Imatges de pàgina
PDF
EPUB

á aquella empresa. Pero nada digno de mencion pudiéramos referir que á nuestro propósito conviniese, concretándonos á tan memorable acontecimiento, porque si bien es cierto que á Jerusalen acudieron caballeros españoles, no lo es menos que para conducirlos no se aprestaron en nuestras costas escuadras que pudieran considerarse en son de guerra.

Perfeccionaban sin embargo el arte náutica los catalanes por aquel tiempo, bien que únicamente empleados en el comercio con las costas del continente que á los moros no estaban sujetas, y sus adelantos fueron de tal guisa, que pronto se vieron dispuestos á aparejar una gruesa armada con que servir al conde Remon Arnaldo Berenguer en la primera conquista de Mallorca. Pero conviene advertir, para que la exageracion no usurpe su lugar á lo mas cierto, que en la indicada empresa, acometida por los años de 1114, fueron pisanas y genovesas la mayor parte de las naves que trasportaron á la isla Balear las armas del conde cristiano, si bien esta circunstancia no obstó para que la emulacion diese en adelante, y aun entonces mismo, grande impulso al arte de navegar entre los catalanes. Por esto fué que al emprenderse la misma conquista por el rey don Jaime, año de 1229, cuentan las crónicas de comun acuerdo, que el rey conquistador conducia sus gentes en 150 navíos de alto bordo, que en aquella época se llamaban caudales, sin contar, por supuesto, las muchas barcas de chusma y gente allegadiza, ni las naves de genoveses y provenzales que acudieron á la empresa.

Habíalas entre todas de muy distintas formas, portes y tamaños; y como tales se distinguian entre sí por su respectivos nombres. Historiadores hay que á todas en general llaman galeras, esto por la poca aficion que tenian á apropiar su verdadera nomenclatura á las cosas y á las épocas, descuido lamentable que nos ha privado de muy necesarios conocimientos en las artes y ciencias. Otros mas allegados y tambien mas curiosos calificaron distintamente los vasos de la armada; y así dicen, por ejemplo, que se componia de 25 naves gruesas, 18 toridas, que eran navíos muy cómodos para pasar caballos, y 12 galeras; y entre otros navíos que llamaban trabuces y galeotas llegaban á 100, que componen justamente los 155 caudales de que hemos hecho mencion mas arriba. El que mas llamó la atencion entre todos fué un barco de Narbona, de tales dimensiones y capacidad, que contenia tres cubiertas ó puentes, el cual se contempló por todos como grande maravilla.

En abono de la ventajosa idea que debemos formar de la marina puramente española, correspondiente á aquellos tiempos, conviene tener presente, que toda la armada se dió á la vela del puerto de Salon, en el cual se habian reunido tanto número de vasos cual entonces no se acostumbraba, porque la incuria y menosprecio de los godos á las cosas de mar fueron causas bastantes para que aquel puerto se inutilizára durante siglos enteros.

Si cumpliera al plan de nuestra obra entrar en minuciosos detalles de las cosas de aquella espedicion, sin duda aclararíamos mas la parte descriptiva, no sin deleitar á nuestros lectores con el interés novelesco que ofrecen el tránsito, borras

[ocr errors]

cas, arribo y combates de los conquistadores, antes de alcanzar completa posesion de la işla. Pero nos contentaremos con bosquejar ligeramente el órden de la navegacion, conforme se emprendió al hacerse á la vela la armada desde el mencionado puerto.

Llevaba la vanguardia la nave capitana, montada por En Guillen de Moncada (1), vizconde de Bearne, que era la mas ligera entre todas las que concurrieron á la empresa; y como participaba tambien del carácter de guiadora, acomodó en su mástil una linterna pór faro. Inmediatamente seguian las naves gruesas, como si dijéramos los navíos de línea, en pos de las cuales azotaban sus remos las toridas conductoras de los caballos: á estas servian de escolta sucesivamente los trabuces y galeotas, cerrando la marcha otra nave preferente, que en la armada se llamaba de En Carroz, porque tal era el nombre del cómitre que la montaba, y en cuyo mástil lucia como en la primera otra linterna. Para dar calor á la espedicion y asegurar el viaje, repartiéronse las doce galeras fuera del órden principat, por los costados de la armada, porque en ella su instituto ó mision era reconocer y facilitar la navegacion, teniendo cuenta de uniformar en lo posible el órden, y remolcar en las ocasiones los navíos de mayor porte. El rey, para proveer el embarque de la muchedumbre que pretendia acompañarle en su arriesgada empresa, permaneció algunas horas sobre la costa, despues que la flota caminaba, contemplando á la vez cómo la mar llegaba á parecer blanca por la multitud de velas que do quier se descubria; pero no tardó en ponerse á la cabeza de aquella, montado sobre la galera de Mompeller, despues de haber recogido mas de dos mil hombres en barcas y otros vasos menores con que se aumentó la comitiva.

