Imatges de pàgina
PDF
EPUB

las tiranías que por allí hizo, como en el cap. 68 queda relatado. Temiendo Badajoz que tornasen sobre él, se dió priesa con la cabalgada de salir de aquellos límites, dejando los pueblos de allí, por tomalles sus mujeres y hijos, tan lastimados; entró en los términos de Tubanamá y Pocorosa, los cuales halló todos despoblados, por andar por ellos el licenciado Espinosa, haciendo estragos, por mandado del Sr. Pedrárias. Finalmente, llegó al Darien Badajoz y el resto de la gente española que le habia quedado, y entró en la villa, sin dalle el triunfo de lo que habia ganado, ántes con harta vergüenza y áun lástima de su corazon, por la gran suma de oro y perlas que Paris con tanto daño le habia tomado, y con no ménos tormento de Pedrárias, y de todos los del Darien, desque supieron su desastre. Acuérdome que aquel año que dije de 518, que todos nos hallamos en Zaragoza, era público entre todos los que idos destas Indias allí estaban, que habia dicho el obispo de Búrgos, Fonseca (que, como se ha escrito arriba muchas veces, era el que todas las Indias meneaba y gobernaba), al Gonzalo de Badajoz, que merecia que el Rey le cortara la cabeza, porque habia perdido aquellos 100.000 y tantos castellanos que habia tomado, los cuales ya pertenecian á España. ¡Mirad qué insensibilidad del señor Obispo, D. Juan Rodriguez de Fonseca, cómo se dolia de los escándalos, robos, muertes y infamia de la fe y religion cristiana que habia hecho en aquel camino con perdicion de tantas ánimas!; y ésto bien se lo mostraba el Obispo á Badajoz, porque yo le vide andar harto pobre, desfavorecido, arrastrado tras el Obispo, y desventurado, y que no osaba mirar al Obispo en la cara, ni el Obispo á él lo miraba.

CAPITULO LXXII.

á

Despues que Pedrárias despachó á Gonzalo de Badajoz, cuya historia hemos contado, siempre tenia cuidado de la muerte ó vida de Francisco Becerra, y estaba dudoso que fuese verdad lo que dél le habia dicho el muchacho, y, con esta duda y deseo de saber la verdad, determinó de ir él mismo á buscallo, ó al ménos saber lo cierto de su tardanza; pero porque ninguno de los del Darien osaba pensar en ir á Urabá ni hacia el Cenú, por miedo de la hierba, que en un momento los heridos con ella mataba, por lo cual todos habian de rehusar la jornada, quiso por esta cautela engañallos y así sacallos. Mandó apregonar guerra contra Pocorosa y otros señores de aquellas provincias, y sus gentes, á fuego y sangre, como á gentes rebeladas, cosa muy al sabor de todos los del Darien, y que deseaban. Nótese aquí, por los prudentes y que fueren cristianos, con qué título y causa se podia decir ser Pocorosa y sus gentes y los demas rebeldes, siendo señores naturales de aquellas tierras y no se haber sometido á ninguno del mundo, ni áun pudiéndolo hacer sin voluntad de sus pueblos, ni consentimiento dellos, que cualquiera de las partes, sin aceptacion de la otra, si lo hicieran, caian en mal caso como arriba se ha declarado; y en ésto han errado enormísimamente los Consejos del Rey, despachando algunas provisiones contra los indios, que, sin haber oido palabra, estando de guerra, defendiéndose de los españoles y de sus crueldades, de rebeldes los notaban, teniendo en sus mismas leyes comunes y en sus doctores legistas que ninguno que no haya sido súbdito puede ser dicho rebelde, ni de rebelion notado. Item, se debe notar, que aunque fuera cierto que aquellas gentes se hobieran jurídicamente sometido al im

perio de los reyes de Castilla (lo cual nunca en todas las Indias fué verdad), habiendo rescibido el rey Pocorosa y sus gentes, y los demas, tan grandes y tan irreparables daños, y males de Juan de Ayora y de los otros, sobre haber hecho tantas y tan buenas obras á Vasco Nuñez y á sus secuaces, como pa. rece en el cap. 61, ¿porque estuviesen puestos en armas y matasen á cuantos españoles pudiesen matar, podian llamarse rebeldes y alzados? Pero ya queda dicho en muchos lugares la causa de estos hierros, que fué la gran ceguedad del Consejo siendo obligados á no lo ignorar. Así que, oido el pregon, todos se holgaron por la esperanza, que luego se prometieron, de robar el oro que creian tener aquellos señores, y por hacer esclavos, y así se ofrecieron á ir con él 300 y más hombres; y embarcados en tres ó cuatro navíos, vueltas las proas hacia el Poniente, hasta que fué de noche, porque los pilotos iban de Pedrárias avisados, dieron la vuelta donde Pedrárias deseaba, y ántes del dia entraron en Caribana 200 hombres, con un Capitan llamado fulano Hurtado, que Pedrárias mandó desembarcar. Estos dan en los pueblos, poniendo fuego á las casas, como se ha dicho que acostumbraban, y saliendo los indios que estaban durmiendo, medio quemados ó chamuscados, los mataban, pero los indios toman sus arcos y vienen á ellos; ellos, temiendo la hierba, huyen con gran celeridad á meterse en las naos. No supe si alguno dellos quedó allá, ó de alguna flecha vino inficionado. Ciertas personas tomaron presas, de las cuales supo Pedrárias lo cierto de la muerte de Francisco Becerra y los demas, la cual acaeció de la misma manera que habia contado el muchacho. Perdido el cuidado de Francisco Becerra, Pedrárias dió la vuelta para la costa de la tierra firme abajo, y á las 60 leguas, que está el puerto de Acla, saltó en tierra con toda la gente, y desde allí mandó al licenciado Espinosa que tomase 300 hombres y los caballos, y. fuese á destruir con fuego y sangre la provincia de Pocorosa. Partido el licenciado Espinosa, Pedrárias mandó hacer una fortaleza de tierra y madera, y él mismo era el primero que á los trabajos ponia

