Imatges de pàgina
PDF
EPUB

en que pudiesen llegar los dos mil Indios que aguardaba de Chinantla, determinó enviar al capitan Juan Velázquez de Leon, creyendo que por su autoridad y por el parentesco de Diego Velázquez sería mejor admitida su mediacion. Tenía experimentada su fidelidad, y pocos dias ántes le habia repetido las ofertas de morir á su lado, con ocasion de poner en sus manos una carta que le escribió Narbaez, llamándole á su partido con grandes conveniencias: demostracion á cuyo agradecimiento correspondió Hernan Cortés, fiando entónces de su ingenuidad y entereza tan peligrosa negociacion.

Creyeron todos cuando llegó á Zempoala que iba reducido á seguir las banderas de su pariente y Narbaez salió á recibirle con grande alborozo; pero cuando llegó á entender su comision, y conocíó que se iba empeñando en apadrinar la razon de Cortés, atajó el razonamiento, y se apartó de él con [alguna desazon, aunque no sin esperanzas de reducirle; porque antes de volver á la plática ordenó que se hiciese un alarde á sus ojos de toda su gente, deseando al parecer atemorizarle, ó convencerle con aquella vana ostentacion de sus fuerzas, Aconsejáronle algunos que le prendiese, pero no se atrevió, porque tenía muchos amigos en aquel ejército ántes le convidó á comer el dia siguiente, y convidó tambien á los capitanes de su confidencia, para que le ayudasen á persuadirle. Diéronse á la urbanidad y cumplimiento los principios de la conversacion; pero á breve rato se introdujo la murmuracion de Cortés entre las licencias del banquete, y aunque procuró disimular Juan Velázquez por no destruir el negocio de su cargo, pasando á términos indecentes la irrision y el desacato, no se pudo contener en el desaire de su paciencia, y dijo en voz alta y descompuesta: «< que pasasen á otra plática, porque delante de un hombre como él no debian >> tratar como ausente á su capitan; y que cualquiera de» ellos que no tuviese á Cortés y á cuantos le seguian por >> buenos vasallos del rey, se lo dijese con ménos testigos, » y le desengañaria como quisiese. » Callaron todos, y calló Pánfilo de Narbaez, como embarazado en la dificultad de la respuesta; pero un capitan mozo, sobrino de

Dicgo Velázquez, y de su mismo nombre, se adelantó á decirle : << que no tenía sangre de Velázquez, ó la tenía indig>>namente quien apadrinaba con tanto empeño la causa de un traidor » á que respondió Juan Velázquez desmintiéndole, y sacando la espada con tanta resolucion de castigar su atrevimiento, que trabajaron todos en reprimirle; y últimamente le instaron en que se volviese al real de Cortés, porque temieron los inconvenientes que podria ocasionar su detencion; y él lo ejecutó luégo, llevándose consígo al padre fray Bartolomé de Olmedo, y dicíendo, al partir, algunas palabras poco advertidas, que hacian á su venganza, ó la trataban como decision del rompimiento.

Quedaron algunos de los capitanes mal satisfechos de que Narbaez le dejase volver sin ajustar el duelo de su pariente, para oirle y despacharle bien ó mal, segun lo que de nuevo representase; á cuyo propósito decian : « que una persona de aquella suposicion y autoridad, se >> debia tratar con otro género de atencion que de su >> juicio y entereza no se podia creer que hubiese venido » con proposiciones descaminadas, ó ménos razonables: >> que las puntualidades de la guerra nunca llegaban á >> impedir la franqueza de los oidos; ni era buena polí>> tica, ó buen camino de poner en cuidado al enemigo, » darle á entender que se temia su razon : » discursos que pasaron de los capitanes á los soldados, con tanto conocimiento de la poca justificacion con que se procedia en aquella guerra, que Pánfilo de Narbaez necesitó para sosegarlos de nombrar persona que fuese á disculpar en su nombre y el de todos aquella falta de urbanidad, y á saber de Cortés á qué punto se reducia la comision de Juan Velázquez de Leon; para cuya [diligencia eligieron él y los suyos al secretario Andrés de Duero, que por ménos apasionado contra Hernan Cortés, pareció á propósito para la satisfaccion de los mal contentos; y por criado de Diego Velázquez no desmereció la confianza de los que procuraban estorbar el ajustamiento.

Hernan Cortés entretanto, con las noticias que llevaron fray Bartolomé de Olmedo y Juan Velazquez de Leon, entró en conocimiento de que habia cumplido sobrada

