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y para no tener ociosa la gente, que es el mejor camino de tenerla ménos discursiva, ordenó que saliesen dos bajeles á reconocer la costa, y á buscar algun puerto ó ensenada de mejor abrigo para la armada, que en aquel paraje estaba con poco resguardo contra los vientos septentrionales, y algun pedazo de tierra ménos estéril donde acomodar el alojamiento, entre tanto que llegase la respuesta de Motezuma; tomando pretexto de lo que padecia la gente en aquellos arenales, donde heria y reverberaba el sol con doblada fuerza, y habia otra persecucion de mosquitos que hacian ménos tolerables las horas del descanso. Nombró por cabo de esta jornada al capitan Francisco de Montejo, y eligió los soldados que le habian de acompañar, entresacando los que se inclinaban ménos á su opinion. Ordenóle que se alargase cuanto pudiese por el mismo rumbo que llevó el año ántes en compañía de Grijalva, y que trajese observadas las poblaciones que se descubriesen desde la costa, sin salir á reconocerlas, señalándole diez dias de término para la vuelta, por cuyo medio dispuso lo que parecia conveniente :

CAPÍTULO III

Dase cuenta de lo mal que se recibió en Méjico la porfia de Cortés, de quién era Motezuma, la grandeza de su imperio, y el estado en que se hallaba su monarquía cuando llegaron los Españoles.

Causó grande turbacion en Méjico la segunda instancia de Cortés. Enojóse Motezuma, y propuso con el primer ímpetu acabar de una vez con aquellos extranjeros que se atrevian á porfiar contra su resolucion; pero entrando despues en mayor consideracion se cayó de ánimo, y ocupó el lugar de la ira la tristeza y la confusion. Llamó luégo á sus ministros y parientes; hiciéronse misteriosas juntas; acudióse á los templos con públicos sacrificios; y el pueblo empezó á desconsolarse de ver tan cuidadoso á su rey, y tan asustados á los que tenian por su cuenta el gobierno ; de que resultó el hablarse con poca reserva en

la ruina de aquel imperio, y en las señales y presagios de que estaba, segun sus tradiciones, amenazado. Pero ya parece necesario que averigüemos quién era Motezuma; qué estado tenía en esta sazon su monarquía; y por qué razon se asustaron tanto él y sus vasallos con la venida de los Españoles.

Hallábase entónces en su mayor aumento el imperio de Méjico, cuyo dominio reconocian casi todas las provincias y regiones que se habian descubierto en la América septentrional, gobernadas entónces por él y por otros régulos ó caciques tributarios suyos. Corria su longitud de Oriente. á Poniente más de quinientas leguas; y su latitud de Norte á Sur llegaba por algunas partes á doscientas : tierra poblada, rica y abundante. Por el Oriente partia sus límites con el mar Altlántico, que hoy se llama del Norte, y discurria sobre sus aguas aquel largo espacio que hay desde Panuco á Yucatan. Por el Occidente tocaba con el otro mar, registrando el Océano Asiático, ó sea el golfo de Anian, desde el cabo de Mendocino hasta los extremos de la Nueva Galicia. Por la parte del Mediodía se dilataba más, corriendo sobre el mar del Sur desde Acapulco á Guatemala, y llegaba á introducirse por Nicaragua en aquel istmo ó estrecho de tierra que divide y engarza las dos Américas. Por la banda del Norte se alargaba hácia la parte de Panuco hasta comprender aquella provincia; pero se dejaba estrechar considerablemente de los montes ó serranías que ocupan los Chichimecas y Otomies, gente bárbara sin república ni policía, que habitaba en las cavernas de la tierra, ó en las quiebras de los peñascos, sustentándose de la caza y frutas de árboles silvestres; pero tan diestros en el uso de sus flechas, y en servirse de las asperezas y ventajas de la montaña, que resistieron várias veces á todo el poder mejicano, enemigos de la sujecion, que se contentaban con no dejarse vencer, y aspiraban sólo á conservar entre las fieras su libertad.

Creció este imperio de humildes principios á tan desmesurada grandeza en poco más de ciento y treinta años: porque los mejicanos, nacion belicosa por naturaleza, se fueron haciendo lugar con las armas entre las demas na

ciones que poblaban aquella parte del mundo. Obedecieron primero á un capitan valeroso que los hizo soldados, y les dió á conocer la gloria militar despues eligieron rey, dando el supremo dominio al que tenía mayor crédito de valiente, porque no conocian otra virtud que la fortaleza, y si conocian otras, eran inferiores en su estimacion. Observaron siempre esta costumbre de elegir por su rey al mayor soldado, sin atender á la sucesion, aunque en igualdad de hazañas preferian la sangre real; y la guerra que hacian los reyes, iba poco á poco ensanchando la monarquía.

Fué el undécimo de ellos, segun lo pintaban sus anales, Motezuma, segundo de este nombre, varon señalado y venerable entre los mejicanos aún ántes de reinar.

