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muy especial de pacificar la Isla y reducir al cacique D. Enrique á la obediencia y servicio del Rey. Dispusiéronse nuevas armadas y expediciones con crecido gasto de la Hacienda y sacrificios por parte de los vecinos de la Isla, que se veian sobrecargados con sisas é imposiciones siempre crecientes para costear la guerra; no habiendo más resultado de todo ello que el dinero perdido y la gente muerta y desbaratada con afrenta del nombre español ultrajado por un indio victorioso triunfante de las banderas de Castilla.

y

Las Casas, segun cuenta Remesal, representó al presidente de la Audiencia, que tenía grande opinion de sú sabiduría y prudencia en todo, cuanto se erraba en querer sujetar al cacique alzado por los ásperos medios de la guerra, y cuán preferible era el hacer uso de la suavidad y la benigna persuasion; y se ofreció para ir á D. Enrique con el fin de ablandarlo, convertirlo y convencerlo á que hiciese las paces y se volviese á Santo Domingo. Alegróse el presidente con esta determinacion de Las Casas, diéronle licencia de llevarla á efecto los prelados, y él, lleno de santo y fervoroso celo, se fué y entró por los montes, peñascos y asperezas por donde sospechó que andaba D. Enrique. Logró verlo, y con muchas, suaves y persuasivas razones, pudo hacer que se mostrase dispuesto á tratar de paz y dejar las

armas. Dió el indio palabra de esto á Las Casas, hizo juramentos, entregó prendas ó rehenes con la condicion de que el presidente, en nombre del Rey, le diese á él y á los suyos seguro de la vida y perdon general, devolviéndole sus indios y hacienda, y dejándole de allí en adelante vivir en paz. Volvió Las Casas á Santo Domingo y causó gran regocijo la nueva de lo que tanto se deseaba, esto es, la pacificacion y sosiego de la Isla. Enviaron, pues, como embajador á Hernando de San Miguel, natural de Ledesma y vecino del Bonao, uno de los habitantes más antiguos de la Española, al cual se dieron ámplias instrucciones de que habia de decir y prometer de parte del Rey al cacique. Tuvieron algunas conferencias en las cuales el cacique se mostró dispuesto á acceder á lo que se le pedia, y al fin convinieron en que el capitan San Miguel fuese un dia que señalaron, con solos ocho hombres, y D. Enrique con otros ocho, á cierto lugar de la costa del mar, y con esto se despidieron.

lo

No observó, sin embargo, la condicion convenida el capitan San Miguel, pues el dia del plazo fué al lugar señalado llevando más de cien hombres y marchando en forma de escuadron con la bandera desplegada y los pifanos y tambores tocando. D. Enrique, viendo mudado el órden que habia concertado con el capitan San Miguel, se

metió en el monte y no quiso aparecer, dejando en la enramada que habia mandado hacer, mucho oro y joyas, y los ocho indios que tenía consigo para la entrevista. Los indios recibieron á los españoles con las mayores muestras de regocijo, sirviéndoles de comer con el mayor cuidado y entregando todo el oro y alhajas que habia mandado el cacique. El capitan dirigió á los indios palabras de amistad para su cacique, expresando sentimiento por su ausencia y esperanza de que no era ésta debida á indisposicion y falta de salud. El presidente y los oidores de la Audiencia se disgustaron con el resultado de la embajada del capitan, y le culpaban de no haber guardado el órden concertado perdiéndose así la ocasion tan propicia y tan anhelada de todos de firmar paces definitivas y duraderas con el cacique. La esperanza aquella fué desde entónces concentrada exclusivamente en Las Casas, y todos confiaban que si el clérigo volvia á verse con D. Enrique, le atraeria totalmente á la paz y le haría despedir la gente que capitaneaba.

Veremos en el curso de esta narracion qué cuenta supo dar el apóstol en su segunda entrevista con el cacique. Remesal, como hemos visto, atribuye á Las Casas la primera intervencion con él, mientras que los demás historiadores no le atribuyen sino una sola visita cuando ya estaba

reducido y para confirmarlo en su intencion. Quintana se expresa en los términos siguientes: «Es sensible no poder seguir á su (de Las Casas) » principal biógrafo Remesal, en el magnífico >> episodio con que les da principio. El mundo, » segun él, fué á buscar á Las Casas en su sole>> dad, y haciendo homenaje á la humanidad de >> sus principios y á su talento de persuadir, le fió >> el encargo de reducir y pacificar á aquel Enri» que, caudillo de los indios alzados en las mon>> tañas del Bazanco en la Española, á quien en >> catorce años las armas de los castellanos no pu>> dieron rendir, ni sus promesas ganar, ni sus » engaños perder. Ninguna de las memorias del >> tiempo, ni ninguno de los historiadores acre» ditados, da á Las Casas semejante intervencion » en aquella transaccion importante, ni le atri» buye más parte que una visita que hizo al caci» que, cuando ya estaba reducido, para afirmarle >> en su buen propósito. » (Quintana. - Vida de Españoles célebres.-Fray Bartolomé de Las Casas.)

CAPÍTULO VI:

Reflexiones. Un episodio á propósito. -Acontecimientos de trascendencia.- Nuevos viajes de LAS CASAS.- Pasa á un convento en Méjico.Llega á Guatemala.- El prior lo envía al Perú. -Intima á D. Francisco Pizarro y à Diego de Almagro las Cédulas reales. — Retorna á Panamá y á Realejo.- Es llamado á la Española por el licenciado Cerrato.Se pone en viaje.-Lo ponen de mediador con el rebelde cacique don Enrique. Parte en busca del cacique. -Entrevista. - Cede D. Enrique y se somete. Se presenta con LAS CASAS en la Audiencia.Vuelve a Nicaragua.—Atrocidades que refiere LAS CASAS.- Se dirige á Guatemala.- Publica su tratado De unico vocationis modo. - La Tierra de Tuzulutlan ó «Tierra de guerra. » — Ofrece LAS CASAS SOjuzgarla.-Sistema curioso de conquista.-Sus efectos. - Bautismo del cacique. Predicaciones. - Paulo III y su bula Euntes docete omnes gentes. Breve para el Arzobispo de Todelo.- Júbilo de LAS CASAS.Ideas liberales del apóstol.- Funda un pueblo.- Retorna á Guatemala.

Muchas veces nos sentiríamos dispuestos á creer que las grandes lecciones de lo pasado son perdidas para la humanidad, cuando vemos en nuestros dias, y en circunstancias análogas, actos de bárbaro despotismo, de arbitrariedad estulta, de ofensiva arrogancia, equivalentes á los del insano Valenzuela, y que han producido y seguirán produciendo, toda vez que se repitan, consecuencias igualmente funestas. La soberbia

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