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vincias que el alguacil mayor había ido a pacificar que viniesen a mí a mucha priesa, y me dijeron cómo por la costa andaban veinte navíos con mucha gente, y que no salían a tierra; y que porque no debía ser buena gente, si yo quería ir allá y ver lo que era, que ellos se aderezarían y irían de guerra conmigo a me ayudar; y para que los creyese trajéronme la figura de los navíos en un papel. Y como secretamente me hicieron saber esto, luego conocí su intención y que era maldad y rodeado para verme fuera desta provincia, porque como algunos de los principales della habían sabido que los días antes yo estaba de partida y vieron que me estaba quedo, habían buscado esta otra manera; y yo disimulé con ellos, y después prendí a algunos que lo habían ordenado. De manera que la venida del dicho Tapia y no tener experiencia de la tierra y gente della causó harto bullicio, y su estada ficiera mucho daño si Dios no lo hobiera remediado; y más servicio hobiera fecho a vuestra majestad estando en la isla Española, dejar su venida y consultarla primero a vuestra majestad y facerle saber el estado en que estaban las cosas destas partes, pues lo había sabido de los navíos que yo había enviado a la dicha isla por socorro, y sabía claramente haberse remediado el escándalo que se esperaba haber con la venida de la armada de Pánfilo de Narváez, aquel que principalmente por los gobernadores y Consejo real de vuestra majestad había sido proveído; mayormente que por el almirante y jueces y oficiales de vuestra majestad que residen en la dicha isla Española el dicho Tapia había sido requerido muchas veces que no curase de venir a estas partes sin que primero vuestra majestad fuese informado de todo lo que en ellas ha sucedido, y para ello le sobreseyeron su venida so ciertas penas; el cual, con formas que con ellos tuvo, mirando más su particular interés que a lo que al servicio de vuestra majestad convenía, trabajó que se le alzase el sobresei

miento de su venida. He fecho relación de todo ello a vuestra majestad porque cuando el dicho Tapia se partió los procuradores y yo no la ficimos porque él no fuera buen portador de nuestras cartas, y también porque vuestra majestad vea y crea que en no recibir al dicho Tapia vuestra majestad fué muy servido, según que más largamente se probará cada y cuando fuere

necesario.

En un capítulo antes deste he fecho saber a vuestra majestad cómo el capitán que había enviado a conquistar la provincia de Guaxaca la tenía pacífica y estaba esperando allí para ver lo que le mandaba; y porque de su persona había necesidad y era alcalde y teniente en la villa de Segura la Frontera, le escribí que los ochenta hombres y diez de caballo que tenía los diese a Pedro de Albarado, al cual enviaba a conquistar la provincia de Tatutepeque, que es cuarenta leguas adelante de la de Guaxaca, junto a la mar del Sur, y hacían mucho daño y guerra a los que se habían dado por vasallos de vuestra majestad y a los de la provincia de Tecoatepeque, porque nos habían dejado por su tierra entrar a descubrir la mar del Sur; y el dicho Pedro de Albarado se partió desta ciudad al último de enero deste presente año, y con la gente que de aquí llevó y con la que recibió en la provincia de Guaxaca juntó cuarenta de caballo y docientos peones, en que había cuarenta ballesteros y escopeteros, y dos tiros pequeños de campo; y dende a veinte días recibí cartas del dicho Pedro de Albarado cómo estaba de camino para la dicha provincia de Tatutepeque y que me hacía saber que había tomado ciertas espías naturales della; y habiéndose informado dellas, le habían dicho que el señor de Tatutepeque con su gente le estaba esperando en el campo, y que él iba con propósito de hacer en aquel camino toda su posibilidad por pacificar aquella provincia, y porque para ello, demás de los españoles, llevaba mucha y buena

gente de guerra. Y estando con mucho deseo esperando la sucesión de este negocio, a 4 de marzo deste mismo año recibi cartas del dicho Pedro de Albarado, en que me fizo saber cómo él había entrado en la provincia y que tres o cuatro poblaciones della se habían puesto en resistirle, pero que no habían perseverado en ello; y que habían entrado en la población y ciudad de Tatutepeque y habían sido bien recibidos, a lo que habían mostrado; y que el señor, que le había dicho que se aposentase allí en unas casas grandes suyas que tenían la cobertura de paja, y que porque eran en lugar algo no provechoso para los de caballo no habían querido sino abajarse a otra parte de la ciudad que era más llano; y que también lo había fecho porque luego entonces había sabido que le ordenaban de matar a él y a todos desta manera: que como todos los españoles estuviesen aposentados en las casas, que eran muy grandes, a media noche les pusiesen fuego y los quemasen a todos. Y como Dios le había descubierto este negocio, había disimulado y llevado consigo a lo bajo al señor de la provincia y un hijo suyo, y que los había detenido y tenía en su poder como presos, y le habían dado veinte y cinco mil castellanos, y que creía que, según los vasallos de aquel señor le decían, que tenía mucho tesoro, y que toda la provincia estaba tan pacífica que no podía ser más, y que tenían sus mercados y contratación como antes, y que la tierra era muy rica de oro de minas, y que en su presencia le habían sacado una muestra, la cual me envió; y que tres días antes había estado en la mar y tomado la posesión della por vuestra majestad, y que en su presencia habían sacado una muestra de perlas, que también me envió; las cuales, con la muestra del oro de minas, envío a vuestra majestad.

