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CAPITULO CXX.

De los indios que prendieron envió Cortés algunos para que fuesen á decir al Cacique, señor dél, y á la otra gente, que fuesen amigos y que no tuviesen 'miedo de allí adelante, que les harian mal, sino buen tractamiento, y que el señor viniese á él porque le queria decir muchas cosas de su provecho, y otros disparates y promesas frívolas que les quisiera persuadir, é que á cualquiera prudente pudieran mover á mayor odio é ira contra él y ellos, de quien tan grandes injurias é injusticias y daños habian rescibido. ¡Mirad qué fianzas daban ó qué seguridad y satisfaccion ofrecian, para que de los daños padecidos fuesen recompensados y de los que les podian hacer pudiesen ser seguros, habiéndoles así lastimado y atribulado tan sin culpa, y ofensa que les hobiesen hecho ni cometido!; pero el señor y sus capitanes y gente de guerra, ó por mejor decir guerrilla, como es toda guerra de indios, trabajaron de apedillar toda la tierra y venir sobre ellos, y no dejar, si pudiesen, hombre dellos á vida, pero para entretener á los españoles hasta que se hobiesen allegado todos los que habian maherido, envió el señor ciertos mensajeros á tratar de paz ó de treguas, y rogándoles que se contentasen con el mal que les habian hecho, y que no le quemasen el pueblo; respondió Cortés así lo haria, pero que les trujesen comida. Vinieron otro dia con ella, disculpándose que no traian más por estar la gente desparcida y huida; envió Cortés tres ó cuatro cuadrillas de españoles por los montes á buscar bastimentos y gente, y pudiesen haber al señor ó Cacique. La una llegó á un pueblo donde hallaron mucha gente de guerra, que debian estar esperando que se allegase la demas para ir sobre ellos. Vistos los unos á los otros, comenzaron á pelear, y los indios con tan gran

si

esfuerzo y denuedo, que hirieron, con sus armas y flechas, y lanzas de palos con las puntas tostadas, y algunas con algunos huesos de pescado por casquillos, muchos de los españoles, hasta que los encerraron en cierta casa, donde los españoles se defendieron una buena pieza del dia, temiendo que no les prendiesen fuego que los pudieran quemar vivos; y como la grita que dan los indios cuando son muchos, que es cosa de grima, se sonase por los montes, oyéronla los de las otras cuadrillas, ocurrieron al sonido, y llegaron á tiempo, cuando ya los apretados tenian perdida la esperanza de vida; llegados, descercáronlos, y juntos todos, dan muy fieramente en los indios, pero los indios aunque vieron el socorro de fresco venir sobre ellos, que serian por todos, los españoles, cerca de 200, no dejaron de pelear validísimamente aunque morian muchos dellos. Estando los primeros españoles en la casa metidos, y en el estrecho que está dicho, ciertos indios de la isla de Cuba, que con ellos habian ido, fueron á hacer mandado á Cortés de lo que habian visto; Cortés, oidas tales nuevas, tomó cierta gente de la que tenia, y llevó algunos tiros de artillería, y partióse á mucha priesa, porque no era hombre que se dormia. Cuando llegó venian todos los españoles retrayéndose, y los indios dando como leones en ellos, de los cuales muchos herian con las flechas, pero en llegando hizo soltar algunos tiros de pólvora, y por temor dellos los indios se retrujeron; Cortés no curó de seguillos, porque andaban los españoles muy cansados, y muchos dellos mal heridos. Volviéronse todos al pueblo, no muy alegres; proveyó Cortés que los españoles heridos se fuesen á los navíos, y mandó sacar los caballos y la gente que pudo sacarse dellos y toda su artillería; caminó Cortés con más de 400 españoles y 12 caballos y su artillería hácia donde habian peleado el dia pasado, y toparon á infinitos indios, que, como habian sentido la ventaja que habian llevado aquel dia, venian muy ufanos en busca dellos. Era toda la tierra llena de acéquias y arroyuelos, por ser toda de cacaguatales, que son heredades entre todas aquellas provincias muy preciosas, que son las

almendras de que usan por bebida y por moneda, que han menester cada hora regarse. Fué á los españoles gran impedimento para de los caballos ayudarse, y por ésto los indios pudieron hacer mucho daño á los españoles, y no rescibillo como entonces lo rescibieran, puesto que desque vieron los caballos y caballeros fué grande su espanto, creyendo que hombre y caballo era todo una cosa, y la lanza no ménos, pero no por eso dejaron de pelear contra ellos aunque se vian morir á sus piés; y aunque no mataban á los españoles por ser sus armas tan débiles, hirieron muchos y pusiéronlos en tanto estrecho que pensaron perecer. Salieron en fin á ciertos llanos, sin tantos arroyos y acéquias, donde los de caballo pudieron hacelles daño, los cuales alancearon innumerables, y dijose que habian muerto en esta entrada sobre 30.000 ánimas; y ésta fué la primera predicacion del Evangelio que Cortés introdujo en la Nueva España. Y por los merecimientos suyos y de su compaña, dice Gomara, su criado, que les apareció Sant Pedro, ó Santiago, encima de un caballo que hizo en los indios aquel gran estrago; y, lo que más digno es de confusion inmortal y eterno escarnio, dice Gomara, que Cortés hizo soltar algunos indios de los presos que fuesen á decir al señor de la tierra y á todos los demas, que le pesaba del daño hecho en emtrambas partes, por culpa y dureza dellos, que de su inocencia y comedimiento Dios le era buen testigo, mas, no obstante todo ésto, él los perdonaba de su error, si venian luégo ó dentro de dos dias á dar justo descargo y satisfacion de su malicia, y tratar con él de paz y amistad, y los otros misterios que les queria declarar, apercibiéndolos que, si dentro de aquel plazo no viniesen, de entrar por su tierra dentro, destruyéndola, quemándola, talandola, y matando cuantos hombres topase, chicos y grandes, armados y sin armas. Estas son sus formales palabras. Véis aquí conqué tiene Cortés engañado á todo el mundo, y no sin culpa de muchos de los que lean su falsa historia, no considerando que aquellos estaban quietos en sus casas, sin ofensa nuestra ni de nadie, y que no eran moros ni turcos que nos infestan y mal

