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tambien alhaja de príncipe, y príncipe guerrero, en que se acreditaban igualemente su opulencia y su inclinacion. En todas estas casas tenian grandes jardines prolijamente cultivados. No gustaba de árboles frutíferos ni plantas comestibles en sus recreaciones; ántes solia decir que las huertas eran posesiones de gente ordinaria; pareciéndole más propio en los príncipes el deleite sin mezcla de utilidad. Todo era flores de rara diversidad y fragancia, y yerbas medicinales que servian á los cuadros y cenadores, de cuyo beneficio cuidaba mucho, haciendo traer á sus jardines cuantos géneros produce la begnidad de aquella tierra, donde no aprendian los físicos, otra faculdad que la noticia de sus nombres y el conocimiento de sus virtudes. Tenian yerbas para todas las enfermedades y dolores, de cuyos zumos y aplicaciones componian sus remedios y lograban admirables efectos, hijos de la experiencia, que sin distinguir la causa de la enfermedad, acertaban con la salud del enfermo. Repartíances francamente de los jardines del rey todas las yerbas que recetaban los médicos ó pedian los dolientes, y solian preguntar si aprovechaban, hallando vanidad en sus medicinas ó persuadido á que cumplia con la obligacion del gobierno, cuidando así de la salud de sus vasallos.

En todos estos jardines y casas de recreacion habia muchas fuentes de agua dulce y saludable que traian de los montes vecinos, guiada por diferentes canales, hasta encontrar con las calzadas, donde se ocultaban los encañados que la introducian en la ciudad; para cuya provision se dejaban algunas fuentes públicas, y se permitia, no sin tributo considerable, que los índios vendiesen por las calles la que podian conducir de otros manantiales. Creció mucho en tiempo de Motezuma el beneficio de las fuentes, porque fué suya la obra del gran conducto por donde vienen á Méjico las aguas vivas que se descubrieron en la sierra de Chapultepec, distante una legua de la ciudad. Hlízose primero de su órden y traza un estanque de piedra donde recogerlas, midiendo su altura con la declinacion que pedia la corriente; y despues un paredon grueso con dos canales descubiertas, de fuerte argamasa, de las cua

les servia la una mientras que se limpiaba la otra : fábrica de grande utilidad, cuya invencion le dejó tan vanaglorioso, que mandó poner su efigie y la de su padre, no sin alguna semejanza, esculpidas en dos medallas de piedra, con ambicion de hacerse memorable, por aquel beneficio, de su ciudad.

Uno de los edificios que hizo mayor novedad entre las obras de Motezuma, fué la casa que llamaban de la tristeza, donde solia retirarse cuando se morian sus parientes, y en otras ocasiones de calamidad ó mal suceso que pidiese pública demostracion. Era de horrible arquitectura, negras las paredes, los techos y los adornos; y tenía un género de claraboyas ó ventanas pequeñas que daban la luz, ó permitian solamente la que bastaba para que se viese la obscuridad: formidable habitacion donde se detenia todo lo que tardaba en despedir sus quebrantos, y donde se le aparecia con más facilidad el demonio; fuese por lo que ama los horrores el príncipe de las tinieblas, ó por la congruencia que tienen entre sí el espíritu maligno y el humor melancólico.

Fuera de la ciudad tenía grandes quintas y casas de recreacion, con muchas y copiosas fuentes que daban agua para los baños y estanques para la pesca; en cuya vecindad habia diferentes bosques para diferentes géneros de caza ejercicio que frecuentaba y entendia, manejando con primor el arco y la flecha. Era la montería su principal divertimiento, solia muchas veces salir con sus nobles á un parque muy espacioso y ameno, cuyo distrito estaba cercado por todas partes con un foso de agua, donde le traian y encerraban las reses de los montes vecinos, entre las cuales solian venir algunos tigres y leones. Habia gente señalada en Méjico y en otros lugares del contorno, que se adelantaba para estrechar, y conducir las fieras al sitio destinado, siguiendo casi en estas batidas. el estilo de nuestros monteros. Tenian aquellos índios mejicanos grande osadía y agilidad en perseguir y sujetar los animales más feroces; y Motezuma gustaba mucho de mirar el combate de sus cazadores, y lograr algunos tiros que se aplaudian como aciertos de mayor importancia.

Nunca se apeaba de sus andas si no es cuando se ponia en algun lugar eminente, y siempre con bastante circunvalacion de chuzos y flechas que asegurasen su persona; no porque le faltase valor ni dejase de aventajar á todos en la destreza, sino porque miraba como indigno de su majestad aquellos riesgos voluntarios; pareciéndole, y no sin conocimiento de su dignidad, que sólo eran decentes para el rey los peligros de la guerra.

CAPÍTULO XV

Dase noticia de la ostentacion y puntualidad con que se hacía servir Motezuma en su palacio; del gasto de su mesa, de sus audiencias, y otras particularidades de su economía y divertimientos.

Era correspondiente á la suntuosidad y soberbia de sus edificios el fausto de su casa, y los aparatos de que adornaba su persona para mantener la reverencia y el temor de sus vasallos; á cuyo fin inventó nuevas ceremonias y superfluidades, enmendando como defecto la humanidad con que se trataron hasta él los reyes mejicanos. Aumentó, como dijimos, en los principios de su reinado el número, la calidad y el lucimiento de la familia real, componiéndola de gente noble, más ó ménos ilustre, segun los ministerios de su ocupacion.

