vi, cap. XIII.) En poco más de tres años quedó lo principal de España sujeto á la bárbara dominacion de los mahometanos, y oscurecido el lustre del imperio godo, que habia durado más de tres siglos. No concuerdan los historiadores sobre el verdadero año en que hicieron los árabes su primera irrupcion en España, queriendo unos que la batalla de Guadalete se diese en el de 711, y otros en el de 714. Desde que empezaron á mandar en España aquellos infieles, acostumbraba su califa ó príncipe supremo á enviar á ella gobernadores que cuidasen de las provincias conquistadas, y generales que siguiesen conquistando otras. El P. Buriel reflexiona juiciosamente, diciendo que no era de persuadir el que los sar

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racenos llevasen á todo rigor el esterminio, despoblando la tierra, porque ni la política lo aconsejaba, ni la necesidad lo permitia, pues en Africa tenian precision de dejar guarniciones por lo reciente de aquella conquista, desde donde emprendieron la de nuestra nacion.

Cuando Muza volvió á Damasco para dar cuenta de la conquista de estos reinos, dejó por gobernador de España á Abdalaziz; este tuvo varios debates con Teodomiro, príncipe de la sangre goda, el cual, viendo la total ruina de España, se resistió con sus tropas, defendiendo las costas del Mediterráneo; pero al fin tuvo que pedir paces á Abdalaziz, quien se las concedió de buen grado, porque respetaba su valor y prestigio, entrando en negociaciones, las cuales copiamos íntegras, por ser un documento curioso, compendiado en el idioma latino por D. Miguel Casiri en su Biblioteca arabico-hisp. escurialensis, tom. 11, pagina 105 y sig. Y del códice original árabe las tradujo con la debida estension y claridad D. José Conde, bibliotecario de S. M., persona muy versada en las lenguas orientales. Y son del modo siguiente:

«Escritura de la paz entre Abdalaziz

Ben Muza Ben Nafir á Tamir
Ben Gobdux, escrita á Teodomiro,
hijo de los godos, que se llamaba por su
nombre Tamir cuando era rey de ellos.

«En el nombre de Dios misericordioso
y piadoso, escritura de Abdalaziz
Ben Muza Ben Nafir á Tamir

Ben Gobdux; y dice que él condesciende
con el convenio pacífico que Dios confedere,
apruebe y confirme y la anuencia de su
profeta. Que á él solo y no á otro

de su exercicio constituye su adelantado
ó prefecto de su estado. Que no le echa-
rá de su reino ni le molestará
en su posesion.

«Que las partes estipulantes no se
matarán entre sí ni se cautivarán,
ni habrá division entre ellos ni
entre sus hijos y mujeres,
que no serán molestados sobre
su religion, ni se incendiarán

sus iglesias, ni serán privados
ni molestados en las tierras que
cultiven ni de los bienes y alhajas
que adquieran. Que otorgamos
contrato sobre ello y nos avenimos
en siete ciudades, que son: Auriola
(Orihuela), Valentona (Valencia) Letant
(Alicante), Mula Bensora que algunos
interpretan Ota y Lorca, etc.

«Que Tamir no nos será perfido,
ni nos será enemigo, ni nos faltará
á nuestra lealtad, ni nos ocultará

ningun trato hostil 6 conspiracion que entienda
se fragüe contra nosotros.

«Que por sí y por cada
uno de su compañía ó ejército
pagará un escudo de oro cada año,
y cuatro medidas de trigo, y cuatro
de cebada, cuatro de tila, cuatro
de vinagre, de miel y de aceite,
y por cada siervo la mitad.
Siendo testigos Olmar-Ben Abid.
-Vocida Alfarxi, y Habib.-Ben
Abi Ureida.-Ben Mosrá.-Alfehmi,
y Aben Caim.-Alhedly. Fué escrito
este tratado en el mes de Regel ó mes
séptimo de la Egira (de Cristo 712).»

Luego que Muza llegó á Damasco, entre los ricos despojos de España, llevó consigo cuatrocientos cautivos de la mejor nobleza goda, suntuosamente vestidos; pero, sin embargo, tuvo mal recibimiento del califa Ulit, siendo peor tratado de su sucesor Soliman, quien mandó matar á Abdalaziz, dejando segunda vez viuda á Egilona, mujer del desventurado rey D. Rodrigo, la que se habia casado con el moro. Aprovechándose de la indignacion del nuevo califa contra el padre y el hijo, los cristianos orientales llamaron, dice el Parense (autor coetáneo), á Teodomiro con el interés de mejorar su suerte, que se ignora si la mejoraron, ó qué se hizo de tanta nobleza y juventud goda; de quien conjetura Pellicer que pudiera haber perecido en aquellas partes mucha descendencia hispanoasiática.

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