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sueño los sentidos, que me la concedió luego, y fué en persona conmigo y me hizo hacer la cama con unos pellejos limpios y peinados, cosidos unos con otros cantidad de ellos, que usan los principales caciques como colchones nosotros; y en lugar de sábanas, echan unas mantas blancas encima la frezada y sobrecama. Dispuesta ya en la forma referida, me dijo el camarada: bien puedes descansar y dormir a tu gusto aquí, y si quisieres levantarte a ver bailar y calentarte, podrás ir adonde yo estoi, que toda la noche nos habemos de pasar holgando en nuestros entretenimientos; y no estés triste, que presto has de volver a ver a tu padre y a gozar de tu libertad en tu tierra, que yo le he dicho a Maulican tu amo, que no te deje de la mano y que mire por tí con todo desvelo, porque estos caciques de mi parcialidad han de hacer grandes dilijencias por matarte; y aunque yo no puedo ir en contra de lo que propusieren, lo que podré hacer por tí, será dar avisos a tu amo de todo lo que trataren y quisieren disponer, para que pueda esconderte y guardarte. Porque yo naturalmente me inclino a querer bien a los españoles y a tu padre, porque es amable y querido de todos, que le conozco mucho, y el tiempo que fuí amigo, reconocí en él mui buen corazon y trato para con nosotros, que si todos los que gobiernan fuesen de su calidad y agrado, no nos obligaran a dejar su comunicacion y buena compañía. Rendíle las gracias con sumisas y amorosas razones, y habiéndole visto tan agradable y jovial, habiéndose asentado conmigo en la misma cama adonde pretendia dar descanso al fatigado cuerpo, le pregunté, que por qué causa, mostrando tanta voluntad a los españoles como referia, se habia vuelto auca y contra nosotros. A que me respondió: mui bien me preguntas, capitan, y porque lo sepas y no sea mi accion culpada, te diré lo que me pasó.

Yo fuí leal amigo de los españoles (dijo el valeroso indio) en el fuerte y reducion de Cayuguano, adonde estuve con mucho gusto el tiempo que gobernaba aquella frontera tu padre Alvaro, que con todo desvelo solicitaba saber si nos hacian algunos daños, molestias o agravios, y jcon severidad y rigor castigaba a los lenguas, cabos y oficiales que nos asistian, cuando aun en cosas mui leves éramos molestados. Tu padre en fin nos faltó, porque le enviaron a Tucapel a que ašistiese y gobernase aquel ejército y reduciones, y por su ausencia quedaron otros a gobernarnos que no tenian aquel desvelo y cuidado de nuestras conveniencias y agasajos que tenia Alvaro; con que se fueron libertando los soldados de tal suerte, que ya no habia rancho seguro de sus manos. Si a los principios robaban lo que podian, despues con atrevido descoco quitaban por fuerza lo que poseíamos, y si alguno de nosotros se quejaba, a bien librar no nos oian ni escuchaban, cuando de palabra o de obra no nos maltrataban. Creció este abuso y mala introducion, de suerte que nos hallábamos descontentos, desabridos y aun desesperados, sin tener a quien poder volver los ojos. Callábamos y disimulábamos todo lo que podíamos, con espera de que tu padre Alvaro habia de volver a visitar nuestras reduciones (como nos lo enviaba a decir con algunos compa

y

ñeros.) Los capitanes y tenientes que nos asistian, habiendo de defendernos y ayudarnos, eran los primeros que nos vendian y maltrataban. Tocóme por suerte o el turno de salir a rejistrar los pasos con otros compañeros que tambien estaban como yo disgustados; y al uno de ellos le habia forzado la mujer un teniente de los nuestros, y estaba este compañero hecho una ponzoña y justamente lastimado: pues estando a nuestras solas tratando de lo que usaban con nosotros los españoles, hallé a mis compañeros (que eran seis) resueltos a venirse al enemigo; y por apaciguarlos les dije, que tenian sobrada razon, que yo estaba de la propia suerte vestido, pero que aguardásemos algunos dias a ver si venia Alvaro tu padre, que sin duda pondria remedio en semejantes excesos y templaria nuestros disgustos. Parecióles bien a los compañeros, y con esto, al cabo de dos dias nos fuimos a nuestro fuerte y casas; y lo que hallé de refresco fué a mi mujer aflijida, triste y llorosa, y preguntándole la causa, me respondió, que el teniente que los asistia gobernaba (que era el mismo que habia forzado la mujer del otro que queda referido), la envió a llamar con su criada, y juzgando seria para otra cosa, fué con ella, y entrando en su casa, la entregó a un soldado amigo suyo, y la rogó que le hablase y que hiciera su gusto, que lo estimaria, demas de que la paga seria mui a su satisfacion en lo que quisiese; y habiéndose excusado a sus ruegos y intercesiones, la encerró con él en su aposento o rincon de su rancho, adonde la anduvo forzando hasta que por sus voces y gritos que dió (porque al ruido se juntaron muchas personas), se vió obligado a dejarla. Al punto que oí estas razones a mi mujer, acabado de llegar con mis compañeros, a quienes por entonces habia desvelado de sus intentos, los fuí a buscar, a cada uno de por sí, y les referí lo que queda dicho, y que ya no teníamos que aguardar mas, pues con tanta disolucion y desvergüenza nos quitaban las mujeres para hacer de ellas lo que se les antojaba; y que al instante se dispusiesen, porque aquella noche, con sus hijos y mujeres los que las tuviesen, se habian de ir al enemigo, y que al cuarto del alba se aguardasen los unos a los otros en tal paraje de la empalizada o muralla de madera que tenia el fuerte, para que todos juntos saliesen a un tiempo convoyados. Tenian estos de la liga otros amigos disgustados, que en otras ocasiones habian manifestado sus disinios, que tocándoles a leva, nos aunamos unos catorce o quince, con sus mujeres los mas, y al cuarto del alba abrimos un portillo en la muralla y salimos con nuestras armas en las manos, llevando por delante nuestra chusma y familia, y nos pasamos el rio de Biobio, que estábamos mui cerca de su orilla, y cuando amaneció, nos hallamos mas de cuatro leguas de nuestro fuerte. Esta fué la causa, capitan y amigo, de mi trausformacion y mudanza de amigo vuestro a enemigo declarado. Mirad, por vuestra vida, ahora

