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haber cenado y secado mi vestido, camisa y jubon, me le puse y me volví a abrigar con lo demas.

Este cacique Inailican era uno de los que ofrecieron pagas para comprarme, en el parlamento que para el efecto se hizo en el camino, segun queda referido, y de los que mas apretaban en que con mi cabeza se hiciese parlamento jeneral para la convocacion de toda la tierra: aunque luego que entré en su rancho reconocí ser uno de los contenidos, no quise manifestar el disgusto grande que me habia causado el haberle visto; porque el spíritu es fiel, y leal el corazon, pues su presencia me perturbó el ánimo de manera que desasosegado no cabia en el pecho, leyendo en profecía la dañada intencion que en el suyo estaba escrita. Saqué fuerzas de flaqueza para mostrarme placentero alegre y gustoso, encubriendo con el semblante lo que el alma interiormente padecia]trayendo a la memoria la prudencia y sagacidad con que disimuló su pesar y sentimiento la santa reina Esther, cuando entró a pedir al rei el perdón de su judaico pueblo, como lo refiere el texto sagrado. Así me sucedia siempre que le tenia presente y le brindaba benigno y amoroso, mintiendo y adulando contra todo mi natural por contemplar a un indio bárbaro, siendo este mal stilo a mi inclinacion contrario, que solo en conocidos lances y conocidos riesgos de la vida puede tolerarse, y por simulacion prudente permitirse y aunque a los principios se tuvo por perjudicial vicio, hoi dijo un autor grave que se tenia por oficio. Y a este propósito Terencio elegantemente dijo:

Postremo imperavi egomet mihi

Omnia assentari: is quæstus nunc est uberrimus.

Mandé yo imperiosamente

a mí mesmo que adulase,

porque del fruto gozase

que en este tiempo es corriente;

y le juzgo conveniente

aunque en otro fuese vicio,

pues se ha trocado en oficio
de los mas calificados,
dando ser a los privados
y aun a los locos juïcio.

Hoi es corriente uso y aplaudido modo, pues hai pocos que no se sujetan a la blanda adulacion, o a lo ménos no se tiemplen con halagüeñas razones, como lo notó San Gregorio sobre el capítulo 15 del primer libro de los Reyes. Llegó el profeta Samuel a reprehender al rei Saul, que contra el órden y el mandato de Dios habia reservado los ganados de Amalec, y a su rei Agag, y preguntándole qué balidos y Voces eran las que se oian y resonaban de ganados, respondió Saul : la multitud del pueblo perdonó o reservó lo mejor de los ganados para sacrificar a tu Dios. ¿Por qué Saul le dice al profeta, que los

te

ganados se reservaron para sacrificar a su Dios? no es jeneralmeny en comun de todos este gran Señor? claro está que sí; mas parece que quiso el rei hacer esta lisonja al profeta, como lo advirtió el santo citado. ¿Fué esta sola la adulacion o lisonja de Saul? Mas adelante pasa. Apénas habia divisado al profeta, o llegado a su presencia, cuando le dijo: bendito seas tú en el Señor, cuyo órden ejecuté con toda puntualidad y cuidado. ¿A qué se encaminó esta salutacion humilde? Díjolo nuestro gran arzobispo Villarroel. Vió el azote (dice) en el aspecto del profeta y puso de por medio la adulacion suave: así lo notó San Gregorio diciendo, que solicitó el rei templarla con adulatorias razones. ¿Qué fué lo que respondió el profeta? Déjame (dijo) para que te signifique la embajada que traigo: verdaderamente que da qué pensar la palabra del profeta en decir que le deje. ¿Por ventura el rei Saul tapóle la boca, o ligóle la lengua? No por cierto, pero diónos a entender, que es recia cosa hablar desabridamente al que alabándole obliga: así lo dijo el mesmo San Gregorio, como si dijese: siento el decirte un pesar; dame licencia para darte mi embajada. Tanto esfuerzo como este ostenta la adulacion.

Poco me valió en esta ocasion la que finjia, que hai adulaciones desgraciadas, cuando se encuentran con personas privadas del juicio (y verdaderamente que siempre habian de tener el pago que merecen). Fuéronse continuando los bríndis y calentándose con ellos las molleras, y juntamente mi contrario poniéndose mas furioso, que es mui propio de la embriaguez la insolencia y la maldad, acompañadas con temerarias acciones. Así lo sintió el ilustrísimo Villarroel diciendo, que no pudiera Herodes haber visto degollado a San Juan Baptista si no se hallase privado y con el vino enfurecido, porque era grande el respeto y reverencia que le tenia. San Pedro Crisólogo, hablando de la embriaguez de este tirano, dijo, que es madre de la mortandad, padre de los litijios y pleitos, oríjen del furor y cólera, maestra de la insolencia, y quien consigo tiene este vicio, no se tiene a sí.

