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Eripiunt subito nubes cœlumque diemque
Teucrorum ex oculis; ponto nox incubat atra.
Intonuere poli, et crebris micat ignibus æther;
Præsentemque viris intentant omnia mortem.

Las densas nubes súbito quitaban
De nuestra vista el cielo, luz y el dia ;
Las lóbregas tinieblas desataban
Sus tenebrosas lluvias a porfía;

Los varios elementos contrastaban,

Y el antártico polo despedia

Rayos de fuego entre nevadas puntas,
Intimando la muerte todas juntas.

Continuando aquella veredilla, fuimos sin saber para dónde nos encaminaba, y esto seria ya mas de una hora de la noche, que no nos veíamos cosa alguna el uno al otro, y dentro de breve rato me significó el compañero, que le parecia ir fuera de camino y habérsele perdido la vereda; apeóse del caballo y halló ser verdad lo que decia, y díjome atribulado: capitan! perdidos somos, que no sé adónde estoi ni ácia dónde habemos de tirar; apéate tú tambien y rastrearémos el camino, que no puede estar léjos de nosotros. (Malísima era la gana que tenia entónces de apearme, porque el temporal crecia, el viento bramaba, los montes se estremecian, la tierra convertida en mar nos anegaba, el cielo con heladas saetas nos combatia, los elementos todos se encontraban, los truenos, rayos y relámpagos contínuos nos causaban temor y espanto, aunque a veces algun consuelo porque nos servian sus resplandores ardientes de lucidas antorchas para podernos divisar el uno al otro.) Respondíle, que quién nos habia de arrear los caballos, pues aun estando sobre ellos no querian dar paso para adelante, sino era mui oprimidos de las espuelas. Teneis razon, me respondió mi amo, id vos a caballo, y arrearéis el mio, que yo quiero buscar a pié la vereda, que no puede faltar de por aquí cerca. Consoléme grandemente de que no me volviese a decir que me apease, y luego al punto hice lo que me ordenó, y fuimos atravesando ácia la parte del sur mas de seis cuadras, que la derrota para sus tierras habia de ser al poniente, y habiendo visto que en tan largo tiempo como el que habíamos gastado en demanda del camino, ni en tanto trecho, no le topaba ni podia palpar, Maulican mi amo determinó volver ácia la parte del norte; y como el agua y viento era recio y desaforado, que dándonos en el rostro de lleno y a los caballos por delante, era imposible hacerles dar paso porque volvian las ancas a huracan tan deshecho mezclado con helada nieve y agua, y a nosotros parecia que intentaba volarnos de los caballos, y viendo la contradicion grande que nos hacian tan contrarios elementos y feroces, le dije a mi amo, que era imposible contrastar con ellos, que tendria por mas acertado el arrimarnos a alguna montaña espesa y abrigada adonde pudiésemos pasar tan tenebrosa noche y repararnos de tempestad tan deshecha, pues las gotas de agua que caian,

nos las embocaba el viento como balas por cualquiera parte que se desf cubria el rostro. Parecióle bien y mi consejo acertado al compañero, y volvimos las espaldas a tan embravecido y sañudo tiempo, y viento en popa y aguas abajo (como dicen) caminamos en demanda de algun bajo y montuoso sitio, adonde pudiésemos tener reparo y abrigo para podernos librar de aquel huracan deshecho que nos atribulaba y aflijia. Marchamos mas de una legua sin poder encontrar lo que buscábamos, cayendo y levantando en los pantanos, quebradas y zanjones, nunca continuados. Ya con la resolucion última el compañero habia subido en su caballo, y como iba guiando por delante, dió de hocicos con caballo y todo en un zanjon, quebrada o foso hondo, que no sabré decir lo que fué, pues no nos podimos [sic] ver el uno al otro con la grande oscuridad de tan perversa noche. Al ruido de la porrada del caballo y tropezon extraño, me detuve, y él me dijo, caido en el suelo : tenéos allá, capitan, no pascis acá hasta que reconozca si hai otro paso mas arriba o mas abajo. Dió una vuelta por una y otra parte, y como los relámpagos, truenos y rayos eran tan contínuos, con el resplandor de ellos divisó cerca de sí una veredilla, que palpándola con las manos, la pudo bien reconocer y rejistrar.

Yo estaba a todo esto detenido, sin atreverme a dar paso por adonde habia visto caer al compañero, que es sobrada inadvertencia no huir del peligro en que se ha visto despeñarse otro. Pasó por otra parte poco a poco y descubrió mas arriba mejor paso, por el cual me llevó sin topar impedimento alguno; con que seguimos la vereda que la fortuna nos habia deparado, y para no perderla no quiso volver a montar en su caballo y me mandó se le arrease, porque queria con piés y manos irla palpando por no dar lugar a que se le fuese de las manos. Seguímosla poco mas o ménos de una legua, y al descender por una loma rasa, que su fin era un valle hondable adonde no batia con tanta fuerza el viento, dimos en él con nuestros cuerpos, porque estaba sembrado de espesos arbolitos de culenes, que nosotros llamamos albahaquillas del campo. Corria por en medio dél un estero, que pareció no poder perjudicarnos: arrimámonos a él porque el viento no batia con tanta fuerza................. ..(1).

