Imatges de pàgina
PDF
EPUB

car todas sus milicios para que asistiesen á Cortés en esta ocasion, no sin alguna razon de estado, mejor entendida que recatada; porque deseaban arrimar su interés á la causa del amigo, y servirse de sus fuerzas para destruir de una vez la nacion dominante que tanto aborrecian. Conocióse fácilmente su intencion; y Hernan Cortés, con señas de agradecido y lisonjero, reprimió el orgullo con que se disponian á seguirle, contraponiendo á las instancias del senado algunas razones aparentes, que en la sustancia venian á ser pretextos contra pretextos. Pero admitió hasta dos mil hombres de buena calidad, con sus capitanes ó cabos de cuadrillas, los cuales siguieron su marcha, y fueron de servicio en las ocasiones siguientes. Llevó esta gente por dar mayor seguridad á su empresa, ó mantener la confianza de los Tlascaltecas, acreditados ya de valientes contra los Mejicanos; y no llevó mayor número por no escandalizar á Motezuma, ó poner en desesperacion á los rebeldes. Era su intento entrar en Méjico de paz, y ver si podia reducir aquel pueblo con los remedios moderados, sin acordarse por entonces de su irritacion, ni discurrir en el castigo de los culpados, si ya no queria que fuese primero la quietud; por ser dos cosas que se consiguen mal á un mismo tiempo, el sosiego de la sedicion y el escarmiento de los sediciosos.

Llegó á Méjico dia de San Juan, sin haber hallado en el camino más embarazo que la variedad y discordancia de las noticias. Pasó el ejército la laguna sin oposicion, aunque no faltaron señales que hiciesen novedad en el cuidado. Halláronse deshechos y abrasados los dos bergantines de fábrica española; desiertos los arrabales y el barrio de la entrada; rotos los puentes que servian á la communicacion de las calles, y todo en un silencio que parecia cauteloso indicios que obligaron á caminar poco á poco, suspendiendo los avances, y ocupando la infantería lo que dejaban reconocido los caballos. Duró este recelo hasta que descubriendo el socorro los Españoles que asistian á Motezuma, levantaron el grito y aseguraron la marcha. Bajó con ellos Pedro de Alvarado á la puerta del alojamiento, y se celebró la comun felicidad con igual regocijo.

Victoreábanse unos á otros en vez de saludarse; todos hablaban y todos se interrumpian ; dijeron mucho los brazos y las medias razones: elocuencias del contento, en que significan más las voces que las palabras.

Salió Motezuma con algunos de sus criados hasta el primer patio, donde recibió á Cortés, tan copiosa de afectos su alegría, que tocó en exceso, y se llevó tras sí la majestad. Es cierto, y nadie lo niega, que deseaba su venida, porque ya necesitaba de sus fuerzas y consejo para reprimir á los suyos, ó por la misma privacion en que se hallaba de aquel género de libertad que le permitia Cortés, dejándole salir á sus divertimientos: licentia de que no quiso usar en todo el tiempo de su ausencia; siendo cierto que ya consistia su prision en la fuerza de su palabra, cuyo desempeño le obligó á no desviarse de los Españoles en aquella turbacion de su república.

Bernal Diaz del Castillo dice que correspondió Hernan Cortés con desabrimiento á esta demostracion de Motezuma: que le torció el rostro, y se retiró á su cuarto sin visitarle, ni dejarse visitar que dijo contra él algunas palabras descompuestas delante de sus mismos criados; y añade, como de propio dictámen, « que por tener con>> sígo tantos Españoles, hablaba tan airado y descome» dido. » Términos son de su historia. Y Antonio de Herrera le desautoriza más en la suya, porque se vale de su misma confesion para comprobar su desacierto con estas palabras: << Muchos han dicho haber oido decir á Her>> nando Cortés, que si en llegando visitára á Motezuma, >> sus cosas pasáran bien, y que lo dejó estimándole en » poco, por hallarse tan poderoso. » Y trae á este propósito un lugar de Cornelio Tácito, cuya sustancia es, que los sucesos prósperos hacen insolentes á los grandes capitanes. No lo dice así Francisco Lopez de Gomara, ni el mismo Hernan Cortés en la segunda relacion de su jornada, que pudiera tocarlo para dar los motivos que le obligaron á semejante aspereza, tuviese razon, ó fuese disculpa. Quede al arbitrio de la sinceridad el crédito que se debe á los autores; y séanos lícito dudarjen Cortés una sinrazon tan fuera de propósito. Los mismos Herrera y Castillo

asientan, que Motezuma resistió esta sedicion de sus vasallos que los detuvo y reprimió siempre que intentaron asaltar el cuartel; y que si no fuera por la sombra de su autoridad, hubieran perecido infaliblemente Pedro de Alvarado y los suyos. Nadie niega que Cortés lo llevó entendido así; ni el hallarle cumpliendo su palabra le dejaba razon de dudar siendo fuera de toda proporcion que aquel príncipe moviese las armas que detenia, y se dejase estar cerca de los que intentaba destruir. Accion parece indigna de Cortés el despreciarle, cuando podia llegar el caso de haberle menester; y no era de su genio la destemplanza que se le atribuye, como efecto de la prosperidad. Puédese creer, ó sospechar á lo ménos, que Antonio de Herrera entró con poco fundamento en esta noticia, reincidiendo en los manuscritos de Bernal Diaz, apasionado intérprete de Cortés, y pudo ser que se inclinase á seguir su opinion por lograr la sentencia de Tácito ambicion peligrosa en los historiadores, porque suele torcerse ó ladearse la narracion, para que vengan á propósito las márgenes; y no es de todos entenderse á un tiempo con la verdad y con la erudicion.

