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modo que, con menor disculpa, creyó la otra gentilidad sus centauros.

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CAPITULO XVI

Efectúase la paz con el cacique de Tabasco: y celebrándose en esta provincia la festividad del Domingo de Ramos, se vuelven á embarcar los españoles para continuar su viaje.

El dia siguiente mandó Hernan Cortés que se trajesen á su presencia los prisioneros, entre los cuales habia dos ó tres capitanes. Venian temerosos, creyendo hallar en el vencedor la misma crueldad que usaban ellos con sus rendidos; pero Hernan Cortés los recibió con gran benignidad: y animándolos con el semblante y con los brazos, los puso en libertad, dándoles algunas bujerías, y diciéndoles solamente : « que él sabía vencer, y sabía perdo

nar. >>

Pudo tanto esta piadosa demostracion, que dentro de pocas horas vinieron al cuartel algunos indios cargados de maíz, gallinas y otros bastimentos para facilitar con este regalo la paz, que venian á proponer de parte del cacique principal de Tabasco. Era gente vulgar y deslucida la que traia esta embajada; reparo que hizo Jerónimo de Aguilar, por ser estilo de aquella tierra el enviar á semejantes funciones indios principales con el mejor adorno de sus galas. Y aunque Hernan Cortés deseaba la paz, no quiso admitirla sin que viniese la proposicion como debia; ántes mandó que los despidiesen, y sin dejarse ver respondió al cacique por medio del intérprete : « que si deseaba su amistad, enviase personnas de más razon » y más decentes á solicitarla.

Enmendó el cacique su falta de reparo, enviando el dia despues treinta indios de mayor porte, con aquellos adornos de plumas y pendientes, á que se reducia toda su ostentacion. Traian éstos su acompañamiento de indios cargados con otro regalo del mismo género, pero más abundante. Admitiólos Hernan Cortés á su presencia asistido de todos sus capitanes, afectando alguna gravedad y entereza; por

que le pareció conveniente suspender en aquel acto su agrado natural. Llegaron con grandes sumisiones; y hecha la ceremonia de incensarle con unos braserillos en que se administraba el humo del aníme copal y otros perfumes, obsequio de que usaban en las ocasiones de su mayor veneracion, propusieron su embajada, que empezó en disculpas frívolas de la guerra pasada, y paró en pedir rendidamente la paz. Respondió Hernan Cortés ponderando su irritacion, para que se hiciese más estimable lo que concedia á vista de las ofensas que olvidaba; y últimamente se asentó la paz con grande aplauso de los embajadores, que se retiraron muy contentos, y fácilmente enriquecidos con aquellas preseas valadíes de que hacian tanta estimacion.

Vino despues el cacique á visitar á Cortés con todo el séquito de sus capitanes y aliados, y con un presente de ropas de algodon, plumas de varios colores, y algunas piezas de oro bajo de más artificio que valor. Manifestó luégo su regalo como quien obligaba para ser admitido, y ponia la liberalidad al principio del rendimiento. Agasajóle mucho Hernan Cortés; y la visita fué toda cumpliuientos y seguridades de la nueva amistad, dadas y recibidas por medio del intérprete con igual correspondencia. Hacian el mismo agasajo los capitanes españoles á los indios principales del acompañamiento; y andaba entre unos y otros la paz alegrando los semblantes, y supliendo con los brazos los defectos de la lengua.

Despidióse el cacique, dejando aplazada sesion para otro dia; y dió á entender su confianza y sinceridad con mandar á sus vasallos que volviesen luégo á poblar el lugar de Tabasco, y llevasen consigo sus familias para que asistieten al servicio de los Españoles.

El dia siguiente volvió al cuartel con el mismo acompañamiento, y con veinte indias bien adornadas á la usanza de su tierra, las cuales dijo traia de presente á Cortés para que en el viaje cuidasen de su regalo y el de sus compañeros, por ser diestras en acomodar al apetito la variedad de sus manjares, y en hacer el pan de maíz, cuya fábrica era desde su principio ministerio de mujeres.

Molian éstas él grano entre dos piedras, al modo de las que nos dió á conocer el uso del chocolate: y hecho harina lo reducian á masa, sin necesitar de levadura, y lo tendian ó amoldaban sobre unos instrumentos como tarteras de barro, de que se valian para darle en el fuego la última sazon: siendo éste el pan, de cuya abundancia proveyó Dios aquel nuevo mundo para suplir la falta del trigo, y un género de mantenimiento agradable al paladar sin ofensa del estómago. Venía con estas mujeres una india princpial de buen talle y más que ordinaria hermosura, que recibió despues con el bautismo el nombre de Marina, y fué tan necesaria en la conquista como veremos en su lugar.

Apartóse Hernan Cortés con el cacique con los principales de su séquito, y les hizo un razonamiento con la voz de su intérprete, dándoles á entender : « como era vasallo >> y ministro de un poderoso monarca, y que su intento » era hacerlos felices poniéndolos en la obediencia de su >> príncipe; reducirlos á la verdadera religion, y destruir >> los errores de su idolatría. » Esforzó estas dos proposiciones con su natural elocuencia y con su autoridad, de modo que los indios quedaron persuadidos, ó por lo menos inclinados á la razon. Su respuesta fué « que tendrian á gran » conveniencia suya el obedecer á un monarca, cuyo poder » y grandeza se dejaba conocer en el valor de tales vasa» llos. » Pero en el punto de la religion anduvieron más detenidos.

