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Dicho esto, arrojó sobre la mesa el título de Diego Velázquez, besó el baston, y dejándolo entregado á los alcaldes, se retiró á su barraca. No debia de llevar inquieto el ánimo con la incertidumbre del suceso, porque tenía dispuestas las cosas de manera, que aventuró poco en esta resolucion; pero no carece de alabanza la hidalguía del reparo, y el arte con que apartó de sí la debilidad ó ménos decencia de su autoridad. Los capitulares se detuvieron poco en su eleccion, porque algunos tendrian meditado lo que habian de proponer, y otros no hallarian que replicar. Votaron todos que se admitiese la dejacion de Cortés; pero que se le debia obligar á que tomase de nuevo á su cargo el gobierno del ejército, dándole su título la villa en nombre del rey, por el tiempo y en el ínterin que Su Majestad otra cosa ordenase; y resolvieron que se comunicase al pueblo la nueva eleccion, para ver como se recibia, ó porque no se duduba de su beneplácito.Convocóse la gente á voz de pregonero; y publicada la renunciacion de Cortés y el acuerdo del ayuntamiento, se oyó el aplauso que se esperaba ó el que se habia prevenido. Fueron grandes las aclamaciones y el regocijo de la gente unos victoreaban al ayuntamiento por su buena eleccion; otros pedian á Cortés, como si se le negaran; y si algunos eran de contrário sentir, ó fingian el contento á voces, ó cuidaban de que no se hiciese reparar el silencio. Hecha esta diligencia partieron los alcaldes y regidores, llevando tras sí la mayor parte de aquellos soldados, que ya representaban el pueblo, á la barraca de Hernan Cortés, y le dijeron ó notificaron que la Villa Rica de la Vera-Cruz, en nombre del rey don Cárlos, y con sabiduría y aprobacion de sus vecinos en consejo abierto, le habia eligido y nombrado por gobernador del ejército de Nueva España; y en caso necesario le requeria y ordenaba que se encargase de esta ocupacion, por ser así conveniente al bien público de la villa, y al mayor servicio de Su Majestad.

Aceptó Hernan Cortés con grande urbanidad y estimacion el nuevo cargo, que así le llamaba, para diferenciarle hasta en el nombre del que habia renunciado; y empezó á gobernar la malicia con otro género de seguridad inte

rior, que hacía sus efectos en la obediencia de los soldados.

Sintieron esta novedad con grande imprudencia los dependientes de Diego Velázquez, porque no se ajustaron á disimular su pasion, ni supieron ceder á la corriente cuando no la podian contrastar. Procuraban desautorizar al ayuntamiento, y desacreditar á Cortés, culpando su ambicion, y hablando con desprecio de los engañados que no la conocian. Y como la murmuracion tiene oculto el veneno, y no sé qué dominio sobre la inclinacion de los oídos, se hacía lugar en las conversaciones; y no faltaba quien la escuchase y procurase adelantar. Hizo lo que pudo Hernan Cortès para remediar en los principios este inconveniente, no sin recelo de que se llevase tras sí á los inquietos, ó perturbase á los fáciles de inquietar. Tenía ya esperimentado el poco fruto de su paciencia, y que los medios suaves le producian contrários efectos, poniendo el daño de peor calidad; y así determinó valerse del rigor, que suele ser más poderoso con los atrevidos. Mandó que se hiciesen algunas prisiones, que públicamente fuesen llevados á la armada y puestos en cadena Diego de Ordaz, Pedro Escudero y Juan Velázquez de Leon. Puso gran terror en el ejército esta demostracion, y él trataba de aumentarlo, diciendo con entereza y resolucion, que los prendia por sediciosos y turbadores de la quietud pública; y que habia de proceder contra ellos hasta que pagasen con la cabeza su obstinacion : en cuya severidad, verdadera ó afectada, se mantuvo algunos dias, sin llegar á lo estrecho de la justicia; porque deseaba más su enmienda que su castigo. Estuvieron al principio sin comunicacion, pero despues se la concedió dando á entender que la toleraba; y se valió mañosamente de esta permision para introducir algunos de sus confidentes, que procurasen reducirlos y ponerlos en razon, como lo consiguió con el tiempo, dejándose desenojar tan autorizadamente, que los hizo sus amigos, y estuvieron á su lado en todos los accidentes que se le ofrecieron despues.

CAPÍTULO VIII

Marchan los Españoles, y parte la armada la vuelta de Quiabislan entran de paso en Zempoala, donde les hace buena acogida el cacique, y se toma nueva noticia de las tiranías de Mote

zuma.

Luégo que se ejecutaron estas prisiones, salió Pedro de Alvarado con cien hombres á reconocer la tierra y traer algunas vituallas, porque ya se hacía sentir la falta de los indios que proveian el ejército. Ordenósele que no hiciese hostilidad, ni llegase á las armas sin necesidad, en que le pusiesen la defensa ó la provocacion; y tuvo suerte de ejecutarlo así con poca diligencia, porque á breve distancia se halló en unos pueblos ó caserías, cuyos moradores le dejaron libre la entrada huyendo á los bosques. Reconocieronse las casas, que estaban desiertas de gente, pero bien proveidas de maíz, gallinas y otros bastimentos; y sin hacer daño en los edificios ni en las alhajas, tomaron los soldados lo que habian menester, como adquirido con el derecho de la necesidad, y volvieron al cuartel cargados y contentos.

