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>> soldados sin voluntad, ni era la guerra ejercicio de for»zados; que cualquiera que tuviese por bien el retirarse » á la isla de Cuba, podria ejecutarlo sin embarazo: y que >> desde luego mandaria prevenir embarcacion y basti» mentos para el viaje de todos los que no se ajustasen á >> seguir voluntariamente su fortuna. » Tuvo grande aplauso esta resolucion: oyóse aclamado el nombre de Cortés llenóse el aire de voces y de sombreros, al modo que suelen explicar su contento los soldados; unos se alegraban porque lo sentian asi; y otros por no diferenciarse de los que sentian lo mejor. Ninguno se atrevió por entónces á contradecir la poblacion, ni los mismos que tomaron la voz de los 'malcontentos, acertaban á volver por sí; pero Hernan Cortés oyó sus disculpas sin apurarlas, y guardó su queja para mejor ocasion.

Sucedió á este tiempo, que estando de centinela en una de las avenidas Bernal Diaz del Castillo y otro soldado, vieron asomar por el paraje más vecino á la playa cinco indios que venian caminando hácia el cuartel; y pareciéndoles poco número para poner en arma al ejército, los dejaron acercar. Detuviéronse á poca distancia, y dieron á entender con las señas, que venian de paz, y que traian embajada para el general de aquel ejército. Llevólos consígo Bernal Diaz, dejando á su compañero en el mismo sitio, para que cuidase de observar si los seguian algunas tropas. Recibiólos Hernan Cortés con toda gratitud, y mandando que los regalasen ántes de oirlos, reparó en que parecian de otra nacion, porque se diferanciaban de los Mejicanos en el traje, aunque traian como ellos penetradas las orejas y el labio inferior de gruesos zarcillos y pendientes, que áun siendo de oro los afeaban. La lengua tambien sonaba con otro género de pronunciacion, hasta que viniendo Aguilar y doña Marina, se conoció que hablaban en idioma diferente, y se tuvo á dicha que uno de ellos entendiese y pronunciase dificultosamente la lengua mejicana, por cuyo medio, no sin algun embarazo, se averiguó que los enviaba el señor de Zempoala, provincia

1. Designábanla los indios con el nombre de nahualt.

poco distante, para que visitasen de su parte al caudillo de aquella gente valerosa; porque habian llegado á sus oídos las maravillas que obraron sus armas en la provincia de Tabasco; y por ser príncipe guerrero y amigo de hombres valerosos, deseaba su amistad, ponderando mucho la estimacion que hacía su dueño de los grandes soldados, como quien procuraba que no se atribuyese al miedo lo que tenía mejor sonido en la inclinacion.

Admitió Hernan Cortés con toda estimacion la buena correspondencia y amistad que le proponian de parte de su cacique, teniendo á favor del cielo el recibir esta embajada en tiempo que estaba despedido y receloso de los Mejicanos celebrándola más cuando entendió que la provincia de Zempoala estaba en el paso de aquel lugar que descubrió desde la costa Francisco de Montejo, donde pensaba entónces mudar su alojamiento. Hizo algunas preguntas á los indios para informarse de la intencion y fuerzas de aquel cacique; y una de ellas fué ¿ cómo estando tan vecinos habian tardado tanto en venir con aquella proposicion? á que respondieron, que no podian concurrir los de Zempoala donde asistian los Mejicanos, cuyas crueldades se sufrian mal entre los de su nacion.

No le sonó mal esta noticia á Hernan Cortés, y apurándola con alguna curiosidad, vino á enteeder que Motezuma era príncipe violento, y aborrecible por su soberbia y tiranías, que tenía muchos de sus pueblos más atemorizados que sujetos, y que habia por aquel paraje algunas provincias que deseaban sacudir el yugo de su dominio; con que se le hizo ménos formidable su poder,'y ocurrieron á su imaginacion várias especies de ardides y caminos de aumentar su éjército, que le [animaban confusamente. Lo primero que se le ofreció fué ponerse de parte de aquellos afligidos, y que no sería dificultoso ni fuera de razon el formar partido contra un tirano entre sus mismos rebeldes. Así lo discurrió entónces, y así le sucedió despues, verificándose con otro ejemplo en la ruina de aquelimperio tan poderoso, que la mayor fuerza de los reyes consiste en el amor de sus vasallos. Despachó luégo á los indios con algunas dádivas en señal de benevolencia, y les

ofreció que iría brevemente á visitar á su dueño para establecer su amistad, y estar á su lado en cuanto necesitase de su asistencia.

Era su intento pasar por aquella provincia, y reconocer á Quiabislan, donde pensaba fundar su primera poblacion, por los buenos informes que tenía de su fertilidad; pero le importaba para otros fines que iba madurando, adelantar la formacion de su república en aquellas mismas barracas, suponiendo que se habia de mudar la situacion del pueblo á parte ménos desacomodada. Comunicó su resolucion á los capitanes de su confidencia; y suavizada por este medio la proposicion, se convocó la gente para nombrar los ministros del gobierno, en cuya breve conferencia prévalecieron los que sabian el ánimo de Cortés, y salieron por alcaldes Alonso Hernandez Portocarrero y Francisco de Montejo por regidores Aionso Dávila, Pedro y Alonso de Alvarado, y Gonzalo de Sandoval; y por alguacil mayor y procurador general Juan de Escalante y Francisco Alvarez Chico. Nombróse tambien el escribano de ayuntamiento, con otros ministros inferiores; y hecho el juramento ordinario de guardar razon y justicia segun su obligacion, al mayor servicio de Dios y del rey, tomaron su posesion con la solemnidad que se acostumbra, y comenzaron á ejercer sus oficios dando á la nueva poblacion el nombre de la Villa Rica de la Vera-Cruz, cuyo título conservó despues en la parte dondé quedó situada: llamándose Villa Rica, en memoria del oro que se vió en aquella tierra; y de la Vera-Cruz, en reconocimiento de haber saltado en ella el viernes de la Cruz.