la mano, por lo cual todos los que con él quedaron á hacer lo mismo se animaron. Esta fortaleza hizo para que los españoles que anduviesen aquellas estaciones, cuando viniesen huyendo, se mamparasen, ó viniendo cansados descansasen y se recreasen. Cayó allí mal dispuesto de las partes secretas Pedrárias, por cuya causa se volvió al Darien, dejando por Capitan á un Gabriel de Rojas, en su lugar, allí en Acla. Llegado Pedrárias al Darien, llegó luégo Badajoz, el cual, en velle, rescibió harto mal tártago por tan gran suma de oro como perdida dejaba; determinaba de ir él en persona, pero á la sazon llegó el Dean de la iglesia Catedral del Darien, que habia el licenciado Espinosa consigo llevado, el cual, de partes del dicho licenciado, le dijo como iba sin parar á recobrar la tal pérdida, por eso que su señoría le enviase más socorro con brevedad, que él esperaba en Dios de todo cobrallo. Porque no haya delito ni pecado en que los hombres pecadores no presuman de hacer su compañero á Dios, manifiesto es como los ladrones y los que van á adulterar se santigua y hacen la cruz, y van tambien con devocion rezando, porque co el hurto ó en los delitos no sean tomados. Holgóse dello Pedrárias y proveyó luégo que fuesen á alcanzallo 130 hombres, y á un Valenzuela por capitan dellos, puesto que Badajoz clamaba que á él pertenecia ir aquella jornada, pero no quiso Pedrárias; el cual se fué por la isla que se nombraba de Bastimentos y allí salteó cien indios y indias, porque por mal hacer no quedase nada. Mandó Pedrárias que de secreto tocasen con el navío en que iban en las peñas, porque saltando en tierra mala quizá la gente no se tornase. Va el [licenciado Espinosa su camino, para mostrar que las letras no embotaban la lanza, y que no sólo letrado pero Capitan merecia ser de muchos soldados, y llegado á la tierra de Comogre y Pocorosa, que tan bien habian siempre á los españoles hospedado, los indios de aquellas provincias entendiendo á lo que iban, procuraron para su defensa juntarse; serian hasta 3.000 desnudos, con sus palos por armas, los que salieron á resistillos, pero desque vieron los caballos que

nunca vieron ántes, desmayaron, y desparcidos cada cual huyendo tabajaba de salvarse; á los cuales aprovechó poco, porque dan tras ellos los de caballo, y dellos á lanzadas, y dellos atajándolos, para que llegasen los de pié con las espadas, fueron muy pocos los que dellos, de muertos ó captivos, se escaparon. Hicieron más nuestros cristianos, que á muchos aperrearon echando á los perros que los despedazasen, otros Espinosa mandó ahorcar, á otros cortar las narices, y á otros las manos, de manera que en pocos dias que anduvo Espinosa por aquella comarca, cuasi toda la destruyó, que no dejó, al ménos no parecia, viva alma; fué el espíritu Espinosa de Pedrárias y el furor de Dios encerrado en ambos. En esta jornada iba con Espinosa y esta gente un religioso de Sant Francisco, llamado fray Francisco de Sant Roman; éste escribió una carta al padre fray Pedro de Córdoba que en esta isla estaba, de quien arriba queda mucho tratado y se tratará, que por amor de Dios hablase é hiciese consciencia á los religiosos de Sant Hierónimo, que habian venido á esta isla entónces á reformar estas partes, sobre que proveyesen de remedio para aquella tierra firme, que la destruian aquellos tiranos, y esta carta me dió á mí el dicho Padre, varon sancto, y la llevé á Castilla, para á quien conviniese mostralla, y despues, el año de 18, salió de la tierra firme y fué á España el dicho padre fray Francisco de Sant Roman, y, llegado á Sevilla, afirmó en el colegio de Sancto Tomás, de la órden de Sancto Domingo, que allí está, que habia visto por sus ojos meter á espada y echar á perros bravos, en este viaje de Espinosa, sobre 40.000 ánimas. Y estando la corte en Zaragoza, el año 18, me lo escribieron á mí por esta misma manera los dichos colegiales, y llevé la carta á mostrar al gran Canciller, á quien por entonces el Rey D. Cárlos (como placiendo á Dios se dirá más largo), habia dado cargo del remedio y reformacion destas Indias, y él me encargó que de su parte visitase al obispo de Búrgos, que á la sazon estaba enfermo, y le mostrase la dicha carta, cuasi como que se cognosciese y áun confundiese por haber mal gobernado estas tierras, porque habian pasado mu

« AnteriorContinua »