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CAPÍTULO XVI

Viene á Tezcuco nuevo socorro de Españoles sale Gonzalo de Sandoval al socorro de Chalco; rompe dos veces á los Mejicanos en campaña, y gana 'por fuerza de armas á Guastepeque y á Capistlan 2.

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La prosperidad de tantos sucesos repetidos era una señal casi evidente de que corria por cuenta del cielo esta conquista; pero algunos que se lograron sin humana diligencia, no parece posible que viniesen de otra mano, tan medidos con la necesidad y tan fuera de la esperanza. Llegó por este tiempo á la Vera-Cruz un navío de más que mediano porte que venía dirigido á Hernan Cortés, y en él Julian de Alderete, natural de Tordesillas, con el cargo de tesorero por el rey: fray Pedro Melgarejo de Urrea, religioso de la órden de San Francisco, natural de Sevilla: Antonio de Carvajal : Géronimo Ruiz de la Mota: Alonso Diaz de la Reguera y otros soldados, gente de cuenta, con un socorro muy considerable de armas y pertrechos. Pasaron luégo á Tlascala con las municiones sobre hombros de indios zempoales, y allí se les dió convoy que los encaminase á Tezcuco, donde se recibió á un tiempo el socorro y la noticia de su arribada.

Bernal Diaz del Castillo dice, que vino de Castilla este bajel; y Antonio de Herrera, que hace mencion de él, no dice quién lo remitió, quizá por huir la incertidumbre con la omision. Parece impracticable que viniese de Castilla, encaminado á Cortés, sin traer cartas de su padre y de sus procuradores, particularmente cuando podian avisarle de los buenos efectos que iban produciendo sus diligencias; cuya noticia, segun estos autores, recibió mucho despues. Con ménos repugnancia nos inclinamos á creer que vino de la isla de Santo Domingo; á cuyos gobernadores, como se dijo en su lugar, se dió noticia del empeño en que se

1. Huastepec.

2. Tal vez Guautithlan.

hallaba Cortés; y no es argumento de que se induce lo contrário, el venir tesorero del rey pues era de su jurisdiccion el nombrar personas que recogiesen los quintos de su majestad, y tenian á su cargo todas las dependencias de aquellas conquistas. Como quiera que sucediese no pudo el socorro llegar á mejor tiempo, ni Hernan Cortés dejó de acertar con el orígen de aquellas asistencias, atribuyendo á Dios, no solamente la felicidad con que se aumentaban sus fuerzas, sino el mismo vigor de su ánimo, y aquella maravillosa constancia, que no siendo impropia en su valor natural, la estrañaba como efecto de influencia superior.

Llegaron á esta sazon unos mensajeros en diligencia, despachados á Cortés por los caciques de Chalco y Tamanalco, pidiéndole socorro contra un ejército del enemigo, que se quedaba previniendo en Méjico para sujetar los lugares de su distrito, que se conservaban en la devocion de los Españoles. Tenía Guatimozin ingenio militar, y como se ha visto en otras acciones suyas, notable aplicacion á las artes de la guerra. Desvelábase continuamente su cuidado en los medios por donde podria conseguir la victoria de sus enemigos; y habia discurrido en ocupar aquella frontera, para cerrar la comunicacion de Tlascala, y cortar los socorros de la Vera-Cruz: punto de tanta consecuencia, que puso á Hernan Cortés en obligacion precisa de socorrer aquellos aliados, sobre cuya fé se mantenia libre de Mejicanos el paso de que más necesitaba. Despachó luégo con este socorro á Gonzalo de Sandoval con trescientos Españoles, veinte caballos, y algunas compañías de Tlascala y Tezcuco, en el número que pareció suficiente, respecto de hallarse aquellas provincias con las armas en las manos.

Ejecutóse la salida sin dilacion, y la marcha con particular diligencia, con que llegó á tiempo el socorro; y los caciques amenazados tenian prevenida su gente, que incorporada con la que llevó Sandoval, formaba un grueso muy considerable. Hallábase cerca el enemigo que se alojó la noche ántes en Guastepeque, y se tomó resolucion de salir á buscarle primero que llegase á penetrar los términos de Chalco. Pero los Mejicanos con bastante satisfac

cion de sus fuerzas, y con noticia de que habian llegado Españoles en defensa de los Chalqueses, ocuparon anticipadamente unas barrancas ó quiebras del camino para esperar en paraje donde no los pudiesen ofender los caballos. Reconocióse la dificultad al tiempo casi de acometer, y fué necesaria toda la resolucion de Gonzalo de Sandoval y todo el valor de su gente para desalojarlos de aquellos pasos dificultosos faccion que se consiguió á fuerza de brazos, y no sin alguna pérdida, porque murió peleando valerosamente un soldado español que se llamaba Juan Dominguez, sujeto que merecia la estimacion del ejército por su particular aplicacion al manejo y enseñanza de los caballos. Perdieron gente los Mejicanos en esta disputa; pero quedaron con bastante pujanza para volverse á formar en lo llano; y Gonzalo de Sandoval, vencido con poca detencion el impedimiento del camino, volvió á cerrar con ellos tan ejecutivamente, que los tuvo rotos y deshechos ántes que acabasen de rehacerse. Peleó un rato la vanguardia del enemigo con desesperacion; y pudiera llamarse batalla este combate si durare un poco más su resistencia; pero se desvaneció brevemente aquella multitud desconcertada, perdiendo en el alcanze, que se mandó seguir con toda ejecucion, la mayor parte de sus tropas. Quedó Gonzalo de Sandoval señor de la campaña, y eligió puesto donde hacer alto para dar algun tiempo al descanso del ejército, con ánimo de pasar ántes de la noche á Guastepeque, donde se habia retirado la mayor parte de los fugitivos.

