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co y otro de la orden de Santo Domingo, los cuales tengan los más largos poderes que vuestra majestad pudiere; porque, por ser estas tierras tan apartadas de la iglesia romana y los cristianos que en ellas residimos y residieren tan lejos de los remedios de nuestras conciencias, y como humanos, tan sujetos a pecado, hay necesidad que en esto Su Santidad con nosotros se extienda en dar a estas personas muy largos poderes; y los tales poderes sucedan en las personas que siempre residan en estas partes, que sea en el general que fuere en estas tierras o en el provincial de cada una destas órdenes (1).

Los diezmos de estas partes se han arrendado de algunas villas, y de las otras andan en pregón, y arriéndase desde el año de 23 a esta parte; porque de los demás no me pareció que se debía hacer, porque ellos en sí fueron pocos y porque en aquel tiempo los que algunas crianzas tenían, como era en tiempo de guerras, gastaban más en sostenerlo que el provecho que dello habían; si otra cosa vuestra majestad enviare a mandar, hacerse ha lo que más fuere su servicio.

Los diezmos desta ciudad del dicho año de 23 y deste de 24 se remataron en cinco mil y quinientos y cincuenta pesos de oro, y los de las villas de Medellín y la Veracruz andan en precio de mil pesos de oro; por los dichos años no están rematadas; creo subirán más. Los de las otras villas no he sabido si están puestos en precio, porque, como están lejos, no he habido respuesta. Destos dineros se gastarán para hacer las iglesias y pagar los curas y sacristanes y ornamentos y otros gastos que fueren menester para las dichas iglesias; y de todo tendrá cuenta el contador y

(1) Merced a estos requerimientos, los Papas León X (1521) y Adriano VI (1522) otorgaron bulas a los religiosos de la Orden de San Francisco. Fueron a Nueva España fray Juan de Tecto, que murió en la desdichada expedición de Cortés a Honduras (véase nota de la página 139), Ayora y fray Pedro de Gante. Fundó la Orden en Méjico mismo (1525) el convento e iglesia de San Francisco, y en Tepetlaxtoc, otro la Orden de los Dominiços.

tesorero de vuestra majestad, porque todo se entregará al dicho tesorero, y lo que se gastare será por libramiento del contador y mío.

Asimismo, muy católico Señor, he sido informado, de los navíos que ahora han venido de las islas, que los jueces y oficiales de vuestra majestad que en la isla Española residen han proveido y mandado apregonar en la dicha isla y en todas las otras que no saquen yeguas ni otras cosas que puedan multiplicar para esta Nueva España, so pena de muerte; y hanlo hecho a fin que siempre tengamos necesidad de comprarles sus ganados y bestias y ellos nos los vendan por excesivos precios; y no lo debieran hacer así, por estar notorio del mucho deservicio que a vuestra majestad se hace en excusar que esta tierra se pueble y se pacifique, pues saben cuánta necesidad hay desto que ellos defienden para sostener lo ganado y ganar lo que más hay, como por las buenas obras y mucho noblecimiento que aquellas islas desta Nueva España han recibido; y porque, en la verdad, ellos allá tienen poca necesidad de lo que defienden, suplico a vuestra majestad lo mande proveer, enviando a aquellas islas su provisión real para que todas las personas que lo quisieren sacar lo puedan hacer, sin pena alguna, y a ellos, que no lo defiendan; porque, demás de no les hacer a ellos falta, vuestra majestad sería dello muy deservido, porque no podríamos acá hacer nada en conquistar cosa de nuevo ni aun sostener lo conquistado, y yo me hubiera pagado bien desto; de manera que ellos holgaran de reponer sus mandamientos y pregones; porque con dar yo otro para que ninguna cosa que de aquellas islas se trajese se descargase en esta tierra, si no fuese las que ellos defienden, ellos holgarían de dejar traer lo uno porque se les recibiese lo otro, pues no tienen otro remedio para tener algo sino la contratación desta tierra; que antes que la tuviesen no había entre todos los vecinos de las islas

mil pesos de oro y ahora tienen más que en algún tiempo tuvieron; mas por no dar lugar a que los que han querido mal decir puedan extender sus lenguas, lo he disimulado hasta lo manifestar a vuestra majestad, para que vuestra alteza lo mande proveer como convenga a su real servicio.

