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su propia sinceridad. Recibióle Grivalja con demostraciones de agrado y cortesía; y él correspondió con otro género de sumisiones á su modo en que no dejaba de reconocerse alguna gravedad afectada ó verdadera; y despues de los primeros cumplimientos, mandó que llegasen sus criados con otro presente que traian de diversas alhajas de más artificio que valor, plumajes de varios colores, ropas sutiles de algodon, y algunas figuras de animales para su adorno, hechas de oro sencillo y ligero, é formadas de madera primorosamente con engastes y láminas de oro sobrepuesto. Y sin esperar et agradecimiento de Grijalva, le dió á entender el cacique por medio de los intérpretes: «< que su fin era la paz, y el intento de aquel >> regalo despedir á los huéspedes para poder mantenerla.» Respondióle; «< que hacía toda estimacion de su liberali>> dad, y que su ánimo era pasar adelante sin detenerse ni >> hacerles disgusto: » y así se despidió y volvió á embarcar, regalando primero al cacique y á sus criados con algunas bujerías de Castilla, que siendo de cortísimo valor llevaban el precio en la novedad.

CAPÍTULO V

Prosigue Juan de Grijalva su navegacion, y entra en el rio de Banderas, donde se halló la primer noticia del rey de Méjico Motezuma.

Prosiguieron su viaje Grijalva y sus compañeros por la misma derrota, descubriendo nuevas tierras y poblaciones sin suceso memorable, hasta que llegaron á un rio que llamaron de Banderas, porque en su márgen y por la costa vecina á él andaban muchos indios con banderas blancas pendientes de sus astas; y en el modo de tremolarlas, acompañada con las señas, voces y movimientos que se distinguian, daban á entender que estaban de paz, y que llamaban al parecer más que despedian á los pasajeros. Ordenó Grijalva que el capitan Francisco de Montejo se adelantase con alguna gente repartida en dos

bajeles, para reconocer la entrada y examinar el intento de aquellos indios; el cual, hallando buen surgidero, y poco que recelar en el modo de la gente, avisó à los demas que podian acercarse. Desembarcaron todos, y fueron recibidos con grande admiracion y agasajo de los indios; entre cuyo numeroso concurso se adelantaron tres, que en el adorno parecian los principales de la tierra; y deteniéndose lo que hubieron menester para observar en el respeto de los otros cuál era el superior, se fueron derechos á Grijalva haciéndole grandes reverencias, y él los recibió con igual demostracion. No entendian aquella lengua nuestros intérpretes, y así se redujeron los cumplimientos á señas de urbanidad, ayudadas con algunas palabras de más sonido que significacion.

Ofrecióse luégo á la vista un banquete que tenian prevenido de mucha diferencia de manjares, puestos ó arrojados sobre algunas esteras de palma que ocupaban las sombras de los árboles : rústica y desaliñada opulencia; pero nada ingrata al apetito de los soldados: despues de cuyo refresco mandaron los tres indios á su gente que manifestasen algunas piezas de oro que tenian reservadas; y en el modo de mostrarlas y de tenerlas se conoció que no trataban de presentarlas, sino de comprar con ellas la mercadería de nuestras naves, cuya fama habia llegado ya á su noticia. Pusiéronse luégo en feria aquellas sartas de vidrio, peines, cuchillos y otros instrumentos de hierro y de alquimia, que en aquella tierra podian llamarse joyas. de mucho precio; pues el engaño con que se codiciaban era ya verdad en lo que valian. Fuéronse trocando estas bujerías á diferentes alhajas y preseas de oro no de muchos quilates, pero en tanta abundancia, que en seis dias que se detuvieron aquí los Españoles, importaron los rescates más de quince mil pesos.

Viendo pues Juan de Grijalva que habian cesado ya los rescates, y que las naves estaban con algun peligro descubiertas á la travesía de los nortes, se despidió de aquella gente, dejándola gustosa y agradecida; y trató de volver á su descubrimiento, ilevando entendido, á fuerza de preguntas y señas, que aquellos tres indios prin

cipales eran súbditos de un monarca que llamaban Mote

zuma.

Prosiguieron su navegacion sin perder la tierra de vista; y dejando atras dos ó tres islas de poco nombre, hicieron pié en una que llamaron de Sacrificios; porque entrando á reconocer unos edificios de cal y canto que sobresalian á los demas, hallaron en ellos diferentes ídolos de horrible figura y más horrible culto; pues cerca de las gradas donde estaban colocados habia seis ó siete cadáveres de hombres recien sacrificados hechos pedazos y abiertas las entrañas.

Y así pasaron á otra que estaba poco apartada de la tierra firme, y en tal disposicion, que entre ella y la costa se halló paraje capaz y abrigado para la seguridad de las naves. Llamáronla isla de San Juan por haber llegado á ella el dia del Bautista, y por tener su nombre el general, en que andaria la devocion mezclada con la lisonja; y un indio que señalando con la mano hácia la tierra firme, y dando á entender que la nombraba, repetia mal pronunciada la voz culúa, culúa 1, dió la ocasion del sobrenombre con que la diferenciaron de San Juan de Puerto-Rico, llamándola San Juan de Ulúa, isla pequeña de más arena que terreno; cuya campaña tenía sobre las aguas tan moderada superioridad, que algunas veces se dejaba dominar de las inundaciones del mar; pero de estos humildes principios pasó despues á ser el puerto más frecuentado y más insigne de la Nueva España en todo lo que mira al mar del Norte.

