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da? Los jurados de los pueblos de costa y frontera, ¿serán muy severos en sus decisiones contra reos de contrabando ó defrau→ dacion?

Por colmo de inconvenientes, para contrastar ó disminuir la influencia nociva de los motivos corruptores en el ánimo de los jurados, no es posible emplear los medios y recursos que ordinariamente suelen bastar para contener en su deber á los jueces del derecho. A los del hecho no puede imponérseles la obligacion de que fanden sus verdictos, ni estos son susceptibles de el recurso de apelacion. A los jueces del hecho no puede exigírse→ les la responsabilidad legal. Por manera que tan solo los habrá de retraer de prevaricar el temor de la sancion moral ó religiosa. Però la opinion pública que ha de aplicar la primera de esas sanciones ó no existe en tiempos de revueltas civiles porque to→ dos los ciudadanos se hallán distribuidos en banderías diferentes y enemigas, ó si existe no se atreve á manifestarse, y enmudece intimidada por el temor que le inspira la faccion ó facciones dominantes. Respecto á la sancion religiosa, poco hay que prometerse de su eficacia en los tiempos que alcanzamos : la circulacion y lectura de los libros irreligiosos, el menosprecio de las antiguas tradiciones, y la incomunicacion y desavenencias.con el jefe visible de la religion que profesan los españoles, conspiran grandemente á debilitar el sentimiento religioso. No contribuye menos al efecto el espectáculo repugnante que la nuestra y todas las guerras civiles presentan, del crímen ensalzado y triunfante y la virtud escarnecida y postrada. Semejante desórden moral induce al comun de los hombres á confundir las nociones de lo justo y de lo injusto, é inspira á veces aun á las almas fuertes y sólidamente cimentadas en la fé funestas dudas sobre las verdades mas consoladoras.

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. Quedan todavía algunos partidarios del juicio por jurados, que conociendo los grandes inconvenientes de este modo de proce→→ der, proponen ciertas limitaciones, tales como la de excluirlo en los juicios por delitos políticos, y por los que cometan los empleados públicos en el ejercicio de sus funciones.

Los publicistas constitucionales, sin desconocer sus inconve→ nientes bajo ese aspecto, alegan en su favor como argumento perentorio, que es la mas segura garantía política contra las tentativas de los Gobiernos que aspiren á levantarse con la autoridad

absoluta, y oprimir la pública libertad. Ciertamente el Gobierno que aspire á subvertir la Constitucion del Estado ó salvar la valla que oponga á sus demasías ha de contar al efecto con la complicidad de aquellos empleados suyos, que por su mala versacion en el desempeño de sus oficios anden mas temerosos de ser castigados, sino se interrumpe la accion de las leyes por consecuencia de un trastorno político. Ha de contar asímismo con tribunales conniventes, que formen procesos inícuos á pretesto de traicion y lesa magestad, contra los esforzados patricios de quienes recele mayor oposicion á su designio. En tal supuesto es evidente que si el jurado existiere, el temor de ser juzgado por este retraerá de su mal propósito á los empleados, y el de que sean absueltos los perseguidos obligará al Gobierno á desistir de su intento peligroso. ¿Cómo sería posible que los patricios perseguidos fuesen condenados por los jueces del derecho de provision del Gobierno, si á su sentencia hubiese de preceder la de los jurados de la nacion que declarase culpables á los procesados? Pues de esta reconocida ventaja que mas recomienda al jurado, es de la que justamente vendría á privársele, sino alcanzase su conocimiento á los delitos políticos y á los de los empleados públicos en el ejercicio de sus cargos.

Aunque fuese problemática esa ventaja, todavía sería muy de considerar si es compatible la modificacion propuesta con el espíritu de la ley fundamental. Esta dispone que las secundarias determináran la época y el modo, en que haya de establecerse el juicio por jurados para toda clase de delitos. Reservó á las leyes se-cundarias el señalar la época y el modo; pero no juzgó oportuno que se dividiesen para el efecto los delitos en diferentes categorías, ni que se fuese aplicando á ellas sucesivamente el juicio por jurados, pues á ser este su espíritu se hubiera expresado en otros términos. Ni es creible que lo fuese si se reflexiona además que en el artículo 4.o dispuso resueltamente sin condicion ni aplazamiento, que en los códigos no habia de establecerse mas que un solo fuero para todos los españoles en los juicios comunes civiles y criminales. Ese fuero ha de ser único para todos los españoles, y por lo tanto deberá suprimirse desde luego el de esa especie que gozan los militares y eclesiásticos. Ahora bien, en el momento mismo en que va á sujetarse á esas clases privilegiadas hasta el dia á una misma forma de actuacion, y á los mismos tribunales,

porque la diversidad en este punto es un abuso que complica y entorpece el curso expedito de la justicia ¿no sería chocante y contradictorio, no sería opuesto á la Constitucion crear un fuero nuevo y especial, limitado á los delitos políticos, y á los que en calidad de empleados cometan los oficiales públicos? ¿Sería conforme á la Constitucion que tratándose de juicios comunes, unos españoles fuesen procesados en causa escrita, y otros en causa verbal; que en la causa escrita conociesen del hecho y del derecho jueces responsables, y en la verbal calificáran el hecho jueces irresponsables; que la sentencia en la primera clase de esas causas fuese apelable, é inapelable en la segunda? ¿Se ajustaría esto al principio de igualdad ante la ley que la fundamental del reino ha procurado observar en todas sus disposiciones?