También he hecho saber a vuestra cesárea majestad la necesidad que hay que a esta tierra se traigan plantas de todas suertes, y por el aparejo que en esta tierra hay de todo género de agricultura; y porque hasta ahora ninguna cosa se ha proveído, torno a suplicar a vuestra majestad, porque dello será muy servido, mande enviar su provisión a la casa de la contratación de Sevilla para que cada navío traiga cierta cantidad de plantas y que no pueda salir sin ellas, porque será mucha causa para la población y perpetuación della.

Como a mí me convenga buscar toda la buena orden que sea posible para que estas tierras se pueblen, y los españoles pobladores y los naturales dellas se conserven y perpetúen, y nuestra santa fe en todo se arraigue, pues vuestra majestad me hizo merced de me dar cuidado, y Dios Nuestro Señor fué servido de me hacer medio por donde viniese en su conocimiento, y debajo del imperial yugo de vuestra alteza hice ciertas ordenanzas y las mandé pregonar, y porque dellas envío copia a vuestra majestad, no terné que decir sino que, a todo lo que acá yo he podido sentir, es cosa muy conveniente que las dichas ordenanzas se cumplan. De algunas dellas los españoles que en estas partes residen no están muy satisfechos, en especial de aquellas que los obligan a arraigarse en la tierra; porque todos, o los más, tienen pensamientos de se haber con estas tierras como se han habido con las islas que antes se poblaron, que es esquilmarlas y destruirlas, y después dejarlas; y porque me parece que sería muy gran culpa a los que de lo pasado tenemos experiencia no remediar lo presente y por venir, pro

veyendo en aquellas cosas por donde nos es notorio haberse perdido las dichas islas, mayormente siendo esta tierra, como yo muchas veces a vuestra majestad he escrito, de tanta grandeza y nobleza, y donde tanto Dios Nuestro Señor puede ser servido y las reales rentas de vuestra majestad acrecentadas, suplico a vuestra majestad las mande mirar, y de aquello que más vuestra alteza fuere servido me envíe a mandar la orden que debo tener así en el cumplimiento destas dichas ordenanzas como en las que más vuestra majestad fuere servido que se guarden y cumplan; y siempre terné cuidado de añadir lo que más me pareciere que conviene, porque como por la grandeza y diversidad de las tierras que cada día se descubren, y pormuchos secretos que cada día de lo descubierto conocemos, hay necesidad que a nuevos acontecimientos haya nuevos pareceres y consejos, y si en algunos de los que he dicho, o de aquí adelante dijere a vuestra majestad, le pareciere que contradigo algunos de los pasados, crea vuestra excelencia que nuevo caso me hace dar nuevo parecer.

Invictísimo César, Dios Nuestro Señor la imperial persona de vuestra majestad guarde, y con acrecentamiento de muy mayores reinos y señoríos, por muy largos tiempos en su santo servicio prospere y conserve, con todo lo demás que por vuestra alteza se desea. De la gran ciudad de Temixtitán desta Nueva España, 15 días del mes de octubre de 1524 años.De vuestra sacra majestad muy humilde siervo y vasallo, que los reales pies y manos de vuestra majestad besa. HERNANDO Cortés.

CARTA QUINTA

DIRIGIDA A LA SACRA CATÓLICA CESÁREA MAJESTAD DEL INVICTÍSIMO EMPERADOR DON CARLOS V, DESDE LA CIUDAD DE TENṆuxtitán, a 3 de septiembre de 1526 AÑOS

Sacra católica cesárea majestad: En 23 días del mes de otubre del año pasado de 1525 despaché un navío para la isla Española desde la villa de Trujillo, del puerto y cabo de Honduras, y con un criado mío que en él envié, que había de parar en esos reinos, escrebi a vuestra majestad algunas cosas de las que en aquel que llaman golfo de Higueras habían pasado, así entre los capitanes que yo envié y el capitán Gil González, como después que yo vine; y porque al tiempo que despaché el dicho navío y mensajero no pude dar a vuestra majestad cuenta de mi camino y cosas que en él me acaecieron después que partí desta gran ciudad de Tenuxtitán, hasta topar con las gentes de aquellas partes, son cosas que es bien que vuestra alteza las sepa, al menos por no perder yo el estilo que tengo, que es no dejar cosa que a vuestra majestad no manifieste, las relataré en suma lo mejor que yo pudiere, porque decirlas como pasan, ni yo las sabría significar ni por lo que yo dijese allá se podrían comprender; pero diré las cosas notables y más principales que en el dicho camino me acaecieron; aunque hartas quedarán por acepsorias que cada una dellas podrá dar materia de larga escritura.

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