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cometa ó exhalacion á manera de una serpiente de fuego con tres cabezas, que corria velocísimamente hasta desaparecer por el horizonte contrapuesto, arrojando infinidad de centellas que se desvanecian en el aire.

La gran laguna de Méjico rompió sus márgeues, y salió impetuosamente á inundar la tierra, llevándose tras sí algunos edificios con un género de ondas que parecian herbores, sin que hubiese avenida ó temporal á que atribuir este movimiento de las aguas. Encendióse de sí mismo uno de sus templos; y sin que se hallase el orígen ó la causa del incendio, ni medio con que apagarlo, se vieron arder hasta las piedras, y quedó todo reducido á poco más que ceniza. Oyéronse en el aire por diferentes partes voces lastimosas que pronosticaban el fin de aquella monarquía; y sonaba repetidamente el mismo vaticinio en las respuestas de los ídolos, pronunciando en ellos el demonio lo que pudo conjeturar de las causas naturales que andaban movidas; ó lo que entenderia quizá del autor de la naturaleza, que algunas veces le atormenta con hacerle instrumento de la verdad. Trajéronse á la presencia del rey diferentes monstruos de horrible y nunca vista deformidad, y denotaban grandes infortunios; que á su parecer contenian significacion, y si se llamaron monstruos de lo que demuestran, como lo creyó la antigüedad que les puso este nombre, no era mucho que se tuviesen por presagios entre aquella gente bárbara, donde andaban juntas la ignorancia y la supersticion.

Dos casos muy notables refieren las historias que acabaron de turbar el ánimo de Motezuma, y no son para omitidos, puesto que no los desestiman el padre José de Acosta, Juan Botero y otros escritores de juicio y autoridad. Cogieron unos pescadores cerca de la laguna de Méjico un pájaro monstruoso de extraordinaria hechura y tamaño, y dando estimacion á la novedad, se lo presentaron al rey. Era horrible su deformidad, y tenía sobre la cabeza una lámina resplandeciente á manera de espejo, donde reverberaba el sol con un género de luz maligna y melancólica. Reparó en ella Motezuma, y acercándose á reconocerla mejor, vió dentro una representacion de la noche,

entre cuya oscuridad se descubrian algunos espacios de cielo estrellado, tan distintamente figurados, que volvió los ojos al sol como quien no acababa de creer el dia; y al ponerlos segunda vez en el espejo, halló en lugar de la noche otro mayor asombro, porque se le ofreció á la vista un ejército de gente armada que venía de la parte del Oriente haciendo grande estrago en los de su nacion. Llamó á sus agoreros y sacerdotes para consultarles este prodigio, y el ave estuvo inmóvil hasta que muchos de ellos hicieron la misma experiencia; pero luego se les fué, ó sc les deshizo entre las manos, dejándoles otro agüero en el asombro de la fuga.

Pocos dias despues vino al palacio un labrador, tenido en opinion de hombre sencillo, que solicitó con porfiadas y misteriosas instancias la audiencia del rey. Fué introducido á su presencia despues de várias consultas; y hechas sus humillaciones sin género de turbacion ni encogimiento, le dijo en su idioma rústico, pero con un género de libertad y elocuencia que daba á entender algun furor más que natural, ó que no eran suyas sus palabras : « Ayer tarde, » señor, estando en mi heredad ocupado en el beneficio » de la tierra, vi un águila de extraordinaria grandeza que » se abatió impetuosamente sobre mí, y arrebatándome >> entre sus garras, me llevó largo trecho por el aire hasta >> ponerme cerca de una gruta espaciosa, donde estaba >> un hombre con vestiduras reales durmiendo entre diver»sas flores y perfumes, con un pebete encendido en la » mano. Acerquéme algo más y vi una imágen tuya, ó fuesc >> tu misma persona, que no sabré afirmarlo, aunque á >> mi parecer tenía libres los sentidos. Quise retirarme ate» morizado y respetivo; pero una voz impetuosa me de» tuvo y me sobresaltó de nuevo, mandándome que te qui>> tase el pebete de la mano, y le aplicase á una parte del >> muslo que tenías descubierta: rehusé cuanto pude el >> cometer semejante maldad; pero la misma voz, con >> horrible superioridad, me violentó á que obedeciese. Yo » mismo, señor, sin poder resistir, hecho entónces del te» mor el atrevimiento, te apliqué el pebete encendido >> sobre el muslo, y tú sufriste el cauterio sin dispertar ni

» hacer movimiento. Creyera que estabas muerto, si no se » diera á conocer la vida en la misma quietud de tu res>> piracion, declarándose el sosiego en falta de sentido; y » luego me dijo aquella voz que al parecer se formaba en >> el viento: así duerme tu rey, entregado á sus delicias y >> vanidades, cuando tiene sobre sí el enojo de los dioses, >> y tantos enemigos que vienen de la otra parte del mundo » á destruir su monarquía y su religion. Dirásle que des» pierte á remediar si puede las miserias y calamidades » que le amenazan : y apénas pronunció esta razon que >> traigo impresa en la memoria, cuando me prendió el » águila entre sus garras y me puso en mi heredad sin >> ofenderme. Yo cumplo así lo que me ordenan los dioses: » despierta, señor, que los tiene irritados tu soberbia y tu >> crueldad. Despierta, digo otra vez, ó mira cómo duer>> mes, pues no te recuerdan los cauterios de tu conciencia; >> ni ya puedes ignorar que los clamores de tus pueblos » llegaron al cielo primero que á tus oídos. >>

