Imatges de pàgina
PDF
EPUB

fante por la puerta de Alcalá después de haber demostrado sus aptitudes en el circo taurino. El general Cassola parece, en los jardines donde lo colocaron, más bien que un príncipe de la milicia, un músico mayor disponiendose á dar un concierto para

[graphic][subsumed][subsumed][subsumed][merged small][merged small]

el exclusivo regalo de las niñeras. Y no son estos los únicos ejemplares que pudieran citarse.

Por el contrario, otras obras, más modestas, cumplen muy bien su cometido. Paseáis por las amenas orillas del Canal Imperial y ante vuestra vista, se desarrolla un panorama esplendoroso; cascadas de verdura descienden desde lo alto del monte

hasta el valle, en amplios y suaves escalones. La inmensa ladera se halla convertida en magnífico jardín; los mil tonos diversos de los variados cultivos os maravillan, adivináis la mano industriosa del hombre que transformó páramos y secarrales en floridos huertos; sin proponéroslo buscáis al autor del prodigio y cuando entre aquellas arboledas destaca la corpulenta figura de D. Ramón Pignatelli, una placentera emoción llena todo vuestro espíritu. Aquí la realidad responde á la imagen soñada.

Al visitar el grandioso Alcazar de Toledo, después de haber recorrido las magestuosas galerías y haber admirado la pompa señorial de aquel palacio, sentiréis vago deseo de tropezaros con alguno de

los reyes que gastó sus rentas en labrar tan espléndida morada. La estatua del Emperador Carlos Vos satisfará por completo y no os entretendréis en juzgarla severa mente.

Bastan las razones apuntadas para comprender que el acomo damiento á las circunstancias exteriores, es de tal importancia que todo lo demás pierde, á su lado, gran parte del interés que quiere atribuírsele. En Zaragozano anduvimos muy despiertos al señalar el

[graphic][merged small][merged small]

punto donde habían de ser emplazados los primeros artísticos monumentos que eternizarán las glorias regionales arago

nesas.

Pasando á otro orden de consideraciones, fijémonos con detenimiento en la escultura de Querol. ¿Qué representa? Nos dicen, desde luego, que el grupo está destinado á recordar y enaltecer la memoria de nuestros héroes y nuestros mártires. El pensamiento es quizá extenso en demasía para que pueda expresarse con dos figuras y en este caso tenemos que prescindir de una de ellas, del angel que sostiene à la víctima del ideal. Reducida pues la expresión á este sencillo término, parece que la escultura correspondiente, debiera ser de caracter simbólico pero no sucede así; la víctima aludida es un hombre ataviado á la usanza popular, un tipo de la tierra; por su traje no puede representar un mártir, ni mucho menos por su actitud, ya que aparece con las manos crispadas y el cuerpo en violenta posición como si le hubiera sorprendido la muerte defendiéndose rabiosamente. Además, para alejar toda duda, tiene á sus pies un enorme fusil de chispa.

Los mártires morían piadosamente para testimoniar su ardiente fe, sin defenderse nunca de la crueldad de sus extraviados hermanos. La figura de Querol es indiscutiblemente un héroe de la independencia patria, uno de aquellos bravos que pelearon hasta morir contra las huestes de Napoleón, pero nada nos dice de los antiguos mártires cristianos, de los que perecían con la sonrisa en los labios, sin dar muestras de dolor, y orando por la salvación de sus asesinos. El monumento, por consiguiente, no viene á sustituir á la derruida Cruz del Coso, es obra de significado enteramente nuevo entre nosotros.