Aquí se detuvieron algunos dias. Y viendo Juan de Grijalva que su instruccion era limitada, para que sólo descubriese y rescatase sin hacer poblacion, cuyo intento se le prohibia expresamente, trató de dar cuenta á Diego Velázquez de las grandes tierras que habia descubierto, para que en caso de resolver que se poblase en ellas le enviase la

1. Los indios querian dar á entender con esa palabra que aquella era una provincia de Culhúa, ó sea dependiente del imperio mejicano, llamado entónces de Culhuacán; por ser éste el nombre del primer pueblo que conquistaron los mejicanos cuando se establecieron en aquel vasto territorio.

órden, y le socorriese con alguna gente y otros pertrechos de que necesitaba. Despachó con esta noticia al capitan Pedro de Alvarado en uno de los cuatro navíos, entregándole todo el oro y las demas alhajas que hasta entonces se habian adquirido, para que con la muestra de aquellas riquezas fuese mejor recibida su embajada, y se facilitase la proposicion de poblar á que estuvo siempre inclinado por más que lo niegue Francisco López de Gomara que le culpa en esto de pusilánime.

CAPITULO VI

Prosigue Juan de Grijalva su descubrimiento hasta costear la província de Panuco. Sucesos del rio de Canoas, y resolucion de volverse á la isla de Cuba.

Apénas tomó Pedro de Alvarado la vuelta de Cuba, cuando partieron los demas navíos de San Juan de Ulúa en seguimiento de su derrota; y dejándose guiar de la tierra, fueron volviendo con ella hácia la parte del Septentrion, llevando en la vista las dos sierras de Tuspa y de Tusta, que corren largo trecho entre el mar y la provincia de Tlascala, despues de cuya travesía entraron en la ribera de Panuco, última region de Nueva España, por la parte que mira al golfo mejicano, y surgieron en el rio de Canoas, que tomó entonces este nombre, porque á poco rato que se detuvieron en reconocerlo, fueron asaltados por diez y seis canoas armadas y guarnecidas de indios guerreros, que ayudados de la corriente embistieron al navío que gobernaba Alfonso Dávila; y disparando sobre él la lluvia impetuosa de sus flechas, intentaron llevárselo, y tuvieron cortada una de las amarras: bárbara resolucion, que si la hubiera favorecido el suceso, pudiera merecer el nombre de hazaña; pero acudieron luégo al socorro los otros dos navíos, y la gente que se arrojó apresuradamente en los bateles, cargando sobre las canoas con tanto ardor, que sin que se conociese el tiempo que hubo entre el embestir y el vencer, quedaron algunas de ellas echadas á

pique, muertos muchos indios y puestos en fuga los que fueron más avisados en conocer el peligro ó más diligentes en apartarse de él.

No pareció conveniente seguir esta victoria por el poco fruto que se podia esperar de gente fugitiva y escarmentada; y así levantaron las áncoras y prosiguieron su viaje hasta que llegaron á un promontorio ó punta de tierra introducida en la jurisdiccion del mar. Grandes diligencias se hicieron para doblar este cabo; pero siempre retrocedian las naves al arbitrio del agua no sin peligro de zozobrar ó embestir con la tierra; cuyo accidente dió ocasion á los pilotos para que hiciesen sus protestas, y á la gente para que las prosiguiese con repetidos clamores : melancólica ya de tan prolija navegacion, y más discursiva en la aprension de los riesgos. Pero Juan de Grijalva, hombre en quien se daban las manos la prudencia y el valor, convocó á los pilotos y á los capitanes para que se discurriese en lo que se debia obrar segun el estado en que se hallaban. Consideróse en esta junta la dificultad de pasar adelante y la incertidumbre de la vuelta que una de las naves venía maltratada y necesitaba de repararse : que los bastimentos empezaban á padecer corrupcion que la gente venía desabrida y fatigada: y que el intento de poblar tenía contra sí la instruccion de Diego Velázquez, y la poca seguridad de poderlo conseguir sin el socorro que habian pedido y últimamente se resolvió, sin controversia, que se tomase la vuelta de Cuba, para rehacerse de los medios con que se debia emprender tercera vez aquella grande faccion que dejaban imperfecta. Ejecutóse luégo ésta resolucion, y volviendo las naves á desandar los rumbos que habian traido, y á reconocer otros parajes de la misma costa con poca detencion y alguna utilidad en los rescates, arribaron últimamente al puerto de Santiago de Cuba en quince de Noviembre de mil y quintentos y diez y ocho.

Habia llegado pocos dias ántes al mismo puerto Pedro de Alvarado, y fué muy bien recibido del gobernador Diego Velázquez, que celebró con increíble alborozo la noticia de aquellas grandes tierras que se habian descubierto; y so

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