CAPÍTULO XII

Dáse noticia de los motivos que tuvieron los Mejicanos para tomar las armas sale Diego de Ordaz con algunas compañías á reconocer la ciudad: dá en una celada que tenian prevenida, y Hernan Cortés resuelve la guerra.

Dos ó tres dias ántes que llegase á Méjico el ejército de Cortés, se retiraron los rebeldes á la otra parte de la ciudad, cesando en sus hostilidades cavilosamente, segun lo que se pudo inferir del suceso. Hallábanse asegurados en el exceso de sus fuerzas, y orgullosos de haber muerto en los combates pasados tres ó cuatro Españoles : caso extraordinario en que adquirieron, á costa de mucha gente, nueva osadía ó mayor insolencia. Supieron que venía Cortés, y no pudieron ignorar lo que habia crecido su ejército; pero

estuvieron tan lejos de temerle, que hicieron aquel ademan de retirarse para dejárle franca la entrada, y acabar con todos los Españoles despues de tenerlos juntos en la ciudad. No se llegó á penetrar entónces este designio aunque se tuvo por ardid la retirada, y pocas veces se engaña quien discurre con malicia en las acciones del enemigo. Alojóse todo el ejército en el recinto del mismo cuartel, donde cupieron Españoles y Tlascaltecas con bastante comodidad distribuyéronse las guardias y las centinelas segun el recelo á que obligaba una guerra que habia cesado sin ocasion; y Hernan Cortés se apartó con Pedro de Alvarado para inquirir el origen de aquella sedicion, y pasar á los remedios con noticia de la causa. Hallamos en este punto la misma variedad en que otras veces ha tropezado el curso de la pluma. Dicen unos, que las inteligencias de Narbaez consiguieron esta conjuracion del pueblo mejicano; y otros que dispuso el motin, y lo fomentó Motezuma con ansia de su libertad, en que no es necesario detenernos, pues se ha visto ya el poco fundamento con que se atribuyeron á Narbaez estas negociaciones ocultas; y queda bastantemente defendido Motezuma de semejante inconsecuencia. Dieron algunos el principio de la conspiracion á la fidelidad de los Mejicanos, refiriendo que tomaron las armas para sacar de opresion á su rey: dictámen que se acerca más á la razon que á la verdad. Otros atribuyeron este rompimiento al gremio de los sacerdotes, y no sin alguna probabilidad, porque anduvieron mezclados en tumulto, publicando á voces las amenazas de sus dioses, y enfureciendo á los demás con aquel mismo furor que los disponie para recibir sus respuestas. Repetian ellos lo que hablaba el demonio en sus ídolos: y aunque no fué suyo el primer movimiento, tuvieron eficacia y actividad para irritar los ánimos y mantener la sedicion.

Los escritores forasteros se apartan más de lo verosímil, poniendo el origen y los motivos de aquella turbacion entre las atrocidades con que procuran desacreditar á los Españoles en la conquista de las Indias: y lo peor es, que apoyan su malignidad, citando al padre fray Bartolomé de las Casas ó Casaus, que fué despues obispo de Chiapa,

cuyas palabras copian y traducen, dándonos con el argumento de autor nuestro y testigo calificado. Lo que dejó escrito y anda en sus obras es, que los Mejicanos dispusieron un baile público, de aquellos que llamaban mitotes, para divertir ó festejar á Motezuma; y que Pedro de Alvarado, viendo las joyas de que iban adornados, convocó su gente y embistió con ellos, haciéndolos pedazos para quitárselas, en cuyo miserable despojo dice que fueron pasados á cuchillo más de dos mil hombres de la nobleza mejicana; con que deja la conspiracion en términos de justa venganza. Notable despropósito de accion, en que hace falta lo congruente y lo posible. Solicitaba entonces este prelado el alivio de los indios, y encareciendo lo que padecian, cuidó ménos de la verdad que de la ponderacion. Los más de nuestros escritores le convencen de mal informado en esta y otras enormidades que dejó escritas contra los Españoles. Dicha es hallarle impugnado para entendernos mejor con el respeto que se debe á su dignidad.

Pero lo cierto fué, que Pedro de Alvarado, poco [despues quo se apartó de Méjico Hernan Cortés, reconoció en los nobles de aquella corte ménos atencion ó ménos agrado; cuya novedad le obligó á vivir cuidadoso y velar sobre sus acciones. Valióse de algunos confidentes que observasen lo que pasaba en la ciudad. Supo que andaba la gente inquieta y misteriosa, y que se hacian juntas en casas particulares, con un género de recato mal seguro que ocultaba el intento y descubria la intencion. Dió calor á sus inteligencias; y consiguió con ellas la noticia evidente de una conjuracion que se iba forjando contra los Españoles, porque ganó algunos de los mismos conjurados que venian con los avisos afeando la traicion, sin olvidar el interés. Ibase acercando una fiesta muy solemne de ídolos, que celebraban con aquellos bailes públicos, mezcla de nobleza y plebe, y conmocion de toda la ciudad. Eligieron este dia para su faccion, suponiendo que se podrian juntar descubiertamente sin que hiciese novedad. Era su intento dar principio al baile para convocar el pueblo y llevársele tras sí, con la diligencia de apellidar la libertad de su rey y la defensa de sus dioses; reservando para entonces el publi

« AnteriorContinua »