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bre todo los quince mil pesos de oro que apoyaban su relacion sin necesitar de su encarecimiento.

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Miraba el gobernador aquellas riquezas, y no acertando á creer á sus ojos, volvia á socorrerse de los oídos, preguntando segunda y tercera vez á Pedro de Alvarado lo que le habia referido, y hallando novedad en lo mismo que acababa de oir, como el músico que se deleita en las cláusulas repetidas. No tardó mucho este alborozo en descubrir sus quilates, mezclándose con el desabrimiento; porque luego empezó á sentir con impaciencia que Juan de Grijalva no hubiese fundado alguna poblacion en aquellas tierras donde le hicieron buena acogida y aunque Pedro de Alvarado intentaba disculparle, fué de los que sintieron que se debia poblar en el rio de Bandéras; y siempre se dice flojamente lo que se procura esforzar contra el propio dictámen. Acusábale Diego Velázquez de poco resuelto; y enojándose con su eleccion, confesaba la culpa de haberle enviado, proponiendo encargar aquella faccion á persona de mayor actividad, sin reparar en el desaire de su pariente, á quien debia aquella misma felicidad que ponderaba; pero lo primero que hace la fortuna en los ambiciosos, es cautivar la razon para que no se ponga de parte del agradecimiento. Ya nada le hacía fuerza, sino el conseguir apriesa y á cualquiera costa toda la prosperidad que se prometia de aquel descubrimiento, elevando á grandes cosas la imaginacion, y llegando con las esperanzas adonde ántes no llegaba con los deseos.

Trató luego de prevenir los medios para la nueva conquista, acreditándola con el nombre de Nueva España, que daba grande recomendacion y sonido á la empresa. Y envió persona á la corte con larga relacion y encarecidas señas de lo descubierto, y un memorial en que no iban oscurecidos de mal ponderados sus servicios; por cuya recompensa pedia algunas mercedes, y el título de adelantado de las tierras que conquistase 1.

1. Velázquez tuvo maña para arrancar á Cárlos V una capitulacion fecha ec Barcelona á 13 de Noviembre de 1518, por la cual se le nombraba adelantado y capitan por el rey, de todo lo hasta entónces descubierto y que en adelante se descubriese á costa

CAPÍTULO VII

Dificultades que se ofrecieron en la eleccion de cabo para la nueva armada; y quién era Hernan Cortés, que últimamente la llevó á su cargo.

Pero conociendo entónces Diego Velázquez cuánto importa la celeridad en las resoluciones, y que si se deja perder el tiempo suele desazonarse la ocasion, ordenó luégo que se diese carena á los cuatro bajeles que sirvieron en la jornada de Grijalva; con los cuales, y con los que se habian comprado, se juntaron diez de ochenta hasta cien toneladas y caminando al mismo paso en el cuidado de armarlos, pertrecharlos y bastecerlos, se halló brevemente indeciso y receloso en la dificultad de nombrar cabo que los gobernase.

Salieron á la pretension Antonio y Bernardino Velázquez, parientes más cercanos del gobernador, Baltasar Bermúdez, Vasco Porcallo, y otros caballeros que habia en aquella isla capaces de aspirar á mayores empleos; y cada uno discurria en éste como si estuviera sola su razon: que ordinariamente quien dilata la provision de los cargos, convida pretendientes, y parece que trata de atesorar quejosos.

Pero Diego Velázquez duraba en su irresolucion, hallando en unos que temer, y en otros qué desear; hasta que aconsejándose con Amador de Lariz, contador del rey, y con Andres de Duero, su secretario, que eran toda su confianza, y conocian su condicion, le propusieron á Hernan Cortés, grande amigo de los dos, alabándole con moderacion por no hacer sospechoso el consejo y dando á entender que hablaban por el acierto de la eleccion más que por la conveniencia de su amigo. Fué bien oida la proposicion, y ellos se contentaron con verle inclinado, dándole

suya; concediéndole ademas várias mercedes y privilegios. (Coleccion de documentos inéditos de los señores Navarrete, Salvá, y Barranda.)

tiempo para que lo meditase y volviese persuadido á la plática, ó mejor dispuesto para dejarse persuadir.

Pero ántes que pasemos adelante, será bien que digamos quién era Hernan Cortés, y por cuantos rodeos vino á ser de su valor y de su entendimiento aquella grande obra de la conquista de Nueva España, que puso en sus manos la felicidad de su destino: llamamos destino, hablando cristianamente, aquella soberana y altísima disposicion de la primera causa que deja obrar á las segundas, como dependientes suyas y medianeras de la naturaleza, en órden á que suceda con la eleccion del hombre, lo que permite ó lo que ordena Dios. Nació en Medellin, villa de Extremadura, hijo de Martin Cortés de Monroy y doña Catalina Pizarro Altamirano, cuyos apellidos no sólo dicen, sino encarecen lo ilustre de su sangre. Dióse á las letras en su primera edad, y cursó en Salamanca dos años, que le bastaron para conocer que iba contra su natural, y que no convenia con la viveza de su espíritu aquella diligencia perezosa de los estudios. Volvió á su casa resuelto á seguir la guerra; y sus padres le encaminaron á la de Italia, que entónces era la de más pundonor, por estar calificada con el nombre del Gran Capitan; pero al tiempo de embarcarse le sobrevino una enfermedad que le duró muchos dias, de cuyo accidente resultó el hallarse obligado á mudar de intento aunque no de profesion. Inclinóse á pasar á las Indias, que como entónces duraba su conquista, se apetecian con el valor más que con la codicia. Ejecutó su pasaje con gusto de sus padres el año de mil quinientos y cuatro, y llevó cartas de recomendacion para don Nicolas de Obando, comendador mayor de la órden de Alcántara, que era su deudo y gobernaba en esta sazon la isla de Santo Domingo. Luégo que llegó á ella y se dió á conocer, halló grande agasajo y estimacion en todos, y tan agradable acogida en el gobernador, que le admitió desde luego entre los suyos, y ofreció cuidar de sus aumentos con particular aplicacion. Pero no bastaron estos favores para divertir su inclinacion, porque se hallaba tan violento en la ociosidad de aquella isla, ya pacificada y poseida sin contradiccion de sus natu