.....

CAPITULO XIX.

.reconociendo el paraje que juzgamos que podia ser el que asistimos, hallamos que solo las puntas de los árboles y ramones se descubrian: traíamos nuestras sillas sobre la cabeza, que todavía nos servian de algun reparo para que el agua no nos entrase por la cabeza y saliese por los piés. Fuimos el estero abajo en de

(1) Del contexto y la foliacion del MS. se infiere que falta aquí una hoja, con la que se ha perdido el fin del cap. 18 y el principio del siguiente.

manda de nuestros animales, a ver si por alguna parte habian salido de aquel arrebatado piélago, y volvimos a subir a un alto de aquel cerro para divisar desde la cumbre mas a lo largo la campaña. Y en toda ella no se descubrian, con que tuvimos por cierto que las violentas aguas del estero habian dado fin a sus vitales alientos, por haberlos. imposibilitado con las ligaduras que en las manos les pusimos, que a no haber estado de aquella suerte, hubieran sin dificultad alguna salido a salvamento. Desafuciados ya de topar con nuestras bestias, perdidos en aquella campaña, sin saber por adonde habíamos de encaminarnos ni pasar el estero embravecido, habiendo divisado de la otra banda dél los cerros y lomas altas de Elol, que eran adonde llevaba la mira puesta mi amo, nos hallamos suspensos y confusos.

Entramos en acuerdo para determinar y resolver lo que habíamos de hacer; y fuí yo de parecer que hiciésemos, como la pasada noche, una choza o toldeta de las frezadillas y mantas, hasta que pasase aquel aguacero que con un ventarron deshecho nos atribulaba, o por lo ménos algun tanto templase sus rigores, porque me parecia desesperada cosa marchar a pié, cayendo y levantando, por pantanos y lomas con los fustes a cuestas; a que respondió mi compañero, que no podia ser el dilatarnos mas, porque seria aguardar a tener otra peor noche, si con tiempo no solicitábamos algunos ranchos, que a orillas de aquel estero no podíamos dejar de encontrar con ellos; y que supuesto ya que nos hallábamos bastantemente mojados, que tenia por lo mas conveniente buscar algun abrigo y qué comer, pues nos faltaba ya el sustento y era forzoso que tambien el hambre nos fatigase. Repliquéle, que por adónde habíamos de caminar si él no sabia el camino ni el paraje en que se hallaba; a que me respondió, que tirásemos el estero abajo, porque seria peor que nos estuviésemos sin hacer alguna dilijencia, que suele ser madre de la buena fortuna. Vamos, pues, luego, le respondí, que me parece mui bien vuestra resolucion, y así no hai que dilatarnos.

Cojimos nuestros fustes sobre nuestras cabezas, que al reparo de un frondoso árbol los habíamos puesto un rato, y marchamos ensillados como bestias el estero abajo, deseosos de encontrar algunos ranchos o chozas en que podernos albergar aquella noche; y al cabo de haber caminado cerca de tres leguas, encontramos una vereda que infaliblemente era la que habíamos dejado a manderecha, y la que nuestros guias nos habian señalado, pues cojiéndola en la mano, a pocos pasos que dimos nos llevó a uno del estero, de adonde divisamos de la otra banda cuatro o cinco ranchos enfrente de nosotros, distantes de sus riberas mas de seis cuadras, por estar arrimados al abrigo de una loma y ceja de la montaña. Esto seria ya mui cerca de la noche, porque en el discurso del dia habíamos caminado poco ménos de cuatro leguas. Llegamos al paso del estero, que por aquella parte venia ceñido y encañado, y de allí dimos repetidas voces para que nos pudiesen oir los habitadores de aquel valle, que fué necesario