Asistió Hernan Cortés á estas funciones como uno de aquella república. haciendo por entonces persona de particular entre los demas vecinos; y aunque no podia fácilmente apartar de sí aquel género de superioridad, que suele consistir en la veneracion ajena, procuraba autorizar con su respeto aquellos nuevos ministros, para introducir la obediencia en los demas cuya modestia tenía en el fondo alguna razon de estado, porque le importaba la autoridad de aquel ayuntamiento, y la dependencia de aquellos súbditos, para que el brazo de la justicia y la voz

del pueblo llenasen los vacíos de la jurisdiccion militar, que residia en él por delegacion de Diego Velázquez, y á la verdad estaba revocada, y se mantenia sobre flacos cimientos para entrar con ella en una empresa tan dificultosu defecto que le traia cuidadoso, porque andaba disimulado entre los que le obedecian, y le embarazaba en su misma resolucion para hacerse obedecer.

CAPÍTULO VII

Renuncia Hernan Cortés, en el primer ayuntamiento que se hizo en la Vera-Cruz, el titulo de capitan general que tenía por Diego Velázquez: vuélvenle á elegir la villa y el pueblo.

El dia siguiente por la mañana se juntó el ayuntamiento, con pretexto de tratar algunos puntos concernientes á la conservacion y aumento de aquella poblacion; y poco despues pidió licencia Hernan Cortés para entrar en él á proponer un negocio del mismo intento. Pusiéronse en pié los capitulares para recibirle, y él haciendo reverencia á la villa, pasó á tomar el asiento inmediato al primer regidor, y habló en esta sustancia, ó poco diferente.

<< Ya, señores, por la misericordia de Dios, tenemos en >> este consistorio representada la persona de nuestro rey, » á quien debemos descubrir nuestros corazones, y decir » sin artificio la verdad, que es el vasallaje en que más le >> reconocemos los hombres de bien. Yo vengo á vuestra » presencia, como si llegara á la suya, sin otro fin que el » de su servicio, en cuyo celo me permitiréis la ambicion » de no confesarme vuestro inferior. Discurriendo estáis >> en los medios de establecer esta nueva república; di» chosa ya de estar pendiente de vuestra direccion. No » será fuera de propósito que oigáis de mí lo que tengo >> premeditado y resuelto, para que no caminéis sobre al>> gun presupuesto ménos seguro, cuya falta os obligue á >> nuevo discurso y nueva resolucion. Esta villa, que em>> pieza hoy á crecer al abrigo de vuestro gobierno, se ha >> fundado en tierra no conocida y de grande poblacion, » donde se han visto ya señales de resistencia, bastantes

» para creer que nos hallamos en una empresa dificultosa, >> donde necesitaremos igualmente del consejo y de las » manos; y donde muchas veces habrá de proseguir la >> fuerza lo que empezare y no consiguiere la prudencia. » No es tiempo de máximas políticas, de consejos desarma>> dos. Vuestro primer cuidado debe atender á la conserva»cion de este ejército que os sirve de muralla : y mi pri» mera obligacion es advertiros que no está hoy como » debe, para fiarle nuestra seguridad y nuestras esperan» zas. Bien sabéis que yo gobierno el ejército, sin otro tí» tulo que un nombramiento de Diego Velázquez, que » fué con poca intermision escrito y revocado. Dejo aparte >> la sinrazon de su desconfianza, por ser de otro propósito; » pero no puedo negar que la jurisdiccion militar, de que >> tanto necesitamos, se conserva hoy en mí contra la vo>> luntad de su dueño, y se funda en un título violento, >> que trae consigo mal disimulada la flaqueza de su orí» gen. No ignoran este defecto los soldados, ni yo tengo >> tan humilde el espíritu, que quiera mandarlos con au>> toridad escrupulosa; ni es el empeño en que nos halla>> mos para entrar en él con un ejército que se mantiene >> más en la costumbre de obedecer, que en la razon de la » obediencia. Á vosotros, señores, toca el remedio de este >> inconveniente; y el ayuntamiento, en quien reside hoy >> la representacion de nuestro rey, puede en su real nom»bre proveer el gobierno de sus armas, eligiendo persona >> en quien no concurran estas nulidades. Muchos sujetos » hay en el ejército capaces de esta ocupacion, y en cual» quiera que tenga otro género de autoridad, ó que la re>> ciba de vuestra mano, estará mejor empleada. Yo de>>sisto desde luego del derecho que pudo comunicarme » la posesion, y renuncio en vuestras manos el título que >> me puso en ella, para que discurráis con todo el arbitrio >> en vuestra eleccion, y puedo aseguraros, que toda mi >> ambicion se reduce al acierto de nuestra empresa; y que » sabré sin violentarme acomodar la pica en la mano que » deja el baston; que si en la guerra se aprende el man>> dar obedeciendo, tambien hay casos en que el haber >> mandado enseña á obedecer. >>

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