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EMBARQUE DE HERNAN CORTÉS Y SUS SOLDADOS EN LA HABANA, DISPUESTOS

Á LA CONQUISTA DE MÉJICO.

embarque y que fué uno de los soldados de aquella expedicion, refiere el hecho de la manera que yo lo he consignado, contando los cumplimientos que cruzaron cuando Cortés fué á despedirse de Velazquez, la noche víspera del viaje.

Va Cortés con

la armada

á la villa de la Trinidad:

gente que en

En medio de las aclamaciones У del regocijo general, levaron anclas los veleros buques, y la lucida escuadra se dirigió á la imella se le reune portante villa de la Trinidad, donde fué para seguirle. recibida con indecible entusiasmo. Cortés alcanzó los obsequios de la poblacion entera, y los hidalgos principales le dispusieron un lujoso y cómodo alojamiento, donde se vió atendido satisfactoriamente.

La expedicion se habia hecho popular. La eleccion del caudillo que la mandaba, merecia la aprobacion general, y ninguno dudaba de los brillantes resultados de la em

presa.

Cortés desplegó enfrente de su alojamiento el estandarte mismo que levantó en Santiago, y publicó su jornada, invitando á que le acompañasen en ella. El nombre del general, su valor reconocido, su continente marcial, la buena posicion que ocupaba en la isla, su talento y su liberalidad, despertaron en todos el deseo de militar bajo sus órdenes. Varios distinguidos hidalgos y valientes capitanes se presentaron á formar parte de la expedicion. Figuraban, entre ellos, D. Pedro de Alvarado y sus cuatro hermanos, Gonzalo, Jorje, Gomez y Juan de Alvarado, Alonso Dávila, Juan de Escalante, Cristóbal de Olíd, y otros muchos que, poseyendo considerables bienes, los dejaron por el afan de gloria y de renombre.

TOMO II.

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Notables capita

nes que se unen

á Cortés.

éste les

hace.

Cortés, contento de la brillante disposicion que se demostraba en todos para la empresa Recepcion que que se acometia, envió una invitacion á los vecinos de la villa de Santi-Espíritus, para la jornada dispuesta á la Nueva-España, y pronto se presentaron, atraidos por la fama del caudillo, á filiarse en sus banderas, personas de alta calidad y de las mas consideradas en Santi-Espíritus. Figuraban, en primer término, Alonso Hernandez Portocarrero, Gonzalo de Sandoval, Juan Velazquez de Leon, pariente del gobernador Velazquez, Rodrigo Rangel y otros varios caballeros de notable nombradía, que hicieron un papel distinguido en las interesantes escenas que forman la historia de la conquista de Méjico.

Cortés, comprendiendo la importancia de los valientes capitanes que se acercaban á militar á sus órdenes, salió á recibirles con los oficiales y soldados que tenia, manifestándoles lo mucho que estimaba el esfuerzo y valor que les distinguia. Las músicas y las salvas de artillería con que fueron saludados, aumentaron el entusiasmo de los que formaban la atrevida expedicion, y despertaron en otros el deseo de pertenecer á ella.

Cortés, á la vez que atendia á las necesidades de sus soldados y al buen trato de los capitanes, se ocupaba con asiduidad en la compra de víveres, armas, caballos, y de cuanto era preciso para el abastecimiento de la armada.

Juan Sedeño,

En aquellos momentos llegó á entrar en el dueño de un puerto un barco cargado de vinos, pan de ca

barco, se une

á Cortés. zabe y tocino, que habia salido de la Habana, y cuyo dueño se dirigia á venderlos á un sitio próximo á

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Santiago de Cuba, en que se trabajaban unas minas de oro. El barco y el cargamento pertenecian á un rico propietario, llamado D. Juan Sedeño, que iba á bordo. Deseando saludar á Hernan Cortés, saltó á tierra y se dirigió á su alojamiento. Cortés le recibió con la afabilidad cautivadora que le era genial; y despues de una conversacion larga en que manifestó á Sedeño el buen servicio que podia prestar á la expedicion si le vendia las provisiones que llevaba, no solo alcanzó lo que pedia, sino que logró que le vendiese al fiado, además del cargamento, el barco, y que el rico Sedeño se resolviese á ser uno de los expedicionarios. (1)

Orden de

quitar el mando

á Cortés.

Mientras en el puerto de la Trinidad la poVelazquez para blacion entera procuraba facilitar á Cortés los víveres, armas y caballos necesarios, en Santiago, sus émulos, continuaban trabajando sin descanso, presentándole con los colores menos favorables á los ojos del gobernador Velazquez. Presentábanle casi en rebelion, dispuesto á alzarse con la armada en los momentos que se alejase de las costas de Cuba; deseoso de tomar venganza de la prision á que le redujo cuando conspiraba contra él, y como á enemigo personal que podria causarle graves daños. Las reiteradas calumnias de los parientes de Velazquez, inclinándole á la desconfianza, acabaron por fin de

(1) Prescott dice que «sabiendo Cortés que un buque cargado de víveres para las minas pasaba por la costa, mandó una de sus carabelas á que la apresase ó condujese al puerto; que le pagó á Sedeño el importe del cargamento, y le persuadió á que uniese su fortuna á la expedicion.» Bernal Diaz, testigo presencial, y el mas veraz de los escritores antiguos, refiere el hecho como acto voluntario de Sedeño, que llegó al puerto por su voluntad y no apresado.

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