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tado al subir al trono: Peel y Wellington la combatieron muchas veces en el parlamento; pero al cabo de veinte y nueve años era tan imponente y amenazador el aspecto que ofrecia la Irlanda, que los mismos que la habian censurado y combatido tuvieron que venir á proponerla. En 1829 fueron declarados hábiles los católicos para ser miembros del parlamento; pero aun continuaron pesando sobre la Irlanda multitud de injusticias que los enemigos de la union quieren reparar, restableciendo el parlamento irlandés, y que el gobierno británico debería enmendar por sí propio. El rompimiento de la union podria llevar la reforma mas allá de lo que conviniera al interés bien entendido de ambos paises; la reparacion de las injusticias, contra las cuales reclaniamos, prepararía tal vez la fusion de dos pueblos que se necesitan mútuamente. No importaría mucho á la Inglaterra conceder á la Irlanda su antiguo parlamento; pero ni esto es lo que desean O'Conell y los suyos, ni tan chocante anacronismo lo consentirían las actuales costumbres. La Irlanda quiere un parlamento independiente que ejerza la soberanía en union con el rey de Inglaterra: el gobierno debería darle reformas positivas que les hiciesen olvidar esas pretensiones revolucionarias.

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REVISTA LITERARIA.

CURSO DE HISTORIA

DE LA

CIVILIZACION DE ESPAÑA

por

Don Fermin Gonzalo Morón.

La vida y la civilizacion hablándose de los pueblos son una

misma cosa; por esta razon civilizarse y vivir son palabras sinónimas, cuando se aplican á la humanidad, en el lenguaje de la filosofía. Los escritores antiguos al escribir la relacion de las batallas y de las acciones de los príncipes, recomendaban á la posteridad sus relaciones con el solo nombre de Historia; título bello por su sencillez, y magnífico por la idea de lo universal y de lo absoluto que ofrece á la imaginacion, y que despierta en el entendimiento. Los escritores de nuestros dias, al abarcar en sus investigaciones la vida entera de las sociedades, han dado á sus obras el nombre de Historia de la civilizacion; título despojado de aquel carácter augusto de universalidad, tan propio del génio artístico de los antiguos escritores, y de aquella belleza sencilla, cuyos resplandores celestiales y serenos van apagándose en el mundo. ¡ Historia de la civilizacion! ¡pues qué! ¿la civilizacion es por ventura solamente una de las muchas cosas que caen debajo del dominio de los historiadores? ¡pues

qué! ¿el que escoge á la civilizacion por asunto de sus investigaciones históricas, deja fuera del círculo que se propone abarcar alguna cosa que pueda servir de asunto á las investigaciones humanas? Si yo hubiera de definir á la civilizacion la definiría como Séneca al dios de los estóicos. Dios, dice Séneca, se todo lo que vive, todo lo que se mueve: no, eso no es Dios; pero es la civilizacion que se dilata hasta donde se dilata el movimiento, y que se extiende hasta donde se extiende la vida. Se concibe muy bien que á la relacion de los acontecimientos políticos de un pueblo se le dé el nombre de història política: que á la relacion de las vicisitudes de su literatura se le dé el nombre de historia literaria; pero lo que no se concibe es, que á la relacion de todos los fenómenos de su vida se le dé el nombre de historia de su civilizacion; porque si esa no es su historia por excelencia, ¿cuál es su historia?

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Al hacer estas observaciones no ha sido mi ánimo escribir contra el Sr. Morón un capítulo de culpas; como quiera que al adoptar de la mano de otros escritores el título de su obra, no ha caido en ningun error que le sea propio, contentándose en su modestia con seguir las pisadas de los que le han ido delante. El fin á que estas observaciones se encaminan, es hacer en esta ocasion visible y como de bulto la distancia que hay, consideradas bajo el punto de vista artístico, entre la civilizacion antigua y la moderna. En los tiempos antiguos la idea complexa. de la civilizacion no cabia en el entendimiento del hombre; y sin embargo, lo que esa idea contiene en sí de universal y de bello, los antiguos lo encerraron en una sola palabra: la historia. En los tiempos ahora presentes là idea de la civilizacion es ya de dominio comun; y sin embargo, hemos desechado esa manera antigua de expresar esta idea novísima, ignorando el arte de conservar en los títulos que las ponemos, lo que hay de bello, de universal, de absoluto en nuestras obras. Nadie diría sino que la civilizacion antigua se distingue por su encargo de encontrar nombres para todas las cosas, formas para todos los conceptos, expresiones para todas las ideas: y la moderna por el de encontrar ideas para aquellas expresiones, conceptos para aquellas formas, cosas para aquellos nombres. Nuestro es el principado de las ciencias: de la antigüedad el de las artes: los antiguos aplacaban sú sed en las fuentes claras de la belleza;

nosotros en las recónditas de la sabiduría. Nosotros somos mas sábios; los antiguos mas cultos: hasta los títulos de las obras van declarando á un tiempo mismo nuestra civilizacion y nuestra rudeza, su ignorancia y su cultura. De esta manera la belleza y la verdad, que son una misma cosa para el entendimiento divino, son para el humano dos cosas de todo punto diferentes.