Luego que ví el alboroto y la contienda de palabras que se iba armando entre el cacique Inailican, dueño de aquel rancho, y mi amo, se me puso el corazon entre dos piedras, recelando en mí los efectos que de ordinario se orijinan de semejantes concursos, entre estos bárbaros enemigos, privados del natural conocimiento; apartéme algo del fuego, y a las espaldas de Maulican mi amo, me puse recostado a su sombra, haciendo que dormia, y nunca mas despierto: porque con el temor y el recelo con que me hallaba, atendia cuidadoso a las razones de los unos y de los otros, para ver en que paraban sus litijios. El cacique Inailican decia enfurecido a mi amo, que era amigo de españoles (que entre ellos es baldon grande darles este título), y que no entendiese que le habia de durar mucho su español, con quien pretendia granjear crédito, nombre y opinion. Pues como tambien estaba alborotado, y con alientos procedidos de lo que habia bebido, le respondió enfadado, que ¿quién habia de llegar a su español sin su consentimiento y gusto?

Con esto se enfureció mas el cacique y se levantó de su asiento dando traspiés, diciendo: yo te le quitaré y le mataré aquí luego. A esto se entraron de por medio dos caciques de su parcialidad de los que habian llegado al festejo, y le apartaron y llevaron a otro fogon de los que habia en el rancho; y Maulican mi amo se estuvo asentado sin hacer caudal de lo que el otro habia dicho. Yo estaba a sus espaldas con gran recelo y temor, encomendándome a Dios y pidiéndole favor en aquellos aprietos y trabajos. Luego que se sosegó algun tanto el colérico cacique, me asió de la mano Maulican mi amo, y me sacó afuera de la casa y llevó a un ranchuelo que estaba algo distante de ella a sus espaldas, entre unos coleales, que llamamos cañas bravas, que servia de gallinero, roto y abierto por muchas partes. Y en él me entró diciendo, que-me estuviese quieto y sosegado, de manera que si acaso oyese algun ruido y a él dar voces y gritos, que saliese dei ranchuelo y me fuese a emboscar en la montaña que arrimada a las cañas o coleal estaba, y que sus voces serian la seña de que solicitaban mi persona. Dejóme otra manta suya para que me abrigase y defendiese de noche tan tempestuosa, consolándome con decir, que aquel cacique estaba borracho y sin juicio, y que no queria que me sucediese con él alguna mohina, por lo cual le parecia mas conveniente apartarme de su vista hasta que se le pasase la furia. Con esto me entró por un agujero o boqueron que tenia la chozuela entre otros, que era lo propio o peor entrarse en ella para el abrigo, que estarse en la campaña. Quise arrimarme a lo que me pareció mas enjuto y abrigado, y encontré con unas gallinas, que empezaron a gritar y a hacer ruido, que me obligaron a que me asentase en medio, adonde combatia el viento y el agua, aunque con moderacion por estar al abrigo de aquellas cañas bravas. Fuése mi amo dejándome de la suerte referida en aquel gallinero, adonde por una parte el agua, el viento y frio me molestaban, y por otra el estiércol de las gallinas que sobre mi cabeza mui de ordinario caia. Y si mudarme a alguna parte intentaba y arrimarme mas adentro, se alborotaban, de manera que me hallé obligado a ǹo mover los piés ni las manos del lugar en que estaba como en prensa; y este fué el mayor consuelo que tenia en medio de los cuidados y aflicciones que me causaban tantos y tan varios infortunios, como los que iba experimentando cada dia. Cuidadoso y desvelado me halló toda la noche, sin poder un rato entregar al sueño los sentidos, escuchando y atendiendo a las voces, gritos y ruido que en el rancho habia, que aunque eran orijinados de la chicha y efectos de su calidad, me parecia a mí que cualquier alboroto o movimiento que se hacia, se encaminaba a mi daño; y aunque el temporal era excesivo y la noche oscura y tenebrosa, me determiné a salir del rancho o medio choza y a arrimarme poco a poco a las espaldas de la casa, a escuchar lo que platicaban; adonde estuve un buen rato, y como reconocí que el ruido y las Voces entre cantos confusos eran alboroto y parto de la chicha y abundantes licores que tenian, sin que se tratase mas de la contienda, me volví al gallinero como de ántes,

a esperar de mi amo el órden que me daba, y lo que con acuerdo resolvia. Y estando de pensamientos varios combatido, y de penas y aflicciones rodeado, considerando la inconstancia de los tiempos y de los altibajos de nuestra humana vida, se vinieron al entendimiento los siguientes versos:

A LA INCONSTANTE FORTUNA.