Pero apenas se pudieron lograr la quietud y el refresco de la gente de que ya necesitaba para restaurar las fuer zas, cuando los batidores que se habian adelantado á reconocer las avenidas, volvieron tocando arma tan vivamente, que fué necesario apresurar la formacion del ejército. Venía marchando en batalla un grueso de hasta catorce ó quince mil Mejicanos, y tan cerca que tardaron poco en dejarse percibir sus timbales y bocinas. Tuviéronse por tropas que venian de socorro á los que salieron delante, porque no era posible que se hubiesen ordenado con tanta brevedad los que se acabaron de romper; ni

cabia el venir tan orgullosos con el escarmiento á las espaldas. Pero los Españoles se adelantaron á recibirlos, y dieron su carga tan á tiempo, que desconcertadas las primeras tropas pudieron cerrar sin riesgo los caballos y acometer los demás como solian, ejecutando à los enemigos con tanto rigor, que se hallaron brevemente reducidos á volver las espaldas recogiéndose de tropel á Guastepeque, donde se daban por seguros. Pero avanzando al mismo tiempo los Españoles, siguieron y ensangrentaron el alcance con tanta resolucion, que cebados en él se hallaron dentro de la poblacion, cuya entrada mantuvieron, hasta que llegando el ejército se repartió la gente por las calles, y se ganó á cuchilladas el lugar echando á los enemigos por la parte contrapuesta. Murieron muchos porque fué porfiada su resistencia, y salieron tan atemorizados que se halló á brevé rato despejada toda la tierra del contorno.

Era tan capaz este pueblo, que resolviendo Gonzalo de Sandoval pasar en él la noche, tuvieron cubierto los Españoles y mucha parte de los aliados: hízose más festiva la victoria con la permision del pillaje, concedida solamente para las cosas de precio que no fuesen carga ni embarazasen el manejo de las armas. Llegó poco despues el cacique y algunos de los vecinos más principales que dieron la obediencia, disculpándose con la opresion de los Mejicanos, y trayendo en abono de su intencion la misma sinceridad con que venian á entregarse desarmados y rendidos. Hallaron agasajo y seguridad en los Españoles; y poco despues de amanecer, reconocida la campaña, que se halló sin rumor de guerra por todas partes, estuvo resuelta por Sandoval, con acuerdo de sus capitanes, la retirada. Pero los Chalqueses, que tenian más adelantada la diligencia de sus espías, recibieron aviso de que se iban juntando en Capistlan todos los Mejicanos de las rotas antecedentes, y le protestaron que sería el retirarse lo mismo que dejar pendiente su peligro. Sobre cuya noticia pareció conveniente deshacer esta junta de fugitivos ántes que se rehiciesen con nuevas tropas.

Distaba Capistlan dos leguas de Guastepeque hácia la

parte de Méjico, y era lugar fuerte por naturaleza, fundado en lo más eminente de una sierra difícil de penetrar, con un rio de la otra banda que, bajando rápidamente de los montes vecinos, bañaba los mayores precipicios de la misma eminencia. Hallóse, cuando llegó el ejército, puesto en defensa; porque los Mejicanos que lo habian ocupado tenian coronada la cumbre;y celebrando con los gritos la seguridad en que se consideraban, dispararon algunas flechas, ménos para herir que para irritar. Iba resuelto Gonzalo de Sandoval á echarlos de aquel puesto, para dejar sin recelo de nueva invasion á las provincias de la vecindad; y viendo que sólo se descubrian otros caminos igualmente dificultosos para el ataque, ordenó á los de Chalco Ꭹ Tlascala que pasasen á la vanguardia y empezasen á subir la cuesta como gente mas habituada en semejantes asperezas. Pero no le obedecieron con la prontitud que solian, confesando, con lo mal que se disponian, que recelaban la dificultad como superior á sus fuerzas, tanto que Gonzalo de Sandoval, no sin alguna impaciencia de su detencion, se arrojó al peligro con sus Españoles, cuya resolucion dió tanto aliento á los Tlascaltecas y Chalqueses que, conociendo á vista del ejemplo la disonancia de su temor, cerraron por lo más agrio de la cuesta, subiendo mejor que los Españoles y peleando como ellos. Era tan pendiente por algunas partes el camino, que no se podian servir de las manos sin peligro de los pies; y las piedras que dejaban caer de lo alto herian más que los dardos y las flechas, pero las bocas de fuego y las ballestas iban haciendo lugar á las picas y á las espadas; y durando en los agresores el valor á despecho de la oposicion y del cansancio, llegaron á la cumbre casi al mismo tiempo que los enemigos se acabaron de retraer á la poblacion, tan descaecidos que apénas se dispusieron á defenderla, ó la defendieron con tanta flojedad, que fueron cargados hasta los precipicios de la sierra, donde murieron pasados á cuchillo todos los que no se despeñaron; y fué tanto el estrago de los enemigos en esta ocasion, que segun lo hallamos referido afirmativamente, corrieron al rio por un rato arroyos de sangre mejicana tan abuudantes, que bajando sedientos los Es

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