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Penetró Hernan Cortés lo interior de su razonamiento, y teniendo por necesario el brio para desarmar el aparato de aquellas ponderaciones, le respondió: « que ya traia bas>> tante noticia del imperio y grandezas de Motezuma, y » que á ser menor príncipe, no viniera de tierras tan dis>> tantes á introducirle en la amistad de otro príncipe » mayor que su embajada era pacífica, y aquellas armas » que le acompañaban servian más á la autoridad que á » la fuerza ; pero que tuviesen entendido él y todos los ca>> ciques de su imperio que deseaba la paz sin temer la » guerra, porque el menor de sus soldados bastaria contra » un ejército de su rey: que nunca sacaria la espada sin >> justa provocacion; pero que una vez desnuda, llevaré, » dijo, á sangre y fuego cuanto se me pusiere delante, y » me asistirá la naturaleza con sus prodigios, y el cielo con » sus rayos, pues vengo á defender su causa, desterrando >> vuestros vicios, los errores de vuestra religion, y esos >> mismos sacrificios de sangre humana, que referís como » grandeza de vuestro rey. » Y luego á sus soldados, disolviendo lo visita: «Esto, amigos, es lo que buscamos, >> grandes dificultades y grandes riquezas de las unas se >> hace la fama, y de las otras la fortuna. » Con cuya breve oracion dejó á los indios ménos orgullosos, y con nuevo aliento á los Españoles; diciendo á unos y otros con poco artificio lo mismo que sentia, porque desde el principio de esta empresa puso Dios en su corazon una seguridad tan extraordinaria, que sin despreciar ni dejar de conocer los peligros, entraba en ellos como si tuviera en la mano los sucesos.

Cinco dias se detuvieron los Españoles en Zocothlan, y se conoció luégo en el cacique otro género de atencion, porque mejoraron las asistencias del ejército, y andaba más puntual en el agasajo de sus huéspedes. Dióle gran cuidado la respuesta de Cortés, y se conocia en él una especie de inquietud discursiva, que se formaba de sus mismas observaciones, como lo comunicó despues al padre fray Bartolomé de Olmedo. Juzgaba por una parte que no eran hombres los que se atrevian á Motezuma, y por otra que eran algo más los que hablaban con tanto desprecio de

sus dioses. Notaba con esta aprension la diferencia de los semblantes, la novedad de las armas, la extrañeza de los trajes, y la obediencia de los caballos pareciéndole tambien que tenian los Españoles superior razon en lo que discurrian contra la inhumanidad de sus sacrificios, contra la injusticia de sus leyes, y contra las permisiones de la sensualidad, tan desenfrenada entre aquellos bárbaros, que les eran lícitas las mayores injurias de la naturaleza ; y de todos estos principios sacaba consecuencias su estimacion, para creer que residia en ellos alguna deidad : que no hay entendimiento tan incapaz, que no conozca la fealdad de los vicios, por màs que los abrace la voluntad y los desfigure la costumbre. Pero le tenía tan poseido el temor de Motezuma, que áun para confesar la fuerza que le hacian estas consideraciones, echaba ménos su licencia. Contentóse con dar lo necesario para el sustento de la gente; y no atreviéndose á manifestar sus riquezas, anduvo escaso en los presentes; y fueron su mayor liberalidad cuatro esclavas, que dió á Cortés para la fábrica del pan, y veinte indios nobles que ofreció para que guiasen el ejército.

Movióse cuestion sobre el camino que se debia elegir para la marcha, y el cacique proponia el de la provincia de Cholula, por ser tierra pingüe y muy poblada; cuya gente más inclinada á la mercancía que á las armas, daria seguro y acomodado paso al ejército; y aconsejaba con grande aseveracion que no se intentase la marcha por el camino de Tlascala 1, por ser una provincia que estaba siempre de guerra, y sus habitadores de tan sangrienta inclinacion, que ponian su felicidad en hacer y conservar enemigos. Pero los indios principales que gobernaban la gente de Zempoala, dijeron reservadamente á Cortés que no se fiase de este consejo, porque Cholula era una ciudad muy populosa, de gente poco segura, y que en ella y en

1. Tascalteca la llama Cortés. Débese leer Tlaxcala; teniendo presente que la x tenía entre los indios un valor semejante en su sonido al que nosotros le damos actualmente. Por eso Cortés, remedando la pronunciacion de aquellos, escribe Sitouengal por Xicotencal.

las poblaciones de su distrito se alojaban ordinariamente los ejércitos de Motezuwa; siendo muy posible que aquel cacique los encaminase al riesgo con siniestra intencion, porque la provincia de Tlascala, por más que fuese grande y belicosa, tenía confederacion y amistad con los Totonaques y Zempoales que venian en su ejército, y estaba en contínua guerra contra Motezuma por cuyas dos consideraciones sería más seguro el paso por su tierra, y en compañía de sus aliados perderian los Españoles el horror de extranjeros. Pareció bien este discurso á Cortés, y hallando mayor razon para fiarse de los indios amigos, que de un cacique tan alento á Molezuma, mandó que marchase el ejército á la provincia de Tlascala, cuyos términos tardaron poco en descubrirse, porque confinaban conlos de Zocothlan, y en los primeros tránsitos no se ofreció accidente de consideracion; pero despues se fueron hallando algunos rumores de guerra; y se supo que estaba la tierra puesta en armas, y secreto el designio de este movimiento; por cuya causa resolvió Hernan Cortés que se hiciese alto en un lugar de mediana poblacion, que se llamaba Xacazingo, para informarse mejor de esta novedad.