Rueda, fortuna, no pares
hasta volver a subirme,

porque el bien de un desdichado
en tu variedad consiste.
Un tiempo me colocaste
con las estrellas mas firmes,
y ahora me tienes puesto
en la tierra mas humilde.
Entónces me ví tan alto,
que me pareció imposible
ver mis glorias humilladas
a los piés de quien las pise.
Tan dichoso fuí en un tiempo,
que me diste lo que quise,
y hoi te me muestras contraria,
quitándome lo que diste.

Tu natural inconstante
con varios efectos vive,
abatiendo al que merece,
sublimando al que no sirve.

Si tu inconstancia ignorara
quejarme fuera posible,
pero es forzoso que ruedes
cuando con tu ser te mides.

La esperanza me sustenta
de ver que cuando me aflijes,
tanto mas cerca me hallo
de la gloria que me impides.
Que no pares en mi daño
la rueda, quiero pedirte,
porque es mi dicha tan corta

que presumo ha de estar firme.

CAPITULO XXI.

En que se prosigue el infortunio en que se vió el autor, y de como salió huyendo de casa de Inailican, y lo que le sucedió en el camino hasta llegar a las tierras de su amo y a su casa; y se da fin al primer discurso.

En estos discursos y varios pensamientos divertido estuve parte de la noche, y al romper el silencio oscuro el alba, llegó Maulican mi amo con dos caballos ensillados que le habian prestado sus amigos, dejando al cacique Inailican durmiendo la borrachera, y me hizo montar en el uno, y a aquellas horas les dimos rienda y marchamos hasta sus tierras.

Y aunque me hallaba debilitado, mojado y helado de frio, tuve por conveniente no volver a entrar al rancho de aquel cacique inhumano, y para mí fiera cruel; salimos como de rebozo, como huyendo. Y aunque el viento habia amainado y suspendido su violencia, estaba en su punto el agua dejándose caer a plomo; y a buen paso subimos las lomas y cerros de Elol, que eran las que traia marcadas Maulican para encaminarse a su tierra. Y habiendo caminado poco mas de dos leguas, encontramos en medio de aquellos cerros otros ranchos del cacique Antegüeno, que forzosamente habíamos de pasar por ellos porque el camino nos llevó a sus puertas, adonde salió el cacique y nos hizo apear de los caballos con repugnancia de mi amo; y verdaderamente que yo lo deseaba con extremo, porque el hambre y el frio bastantemente me tenian apretado y desvanecido. Desmontamos de los rocines y a unos árboles vistosos los atamos, que cerca de la puerta hermoseaban el sitio y su contorno, por ser de calidad que todo el año conservaban verde y vistosísima la hoja, demas de ser crecidos y cópados; y cuando estan con su fruta colorada, es a la vista apacible y deleitable: a estos llaman pengus, que su sombra tambien es copiosísima y saludable de verano, y las hojas, batidas y oprimidas, despiden de sí un fragante olor y mui suave, y puestas en la cabeza, mitigan el dolor de ella causado del calor y de la fuerza que el sol tiene de verano. Y la corteza y fruta son medicinales para achaques del vientre y del estómago. Entramos adentro de la casa, y el cacique Antegüeno (que tambien era de los que se hallaron en el parlamento de mi venta o compra) nos llevó a un extremado fogon, dividido de otros que habia dentro, en que asistian las mujeres; allí nos hizo poner unas esteras en que asentarnos, y mandó a un criado suyo que desensillase nuestros caballos, a que repugnó Maulican diciendo, que habia de pasar a su tierra luego aunque el agua no cesase, que ya estábamos acostumbrados a las inclemencias del tiempo y a estar mojados de ordinario. A que le respondió el cacique, que para dos leguas que le quedaban para su tierra, tenia bastante tiempo aunque saliese a la tarde. Con todo eso (repitió mi amc), quisiera llegar temprano para excusar andar de noche, y porque há muchos dias que me aguardan en mi casa. Ea pues! le dijo Antegüeno, calentáos ahora un rato, y comeréis un bocado y ese pobre capitan que trais [sic], que me causa compasion de verlo, que vendrá helado de frio y cansado. Con esto que le oí decir, me consolé grandemente, porque como era de los contenidos en la junta y parlamento referido, juzgué que fuese como el pasado: pero, adondequiera hai buenos y malos, unos de un natural y otros de otro. Este Antegüeno era hermano del pasado Inailican, y no en la condicion ni en las costumbres, porque se ajustaba al nombre de Antegüeno, que quiere decir sol del cielo, cuyos efectos son jenerosos, saludables, suaves y apacibles. Por ser el capitan y príncipe de las antorchas y luces de esos cielos es el corazon del mundo y su templanza; con su grandeza se ilustran todas las cosas de esta vida, como lo notó Ciceron tratando de las calidades

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