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tulo xxii.) Así terminó la rebelion de D. Enrique, gracias al celo y diligencia de Las Casas, auxiliado por fray Pedro de Angulo.

En 1534 intentó Las Casas verificar otro viaje al Perú; pero un temporal deshecho le obligó á regresar al puerto de Realejo, en donde se habia embarcado. En Nicaragua hizo formidable oposicion al gobernador Rodrigo de Contreras, á quien estorbó el que emprendiera una de esas expediciones á lo interior, que eran siempre fatales para los miseros indios. En esta provincia se habian perpetrado los actos más horribles de ferocidad y barbarie, y Las Casas se extiende con una vehemencia espantosa en su Brevísima Relacion de la destruccion de las Indias sobre estas atrocidades indisculpables. Dice entre otras cosas: «Y acaeció vez de muchas que esto hizo, que » de cuatro mil Indios, no volvieron seis vivos á >> sus casas, que todos los dejaban muertos por los >> caminos. É cuando algunos cansaban, y se des» peaban de las grandes cargas y enfermaban de >>hambre, é trabajo é flaqueza; por no desensar>> tarlos de las cadenas les cortaban por la collera >> la cabeza, é caya la cabeza á un cabo, y el cuer>>po á otro. Véase que sentirian los otros.» (Las Casas, Brevísima Relacion de la destruccion de las Indias, pág. 15.)

Despues de muchas y enconadas contiendas

con el gobernador de Nicaragua, salió de su convento el apóstol acompañado por algunos frailes y se dirigió á Guatemala, donde fijó su morada en el monasterio edificado por Domingo de Betanzos y que habia permanecido vacío durante el espacio de seis años. El obispo electo de aquella ciudad, D. Francisco Marroquin, era conocido y amigo de Las Casas desde largo tiempo. En esa época publicó su tratado latino titulado De unico vocationis modo, en que expone su principio predilecto y constante de que el mejor método para enseñar la religion á los hombres es persuadiendo el entendimiento con raciocinios y ganando suavemente la voluntad.

En los términos de Guatemala existia la tierra de Tuzulutlan, país áspero y montuoso lleno de lagunas, rios y pantanos, cuyos habitantes eran bravos y feroces v habian resistido con indomable valor á los españoles, negándose tambien á tratar con ellos de paz. Tres expediciones que se habian organizado para sojuzgarlos no habian tenido otro éxito que el más completo escarmiento. El país era pobre y estéril además, y se le habia dado la denominacion de tierra de guerra, contribuyendo todas estas circunstancias á hacer de ese suelo escabroso el terror de todos. Las Casas con su entereza acostumbrada y en medio del asombro del gobierno de Guatemala y de los veci

nos de su capital, se obligó á traer á la obediencia del Rey aquella provincia, sin soldados ni fuerza de armas, pero únicamente por medio de la exhortacion y de la predicacion. Para, una obra tan heróica no pidió galardon ni recompensa, sino que se ofreció á predicar el Evangelio con las condiciones que Cristo manda que sus ministros lleven entre las gentes que han de ser enseñadas. Exigió solamente que los indios de aquella tierra no fuesen dados en encomiendas y sólo tuviesen que pagar el tributo al Rey segun sus facultades y como los demás vasallos, y que en el término de cinco años ningun español entrase en la tierra. El licenciado Alonso de Maldonado, gobernador de la provincia, concedió estas condiciones sin poner obstáculo, y despachó la cédula á nombre del Rey, aceptando la empresa y obligándose á cumplir los artículos estipulados.

Hé aquí el método de que se valieron para dar principio a su intento y preparar de antemano la introduccion en la tierra de guerra. Compusieron en la lengua del país unos versos en forma de coplas en que describian la creacion del mundo, la caida del hombre, su destierro del paraíso, la necesidad de la redencion, la vida, milagros, pasion y muerte de Jesucristo, su resurreccion y su segunda venida para juzgar á los hombres, premiar á los buenos y castigar á los malos; pu

sieron estos versos en música é hiciéronselos aprender de memoria y cantar á cuatro indios cristianos, mercaderes de oficio, que iban y venian á la tierra de guerra ocupados en su tráfico y comercio sin temor alguno de ser maltratados ni ofendidos; y cuando supieron bien las coplas, los mandaron con algunas bujerías de Castilla y dándoles instrucciones á las tierras de Zacápula y el Quiché. Dice Quintana, sin embargo, que <«< estas tierras no eran propiamente las de guerra, >> que estaban algo más léjos. Sus naturales eran >> más tratables y mansos, y el dialecto de que » usaban, que era el mismo que el de Guatemala, >> prestaba ocasion para entenderse fácilmente con >> ellos. >>

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Fueron los mercaderes al cacique principal de aquellas tierras, el cual era un hombre respetado por su valor y buen juicio. Diéronle los presentes que les habian entregado los Padres y establecieron su tienda, á la que acudieron un gran número de indios. Acabada la venta, pidieron un instrumento del país y empezaron á tañer y á cantar las coplas que de los Padres habian aprendido. Los indios prestaban la mayor atencion embebecidos y suspensos con la música, qué les parecia deliciosa y que sería indudablemente superior á las rudas sinfonías á que estarian acostumbrados. El cacique demostró un interés especial

en la música y la letra de los cantares, y dirigió un sinnúmero de preguntas á los mercaderes, quienes respondieron que no sabian más de lo que habian cantado, y hablaron de los padres describiéndolos en sus costumbres así como en su aspecto exterior. El cacique, ardiendo en deseos de conocer una gente tan apacible y buena,' y cuya fama era diferente de la de los demás españoles, mandó con los mercaderes cuando se volvieron á Guatemala á un mancebo hermano suyo con presentes y un mensaje para los frailes en que les convidaban á venir á su tierra.

Fué primero el padre Luis Cancer, á quien el cacique hizo un recibimiento pomposo tratándolo con el mayor acatamiento y veneracion. Comenzó sin tardanza el padre Luis Cancer á predicar el Evangelio á aquellos indios y con algun fruto, siendo muy bien tratado por todos. El hermano del cacique hizo relacion á éste de todo lo que habia observado en la vida y costumbres de los Padres, y aumentó más todavía con su relacion el afecto que el cacique les iba ya cobrando. Determinó hacerse cristiano y predicar la fe à sus vasallos derribando y quemando desde luego sus ídolos, cuyo ejemplo fué imitado por muchos de los principales entre su gente. Recorrió el padre Luis Cancer los pueblos que estaban sujetos al cacique, y fué en ellos benévolamente acogido y

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