Hecha esta necesaria advertencia, y lamentando la equivocación, en caso de que se haya sufrido, concretaremos en cuatro palabras nuestro juicio sobre el monumento. El arquitecto que proyectó el pedestal y el artista que esculpió el grupo, no llegaron á ponerse de perfecto acuerdo y por ésta causa falta armonía en el conjunto. La base es robusta, de líneas firmes y reposadas mientras la parte escultórica muéstrase muy ligera y movida. Se nos antoja que el arquitecto pensó en los mártires y en cambio el escultor solo tuvo en cuenta á los héroes. El simbolismo que se echa de ver en el pedestal, quizá de una mane

[graphic]

ra harto concreta y definida se desvanece luego, en el grupo escultórico tomando diverso caracter. El baluarte de la fe, la columna inconmovible de la tradición religiosa, el castillo donde las creeencias de todo un pueblo tienen salvador refugio, aparece coronado por la encarnación del heroismo vibrante, de la resistencia enérgica que antes de humillarse, lo sacrifica todo, salud, hacienda y vida, en aras de su propia dignidad.

Los autores del monumento han sido objeto de grandes elogios que están muy justificados, dado el punto de vista en que suelen colocarse los admiradores. En efecto, Ricardo Magdalena y Agustín Querol son maestros hábiles en sus respectivas artes y no regatearon, en esta ocasión, esfuerzo alguno para agradar al público y embellecer la ciudad. Las deficiencias de que nos hemos hecho cargo no son imputables á los artistas sino á la falsedad del medio en que se desenvuelve la moderna estética. Sería incurrir en el mismo pecado que censuramos, hacer ahora minucioso examen de los pequeños defectos de ejecución que pudieran encontrarse en el monumento. Quédese esta labor para los que gozan mortificando al prójimo.

BUSTO DE AGUSTINA DE ARAGÓN (Original de Mariano Benlliure)

En el monumento al Justiciazgo, la parte escultórica es un accidente que apenas reviste importancia. La estatua de Lanuza ocupa un lugar muy secundario, y hay que felicitarse de esta circunstancia, pues el artista que la esculpió estuvo desafortunadísimo. Prescindamos de la técnica y de los detalles; fijémonos tan solo en la interpretación del personaje y en la actitud trágica de la estatua. Nada más contrario á la noble serenidad del monumento, á su severa traza, que aquella figura declamatoria que extiende su brazo con estudiado ademán de orador efectista. Por fortuna, repetimos que la escultura no influye poco ni mucho en el conjunto.

Toda la carga ha pesado sobre el arquitecto que ideó el proyecto, Félix Navarro el autor del palacio de Larrinaga, una de las joyas más admirables del arte contemporáneo, fué el encargado de trazar las líneas del monumento al Justiciazgo, pero comenzó su tarea hace muchos años y como el tiempo no pasa en balde, cuando hubo de realizarse el soñado plan, este había envejecido de modo manifiesto. Creo sinceramente que el defecto capitalísimo de ese monumento se debe á las falsas corrientes que imperaban en la época en que su autor lo concibiera. Sin embargo, hay detalles en él, que pudieron modificarse al tiempo de construirlo y que por causas, para mí inexplicables, se han mantenido, con visible perjuicio de la belleza de la obra. ¿Por qué no se elevó un poco más el fuste de la columna con lo cual hubiese ganado el monumento en esbeltez y gallardía? ¿Porqué se esmaltó de azul la colosal esfera y se pintaron en ella las estrellas de plata sin tener en cuenta que desentonan del conjunto?

Además el autor del proyecto, por conseguir, á todo trance la severidad, ha incurrido en cierta fúnebre monotonía que apesadumbra. Es cierto que la idea del Justiciazgo no se presta á mover líneas con gracia y desenvoltura, pero debió evitar el arquitecto que su obra pecase de rígida y desabrida.

Nos perdonará el Sr. Navarro, á quien admiramos muy de veras por sus excepcionales talentos artísticos, estas advertencias nacidas únicamente del deseo de verlo siempre acertado y triunfante. Es uno de nuestros orgullos regionales y sus obras no deben ser juzgadas con cuatro flores de trapo lanzadas para salir del paso. El monumento al Justiciazgo está bien pensado y sentido, pero algunos detalles de poca fortuna han descompuesto el efecto total.

« AnteriorContinua »