tratan, no mirando más del sonido, que mató y que venció, y, como ellos dicen, conquistó tantas naciones, y robó para sí é envió tanto oro á España, y llegó á ser Marqués del Valle; y desta culpa los lectores della no son inmunes, al ménos los que son letrados. Los desventurados indios, viéndose así tan disipados y apocados de tanto estrago, todos fueron de parecer que, porque aquellos hombres eran tan fuertes, y traian tan terribles armas, y sobre todo aquellos animales que tanto corrian y alcanzaban, y sobre ellos tan mal los trataban y los acabarian de asolar, el señor acordó de les enviar ciertos indios viejos, que debian ser principales, á tratar de paz y seguridad. Dice Gomara, que vinieron á pedir perdon de lo pasado, como si de grandes agravios que les hobieran hecho, porque veais la insensibilidad de Gomara, ó por mejor decir, el escarnio que de la justicia y de la verdad hace. Rescibiólos bien Córtes, y dióles cosillas de rescates de Castilla, diciéndoles por señas, como se podia declarar, que tornasen á hablar á su señor y lo induciesen á que viniese á verse con él, y que no tuviese miedo que no rescibiria mal alguno, y otras señas semejantes; y para más mostrarles seguridad, soltó á todos los indios que habian preso en la batalla y hizo curar los que de heridas estaban maltratados. Fué, á lo que se juzgaba, el señor y muchos principales á ver á Cortés, con mucha compañía, y á los españoles, con harto dolor de su corazon, mostrando mucha tristeza y no ménos con temor no los burlasen; dije, á lo que se juzgaba fué el señor, porque cuasi siempre los señores de los indios no se muestran ni van á los españoles cuando no están primero muy seguros, sino que envian un indio que tenga persona de autoridad, y fingen que aquel es el señor. Trujeron un buen presente de muchas gallinas, de las grandes de papada, y pan, y frutas, y cacao, y ciertas joyas de oro, que pesarian más de 300 castellanos, y 15 ó 20 mujeres, para que guisasen de comer y hiciesen pan de maíz, que es lo más trabajoso de hacer, y que sin mujeres no se puede amasar sino mal y con gran dificultad, para los aplacar, porque no los acabasen de destruir. Rescibiólos Cortés con

mucha alegría y abrazó al que se decia ser señor, mostrándole haber mucho placer con su venida, y ofreciéndoles seguridad y amistad desde adelante todo por señas; porque ninguna cosa se entendian. Preguntáronle si de aquel oro habia mucho y si se cogia por aquella tierra; respondiéron que no se cogia por allí, sino en otras partes, señalando con los meneos, que léjos. Dice aquí Gomara, que quebraron los ídolos por la doctrina que Cortés les predicó, enseñándoles los misterios que contenia y se celebraron en la cruz, y lo que en ella el hijo de Dios padeció, y que por estas exhortaciones la adoraron, puesta en un templo de sus dioses; añide Gomara, que dieron la obediencia y vaşallaje al rey de España, en manos de Hernando Cortés, y se declararon por amigos de españoles, y que aquestos fueron los primeros vasallos que el Emperador tuvo en la Nueva España. Todas éstas son falsedades y cosas inventadas por Cortés, ó fingidas por Gomara, su criado, para lisonjear y vender su tiranía por servicio grande al Rey y engañar al mundo, como lo tienen muchos dias há engañado, porque ni los indios los entendian, ni ellos á los indios, como ya queda probado, y ya que los entendieran, en siete ú ocho dias que allí estuvieron, ¿cómo les podian dar á entender los misterios de la Fe, de la Santísima Trinidad y de la Pasion del Hijo de Dios, que todo se contiene en el misterio de la Cruz, para que los indios sus ídolos derrocasen? Porque no son los indios tan fáciles de dejar sus ídolos, cuya religion, reverencia, devocion y culto, tienen de tantos años atrás en los corazones arraigado, por diez palabras que Cortés les dijese mascadas y mal pronunciadas, mayormente, aborreciendo á él y á ellos como á capitales enemigos de quien habian ayer rescibido tan irreparables daños, y temiendo que del todo no los acabasen. Y de aquí se puede inferir la otra falsedad que Gomara dice, que dieron la obediencia y vasallaje al rey de España en manos de Cortés; falsísimo es y gran maldad, y ésta es la justicia y título y derecho con que Cortés hizo la primera guerra y celebró su apostólica entrada en la Nueva España: y argumento y testi

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