Era entonces Tlascala una provincia de numerosa poblacion, cuyo circuito pasaba de cincuenta leguas, tierra montuosa y desigual, compuesta de frecuentes collados, hijos al parecer de la montaña que se llama hoy la gran cordillera. Los pueblos, de fábrica ménos hermosa que durable, ocupaban las eminencias donde tenian su habítacion, parte por aprovechar en su defensa las ventajas del terreno, y parte por dejar los llanos á la fertilidad de la tierra. Tuvieron reyes al principio, y duró su dominio algunos años, basta que sobreviniendo unas guerras civiles, perdieron la inclinacion de obedecer, y sacudieron el yugo. Pero como el pueblo no se puede mantener por sí, enemigo de la sujecion hasta que conoce los daños de la libertad, se redujeron á república, nombrando muchos príncipes para deshacerse de uno. Dividiéronse sus poblaciones en diferentes partidos ó cabeceras, y cada faccion nombraba uno de sus magnates que residiese en la corte de Tlascala, donde se formaba un senado, cuyas resolu

ciones obedecian. Con esta forma de gobierno se mantuvieron largo tiempo contra los reyes de Méjico, y entónces se hallaban en su mayor pujanza, porque las tiranías de Motezuma aumentaban sus confederados, y ya estaban en su partido los Otomíes, nacion bárbara entre los mismos bárbaros; pero muy solicitada para una guerra, donde no sabian diferenciar la valentía de la ferocidad.

Informado Cortés de estas noticias, y no hallando razon para despreciarlas, trató de enviar sus mensajeros á la república, para facilitar el tránsito de su ejército, cuya legacía encargó á cuatro zempoales de los que más suponian, instruyéndolos por medio de doña Marina y Aguilar en la oracion que habian de hacer al senado, hasta que la tomaron casi de memoria; y los eligió de los mismos que le propusieron en Zocothlan el camino de Tlascala, para que llevasen á la vista su consejo, y fuesen interesados en el buen suceso de la misma negociacion.

CAPÍTULO XV

Parten los cuatro enviados de Cortés á Tlascala: dase noticia del traje y estilo con que se daban las embajadas en aquella tierra, y de lo que discurrió la república sobre el punto de admitir de paz á los Españoles.

Adornáronse luégo los cuatro Zempoales con sus insignias de embajadores, para cuya funcion se ponian sobre los hombros una manta ó beca de algodon torcida y anudada por los extremos; en la mano derecha una saeta larga con las plumas en alto, y en el brazo izquierdo una rodela de concha. Conocíase por las plumas de la saeta el intento de la embajada, porque las rojas anunciaban la guerra, y las blancas denotaban la paz, al modo que los Romanos distinguian con diferentes símbolos á sus feciales y caduceadores. Por estas señas eran conocidos y respetados en los tránsitos; pero no podian salir de los caminos reales de la provincia donde iban, porque si los hallaban fuera de ellos

perdian el fuero y la inmunidad, cuyas exenciones tenian por sacrosantas, observando religiosamente este género de fe pública, que inventó la necesidad, y puso entre sus leyes el derecho de las gentes.

Con estas insignias de su ministerio entraron en Tlascala los cuatro enviados de Cortés, y conocidos por ellas, se les dió su alojamiento en la calpisca ; llamábase así la casa que tenian deputada para el recibimiento de los embajadores: y el dia siguiente se convocó el senado para oîrlos en una sala grande del consistorio, donde se juntaban á sus conferencias. Estaban los senadores sentados por su antigüedad sobre unos taburetes bajos de maderas extraordinarias, hechos de una pieza, que llamaban yopales; y luego que se dejaron ver los embajadores, se levantaron un poco de sus asientos, y los agasajaron con moderada cortesía. Entraron ellos con las saetas levantadas en alto, y las becas sobre las cabezas, que entre sus ceremonias era la de mayor sumision; y hecho el acatamiento al senado, caminaron poco á poco hasta la mitad de la sala, donde se pusieron de rodillas, y sin levantar los ojos esperaron á que se les diese licencia para hablar. Ordenóles el más antiguo que dijesen á lo que venian; y tomando asiento sobre sus mismas piernas, dijo uno de ellos á quien tocó la oracion por más despejado :

«< Noble república, valientes y poderosos Tlascaltecas : >> el señor de Zempoala, y los caciques de la serranía, >> vuestros amigos y confederados, os envían salud; y >> deseando la fertilidad de vuestras cosechas y la muerte >> de vuestros enemigos, os hacen saber que de las partes >> del Oriente han llegado á su tierra unos hombres invenci» bles, que parecen deidades, porque navegan sobre gran>> des palacios, y manejan los truenos y los rayos, armas >> reservadas al cielo; ministros de otro Dios superior á >> los nuestros, á quien ofenden las tiranías y los sacrificios » de sangre humana: que su capitan es embajador de un » príncipe muy poderoso, que con impulso de su religion >> desea remediar los abusos de nuestra tierra, y las vio>> lencias de Motezuma ; y habiendo redimido ya nuestras >> provincias de la opresion en que vivian, se halla obligado

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