Tampoco podemos resistir al justo deseo de citar aquí algunos de los pasajes mas arriesgados de la travesía, porque ellos revelan el estado de la náutica en aquellos tiempos. Dice en su propia historia el rey don Jaime, que la armada principió á moverse impelida por la ventolina de terral (2); pero que apenas habria caminado veinte millas de mar cuando el viento mudó en leveche, por cuya razon los cómitres y pilotos le suplicaron que volviese de arribada á las recien 'abandonadas costas. El rey no consintió, porque su corazon', lleno del fuego de la juventud, como que contaba no mas veinte y un años, se dilataba en los arrebatos de su ya próxima gloria, y la flota continuó su derrotero, por mas que el viento arreciaba obligando á las. naves á seguirlo á toda orza, bien que continuasen durante la noche de la misma bordada.

Así que la isla se divisó claramente cuando ya el temporal habia calmado, túvose por conveniente arriar las velas á plano (3), para que la armada no fuese descubierta antes de tiempo: con este motivo se navegaba á fuerza de remo;

(4) En, es como si dijéramos Don, pues tal era en Cataluña por aquellos tiempos el término corriente para significar la nobleza de la persona á cuyo nombre se acomodaba.

(2) Viento flojo é inconstante de la parte de tierra: es mas comun en las madrugadas, y se considera el primero de los altanos.

(3) Palabras del propio rey en su crónica.

pero como en la segunda noche se dejase percibir la ventolina del Oeste, todas las naves largaron velas y se pusieron á rumbo con direccion al puerto de Poblenza. Favorecida la flota por la mas suave bonanza, marchaba gozando de un tiempo tanto mas delicioso, cuanto mas se recordaban los afanes de la pasada tormenta; pero de pronto se dejó ver una nube, al mismo tiempo que se percibió el viento contrario de la parte de Provenza ó Nor-Oeste, por cuya razon el cómitre de la galera real se preparó contra el nuevo peligro, colocando los marineros en sus correspondientes lugares, unos á las drisas, otros en las escotas, y los necesarios en las muras. Así ordenadas las cosas llegó el viento mas récio tomando la galera por la lua, á cuya novedad fué general en la armada la voz de arria, bien que la maniobra no se pudo ejecutar sin grandes peligros y trabajos hasta que todas las naves quedaron á palo seco. Hubo un momento de confusion general, como que los barcos llegaron á arremolinarse; pero el rey, tan esperto como el mas esperimentado almirante, preguntó á los cómitres si no habria algun puerto capaz de contener la armada, aunque no fuese el antes designado, con tal que el viento reinante favoreciese su derrota, y como entre aquellos se contaban algunos que habian aportado á Mallorca en otras ocasiones, no faltó quien indicase la facilidad de arribar al de la Palomera, con lo cual la galera del rey dió el nuevo rumbo izando vela. Todas las demás embarcaciones comprendieron la determinacion adoptada, é inmediatamente secundaron la maniobra con éxito tan feliz, que bien pronto pudieron virar con gran facilidad, hasta las que mas se habian sotaventado; de suerte que al dia siguiente habia aportado á la Palomera toda la armada, sin que de ella se perdiese un solo barco (1).

Despues de tan famosa conquista nada bastó á contener los progresos de la marina catalana, con tanto mas motivo cuanto que la incorporacion primero de Ibiza, y despues del reino de Valencia á la corona de Aragon, estendió los límites naturales de sus costas, puertos, astilleros, y todo otro género de recursos navales.

Lástima debe causarnos que el proyectado viaje de don Jaime á la Tierra Santa por los años de 1269, con una escuadra de treinta naves gruesas y gran número de galeras, se haya malogrado por los temporales, cuando tanto debian prometerse las armas cristianas, de los talentos y buenos sucesos con que siempre habia combatido por la estension de la fé aquel poderoso é intrépido mo

(1) No hemos olvidado las empresas y hazañas marítimas que acometieron los catalanes antes de la tan famosa conquista de Mallorca, por mas que no las citemos con particularidad en nuestra obra, ó las atribuyamos eseaṣa y aun estraña importancia. Nuestra reserva ó aparente descuido cuando tanto nos honran los viajes á la Palestina, la espedicion de catalanes contra Almería y la conquista de Tortosa, proviene del recto é imparcial juicio que hemos hecho de tan memorables acontecimientos, en los cuales, si nos corresponde la gloria de guerreros, no debemos aspirar á la de marinos, porque eran de estranjeros que los tripulaban, casi todos los buques que concurrieron á tales empresas. Tanto es cierto esto que, rendida Tortosa al conde de Barcelona, como á caudillo de la espedicion, hubo de repartirse el territorio de la ciudad, para satisfacer todos los derechos adquiridos, dando una tercera parte á los genoveses, otra al senescal de Cataluña, Guillermo de Moncada, una quinta á los caballeros templarios, y lo restante á la corona.

narca. Pero este contratiempo no obstó para que la marina continuase sus progresos hasta ponerse al nivel de la mas brillante que entonces se conocia; y por esto fué que el gran rey don Pedro, hijo y sucesor digno del famoso don Jaime, no contentándose con las victorias de sus armas en las fronteras naturales de su territorio, aprestó una poderosa flota por los años de 1282, y la condujo en persona contra las costas de Africa.