Tenía dos géneros de guardias: una de gente militar y tan numerosa, que ocupaba los patios y repartia diferentes escuadras á las puertas principales; y otra de caballeros cuya introduccion fué tambien de su tiempo constaba de hasta doscientos hombres de calidad conocida; y éstos entraban todos los dias en palacio con el mismo fin de guardar á la persona real y asistir á su cortejo. Estaba repartido por turnos con tiempo señalado este servicio de los nobles, y se iban mudando con tal disposicion, que comprendia toda la nobleza, no sólo de la ciudad, sino del reino; y venian á cumplir con esta obligacion cuando les tocaba el turno desde las ciudades más remotas. Era su asistencia en

las antecámaras, donde comian de lo que sobraba en la mesa del rey. Solia permitir que entrasen algunos en su cámara, mandándolos llamar : no tanto por favorecerlos, como para saber si asistian, y tenerlos á todos en cuidado.

Casaban los reyes mejicanos con hijas de otros reyes tributarios suyos, y Motezuma tenía dos mujeres de esta calidad, con título de reinas, en cuartos separados de igual pompa y ostentacion. El número de sus concubinas era exorbitante y escandaloso: pues hallamos escrito, que habitaban dentro de su palacio más de tres mil mujeres entre amas y criadas, y que venian al exámen de su antojo cuantas nacian con alguna hermosura en sus dominios; porque sus ministros y ejecutores las recogian á manera de tributo y vasallaje, tratándose como importancia del reino la torpeza del rey.

Deshacíase de este género de mujeres con facilidad, poniéndolas en estado, para que ocupasen otras su lugar; y hallaban maridos entre la gente de mayor calidad, porque salian ricas, y á su parecer condecoradas: tan léjos estaba de tener estimacion de virtud la honestidad en una religion donde no sólo se permitian, pero se mandaban las violencias de la razon natural 1. Afectaba mucho el recogimiento de su casa, y tenía mujeres ancianas que atendiesen al decoro de sus concubinas sin permitir el menor desacierto en su proceder, no tanto porque le disonasen las indecencias, como porque le predominaban les celos; y este cuidado. con que procuraba mantener el recato de su familia, que tiene por sí tanto de loable y puesto en razon, era en él segunda liviandad, y pundonor poco generoso que se formaba en la flaqueza de otra pasion.

Sus audiencias no eran fáciles ni frecuentes; pero duraban mucho, y se adornaba esta funcion de grande aparato

1. Es falso. Asi en Nueva Espana como en el Perú se castigaban las cohabitaciones ilegitimas y hasta las tenidas entre personas libres. Habia además unos como monasterios ó conventos semejantes á los de nuestras monjas, en donde vivian mujeres que guardaban castidad y eran castigadas con pena de muerte si la quebrantaban. (Torquemada, lib. 4. cap. 19. Orig. de los indios, lib. 3, pág. 116.)

y solemnidad. Asistian á ella los próceres que tenian entrada en su cuarto: seis ó siete consejeros cerca de la silla, por si ocurriese alguna materia digna de consulta; y diferentes secretarios que iban notando con aquellos símbolos que le servian de letras las resoluciones y decretos, cada uno segun su negociacion. Entraba descalzo el pretendiente y hacía tres reverencias sin levantar los ojos de la tierra, diciendo en la primera Señor, en la segunda mi Señor, y en la tercera gran Señor. Hablaba en acto de mayor humillacion, y se volvia despues á retirar por los mismos pasos, repitiendo sus reverencias sin volver las espaldas, y cuidando mucho de los ojos, porque habia ciertos ministros que castigaban luégo los menores descuidos; y Motezuma era observantísimo en estas ceremonias; cuidado que no se debe culpar en los príncipes, por consistir en ellas una de las prerogativas que los diferencian de los otros hombres; y tener algo de sustancia en el respeto de los súbditos estas delicadezas de la majestad. Escuchaba con atencion, y respondia con severidad, midiendo al parecer la voz con el semblante. Si alguno se turbaba en el razonamiento, le procuraba cobrar, ó le señalaba uno de los ministros que le asistian para que le hablase con menos embarazo; y solia despacharle mejor, hallando en aquel miedo respectivo, lisonja y discrecion.

Comia solo, y muchas veces en público; pero siempre. con igual aparato. Cubríanse los aparadores ordinariamente con más de doscientos platos de varios manjares á la condicion de su paladar; y algunos de ellos tan bien sazonados, que no sólo agradaron entónces á los Españoles, pero se han procurado imitar en España: que no hay tierra tan bárbara donde no se precie de ingenioso en sus desórdenes el apetito.

Antes de sentarse á comer registraba los platos, saliendo á reconocer las diferencias de regalos que contenian; y satisfecha la gula de los ojos, elegia los que más le agradaban, y se repartian los demás entre los caballeros de su guardia siendo esta profusion cuotidiana una pequeña parte del gasto que se hacía de ordinario en sus cocinas, porque comian á su costa cuantos habitaban en palacio, y

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