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continuarlas con mas fuerza, porque con el grande temporal de agua y viento, que era con notable exceso, no se podian oir bien nuestras lastimosas voces, ni daba lugar a que saliese persona alguna de las chozas. Finalmente, tantas voces dimos, tan contínuas, confusas y tristes, que envió el cacique a saber quiénes eran los que como desesperados y aburridos con tiempos tan extraños caminaban; vino un muchachon criado del dicho cacique a preguntar quiénes éramos, de adónde veníamos y para alónde caminábamos. A que respondió mi amo diciéndole su nombre y la causa de nuestra peregrinacion, y le rogó que diese traza de que pasásemos a la otra banda: a que respondió el muchacho, que si no era a nado, de otra suerte no podíamos, que por mas abajo venia anchuroso y esparcido, por adonde se nadaria poco.--Ea pues! amigo, le dijo Maulican, por vuestra vida que nos envieis a esta banda dos caballos buenos y alentados para que pasemos ántes que cierre la noche sus cortinas y la luz del dia nos deje.-Voi a avisar al cacique, respondió el nuncio a mi amo, y de vuelta traeré los caballos que pedis.--Andad apriesa, le repitió el compañero, y dadle mis encomiendas al cacique Inailican, y decilde [sic] que soi yo el que con este temporal deshecho ando perdido y extraviado por llegar a mi tierra y a mi casa. Fuése el muchacho con toda priesa y avisó al cacique, significándole la necesidad que traíamos de caballos, pues veníamos a pié con los fustes en la cabeza; enviólos luego con el propio criado y otro hijo suyo que le acompañó, y echando los caballos a nuestra banda, los recibimos y con los fustes que habíamos traido a cuestas, los ensillamos y enfrenamos, y subiendo en ellos, nos llevaron el estero abajo; ellos por una banda y nosotros por la otra, llegamos al paso que nos señalaron, por adonde el estero iba mas esparcido y ancho, y anduvo uno de los guiadores tan galante y bizarro, que se arrojó a la banda adonde estábamos, por ver que ponia alguna dificultad mi amo en arrojarse al agua. Y nos guió extremadamente un buen trecho, aunque al fin dél pasamos a nado, que con el deseo de llegar al reparo de los ranchos, se nos facilitaron las dificultades y allanaron los tropiezos. Salimos con bien de aquel empeño, y a paso mas que moderado, que llaman galope, nos pusimos en la casa del cacique, que ya nos tenia prevenida una buena candelada y un carnero vivo (que es la honra que unos a otros se hacen), para que el huésped lo mate o lo degüelle, y despues lo entriegue [sic] a otro que lo desuelle y lo beneficie: desmontamos de los caballos de buena gana, y desensillados, los entregamos a los muchachos que vinieron con nosotros de pasarnos el estero. Entramos con nuestros fustes al rancho, adonde nos recibió el cacique con mucho amor y agasajo, haciendo que nos asentásemos al fuego y nos secásemos el hato. Luego que nos quitamos las mantas y las colgamos al amor del fuego, nos trajeron a cada uno un cántaro de chicha, y a mi amo el carnero para que lo degollase, que luego lo puso en ejecucion, y abriéndole el pecho sacó los hígados y riñones, y de la suerte que salieron, los echó al

fuego sobre las brasas diciendo: mucha hambre traemos mi español y yo, que desde ayer no nos habemos desayunado sino es con un puño de harina. Respondió el huésped: ya estan haciendo de cenar, y mientras se ajusta, podréis comer unas papas y un plato de mote: que mandó traer al instante, y entre mi amo y yo dimos fin a la porcion mui brevemente, porque estábamos templados como alcones, y mas entreveramos los riñoncillos y hígados que habia puesto sobre las brasas cuando degolló el carnero y lo entregó a uno de los muchachones que nos guiaron, para que le beneficiase, que en un momento lo ejecutó así; y pusieron dos o tres asadores de él al fuego, y en el entretanto que se asaba la carne y nos daban de cenar, nos brindamos amenudo los unos a los otros, y fué de manera que con mucha brevedad concluimos con el licor de los cántaros, con que nos trajeron otros y nos los pusieron por delante; y como me hallaba ya con el estómago acomodado, dije a mi amo, que queria quitarme los calzones, que como eran de aquellos antiguos que se usaban estofados, aunque los habia secado en otras ocasiones, siempre quedaban frescos y mojados, y de la propia suerte estaba el armador y coleto de gala que traia; y que en el ínterin que se secaba me pondria la manta que servia de capa sobre el vestido, que no me lo quiso quitar ni la camisa hasta que despues de haber llegado a su tierra, se le dí yo porque me diese unas camisetas, mantas y calzones a su usanza, para tener que mudarme, y esto fué al cabo de muchos dias (que despues se dirá en su lugar de la suerte que sucedió.) Respondióme que le parecia mui bien y él me ayudó a secar el hato, el vestido y la camisa brevemente porque habia extremado fuego y abundante.

CAPITULO XX.

En que se continúa nuestro viaje, y se refiere el peligro y riesgo que pasé aquella

noche.

Con la noticia que tuvieron los demas vecinos y compañeros de aquel cacique, se fueron juntando diez o doce indios de los que tenian sus ranchos cerca del de este cacique y en su contorno, y trajieron muchos cántaros de chicha para dar la bienvenida al recien venido huésped y holgarse aquella noche bebiendo, cantando y bailando: que es una de las mas perversas costumbres que se puede imajinar; porque al llegar un pasajero a la jornada mojado, molido y hecho pedazos de caminar a pié todo un dia por pantanos, quebradas y riscos, muerto de hambre y sin aliento, darle luego por descanso no dormir y estarse parados, bailando y quebrándose las cabezas con gritos y voces desmedidas, no sé que pueda haber peor entretenimiento ni costumbre mas mal usada.

Sacáronos [sic] de cenar de los guisados que acostumbran, asadores de carne, platos de papas, porotos, maices y otras cosas; y despues de

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