mente con las diligencias de la paz; y teniendo ya por necesario el rompimiento, movió su ejército con ánimo de acercarse más, y ocupar algun puesto ventajoso donde aguardar á los chinantecas, y aconsejarse con el tiempo. Iba continuando su marcha cuando volvieron los batidores con noticia de que venia de Zempoala el secretario Andrés de Duero; y Hernan Cortés, no sin esperanza de alguna favorable novedad, se adelantó á recibirle. Saludáronse los dos con igual demostracion de su afecto: renováronse con los abrazos, ó se volvieron á formar los antiguos vínculos de su amistad concurrieron al aplauso de su venida todos les capitanes, y ántes de llegar á lo inmediato de la negociacion, le hizo Cortés algunos presentes mezclados con mayores ofertas. Detúvose hasta otro dia despues de comer, y en este tiempo se apartaron los dos á diferentes conferencias de grande intimidad. Discurriéronse algunos medios, en órden á la union de ambos partidos, con deseo de hallar camino para reducir á Narbaez, cuya obstinacion era el único impedimento de la paz. Llegó Cortés á ofrecer que le dejaria la empresa de Méjico, y se apartaria con los suyos á otras conquistas: y Andrés de Duero, viéndole tan liberal con su enemigo, le propuso que se viese con él, pareciéndole que podria conseguir de Narbaez este abocamiento, y que se vencerian mejor las dificultades con la presencia y viva voz de las partes. Dicen unos que llevaba órden para introducir esta plática otros que fué pensamiento de Cortés; y concuerdan todos en que se ajustaron las vistas de ambos capitanes luego que volvió Andrés de Duero á Zempoala; por cuya solicitud se hizo capitulacion auténtica, señalando la hora y el sitio donde habia de ser la conferencia, y asegurando cada uno con su palabra y su firma, que saldrian al puesto señalado con sólos diez compañeros, para que fuesen testigos de lo que se discurriese y ajustase.

Pero al mismo tiempo que se disponia Hernan Cortés para dar cumplimiento por su parte á lo capitulado, le avisó de secreto Andrés de Dueso que se andaba previniendo una emboscada, con ánimo de prenderle ó matarle sobre seguro; cuya noticia (que se confirmó tambien por

otros confidentes) le obligó á darse por entendido con Narbaez de que habia descubierto el doblez de su trato; y con el primer calor de su enojo le escribió una carta rompiendo la capitulacion, y remitiendo á la espada su desagravio.

CAPÍTULO IX

Prosigue su marcha Hernan Cortés hasta una legua de Zempoala: sale con su ejército en campaña Pánfilo de Narbaez: sobreviene una tempestad y se retira con cuya noticia resuelve Cortés aco meterle en su alojamiento.

Quedó Hernan Cortés más animoso que irritado con esta última sinrazon de Narbaez, pareciéndole indigno de su temor un enemigo de tan humildes pensamientos; y que no fiaba mucho de su ejército ni de sí, quien trataba de asegurar la victoria con detrimento de la reputacion. Siguió su marcha en más que ordinaria diligencia, no porque tuviese resuelta la faccion, ni discurridos los medios, sino porque llevaba el corazon lleno de esperanzas, madrugando á confortar su resolucion aquellas premisas que suelen venir delante de los sucesos. Asentó su cuartel una legua de Zempoala en paraje defendido por la frente del rio que llamaban de Canoas, y abrigado por las espaldas con la vecindad de la Vera-Cruz, donde le dieron unas caserías ó habitaciones: bastante comodidad para que se reparase la gente de lo que habia padecido con la fuerza del sol, y proligidad del camino. Hizo pasar algunos batidores y centinelas á la otra parte del rio; y dando el primer lugar al descanso de su ejército, reservó para despues el discurrir con sus capitanes lo que se hubiese de intentar, segun las noticias que llegasen del ejército contrário, donde tenía ganados algunos confidentes, y estaba creyendo que lo habian de ser en la ocasion cuantos aborrecian aquella guerra; cuyo presupuesto y las cortas experiencias de Narbaez, le dieron bastante seguridad para que pudiese acercarse tanto á Zempoala sin falta de precaucion ó nota de temeridad.

Llegó á Narbaez la noticia del paraje donde se hallaba su enemigo; y más apresurado que diligente, ó con un género de celeridad embarazada que tocaba en turbacion, trató de sacar su ejército en campaña. Hizo pregonar la guerra, como si ya no estuviera pública: señaló dos mil pesos de talla por la cabeza de Cortés : puso en precio menor las de Gonzalo de Sandoval y Juan Velázquez de Leon mandaba muchas cosas á un tiempo sin olvidarse de su enojo mezclábanse las órdenes con las amenazas: y todo era despreciar al enemigo con apariencias de temerle. Puesto en órden el ejército, ménos por su disposicion que por lo que acertaron sin obedecer sus capitanes, marchó como un cuarto de legua con todo el grueso, y resolvió hacer alto para esperar á Cortés en campo abierto : persuadiéndose á que venía tan desalumbrado que le habia de acometer donde pudiese lograr todas sus ventajas el mayor número de su gente. Duró en este sitio y en esta credulidad todo el dia, gastando el tiempo y engañando la imaginacion con varios discursos de alegre confianza: conceder el pillage á los soldados: enriquecer con el tesoro de Méjico á los capitanes; y hablar más en la victoria que en la batalla. Pero al caer el sol se levantó un nublado que adelantó la noche, y empezó á despedir tanta cantidad de agua, que aquellos soldados maldijeron la salida, y clamaron por volverse al cuartel: en cuya impaciencia entraron poco despues los capitanes, y no se trabajó mucho en reducir á Narbaez, que sentia tambien su incomodidad, faltando en todos la costumbre de resistir á las inclemencias del tiempo, y en muchos la inclinacion á un rompimiento de tantos inconvenientes.

Habia llegado poco ántes aviso de que se mantenia Cortés de la otra parte del rio, de que no sin alguna disculpa conjeturaron que no habia que recelar por aquella noche; y como nunca se halla con dificultad la razon que busca el deseo, dieron todos por conveniente la retirada, y la pusieron en ejecucion desconcertadamente, caminando al cubierto ménos como soldados que como fugitivos.

No permitió Narbacz que su ejército se desuniese aquella noche; más porque discurrió en salir temprano á la cam

« AnteriorContinua »