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>>>mos cristianos, no los habemos menester para »> nada, sino para que á nuestra costa hagan >> grandes edificios, y aún tienen talle de dejar» nos con sus sermones sin hacienda que les po>> der dar si nos quieren quitar los esclavos. An>> dad, padres, idos con Dios, buscad vino fuera >> de la ciudad. » Otro á quien pidieron que les vendiese un poco de trigo contestó secamente: « No os lo quiero dar. » — Replicó el Padre: << Cierto, señor, que no sé qué nos hemos de ha>> cer en esta ciudad donde tan mal nos tratan, » viniéndolos á predicar y enseñar, que ni áun » por nuestros dineros no nos quieren dar el sus>> tento necesario, sino salirnos della; y como » manda el Evangelio sacudir sobre los vecinos >> el polvo de nuestros zapatos. » Dijo el hombre: <«< Si os quereis ir, aunque yo soy viejo, os sacaré >> uno á uno hasta aquellos pinares, porque no se » os pegue el polvo de la ciudad en los zapatos, y >> así no tendreis trabajo en sacudirlos. >>

Salieron, pues, los Padres de Ciudad-Real, y unos fijaron su residencia en Copanabastla, otros en Cinacantlan y otros en Chiapa, donde determinaron establecer su asiento principal por entónces. Siendo allí bien recibidos convidaron á su obispo á que fuese. Él lo hizo así, y los indios le dispusieron un magnífico recibimiento; además manifestaban el mayor entusiasmo por la fe

y un vivo deseo de ser doctrinados en ella.

Pero Las Casas veia por todas partes reproducidos los mismos males. Llovian sobre él de todos lados las quejas de los infelices indios; uno reclamaba su hija perdida, otro su mujer robada, éste su hacienda saqueada, el otro su libertad oprimida. Lloraba el buen obispo y prodigaba á los desventurados todos los alivios y consuelos que estaban en su mano. Al fin, no permitiéndole su genio entero y enérgico perder el tiempo en vanas lamentaciones, resolvió presentarse á la Audiencia de los confines, formular allí su queja y exigir el pronto remedio de tantas y tan crueles injusticias.

CAPÍTULO XI.

LAS CASAS pasa á Honduras.- Se presenta á la Audiencia.-Alonso Maldonado y sus palabras al obispo.-La contestacion de éste.-Lo que consigue LAS CASAS y cómo se preparau los vecinos de Ciudad-Real. -Lo que le sucede en su viaje de retorno. Atalayas y centinelas. Los sorprende el obispo y los amarra.-Terremoto.- Entra LAS CASAS en Ciudad-Real.-Llama á los alcaldes y regidores.-Discursos y manifestaciones. La cuestion de confesores.- Un consejo extemporáneo y sus consecuencias.- Se refugia LAS CASAS en el convento. - Nuevo alboroto popular. - Nuevos disgustos del obispo de Chiapa. — Cómo concluyen.-Revocacion de las nuevas leyes de Indias. - Perplejidades de LAS CASAS.- El visitador de provincia.-Sus buenas disposiciones. -LAS CASAS en Méjico. - Una Junta de obispos y sus deliberaciones.Descontento LAS CASAS, reune él mismo otra Junta.-Proposiciones que establece esta Junta.- Otro trozo de una carta de LAS CASAS al príncipe D. Felipe.- Se resuelve á no volver á su obispado. - Instrucciones á su clero y su opúsculo Confesonario. — Quiénes lo habian revisado en España. Sale de Méjico LAS CASAS y llega á la Península.

Se puso en viaje Las Casas con direccion á Honduras, y el 22 de Octubre de 1545 escribió una carta á la Audiencia de los confines en la cual amenazaba á los oidores con excomulgarlos si no remediaban los males que afligian su diócesis.

Al presentarse en la Audiencia, léjos de prestar oido el presidente á las protestas de Las Casas, se descompuso y prorumpió en un torrente

de injurias y vilipendios contra el venerable obispo: «Sois un bellaco-exclamó ardiendo en » ira — sois un mal hombre, mal fraile, mal obispo, y mereceis un severo y ejemplar casti» go. » — « Yo lo merezco muy bien todo eso que » V. S. dice, señor licenciado Alonso Maldo»nado:»-contestó con tranquila ironía el obispo, indudablemente aludiendo á que habiendo sido el propio Las Casas el que habia propuesto para aquel lugar á un hombre tan grosero, temerario é imprudente, se reconocia merecedor de todos aquellos denuestos (1).

A pesar de este recibimiento descortés é insolente, consiguió Las Casas inducir á la Audiencia

(1) Al hablar del licenciado Alonso Maldonado el obispo de Guatemala D. Francisco Marroquin en una carta dirigida al Emperador, fechada el 4 de Junio de 1545 y publicada en 1877 en la interesantísima coleccion de Cartas de Indias, ya. citada, dice en un período lo siguiente:

<< Mándame V. M. le auise que cómo se haze justicia por los » que tienen á cargo: por ser cosa que ynteresa mucho el alma » de V. M. me atreuo á dezirlo. Lo primero es, que el liçen» çiado Maldonado, que es presidente, es buen hombre y buen » christiano y de buenos respetos, honesto, pero es muy remi▷ so, casi tanto como yo; no es nada cuydadoso ni vigilante, >> ni se le dá mucho por la república ni por la policia della, no ▷ se desvela nada en como se aya de avmentar; todo lo qual > es necesario para el que a de gouernar y ser cabeça; y agora » que a tomado muger (que es lo mejor que él podria hazer), » no sé sy tendrá más cuydado o menos avnque los he conver

de los confines á que enviasen un oidor á Ciudad-Real que mirase por la ejecucion de las nuevas leyes. Al saberlo los vecinos da Ciudad-Real se resolvieron unánimemente á hacer resistencia á los planes del Prelado. Acordaron requerirle para que no innovase cosa alguna y procediese como los demás obispos de la Nueva España, hasta que el rey, á quien habian enviado sus procuradores, proveyese lo que fuese servido; protestaron que si el obispo no hiciese lo que ellos reclamaban no le admitirian el ejercicio de su cargo y le quitarian las temporalidades hasta informar á S. M. Añadieron que no querian conformarse con la tasa de tributos que el obispo fijase, porque la tierra ya estaba tasada por el

»sado poco. Para tal cargo convenía que fuesen más buenos » y más doctos que los obispos, que más pueden y más valen » y mucho más fruto pueden hazer con su buen exemplo y » vida, si quieren: dizenme que ay diuision entre ellos; pesar» me ia si durade. »

En la carta que escribió Las Casas el 9 de Noviembre de 1545 al príncipe D. Felipe, en la cual se queja amargamente de los oidores, empieza un período como sigue:

«<< Otra fuerça y agravio y afrenta me an hecho aqui estos » pecadores oydores, contra toda justicia, por me vexar y » porque no parezcan sus violencias y tyranias... etc. »

Y termina el período diciendo:

« Y por esto no enbio con esta el testimonio de lo que alli » passó, porque los secretarios son tales commo Maldonado, y ▷ no me an querido darlo. »

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