Imatges de pàgina
PDF
EPUB

trucciones respecto á los casos en que debian de negar la absolucion á los penitentes, contenidas en un pequeño opúsculo titulado: Confesonario ó Aviso á los confesores del obispado de Chiapa.

Ese opúsculo lo habia enviado de antemano en consulta al supremo Consejo de Indias. Habia sido examinado y aprobado por seis maestros en teología, los más sabios y respetables que se conocian de la Órden de Santo Domingo, á saber: el maestro Galindo, profesor de teología en el colegio de San Gregorio de Valladolid; el padre Bartolomé Carranza de Miranda, que fué confesor de Felipe II cuando éste era príncipe de Astúrias, y despues arzobispo de Toledo y primado de las Españas; el padre Melchor Cano, que fué despues obispo de Canarias; el padre Mancio de Cristo, profesor de teología en Alcalá de Henares; el padre de Sotomayor, confesor de Cárlos V, y el padre Francisco de San Pablo, director del colegio de Valladolid.

Salió despues Las Casas para España, á donde llegó en 1547, y en donde le esperaban nuevas luchas y nuevas pruebas de su laboriosidad infatigable y de su firmeza y constancia.

CAPÍTULO XII.

Denuncias contra LAS CASAS.-Su renuncia del obispado de Chiapa y su sucesor.-El fruto de sus viajes. -Comparece al Consejo de Indias.Sus treinta proposiciones defendiendo el confesonario.- Fundamento de esas proposiciones.-Son insostenibles en los tiempos modernos.Tenía LAS CASAS que admitir la doctrina de sus tiempos.-El Consejo de Indias satisfecho.-Juan Ginés de Sepúlveda.- Demócrates segundo. Conclusiones principales.-Niégase el permiso de la impresion de esa obra.- Se imprime el Demócrates en Roma.- Se recoge la edicion en España.-Congregacion Vallisoletana. - Lo que dijeron Sepúlveda y LAS CASAS.-El resúmen de fray Domingo de Soto.- Pruebas y argumentos. Termina el sumario de la contienda. -Doce objeciones de Sepúlveda. -Doce réplicas de LAS CASAS.-Citas y observaciones.-Algunos comentarios. - Profecías.

Los principios que Las Casas profesaba le daban motivo para hacer las más justas y severas críticas del sistema de tiranía y concursion, por medio del cual se enriquecian en las Indias muchos españoles, y por este motivo sus enemigos eran poderosos y en gran número. Hemos visto cómo algunos hombres lo trataban en España, cómo en las poblaciones de América lo recibian,

y

los motines populares que contra él tuvieron lugar en la propia capital de su obispado, lle

gando algunos á denunciarlo como traidor, per

juro é infiel, y otros á injuriarlo con los más duros é injustos calificativos.

Últimamente le acusaron que predicaba y escribia en sus obras que S. M. el rey de España no tenía títulos legítimos para ocupar y gobernar en los reinos que sus súbditos habian descubierto en América, añadiendo que con la propagacion de tales principios preparaba desgracias incalculables y trastornos sin cuento. Esta acusacion se hacía con el objeto de desconceptuar á Las Casas para con el emperador y su hijo, el príncipe D. Felipe, que llevaba las riendas del Estado durante la ausencia del primero. Pero estas acusaciones no pasaban de calumnias vulgares, pues en ningun escrito de Las Casas niega al rey de España el derecho de adquirir y conservar la soberanía de las Indias occidentales, esto es, de la América, sino el derecho de hacerse dueño de ellas á mano armada, á costa de millares de víctimas y rios de sangre.

Las obras que Las Casas habia publicado eran en sí mismas la mejor prueba de su lealtad como súbdito español y de la sinceridad de sus principios; pero hallándose muy distante del centro de las intrigas en la corte, no podia evitar que se acumulasen sobre él gravísimas sospechas. En esta situacion se decidió á volver á España á dar cuenta de sus doctrinas y de su conducta; pero

con el objeto de que sus diocesanos no se perjudicasen durante su viaje, envió su dimision del obispado, que fué aceptada, y ántes de abandonar las Américas por última vez tuvo la satisfaccion de saber que le sucederia como obispo de Chiapa un religioso de su órden, llamado fray Francisco Casillas.

Segun queda ya referido, llegó á España en 1547 de retorno de su sétimo y último viaje. No volvia, por cierto, triunfante de América, sino más bien como un acusado, rodeado de odios, de prevenciones y de enemigos. Tal era el fruto que habia conseguido de sus catorce viajes marítimos á través del Atlántico, llevados á cabo en cuarenta y nueve años, además de otra multitud más secundarios, pero no ménos azarosos, en el mar Caribe y seno mejicano, á través de regiones inmensas y desconocidas, luchando con calores sofocantes, plagas de insectos insufribles, escaseces y privaciones indecibles, cansancios y fatigas, conjunto que solamente pueden soportarlo hombres de gran temple en el alma, de superior voluntad en el corazon.

Las Casas fué un verdadero mártir de la caridad hasta una edad avanzada, en la cual la gran mayoría de los hombres han terminado ya su existencia. A pesar de sus muchos y peligrosos viajes la Providencia ha conservado su vida dán

dole tiempo..para luchar y sobreponerse á las persecuciones y ataques de sus enemigos conjurados para perderlo, triunfando de todos ellos en las discusiones políticas y religiosas que continuó sosteniendo durante veinte años desde su último regreso de América hasta el fin de sus dias.

Ya en España Las Casas compareció delante del Consejo de Indias, respondiendo allí de palabra á todas las acusaciones que se habian preparado contra él. Pero luego se le dió órden de explicar sus doctrinas por escrito, y se encargó de hacerlo, empezando por escribir la apología de la doctrina contenida en su pequeño libro titulado el Confesonario; pero sabiendo que el Consejo deseaba tan sólo una Memoria concisa, suspendió la redaccion de su Apología, y presentó solamente un sucinto tratado en treinta proposiciones, conteniendo la doctrina en que fundaba su Aviso á los confesores del obispado de Chiapa.

El fundamento de la doctrina contenida en esas treinta proposiciones es que admite como un título suficiente la Bula de Alejandro VI, cuyo objeto, segun él, no fué el conferir á los reyes de España un derecho directo de propiedad, sino solamente autorizarlos para enviar predicadores al Nuevo mundo para propagar el cristianismo y

« AnteriorContinua »