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habian reducido y bautizado algunos de los que más suponian, y dejado en los demás un género de inclinacion á la verdad, que daba esperanzas de mayor fruto. En esta substancia escribió entónces al emperador, poniendo en su real noticia los sucesos como pasaron, sin perdonar las menores circunstancias dignas de memoria. Dijo en todo sencillamente la verdad, dándose á entender con palabras de igual decoro y propiedad, como las permitia ó las dictaba la elocuencia de aquel tiempo no sabemos si bastante ó mejor para la claridad significativa del estilo familiar, aunque no podemos negar que padeció alguna equivocacion en los nombres de provincias y lugares, que como eran nuevos en el oido, llegaban mal pronunciados ó mal entendidos á la pluma.

Cometió esta legacía, segun Bernal Diaz del Castillo, á los capitanes Alonso de Mendoza y Diego de Ordaz; y aunque Antonio de Herrera nombra solo al primero, no parece verosímil que dejase de llevar compañero para una diligencia de esta calidad, en que se debian prevenir las contingencias de tan largo viage; y en la instruccion que recibieron de su mano, les ordenaba que antes de manifestar su comision en España ni darse á conocer por enviados suyos, se viesen con Martin Cortés su padre, y con los comisarios del año antecedente para seguir ó adelantar la negociacion de su cargo, segun el estado en que se hallase la primera instancia. Remitió con ellos nuevo presente al rey, que se compuso del oro y otras curiosidades que habia de reserva en Tlascala, y de lo que dieron para el mismo efecto los soldados, liberales entónces de sus pobres riquezas, á que se agregó tambien lo que se pudo adquirir en las expediciones de Tepeaca, y Guacachula, ménos cuantioso que el pasado, pero más recomendable por haberse juntado en el tiempo de la calamidad, y deberse considerar como resulta de las pérdidas qui iban confesadas en la relacion.

Parecióle tambien que debian escribir al rey en esta ocasion los dos ayuntamientos de la Vera-Cruz y Segura de la Frontera, que tenian voz de república en aquella tierra; y ellos formaron sus cartas, solicitando las mismas

asistencias, y representando á su majestad, como punto de su obligacion, lo que importaba mantener á Hernan Cortés en aquel gobierno; porque asi como se debian á su valor y prudencia los principios de aquella grande obra, no sería fácil hallar otra cabeza, ni otras manos que bastasen á ponerla en perfeccion. En que dijeron con ingenuidad lo que sentian, y lo que verdaderamente convenía en aquella sazon. Dice Bernal Diaz que vió las cartas Hernan Cortés; dando á entender que fué solicitada esta diligencia, y es muy creible que las viese; pero tambien es cierto que hallaría en ellas una verdad, en que pudo añadir poco la lisonja ó la contemplacion; y despues se queja de que no se permitiese á los soldados su representacion á parte, no porque dejase de sentir lo mismo que los dos ayuntamientos, que asi lo confiesa y lo repite, sino porque tratándose de la conservacion de su capitan, quisiera decir su parecer con los demas, y suponer en esto lo que verdaderamente suponia en las ocasiones de la guerra. Pase por ambicion de gloria: vicio que se debe perdonar á los que saben merecer, y está cerca de parecer virtud en los soldados.

Partieron luégo Diego de Ordaz y Alonso de Mendoza en uno de los bajeles que arribaron á la Vera-Cruz, con toda la prevencion que parecíó necesaria para el viage. Y poco despues resolvió Hernan Cortés que se fletase otro, para que pasasen los capitanes Alonso Dávila y Francisco Alvarez Chico con despachos de la misma sustancia para los religiosos de San Gerónimo, que presidian á la real audiencia de Santo Domingo única entónces en aquellos parajes, y suprema como dijimos para las dependencias de otras islas, y de la tierra firme que se iba descubriendo. Participóles todas las noticias que habia dado al emperador, solicitando más breves asistencias para el empeño en que se hallaba, y más pronto remedio contra los desórdenes de Velázquez y Garay. Y aunque reconocieron aquellos ministros su razon, y admiraron su valor y constancia, no se hallaba entónces la isla de Santo Domingo en estado que pudiese partir con él sus cortas prevenciones. Aprobaron y ofrecieron apoyar con el emperador todo lo que se habia

obrado, y solicitar por su parte los socorros de que necesitaba empresa tan grande y tan adelantada, encargándose de reprimir á sus dos émulos con órdenes apretadas y repetidas, en cuya conformidad respondieron á sus cartas, y volvieron brevemente aquellos comisarios más aplaudidos que bien despachados en el punto de los socorros que se pedian. Pero ántes que pasemos á la narracion de nuestra conquista, y entretanto que se dá calor á la fábrica de los bergantines y á las demas prevenciones de la nueva entrada, será bien que volvamos al viaje de los otros dos comisarios, y al estado en que se hallaban las cosas de la Nueva España en la corte del Emperador : noticia que ya se hace desear, y de aquellas que sirven al intento principal y se permiten al historiador como digresiones necesarias; qne importan á la integridad, y no disuenan á la proporcion de la historia.