Era de la sangre real, y en su juventud siguió la guerra, donde se acreditó de valeroso y esforzado capitan con diferentes hazañas que le dieron grande opinion. Volvió á la corte algo elevado con estas lisonjas de la fama; y viéndose aplaudido y estimado como el primero de su nacion, entró en esperanzas de empuñar el cetro en la primera eleccion : tratándose en lo interior de su ánimo como quien empezaba á coronarse con los pensamientos de la corona.

Puso luégo toda su felicidad en ir ganando voluntades, á cuyo fin se sirvió de algunas artes de política. Afectaba grande obediencia y veneracion á su rey, y extraordinaria modestia y compostura en sus acciones y palabras: cuidando tanto de la gravedad y entereza del semblante, que solian decir los indios qne le venía bien el nombre de Motezuma, que en su lengua significa príncipe sañudo,aunque procuraba templar esta severidad forzando el agrado con la liberalidad.

Acreditábase tambien de muy observante en el culto de su religion poderoso medio para cautivar á los que se gobiernan por lo exterior; y con este fin labró en el templo más frecuentado un apartamiento á manera de tribuna, donde se recogia muy á la vista de todos, y se estaba muchas horas entregado á la devocion del aura popular, ó colocando entre sus dioses el ídolo de su ambicion. Hízose tan venerable con este género de exterioridades,

que cuando llegó el caso de morir el rey su antecesor, le dieron su voto sin controversia todos los electores, y le admitió el pueblo con grande aclamacion. Tuvo sus ademanes de resistencia, dejándose buscar para lo que deseaba, y dió su aceptacion con especies de repugnancia: pero apénas ocupó la silla imperial cuando cesó aquel artificio en que traia violentado su natural, y se fueron conociendo los vicios que andaban encubiertos con nombre de virtudes.

La primera accion en que manifestó su altivez fué despedir toda la familia real, que hasta él se componia de gente mediana y plebeya; y con pretexto de mayor decencia, se hizo servir de los nobles hasta en los ministerios ménos decentes de su casa. Dejábase ver pocas veces de sus vasallos, y solamente lo muy necesario de sus ministros y criados, tomando el retiro y la melancolía como parte de la majestad. Para los que conseguian el llegar á su presencia inventó nuevas reverencias y ceremonias, extendiendo el respeto hasta los confines de la adoracion. Persuadióse á que podia mandar en la libertad y en la vida de sus vasallos, y ejecutó grandes crueldades para persuadirlo á los demas.

Impuso nuevos tributos sin pública necesidad, que se repartian por cabezas entre aquella inmensidad de súbditos; y con tanto rigor, que hasta los pobres mendigos reconocian miserablemente el vasallage, trayendo á sus erarios algunas cosas viles, que se recibian, y se arrojaban en su presencia.

Consiguió con estas violencias que le temiesen sus pueblos; pero como suelen andar juntos el temor y el aborrecimiento, se le rebelaron algunas provincias, á cuya sujecion salió personalmente, por ser tan celoso de su auto

1. Á esta clase pertenecian los sacos ó zurrones del piojillo y de hormigas con que obligaba á contribuir semanalmente á las personas pobres de Méjico. Aunque semejante exigencia lleve todos los visos de tiránica, tenía sin embargo un objeto laudable, cual era la extincion de aquellos insectos que allí se reproducian prodigiosamente y aniquilaban las sementeras. Solís, al censurarlo, no descubrió en ello una providencia de buen gobierno.

ridad, que se ajustaba mal á que mandase otro en sus ejércitos; aunque no se le puede negar que tenía inclinacion y espíritu militar. Sólo resistieron á su poder y se mantuvieron en su rebeldía las provincias de Mechoacan, Tlascala y Tepeaca; y solia decir él, que no las sojuzgaba porque habia menester aquellos enemigos para proveerse de cautivos que aplicar á los sacrificios de sus dioses: tirano hasta en lo que sufria, ó en lo que dejaba de castigar.

Habia reinado catorce años cuando llegó á sus costas Hernan Cortés, y el último de ellos fué todo presagios y portentos de grande horror y admiracion, ordenados ó permitidos por el cielo para quebrantar aquellos ánimos feroces, y hacer ménos imposible á los Españoles aquella grande obra que con medios tan desiguales iba disponiendo y encaminando su Providencia.

CAPÍTULO IV

Refiérense diferentes prodigios y señales que se vieron en Méjico ántes que llegase Cortés, de que aprendieron los indios que se acercaba la ruina de aquel imperio.

Sabido quién era Motezuma y el estado y grandeza de su imperio, resta inquírir los motivos en que se fundaron este príncipe y sus ministros para resistir porfiadamente á la instancia de Hernan Cortés: primera diligencia del demonio, y primera dificultad de la empresa. Luego que se tuvo en Méjico noticia de los Españoles, cuando el año ántes arribó á sus costas Juan de Grijalva, empezaron á verse en aquella tierra diferentes prodigios y señales de grande asombro, que pusieron á Motezuma en una como certidumbre de que se acercaba la ruina de su imperio, y á todos sus vasallos en igual confusion y desaliento.

Duró muchos dias un cometa espantoso, de forma piramidal, que descubriéndose á la média noche, caminaba lentamente hasta lo más alto del cielo donde se deshacia con la presencia del sol.

Vióse despues en medio del dia salir por el Poniente otro

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