MANUEL GARCÍA GALLARDO.

UN HOMBRE GRAVE (1).

X.

A mayor parte de los diputados durante su permanencia en París viven casi tan modestamente como los estudiautes; pájaros de paso, hasta que no vuelven á su nido, les basta como á las golondrinas el menor agujero. Algunos sin embargo dan á esto alguna importancia, y Chevassu era de este número. La habitacion que ocupaba en el hotel Mirabeau era bastante capaz para reunir en ella á muchos de sus colegas, y se habia puesto bajo el pié de no prescindir enteramente de las comodidades que disfrutaba en su propia casa. Antes de su partida de Douay, el diputado habia hecho colocar en el equipage un cajon enorme con los libros de su biblioteca que creia deber serle mas indispensables en el curso de la legislatura, tales como el Monitor de 1830, el Boletin de las leyes, una multitud de folletos políticos y en fin la coleccion completa del Patriota, de cuyos artículos de oposicion pensaba el nuevo miembro de la izquierda exhumar algunos trozos para leerlos en la tribuna cuando viniese á pelo. Aristocrata en sus costumbres á pesar de sus principios democráticos, Chevassu hubiera creido rebajar su dignidad yendo á consultar en una biblioteca pública ó en un gabinete de lectura los libros que necesitase. En cuanto hacerlo en la Cámara como lo hacen muchos diputados, Dornier le habia insinuado que un hombre de estado, si ha de conservar su prestigio, debe salir de su gabinete armado de todas armas, y saberlo todo sin que parezca que nunca ha aprendido nada.

En el momento en que habla'nos, Chevassu, envuelto en una bata color oscuro, estaba sentado delante de una gran mesa de escribir rodeada de un pequeño estante en que habia hecho colocar muchos libros, y tenia delante un manuscrito muy garabateado que ojeaba con una atencion mezclada de impaciencia. Si nos fuese permitido revelar un secreto comun á muchos oradores, confesaríamos al lector que

(1) Continuacion de los números anteriores.

aquel mamotreto tan corregido y anotado no era mas que la improvi♪ sacion con que el nuevo diputado queria estrenarse. Chevassu ayudaba así con el trabajo del gabinete la inspiracion de la tribuna, nơ por falta de talento ó de elocuencia, sino porque daba tal importancia á su primer paso en la carrera parlamentaria que toda preparacion te parecia poca."

Un hombre como yo no debe subir a la tribuna sino para dar un golpe ruidoso, se decia á sí mismo desde que fué elegido.

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¿Qué golpe ruidoso débia ser este? Ejemplos no le faltaban, pero todos ofrecian inconvenientes. Tenia él la manera fulminante propia para apóstrofes como el de Mirabeau á M. de Brezne, pero semejan→ tes truenos no se pueden lanzar sino entre las tempestades de una revclucion naciente; tenia la viveza necesaria para réplicas como la de Pitt á lord Nugert, però ¿la viveza acaso era el mejor medio para obtener éxito en la Cámara? tenia el liberalismo suficiente para una mocion como la de Burke contra la contribucion del timbre impuesta á las colonias de América, pero la multitud de abusos hacia muy difieil la eleccion de punto de ataque. Despues de haber pasado revista á los estrenos de una docena de oradores célebres bajo diferentes tí→ tulos, Chevassu se encontró mas embarazado que al principio; pero á fuerza de reflexionar tuvo por fin una inspiracion feliz.

-Soy diputado de un departamento del norte, se dijo á sí mismo, pero pertenezco á la Francia entera. Si fuese posible encontrar una cuestion que condujese á una discusion de interés general, daría dos golpes al mismo tiempo; por una parte encantaré á mis comitentes abogando su causa, por otra fijaría magistralmente mi posicion en la Cámara,

Despues de haber madurado esta idea, el diputado se ocupó de ponerla en práctica. A instigacion suya hicieron una representación á la cámara los fabricantes de azúcar indígena, que posejan mas de doscientas fábricas en el departamento del norte. El diputado se trajó á París esta representacion que se habia encargado de poner sobre la mesa, y á propósito de la cual se habia propuesto aparecer por primera vez en la tribuna.

Demos una idea de las flores de retórica parlamentaria que el gran orador futuro habia bordado en el papel sobre el tema de la azúcar de remolacha. Segun él, la cuestion de los azúcares contenia virtualmente todas las demás cuestiones, y podia ser consi→ derada bajo dos aspectos, el interior y el exterior. Respecto al interior, se enlazaba evidentemente con todos los temas de la oposicion; el olvido de las promesas de 1830, la no realización del progra- ma del Hotel de Ville (casa de ayuntamiento), la tendencia á las ideas retrógradas, la corrupcion de los agentes del poder, la falsificacion de las listas electorales y el odio á toda reforma. En la cuestion exterior:

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