Hacíales fuerza el ver deshecho su ejército por tan pocos Españoles, para dudar si estaban asistidos de algun Dios superior á los suyos; pero no se resolvian á confesarlo, ni en admitir entónces la duda hicieron poco por la verdad.

Instaban los pilotos en que se abreviase la partida, porque, segun sus observaciones, se aventuraba la armada en la detencion. Y aunque Hernan Cortés sentia el apartarse de aquella gente hasta dejarla mejor instruida, se halló obligado á tratar del viaje. Y por venir cerca el Domingo de Ramos, señaló este dia para la embarcacion, disponiendo que se celebrase primero su festividad, segun el rito

de la Iglesia, observantísimo siempre en estas piedades religiosas; para cuyo efecto se fabricó un altar en el campo, y se cubrió de una enramada en forma de capilla : rústico, pero decente edificio, que tuvo la felicidad de segundo templo en Nueva España; y al mismo tiempo se iban embarcando bastimentos, y caminando en las demas prevenciones del viaje. Ayudaban á todo los indios con oficiosa. actividad, y el cacique asistia á Cortés con sus capitanes; durando todos en su veneracioa, y convidando siempre con su obediencia : de cuya ocasion se valieron algunas veces el padre fray Bartolomé de Olmedo y el licenciado Juan Diaz, para intentar reducirlos al camino de la verdad, prosiguiendo los buenos 'principios que dió Cortés á esta plática, y aprovechándose de los deseos de acertar que manifestaron en su respuesta: pero sólo se encontraba en ellos una docilidad de rendidos, más inclinada á recibir otro Dios, que á dejar alguno de los suyos. Oian con agrado, y deseaban al parecer hacerse capaces de lo que oian; pero apénas se hallaba la razon admitida de la voluntad, cuando volvia arrojada del entendimiento. Lo más que pudieron conseguir entónces los dos sacerdotes fué dejarlos bien dispuestos, y conocer que pedia más tiempo la obra de habilitar su rudeza, para entenderse mejor con su ceguedad.

El domingo por la mañana acudieron innumerables indios de toda aquella comarca á ver la fiesta de los cristianos, y hecha la bendicion de los ramos con la solemnidad que se acostumbra, se distribuyerou entre los soldados, y se ordenó la procesion, á que asistieron todos con igual modestia y devocion: digno espectáculo de mejor concurso, y que tendria algo de mayor realce á vista de aquella infidelidad, como sobresale ó resalta la luz en la oposicion de las sombras: pero no dejó de influir algun género de cdificacion en los mismos infieles, pues decian á voces, segun lo refirió despues Aguilar : « Gran Dios debe de ser >> este á quien se rinden tanto unos hombres tan valerosos. >> Erraban el motivo, y sentian la verdad.

Acabada la misa, se despidió Cortés del cacique y de todos los indios principales; y volviendo á renovar la paz con

mayores ofertas y demostraciones de amistad, ejecutó su embarcacion, dejando aquella gente, en cuanto al rey, más obediente que sujeta; y en cuanto á la religion, con aquella parte de salud, que consiste en desear ó no resistir el remedio.

CAPÍTULO XVII

Prosigue Hernan Cortés su viaje: llegan los bajeles á San Juan de Ulúa: salta la gente en tierra, y reciben embajada de los gobernadores de Motezuma dase noticia de quién era doña Marina.

El lúnes siguiente al Domingo de Ramos se hicieron á la vela nuestros Españoles; y siguiendo la costa con las proas al Poniente, dieron vista á la provincia de Guazacoalco, y reconocieron, sin detenerse en el rio de Banderas, la isla de Sacrificios y los demas parajes que descubrió y desamparó Juan de Grijalva, cuyos sucesos iban refiriendo con presuncion de noticiosos los soldados que le acompañaron; y Cortés aprendiendo en la infelicidad de aquella jornada lo que debia enmendar en la suya; con aquel género de prudencia que se aprovecha del error ajeno. Llegaron finalmente á San Juan de Ulúa el Juéves Santo á mediodía y apénas aferraron las naves entre la isla y la tierra buscando el resguardo de los nortes, cuando vieron salir de la costa más vecina dos canoas grandes que en aquella tierra se llamaban piraguas, y en ellas algunos indios que se fueron acercando con poco recelo á la armada, y daban á entender con esta seguridad y con algunos ademanes, que venian de paz y con necesidad de ser oidos.

Puestos á poca distancia de la capitana empezaron á hablar en otro idioma diferente, que no entendió Jerónimo de Aguilar; y fué grande la confusion en que se halló Hernan Cortés, sintiendo comó estorbo capital de sus intentos el hallarse sin intérprete cuando más le habia menester : pero no tardó el cielo en socorrer esta necesidad. Hallábase cerca de los dos aquella india que llamaremos ya

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