rales, que pidió licencia para empezar á servir en la de Cuba, donde se traian por entónces las armas en las manos y haciendo este viaje con beneplácito de su pariente, trató de acreditar en las ocasiones de aquella guerra su valor y su obediencia, que son los primeros rudimentos de esta facultad. Consiguió brevemente la opinion de valeroso, y tardó poco más en darse á conocer su entendimiento; porque, sabiendo adelantarse entre los soldados, sabía tambien dificultar y resolver entre los capitanes.

Era mozo de gentil presencia y agradable rostro 1; y sobre estas recomendaciones comunes de la naturaleza, tenía otras de su propio natural que le hacian amable porque hablaba bien de los ausentes: era festivo y discreto en las conversaciones, y partia con sus compañeros cuanto adquiria con tal generosidad, que sabía ganar amigos sin buscar agradecidos. Casó en aquella isla con doña Catalina Suárez Pacheco, doncella noble y recatada, sobre cuyo galanteo tuvo muchos embarazos, en que se mezcló Diego Velázquez, y le tuvo preso hasta que ajustado el casamiento fué su padrino, y quedaron tan amigos que se trataban con familiaridad; y le dió brevemente repartimiento de indios y la vara de alcalde en la misma villa de Santiago; ocupacion que servian entónces las personas de más cuenta, y que solia andar entre los conquistadores más calificados.

En este paraje se hallaba Hernan Cortés, cuando Amador de Lariz y Andres de Duero le propusieron para la conquista de Nueva España; y fué con tanta destreza, que

1. Segun Bernal Diaz del Castillo: « Fué de buena estatura y cuerpo, y bien proporcionado, y membrudo, y la color de la cara tiraba algo á cenicienta, é no muy alegre; y si tuviera el rostro más largo mejor le pareciera : los ojos en el mirar amorosos, y por otra graves: lás barbas tenía algo prietas, y pocas y ralas, y el cabello qne en aquel tiempo se usaba, era de la misma manera que las barbas, y tenía el pecho alto, y la espalda de buena manera, y era cenceño, y de poca barriga, y algo estevado, y las piernas y los muslos bien sacados, y era buen jinete, y diestro de todas armas, ansi á pié como á caballo, y sabía muy bien menearlas, y sobre todo corazon, y ánimo, que es lo que hace al caso. >>

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cuando volvieron á verse con Diego Velázquez, prevenidos de nuevas razones para esforzar su intento, le hallaron declarado por Hernan Cortés, tan discursivo en las conveniencias de fiarle aquella empresa, que se les convirtió en lisonja la persuasion que llevaban meditada, y trataron sólo de obligarle con asentir á lo mismo que deseaban. Discurrióse en la conveniencia de que se hiciese luego el nombramiento para desarmar de una vez á los pretendientes; yno se descuidó Andres de Duero en pasar por diligencia de su profesion la brevedad del despacho, cuya sustancia fué « que Diego Velázquez, como gobernador de >> la isla de Cuba, y promovedor de los descubrimientos de » Yucatan y Nueva España, nombraba á Hernan Cortés » por capitan general de la armanda, y tierras descubier>>tas y que se descubriesen, » con todas aquellas extensiones de jurisdiccion, y cláusulas honoríficas que la amistad del secretario puede ingerir, como primores de la formalidad.

CAPÍTULO VIII

Tratan los émulos de Cortés vivamente de descomponerle con Diego Velázquez: no lo consiguen, y sale con la armada del puerto de Santiago.

Aceptó Cortés el nuevò cargo con todo rendimiento y estimacion, agradeciendo entónces la confianza que se hacía de su persona, con las mismas véras que sintió despues la desconfianza. Publicóse la resolucion, y fué bien recibida entre los que deseaban el acierto; pero murmurada de los que deseaban el cargo: entre los cuales sacaron la cara con mayor osadía los parientes de Diego Velázquez, que hicieron grandes esfuerzos para desconfiarle de Hernan Cortés.

Cuentan que saliendo un dia á pasearse Diego Velázquez con Hernan Cortés y con sus parientes y amigos, le dijo un loco gracioso, de cuyos delirios gustaba: « Buena la » has hecho, amigo Diego, presto será menester otra » armada para salir á caza de Cortés. »

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