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sus esfuerzos para amparar y proteger á los indígenas del Nuevo mundo, en comparacion de lo que le quedaba por hacer de allí en adelante.

Una inmensa tristeza cubrió como un negro velo su corazon magnánimo, y un dolor profundo hizo brotar de sus ojos lágrimas en raudales. Con la lectura, cien veces repetida, de los textos del Eclesiástico, y con su aplicacion á las circunstancias de entónces, un profundo desaliento empezó á devorarlo. Se hallaba criminal, y el remordimiento le hacía sufrir terribles angustias.

Pero de aquella congoja desgarradora nació la resolucion heróica que debia de inmortalizar á Bartolomé de Las Casas. Se alzó enérgico y sublime, enjugadas ya las lágrimas y despidiendo sus ojos destellos de inspiracion suprema; y poseido de una decision inexorable de hacer olvidar su egoismo de hasta entónces, empezó su carrera, nunca despues interrumpida, de abnegacion completa á favor de los indios.

Desde aquel momento se cuenta el verdadero apostolado de las Casas, apostolado sublime que terminó solamente con el postrer aliento de su vida.

CAPITULO II.

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Decide LAS CASAS libertar sus esclavos. -Uu sermon. - Determina retornar á España.-Rentería aprueba sus propósitos. - Parte LAS CASAs de Cuba.-Llega á Santo Domingo.-Nuevas predicaciones. - Llega á España y conferencia con el monarca. El confesor del rey, el ministro Conchillos y el obispo de Burgos. -Muere D. Fernando V.- Nuevos planes de LAS CASAS.-Cisneros y Adriano de Utrecht.-Escribe LAS CASAS una relacion en latin de los sufrimientos de los indios.- La entrega á Adriano y produce gran efecto.-Junta nombrada por Cisneros. Comisarios regios. -Jerónimos, dominicos y franciscos.-Titulo á favor de LAS CASAS de protector universal de todos los indios.Preámbulo de las instrucciones para los tres comisarios. Declaracion notable del Gran Cisneros de que los indios son hombres libres.-Instrucciones extensas respecto á los indios. - Instrucciones respecto á los españoles residentes. -Instrucciones adicionales modificando las leyes hechas en Búrgos respecto á los indios. - Cédula en favor de Las CASAS.-Poderes conferidos al licenciado Alonso de Zuazo.

Decidióse Las Casas á dar libertad á sus esclavos y abandonar el repartimiento, accion verdaderamente revolucionaria y casi monstruosa en aquel tiempo. Era menester, empero, contar con Pedro de Rentería, cuyos intereses estaban íntimamente ligados con los suyos propios. Rentería

se hallaba á la sazon en Jamaica, á donde habia ido con objeto de zanjar negocios mútuos. Demasiado impaciente Las Casas para aguardar su vuelta, antes de hacer pública la resolucion que habia tomado, se dirigió al gobernador Velazquez y le descubrió su corazon respecto de los repartimientos. Habló el clérigo con la entereza que acostumbraba á usar cuando era movido por su conciencia y por la religion; hizo de' la cuestion de repartimientos un asunto de fe y de conciencia religiosa, y no titubeó en asentar su opinion sobre el castigo que reservaba Dios á los que se obstinaban en tener indios esclavos. Añadió Las Casas que intentaba desde luego deshacerse de los que poseia, pero manifestando el deseo de que esta resolucion fuese guardada bajo sigilo hasta el regreso de Jamaica de Pedro de Rentería, su amigo y socio. Fué grande la admiracion del gobernador, tanta mayor cuanto que él habia tenido á Las Casas por hombre apegado á sus intereses materiales y hasta codicioso, tales eran la actividad y maña que habia hasta allí desplegado para la adquisicion de bienes de fortuna; y costóle el creer que el Padre fuese sincero en su determinacion tan nueva entre aquellos pobladores. El aprecio y cariño que Diego Velazquez le tenía eran grandes; por esto no pudo menos de expresar su sorpresa, y trató de disuadir á Las

Casas de la prosecucion de un proyecto que bien podia entonces pasar por locura. Como era de esperar, fueron vanos los consejos del gobernador dirigidos, es preciso reconocerlo, con prudencia y bondad. Pero la réplica de Las Casas, aunque respetuosa, mostraba bien á las claras lo irrevocable que era su resolucion. «Plegue à Dios, » añadió, que cuando venga yo á pediros con lá» grimas de sangre que me volvais mis indios, y » vos, por amor mio, lo hiciéredes, él sea quien >>> os castigue este pecado. » Accedió, pues, Velazquez á lo que Las Casas deseaba, y le prometió tambien que sería secreta su determinacion hasta la vuelta de Rentería. En este punto insistia mucho el buen Padre, que no consentia de manera alguna que padeciesen los intereses de su socio. Velazquez dió en esta ocasion una nueva prueba de la elevacion y magnanimidad de su carácter, pues, despues de esta entrevista, tuvo á Las Casas en más alto concepto que nunca, y le fué profesando cada vez más respeto y cariño. Consuela el ver entre tantos conquistadores feroces y gobernadores sedientos de oro y sangre, una gran figura como la de Velazquez, en que con las altas virtudes del valor del guerrero. preclaro vemos mezcladas la magnanimidad del caballero y la bondad del cristiano.

El dia de la festividad de la Asuncion de Nues

tra Señora predicó Las Casas un sermon en que puso á descubierto sus intenciones respectivamente á su repartimiento de los indios, exhortando con la mayor vehemencia á los que formaban su auditorio á que hicieran otro tanto. Es fácil concebir el efecto que producirian las palabras del sacerdote. La sorpresa en los oyentes fué tal que algunos dudaron de que aquellas exhortaciones las dijese el padre Las Casas. En algunos, sin embargo, hicieron buen efecto las palabras, rebosando de ardiente elocuencia, del orador sagrado, y llegaron muchos á compungirse. Para la mayor parte, no obstante, el éxito fué nulo, pues no podian convencerse que fuese pecado mortal tener indios en su servicio, como no lo era hacer uso de acémilas y bestias del campo.

Viendo que sus sermones, así como sus exhortaciones privadas sobre los repartimientos, obtenian poco o ningun resultado de sus oyentes, resolvió dar un paso capital y hacer un gran esfuerzo, que, segun él creia y pensaba, no podia ménos de dar el fruto que esperaba. Se decidió á ir á Castilla y presentarse al rey.

A la sazon volvió Rentería de Jamaica, sabedor ya de las resoluciones de Las Casas, por cartas que le habia escrito el clérigo. Rentería aprobó desde luego el modo de proceder de su amigo

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