Viniendo ya al libro del Sr. Morón, comenzaré por asegurar dos cosas: la primera, que ha comprendido con admirable sagacidad todas las ideas que contiene en sí la palabra civilizacion; y la segunda; que ha hecho los estudios necesarios para escribir la historia de la civilizacion española: cosa digna de grande admiracion, y propia, no ya de nuestros dias, sino de aquellos tiempos heróicos en que los sábios no creian haber aprendido nada sino habian estudiado de sol á sol, convencidos como estaban de que el hombre no podia llegar á ser particionero de la ciencia sino con el sudor de su frente. Preparado á la grande empresa que echó sobre sus hombros con aquellos vastos estudios que eran de todo punto necesarios para llevarla á su dichoso remate, el Sr. Morón ha comenzado su obra pasando como en revista á los príncipes entre los historiadores, así antiguos como modernos, así propios como extraños. En la primera de sus lecciones van pasando uno despues de otro como en procesion gloriosa, entre los griegos, Herodoto, el hijo intelectual de Homero, en quien se confunden todavía el historiador y el poeta: Tucidides, que escribe la historia como un fasunto de estado: Jenofonte, el discípulo querido de Sócrates, que escribe una retirada épica como una leyenda sencilla: entre los latinos, Salustio, el hombre de claro ingenio y de estragadas costumbres, que tiene magníficos colores para pintar la virtud y para retratar el vicio; que sabe de la misma manera lo que piensa el buen repúblico, y lo que sueña el ambicioso; en quien se hermanan la insensibilidad del corazon, y la sensibilidad de los nervios: y Tácito, consumado en el arte de condensar las ideas, y hábil como Sakespeare en fulminar inolvidables sarcasmos; que pinta en el papel como Rafael en el lienzo, y cuyo encargo providencial y tremendo fué ser el acusador elocuentísimo de los tiranos en el tribunal de la historia, y su implacable perseguidor en la tierra. Échase de menos en esta revista á Tito Livio, que cuenta con un estilo inimitable acciones que no han sido imitadas, y el mas gran

de historiador del pueblo que ha dado mayor asunto á la historia: y á Cesar, el mas correcto, el mas puro de los historiadores latinos, que escribe entre batalla y batalla para entretener el ocio, y nadie diría sino que escribe para conquistar la gloria; que en la elocuencia compite con Ciceron, en las virtudes militares. con Bonaparte y con Anibal, en la ambicion con Alejandro, en la sagacidad con Augusto, en la continencia con Scipion, en los vicios con Catilina, en la sobriedad con el soldado de sus lejiones, y en la magnificencia con los sátrapas orientales, y con los reyes fabulosos de Babilonia y de Ninive: pudiendo afirmarse de él que ha sido el hombre mas completamente grande entre todos los hombres. Pasando de los tiempos antiguos á los modernos, sin tocar en la edad media, viene el primero de todos Maquiabelo, poeta, historiador, filósofo, hombre de estado, que puso la religion al servicio de la política, y el sacerdocio al servicio del imperio, y el imperio al servicio del Príncipe, y el Príncipe al servicio de sus vanos antojos: viene despues Bacon, el concusionario, reformador de la filosofía y corruptor de las costumbres: hombre de claro pero no de ajigantado ingenio, superior en mérito á cuasi todos sus contemporáneos; solo inferior á Descartes y á su fama: en seguida viene Bossuet, el primer sacerdote de la cristiandad, el último padre de la iglesia; el hombre que ha hablado mas dignamente de Dios á los otros hombres, y á Dios de la frajilidad de los reyes; el que pensando en la Providencia hubiera descubierto la filosofía de la historia sino la hubiera descubierto muchos siglos antes S. Agustin, antorcha de la iglesia de Jesucristo, prodigio del África, maravilla del mundo. Despues de Bossuet viene Vico, nacido en la patria de Pitágoras, heredero de su genio investigador, melancólico y profundo, de quien hablan hoy hasta los ignorantes, habiendo muerto desconocido hasta de los sábios, maestro de la Alemania, renovador de los estudios históricos en Europa. Despues de Vico, que sujetó la historia á leyes, viene Montesquieu, que todo lo explica por la historia; y Voltaire que la falsifica; y Rouseau que la desprecia; y Robertson, compilador elegante de la escuela volteriana; y Hume, el mas grande historiador de Inglaterra; y Gibon, hombre de prodigiosa y escojida erudicion, que ha dejado en pos de sí un monumento grandioso que hubiera sido inmortal, si el que le fabricó con sus manos no hubiera alcanzado á verlo to

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