CAPÍTULO VII

Llegan á España los procuradores de Hernan Cortés y pasan á Medellin, donde estuvieron retirados, hasta que mejorando las cosas de Castilla volvieron á la corte, y consiguieron la recusacion del obispo de Burgos.

Dejamos á Martin Cortés con los dos primeros comisarios de su hijo Alonso Hernandez Portocorrero y Francisco de Montejo en la miserable tarea de seguir la corte, donde residian los gobernadores del reino, y frecuentar los zaguanes de los ministros, tan lejos de ser admitidos, que sin atreverse á molestar con sus instancias, se ponian al paso para dejarse ver, reducidos á contentarse con el reparo casual de los ojos: desconsolado memorial de los que tienen razon y temen destruirla con adelantarla. Oyólos el emperador benignamente, como se dijo en su lugar y aunque le tenian desabrido las porfías y descomedimientos de algunas ciudades que intentaban oponerse al viaje de Alemania con protestas irreverentes, ó poco ménos que amenazas, hizo lugar para informarse con parti

cular atencion de lo sucedido en aquellas empresas de la Nueva España, y tomar punto fijo en lo que se podia prometer de su continuacion. Hízose capaz de todo sin desdeñarse de preguntar algunas cosas; que no desdice á la majestad el informarse del vasallo hasta entender el negocio, ni siempre debian ir á los consejos las dudas de los reyes. Conoció luégo las grandes consecuencias que se podian colegir de tan admirables principios, y ayudó mucho entónces á ganar su favor el concepto que hizo de Cortés, inclinado naturalmente 'á los hombres de valor.

No permitieron las dependencias del reino, junto en córtes, ni lo que instaba el viaje del César, que se pudiese concluir en la Coruña la resolucion de una materia que tenía sus contradicciones; tanto por las diligencias que interponian los agentes de Diego Velázquez, como por la siniestra inteligencia con que los apoyaban algunos ministros pero cuando llegó el caso de la embarcacion, que fué á los veinte de mayo de este año de mil quinientos y veinte, dejó su majestad cometidas con particular recomendacion las proposiciones de Cortés al cardenal Adriano, gobernador del reino en su ausencia. Y él deseó con todas véras favorecer esta causa; pero como los informes por donde se habia de gobernar en ellas salian del consejo de Indias, cuyos votos tenía cautivos de su autoridad de su pasion el presidente obispo de Búrgos, se halló embarazado en la resolucion; y no era fácil asegurar el acierto en su dictámen, cuando llegaban á su oido cubiertas con el manto de la justicia las representaciones de Velázquez y desacreditadas con el título de rebeldías las hazañas de Cortés.

Faltó despues el tiempo cuando era más necesario para que se descubriese ó examinase la verdad, dejándose ocupar de otros cuidados y congojas de primera magnitud. Inquietáronse algunas ciudades, con pretexto de corregir los que llamaban desórdenes del gobierno, y hallaron otras que las siguiesen al precipicio, sin averiguar los achaques. del ejemplo. Sintieron todas como última calamidad la ausencia del rey, y algunas creyendo que le servian ó que no le negaban la obediencia, padecian como atenciones de la obligacion los engaños de la fidelidad.

Armóse la plebe para defender los primeros delitos, y no faltaron algunos nobles, á quien hizo plebeyos la corta capacidad efecto que suele destruir todos los consejos de la buena sangre. Los señores y los ministros defendian la razon á costa de peligros y desacatos. Púsose todo en turbacion y últimamente llegaron casi á reinar las turbulencias del reino, que llamó la historia comunidades, aunque no sabemos con qué propiedad; porque no fué comun la dolencia, donde tuvieron la parte del rey muchas ciudades y casi toda la nobleza. Dieron este nombre á su atrevimiento los delincuentes, y quedó vinculado á la posteridad el vocablo de que se valian para desconocer la sédicion.

No es de nuestro argumento la descripcion de estas inquietudes; pero hemos debido tocarlas de paso; y decir algo del estado en que se hallaba Castilla, como una de las causas porque se detuvo la resolucion del cardenal, y se atrasaron las dependencias de Cortés: poco favorable sazon para tratar de nuevas empresas, cuando andaban los ministros y el gobernador tan embebidos en los daños internos, que sonaban á despropósitos los cuidados de afuera; por cuya razon, viendo Martin Cortés y sus dos compañeros el poco fruto de sus instancias, y el total desconcierto de las cosas, se retiraron á Medellin con ánimo de aguardar á que pasase la borrasca, ó volviese de su jornada el emperador que tenía comprendida su razon, y los dejó con esperanzas de favorecerla, suponiendo ya que sería necesaria su autoridad para vencer la oposicion del obispo, y los demás embarazos del tiempo.

Llegaron poco despues á Sevilla Diego de Ordaz y Alonso de Mendoza, habiendo acabado prósperamente su viaje; y sin descubrirse ni dar cuenta de su comision, procuraron tomar noticia del estado en que se hallaban las dependencias de Cortés diligencia que les importó la libertad, porque supieron con grande admiracion suya que los jueces de la contratacion tenian órden expresa del obispo de Burgos para que cuidasen de cerrar el paso y poner en segura prision á cualesquiera procuradores que viniesen de Nueva España, embargando el oro y demás

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