Por fortuna sin duda de los sarracenos, acontecieron por entonces las alteraciones en Sicilia, que prepararon al famoso Roger de Lauria aquella série de triunfos que le colocaron en el mas alto lugar, como valiente y afortunado, entre todos los almirantes de las armadas de España (1). El rey don Pedro, comprometido en la empresa contra Cárlos de Nápoles, volvió sus flotas á los mares de Italia, inaugurando la série de sus no interrumpidas victorias con la que le facilitó en las aguas de Calabria su hijo natural don Jaime Perez, el cual presentó por despojos de su triunfo veintidos galeras francesas y cuatro mil prisioneros. El ardor juvenil de este almirante le aconsejó en mal hora que acometiese la plaza de Reggio, contra las instrucciones espresas que de su padre tenia, y esto, y el haber perdido sin fruto parte de la reputacion ganada y algunos soldados, fueron causas bastantes para que el rey le separase del honroso cargo que ejercia; mas como este no pudiera estar vaco mucho tiempo, lo proveyó inmediatamente en el afortunado cuanto entendido Lauria.

De aquí parte la época de sus hazañas, debidas no menos á las concepciones atrevidas de su valor, que á la fama sucesiva de su nombre. Era hombre de escasa estatura, pero bien fornido y de fisonomía no repugnante: lo que le faltaba de cuerpo le sobraba de ánimo, y tenia desarrolladas sus fuerzas físicas como el que mas de su época. Su condicion era áspera: su trato no correspondia gran cosa á la educacion cortesana que habia recibido; pero en cambio se acomodaba perfectamente con las costumbres guerreras de su tiempo: era ágil, activo y muy capaz de ejecutar como simple marinero lo que mandaba como almirante en los combates duro é impasible, y feroz en las victorias, por lo cual la sola idea de su nombre era muy bastante para desanimar á sus mas poderosos contrarios. Su orgullo rayaba tan alto que, despues de muerto don Pedro, ni siquiera pudo soportar la voluntad del nuevo rey, siempre que no estuviese conforme con la suya, y este le hizo mudar de partido en diversas ocasiones. A haber nacido en mas humilde cuna dentro de nuestro territorio, su condicion indómita, su voluntad absoluta, sus instintos feroces y la independencia de su carácter, sin duda le hubieran hecho señalado lugar entre las bandas informes de los famosos Almogávares.

Tal era el hombre á cuyo cargo puso el rey don Pedro III de Aragon sus fuerzas navales para asegurar en sus sienes la corona de Sicilia, y no hay duda que correspondió dignamente á la confianza que en él se habia depositado,

(1) Roger de Lauria era calabrés de nacimiento; pero conducido en su niñez á la córte de don Pedro de Aragon, española fué su educacion, y española tambien toda su gloria.

:

puesto que el poder coaligado de las mas poderosas naciones, no fué bastante para amenguar ni un solo momento la fama conquistada por las fuerzas navales de aquel monarca.

[ocr errors]

Las aguas de Malta atestiguaron de Roger la primera hazaña. Allí fué el impávido almirante á encontrar, con diez y ocho que tenia á sus órdenes, veinte galeras francesas, y si bien por el descuido en que estas se hallaban, y á favor de la noche, pudiera apoderarse de ellas sin ser sentido, quiso batirse como general mas bien que vencer como corsario. Al efecto envió una barca á la armada enemiga previniéndola que, si no queria rendirse á discrecion, se apercibiese á la batalla cuando hubiesen pasado algunas horas despues del mensaje; y no hay duda que semejante confiada osadía debió influir necesariamente en el éxito de la pelea. Roger midió sus fuerzas personales con las del almirante enemigo, el cual, valiente como á su puesto cumplia, no hizo menos que entrar al abordaje por la proa en la nave de Lauria. Por mal de su osadía en ella encontró la muerte á manos de tan terrible adversario; y siendo esta la señal de victoria para la armada agresora, no tardó en coronarse con la presa de diez galeras y la rendicion de Gozo, Lipari y Malta.

[graphic][ocr errors][merged small]

En el año siguiente, que se contaba de 1284, fué mas considerable el triunfo que alcanzaron las armas del rey don Pedro, bajo la direccion de su ya acreditado almirante, sobre las costas de Nápoles. Allí habia concurrido el animoso Roger con cuarenta galeras á retar el poder mas considerable de sus enemigos, los cuales no se dejaron esperar mucho tiempo, saliendo á la mar acaudillados por el hijo heredero del rey Cárlos. Para aumentar la resistencia en el combate, y sostener

« AnteriorContinua »