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» á seguir por vuestra república el camino de Méjico, y » quiere saber en qué os tiene ofendidos aquel tirano, para » tomar por suya vuestra causa, y ponerla entre las demas » que justifican su demanda. Con esta noticia, pues, de sus » designios, y con esta experiencia de su benignidad, nos >> hemos adelantado á pediros y amonestaros de parte de >> nuestros caciques y toda su confederacion. que admitáis » á estos extranjeros, como á bienhechores y aliados. Y » de parte de su capitan os hacemos saber que viene de >> paz y sólo pretende que le concedáis el paso de vuestras >> tierras, teniendo entendido que desea vuestro bien, y >> que sus armas son instrumentos de la justicia y de la ra» zon que defienden la causa del cielo : benignas por su>> propia naturaleza, y sólo rigurosas con el delito y la >> provocacion. » Dicho esto. se levantaron los cuatro sobre las rodillas, y haciendo una profunda humillacion al senado, se volvieron á sentar como estaban, para esperar la respuesta.

Confirieronla entre sí brevemente los senadores, y uno de ellos les dijo en nombre de todos, que se admitia con toda gratitud la proposicion de los Zempoales y Totonaques sus confederados; pero que pedia mayor deliberacion lo que se debia responder al capitan de aquellos extranjeros : con cuya resolucion se retiraron los embajadores á su alojamiento, y el senado se encerró para discurrir en las dificultades ó conveniencias de aquella demanda. Ponderóse mucho al principio la importancia del negocio, digno á su parecer de grande consideracion, y luego fueron discordando los votos, hasta que se redujo á porfía la variedad de los dictámenes. Unos esforzaban que se diese á los extranjeros el paso que pedian; otros que se les hiciese guerra, procnrando acabar con ellos de una vez; y otros que se les negase el paso; pero que se les permitiese la marcha por fuera de sus términos: cuya diferencia de pareceres duró con más voces que resolucion, hasta que Magiscatzin uno de los senadores, el más anciano y de mayor autoridad en la república, tomó la mano, Ꭹ haciéndose escuchar de todos, es tradicion que habló en esta sustancia:

<< Bien sabéis, nobles y valerosos Tlascaltecas, que fué

>> revelado á nuestros sacerdotes en los primeros siglos de » nuestra antigúedad, y se tiene hoy entre nosotros como >> punto de religion, que ha de venir á este mundo que >> habitamos una gente invencible de las regiones orien>> tales, con tanto dominio sobre los elementos, que fun» dará ciudades móvibles sobre las aguas, sirviéndose del » fuego y del aire para sujetar la tierra; y aunque entre la >>> gente de juicio no se crea que han de ser dioses vivos, >> como lo entiende la rudeza del vulgo, nos dice la misma >> tradicion que serán unos hombres celestiales, tan valero» sos que valdrá uno por mil, y tan benignos, que tratarán » sólo de que vivamos segun razon y justicia. No puedo »> negaros que me ha puesto en gran cuidado lo que con>> forman estas señas con las de esos extranjeros que te>> néis en vuestra vecindad. Ellos vienen por el rumbo del >> Oriente sus armas son de fuego casas marítimas sus >> embarcaciones: de su valentía ya os ha dicho la fama >> lo que obraron en Tabasco su benignidad ya la veis en » el agradecimiento de vuestros mismos confederados; » y si volvemos los ojos á esos cometas y señales del cielo, >> que repetidamente nos asombran, parece que nos hablan >> al cuidado, y vienen como avisos ó mensajeros de esta >> gran novedad. ¿ Pues quién habrá tan atrevido y temera>> rio, que si es ésta la gente de nuestras profecías, quiera >> probar sus fuerzas con el cielo, y tratar como enemigos » á los que traen por armas sus mismos decretos ? Yo por >> lo menos temeria la indignacion de los dioses, que cas>> tigan rigurosamente á sus rebeldes, y con sus mismos » rayos parece que nos están enseñando á obedecer, pues >> habla con todos la amenaza del trueno, y sólo se ve el >> estrago donde se conoció la resistencia. Pero yo quiero » que se desestimen como casuales estas evidencias, y que » los extranjeros sean hombres como nosotros; ¿qué daño >> nos han hecho para que tratemos de la venganza? ¿So>> bre qué injuria se ha de fundar esta violencia ? Tlascala » que mantiene su libertad con sus victorias, y sus victo>> rias con la razon de sus armas, & moverá una guerra vo>> luntaria que desacredite su gobierno y su valor? Esta >> gente viene de paz, su pretension es pasar por nuestra

>> república, no lo intenta sin nuestra permision; ¿ pues » dónde está su delito? ¿dónde nuestra provocacion ? <«<< Llegan á nuestros umbrales fiados en la sombra de >> nuestros amigos; ¿ y perderemos los amigos por atrope » llar á los que desean nuestra amistad? ¿Qué dirán de << esta accion los demas confederados? ¿Y què dirá la >> fama de nosotros si quinientos hombres nos obligan » á tomar las armas? ¿ Ganaráse tanto en vencerlos, » como se perderá en haberlos temido? Mi sentir es que >> los admitamos con benignidad y se les conceda el paso << que pretenden : si son hombres, porque está de su parte » la razon; y si son algo más, porque les basta para razon » la voluntad de los dioses. >>