Dispuso luego su marcha Hernan Cortés como lo tenía resuelto, y partieron los bajeles á la ensenada de Quiabislan, y él siguió por tierra el camino de Zempoala, dando el costado derecho á la costa y echó sus batidores delante que reconociesen la campaña, previniendo advertidamente los accidentes que se podian ofrecer, en tierra donde fuera descuido la seguridad.

Halláronse á pocas horas sobre el rio de Zempoala, en cuya vecindad se situó despues la villa de la Vera-Cruz 1; y porque iba profundo, fué necesario recoger algunas canoas y embarcaciones de pescadores que hallaron en la orilla, donde pasó la gente, dejando nadar á los caballos. Vencida esta dificultad, llegaron á unos pueblos del dis

1. Distinta de la que fundó Hernan Cortés, segun lo refiere le autor en el cap. VII.

trito de Zempoala, segun se averiguó despues, y no se tuvo á buena señal el hallarlos desamparados, no sólo de los indios, sino de sus alhajas y mantenimientos, con indicios de fuga prevenida y cuidadosa sólo dejaron en sus adoratorios diferentes ídolos, 'varios instrumentos ó cuchillos de pedernal, y arrojados por el suelo algunos despojos miserables de víctimas humanas, que hicieron á un tiempo lástima y horror.

Aquí fué donde se vieron la primera vez, no sin admiracion, los libros mejicanos, de que dejamos hecha mencion. Habia tres ó cuatro en los adoratorios, qne debian de contener los ritos de su religion, y eran de una membrana larga ó lienzo barnizado, que plegaban en iguales dobleces, de modo que cada doblez formaba una hoja, y todos juntos componian el volúmen; parecidos á los nuestros por la vista exterior, y por el texto escritos ó dibujados con aquel género de imágenes y cifras que dieron á conocer los pintores de Teutile 1.

Alojóse luégo el ejercito en las mejores casas, y se pasó la noche no sín alguna incomodidad, prevenidas las armas, y con centinelas á lo largo, en cuyo desvelo sosegasen los

demas.

El dia siguiente se volvió á la marcha en la misma ordenanza por el camino más hollado que declinaba la vuelta del Poniente, con algun desvío de la costa ; y en toda la mañana no se halló persona de quien tomar lengua, ni más que una soledad sospechosa, cuyo silencio les hacía ruido en la imaginacion y en el cuidado, hasta que entrando en unos prados de grande amenidad, se descubrieron doce indios, que venian en busca de Hernan Cortès con un regalo de gallinas y pan de maíz que le enviaba el cacique de Zempoala, pidiéndole con encarecimiento que no

1. Los indios, con particularidad los mejicanos, tenian dos clases de papel; una Ilamada melt que se hacía de las pencas del maguei, que nosotros Ilamamos pita, pudriéndola para sacar, lavar y unir sus fibras por medio de goma: éste le bruñian para pintar en él. La otra clase se hacía de las hojas de la palmera; por un método semejante al anterior: era muy blando y blanco, y en la suavidad parecia de seda, porque tambien le bruñian.

dejase de llegar á su pueblo, donde tenía prevenido alojamiento para su gente, y sería regalado con mayor liberalidad. Súpose de estos indios, que el lugar donde residia su cacique distaba un sol de aquel paraje, que en su lengua era lo mismo que un dia de marcha; porque no conocian la division de las leguas, y medían la distancia con los soles, contando el tiempo, y no los pasos del camino. Despachó Cortés á los seis indios con grande estimacion del regalo y de la oferta, quedándose con los otros seis para que le guiasen, y para hacerles algunas preguntas; porque no acababa de reducirse á la sinceridad de este agasajo, que, no esperado, parecia poco seguro.

Aquella noche se hizo alto en un pueblo de corta vecindad, cuyos moradores anduvieron solícitos en el hospedaje de los Españoles, y al parecer poco recelosos; de cuya quietud se conjeturaba que estarian de paz los de su nacion, y no se engañó la esperenza, aunque suele conso larse con facilidad. Á la mañana se movió el ejército con la 'cautela y prevencion conveniente. Y al declinar el dia, estando ya cerca del pueblo, vinieron veinte indios al recibimiento de Cortés, galanes á su modo; y hechas sus ceremonias, dijeron: « que no salia con ellos >> su cacique por estar impedido; y así los enviaba para » que cumpliesen por èl con aquella demostracion, que>> dando con mucho deseo de conocer á tan valerosos hués» pedes, y recibir con su amistad á los que ya tenía en su >> inclinacion. »

Era lugar de grande poblacion y de hermosa vista, situado entre dos rios que fertilizaban la campíña, bajando de lo alto de unas sierras poco distantes, de frondosa y apacible aspereza los edificios eran de piedra, cubiertos ó adornados con un género de cal muy blanca y resplandeciente, de agradables y suntuosos léjos, tanto que uno de los batidores que iban delante volvió aceleradamente, diciendo á voces que las paredes eran de plata, de cuyo engaño se hizo grande fiesta en el ejército; y pudo ser que lo creyesen entónces los que despues se burlaban de su credulidad.

Estaban las plazas y las calles ocupadas de innumera

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