Estas ó semejantes palabras dijo el víllano, ó el espiritu que hablaba en él, y volvió las espaldas con tanto denuedo, que nadie se atrevió á detenerle, Iba Motezuma con elprimer movimiento de su ferocidad á mandar que le matasen,y le detuvo un nuevo dolor qué sintió en el muslo, donde halló y reconocieron todos estampada la señal del fuego, cuya pavorosa demostracion le dejó atemorizado y discursivo pero con resolucion de castigar al villano, sacrificándole á la aplacacion de sus dioses; avisos ó amonestaciones motivadas por el demonio que traian consigo el vicio de su orígen, sirviendo más á la ira y á la obstinacion, que al conocimiento de la culpa.

En ambos acontecimientos pudo tener alguna parte la credulidad de aquellos bárbaros, de cuya relacion lo entendieron así los Españoles. Dejamos su recurso á la verdad; pero no tenemos por inverosímil que el demonio se valiese de semejantes artificios para irritar á Motezuma contra los Españoles, y poner estorbos á la introduccion del Evangelio pues es cierto que pudo (suponiendo la permision divina en el uso de su ciencia) fingir ó fabricar estos fantasmas y apariciones monstruosas, ó bien formarse

aquellos cuerpos visibles, condensando el aire con la mezcla de otros elementos, ó lo que más veces sucede, viciando los sentidos y engañando la imaginacion, de que tenemos algunos ejemplos en las sagradas letras, que hacen creíbles los que se hallan del mismo género en las historias profanas,

Éstas y otras señales portentosas que se vieron en Mèjico y en diferentes partes del imperio, tenian tan abatido el ánimo de Motezuma, y tan asustados á los prudentes de su consejo, que cuando llegó la segunda embajada de Cortés, creyeron que tenian sobre sí toda la calamidad y ruina de que estaban amenazados.

Fueron largas las conferencias, y varios los pareceres. Unos se inclinaban á que viniendo aquella gente armada y forastera en tiempo de tantos prodigios, debia ser tratada como enemiga; porque el admitirla ó el fiarse de ella, sería oponerse á la voluntad de sus dioses, que enviaban delante del golpe aquellos avisos para que procurasen evitarlo. Otros andaban más detenidos ó temerosos, y procuraban excusar el rompimiento, encareciendo el valor de los extranjeros, el rigor de sus armas y la ferocidad de los caballos; y trayendo á la memoria el estrago y mortandad que hicieron en Tabasco, de cuya guerra tuvieron luègo noticia y aunque no se persuadian á que fuesen inmortales, como lo publicaba el temor de aquellos vencidos, no acertaban á considerarlos como animales de su especie, ni dejaban de hallar en ellos alguna semejanza de sus dioses, por el predominio con que se hacian obedecer de aquellos brutos que entendian sus órdenes y militaban de su parte.

Oyólos Motezuma ; y mediando entre ambas opiniones, determinó que se negase á Cortés con toda resolucion la licencia que pedia para venir á su córte, mandándole que desembarazase luégo aquellas costas, y enviándole otro regalo como el antecedente para obligarle á obedecer. Pero que si esto no bastase á detenerle, se discurriria en los medios violentos, juntando un ejército poderoso, de tal calidad, que no se pudiese temer otro suceso como el de Tabasco; pues no se debia desestimar el corto número

de aquellos extranjeros, en cuyas armas prodigiosas y valor extraordinario se conocian tantas ventajas, particularmente cuando llegaban á sus costas en tiempo tan calamitoso, y de tantas señales espantosas, que al parecer encareeian sus fuerzas, pues llegaban á merecer el cuidado y la prevencion de sus dioses.

CAPÍTULO V

Vuelve Francisco de Montejo con noticia del lugar de Quiabislan : llegan los embajadores de Motezuma y se despiden con desabrimiento muévense algunos rumores entre los soldados, y Hernan Cortés usa de artificio para sosegarlos.

Mientras duraban en la corte de Motezuma estos discursos melancólicos, trataba Hernan Cortès de adquirir noticias de la tierra, de ganar las voluntades de los indios que acudian al cuartel y de animar á sus soldados, procurando infundir en ellos aquellas grandes esperanzas que le anunciaba su corazon. Volvió de su viaje Francisco de Montejo, habiendo seguido la costa por espacio de algunas leguas la vuelta del Norte, descubierto una poblacion que se llamaba Quiabislan, situada en tierra fértil y culti vada, cerca de un paraje ó ensenada bastantemente capaz, donde al parecer de los pilotos podian surgir los navíos, y mantenerse al abrigo de unos grandes peñascos en que armaba la fuerza de los vientos. Distaba este lugar de San Juan de Ulúa como doce leguas, y Hernan Cortés empezó á mirarle como sitio acomodado para mudar á él su alojamiento; pero ántes que lo resolviese llégó la respuesta de Motezuma.

des

Vinieron Teutile y los cabos principales de sus tropas con aquellos braserillos de copal, y despues de andar un rato envueltas en humo las cortesías, hizo demostracion dei presente, que fué algo menor; pero del mismo género de alhajas y piezas de oro que vinieron con la primera embajada; sólo traia de particular cuatro piedras verdes, al modo de esmeraldas, que llamabanthalcuítes; y dijo Teu

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