Como Dios nuestro Señor encaminaba bien esta negociación y iba cumpliendo el deseo que yo tengo de servir a vuestra majestad en esto de la mar del Sur,

por ser cosa de tanta importancia, he proveido con mucha diligencia que en la una de tres partes por do yo he descubierto la mar se hagan dos carabelas medianas y dos bergantines: las carabelas, para descubrir, y los bergantines, para seguir la costa; y para ello he enviado con una persona de recaudo bien cuarenta españoles, en que van maestros y carpinteros de ribera y aserradores y herreros y hombres de la mar; y he proveído a la villa por clavazón y velas y otros aparejos necesarios para los dichos navíos, y se dará toda la priesa que sea posible para los acabar y echar al agua; lo cual fecho, crea vuestra majestad que será la mayor cosa y en que más servicio redundará a vuestra majestad después que las Indias se han descubierto.

Estando en la ciudad de Tesaico, antes que de allí saliese a poner cerco a la de Temixtitán, aderezándonos y forneciéndonos de lo necesario para el dicho cerco, bien descuidado de lo que por ciertas personas se ordenaba, vino a mí una de aquellas que era en el concierto, y fízome saber cómo ciertos amigos de Diego Velázquez que estaban en mi compañía me tenían ordenada traición para me matar, y que entre ellos habían y tenían elegido capitán y alcalde mayor y alguacil y otros oficiales; y que en todo caso lo remediase, pues veía que, demás del escándalo que se seguiría por lo de mi persona, estaba claro que ningún español escaparía viéndonos revueltos a los unos y a los otros; y que para esto no solamente hallaríamos a los enemigos apercibidos, pero aun los que teníamos por amigos trabajarían de nos acabar a todos. E como yo vi que se me había revelado tan gran traición, di gracias a nuestro Señor, porque en aquello consistía el remedio. E luego hice prender al uno, que era el principal agresor, el cual espontáneamente confesó que él había ordenado y concertado con muchas personas, que en su confesión declaró, de me prender o matar y tomar la gobernación de la tierra por Diego Veláz

quez, y que era verdad que tenía ordenado de hacer capitán y alcalde mayor, y que él había de ser alguacil mayor y me había de prender o matar; y que en esto eran muchas personas, que él tenía puestas en una copia, la cual se halló en su posada, aunque hecha pedazos, con algunas de las dichas personas que declaró él había platicado lo susodicho; y que no solamente esto se había ordenado allí en Tesaico, pero que también lo había comunicado y puesto en plática estando en la guerra de la provincia de Tepeaca. E vista la confesión deste, el cual se decía Antonio de Villafaña, que era natural de Zamora, y cómo se certificó en ella, un alcalde y yo lo condenamos a muerte, la cual se ejecutó en su persona. Y caso que en este delito hallamos otros muy culpados, disimulé con ellos, haciéndoles obras de amigos, porque por ser el caso mío, aunque más propriamente se puede decir de vuestra majestad, no he querido proceder contra ellos rigurosamente; la cual disimulación no ha hecho mucho provecho, porque después acá algunos desta parcialidad de Diego Velázquez han buscado contra mí muchas asechanzas y de secreto hecho muchos bullicios y escándalos, en que me ha convenido tener más aviso de me guardar dellos que de nuestros enemigos. Pero Dios nuestro Señor lo ha siempre guiado en tal manera que sin hacer en aquéllos castigo ha habido y hay toda pacificación y tranquilidad; y si de aquí adelante sintiere otra cosa, castigarse ha conforme a justicia.

Después que se tomó la ciudad de Temixtitán, estando en esta de Cuyoacán, falleció don Fernando, señor de Tesaico, de que a todos nos pesó, porque era muy buen vasallo de vuestra majestad y muy amigo de los cristianos; y con parecer de los señores y principales de aquella ciudad y su provincia, en nombre de vuestra majestad, se dió el señorío a otro hermano suyo menor, el cual se bautizó y se le puso nombre don Carlos; y según dél hasta ahora se conoce,

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