Tuvo grande aplauso el parecer de Magiscatzin, y todos los votos se inclinaban á seguirlo por aclamacion, cuando pidió licencia para hablar uno de los senadores, que sellamaba Xicotencal, mozo de grande espíritu, que por su talento y bazañas ocupaba el puesto de general de las armas; y conseguida la licencia, y poco despues el silencio : << No en todos los negocios, dijo, se debe á las canas la >> primera seguridad de los aciertos, más inclinadas al re>> celo que á la osadía, y mejores consejeras de la pacien>> cia que del valor. Venero como vosotros la autoridad y >> el discurso de Magiscatzin; pero no extrañaréis en mi » edad y en mi profesion otros dictámenes ménos desen» gañados, y no sé si mejores; que cuando se habla de la » guerra, suele ser engañosa virtud la prudencia, porque >> tiene de pasion todo aquello que se parece al miedo. » Verdad es que se esperaban entre nosotros esos refor>> madores orientales, cuya venida dura en el vaticinio, y » tarda en el desengaño. No es mi ánimo desvanecer esta >> voz, que se ha hecho venerable con el sufrimiento de >> los siglos; pero dejadme que os pregunte, ¿qué seguri>> dad tenemos de que sean nuestros prometidos estos >> extranjeros? ¿Es lo mismo caminar por el rumbo del >> Oriente, que venir de las regiones celestiales, que con>> sideramos donde nace el sol? Las armas de fuego y las >> grandes embarcaciones que llamáis palacios marítimos, » ¿no pueden ser obra de la industria humana, que se ad

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>> miran porque no se han visto? Y quizá serán ilusiones » de algun encantamiento semejantes á los engaños de la » vista, que llamanos ciencia en nuestros agoreros. Lo » que obraron en Tabasco ¿fué más que romper un ejér>> cito superior? ¿Esto se pondera en Tlascala como sobre>> natural, donde se obran cada dia con la fuerza ordinaria >> mayores hazañas? Y esa benignidad que han usado con >> los Zempoales ¿no puede ser artificio para ganar á mé>> nos costa los pueblos? Yo por lo ménos la tendria por >> dulzura sospechosa de las que regalan el paladar para >> introducir el veneno; porque no conforma con lo demas » que sabemos de su codicia, soberbia y ambicion. Estos » hombres (si ya no son algunos monstruos que arrojó la » mar en nuestras costas) roban nuestros pueblos, viven >> al arbitrio de su antojo, sedientos del oro y de la plata, >> y dados á las delicias de la tierra: desprecian nuestras leyes: intentan novedades peligrosas en la justicia y en » la religion destruyen los templos: despedazan las aras; >> blasfeman de los dioses, ¿y se les da estimacion de ce» lestiales? ¿y se duda la razon de nuestra resistencia? » ¿y se escucha sin escándalo el nombre de la paz? Si los >> Zempoales y Totonaques los admitieron en su amistad, » fué sin consulta de nuestra república; y vienen ampara>> dos en una falta de atencion que merece castigo en sus >> valedores. Y esas impresiones del aire, y señales espan>> tosas tan encarecidas por Magiscatzin, ántes nos persua» den á que los tratemos como enemigos, porque siempre >> denotan calamidades y miserias. No nos avisa el cielo » con sus prodigios de lo que esperamos, sino de lo que >> debemos temer: que nunca se acompañan de errores » sus felicidades, ni enciende sus cometas para que se >> adormezca nuestro cuidado y se deje estar nuestra negligencia. Mi sentir es que se junten nuestras fuerzas y » se acabe de una vez con ellos, pues vienen á nuestro >> poder señalados con el índice de las estrellas, para que >> los miremos como tiranos de la patria y de los dioses; >> y librando en su castigo la reputacion de nuestras ar» mas, conozca el mundo que no es lo mismo ser inmor>> tales en Tabasco, que invencibles en Tlascala. »

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Hicieron mayor fuerza en el senado estas razones que las de Magiscatzin, porque conformaban más con la inclinacion de aquella gente, criada entre las armas, y llena de espíritus militares; pero vuelto á conferir el negocio, se resolvió, como temperamento de ambas opiniones, que Xicotencal juntase luégo sus tropas, y saliese á probar la mano con los Españoles, suponiendo que si los vencia se lograba el crédito de la nacion, y que si fuese vencido quedaria lugar para que la república tratase de la paz, echando la culpa de este acometimiento á los Otomies, y dando á entender que fué desórden y contratiempo de su ferocidad; para cuyo efecto dispusieron que fuesen detenidos en prision disimulada los embajadores zempoales, mirando tambien á la conservacion de sus confederados; porque no dejaron de conocer el peligro de aquella guerra, aunque la intentaron con poco recelo: tan valientes, que fiaron de su valor el suceso; pero tan avisados, que no perdieron de vista los accidentes de la otra fortuna.

CAPÍTULO XVI

Determinan los Españoles acercarse á Tlascala, teniendo á mala señal la detencion de sus mensajeros: pelean con un grueso de cinco mil indios que los esperaban emboscados, y despues con todo el poder de la república.

Ocho dias se detuvieron los Españoles en Xacazingo esperando á sus mensajeros, cuya tardanza se tenía ya por novedad considerable. Y Hernan Cortés, con acuerdo de sus capitanes y parecer de los cabos zempoales, que tambien solia favorecerlos y confiarlos con oir su dictámen, resolvió continuar su marcha, y ponerse más cerca de Tlascala para descubrir los intentos de aquellos indios, considerando que si estaban de guerra, como lo daban á entender los indicios antecedentes, confirmados ya con la detencion de los embajadores, sería mejor estrechar el tiempo á sus prevenciones y buscarlos en su misma ciudad, ántes que lograsen la ventaja de juntar sus tropas, y

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