si tuve razon o no.

Toda esta conversacion tuvimos con mui buena comodidad, porque en el discurso de ella nos trajeron de refresco unos pollos mui bien aderezados con mucha pepitoria de zapallo, ají y otros compuestos, con un

plato de sabrosas papas y un cántaro de chicha de frutilla, que es de las mas cordiales que se beben, y nos fuimos brindando con mucho gusto y volvimos a cenar aquel bocado despues de haberlo hecho con los compa

ñeros.

Mui atento estuve a todo lo que me refirió mi camarada y amigo, a quien respondí, que no tenia qué decirle cuando su accion habia sido mui justificada, porque tales excesos y maldades como las que me habia significado y referido, eran insufribles e intolerables, y que solo habérselas oido me tenian suspenso y admirado.

Llegó en esta ocasion Maulican mi amo, que con los demas danzantes habia estado bailando, y de haber bebido de varios licores y chichas fuertes traia la cabeza algo pesada, a quien brindé con la frutilla que me habia quedado en el cántaro; y mi camarada y amigo se levantó diciendo: vamos a bailar, capitan, un rato, y luego te vendrás a dormir. Y respondió mi amo con notable amor y cariño: vamos, hijito; y cojiéndome del brazo medio cayéndose me levantó, y yo les obedecí por darles gusto (aunque a costa del sueño que me venia rindiendo); y llegamos al baile, adonde me brindaron con una chicha de manzanas tan fuerte y desabrida, que pasé luego el jarro a otro compañero, y dentro de breve rato, habiendo dejado a mi amo ocupado y entretenido en medio del concurso jovial y alegre, le dije a mi amigo, que no podia tenerme ya en los piés, que me diese licencia para irme a descansar; quien con grande voluntad y agrado me dijo: vamos, capitan, que quiero yo llevarte, y a mi hijo para que te acompañe : que era un muchacho de hasta doce a trece años, a quien llamó y llevó conmigo a la cama que ántes habíamos dispuesto, y le dijo: échate aquí con el capitan, y acompañarásle porque ninguno llegue a molestarle; y el propio indio nos cubrió con la frezada y se fué a su baile. Quedamos solos el muchacho y yo, que era mui jovial y agradable; a quien pregunté cómo se llamaba, y me respondió que Neculante; y él me preguntó a mí otras cosas, a que le respondí brevemente, y le dije que descansásemos porque me hallaba con la cabeza cargada, y él me pidió licencia para volver a entretenerse al baile, diciendo que luego volveria, porque aun no le habia venido a molestar el sueño. Con que me dejó solo, y aunque medio dormido, no podia quitar de la memoria las razones que en buena conversacion me dijo aquel bárbaro discreto, que en el capítulo siguiente | las meditarémos para dar algun pasto a nuestro libro.

CAPITULO XIII.

En que se meditan las razones del bárbaro, y se da a entender que las injusticias y agravios que se hacen en Chile, perturban la paz y quietud del reino.

Gran desvelo me causaron las razones de aquel indio mi amigo y camarada, aunque ayudaban a él los gritos y voces que habia en el rancho, que como se hallaban ya calientes algunos y otros privados de sus juicios, cantaban con desmedidas voces los unos, otros lloraban y

reñian, y los mas riéndose bailaban; con que en medio de estos alborozos no podia echar de la memoria las palabras de aquel jentil valiente, y como mi experiencia era limitada por ser muchacho en aquel tiempo, sin conocimiento de lo que en las reduciones de estos indios se acostumbraba, suspenso y admirado estuve la mayor parte de la noche considerando los agravios que aquellos naturales padecian, y los desafueros y maldades que con ellos continuaban los mesmos que habian de ser sus defensores, y en quienes habian de tener el refujio, el abrigo y el amparo; que no puede haber mayor tormento ni fortuna mas desesperada, que hallar la congoja, el dolor y el desabrimiento en quien se esperaba el alivio, la quietud y el descanso. Doctamente lo notó un autor grave con estas palabras: las heridas y ignominias recebidas de cualquier extraño, no son tan penosas ni causan tanto dolor ni sentimiento, como las que dan los amigos, deudos y parientes y hermanos; y prosigue dando la razon, diciendo, que de cualquiera que se espera el favor y la gracia, se recibe el agravio y la molestia, que esto es lo mas sensible. Sintiólo así tambien el Rei Profeta, dando a entender que los malos tratos y las injurias recebidas de los enemigos, son sufribles y llevaderas, y a la contra las de los amigos y los deudos.

Sobre lo dicho podrémos ir ajustando algunas consecuencias al intento principal de este libro, pues solo se encamina a significar, que es imposible que haya paz firme en este reino de Chile; ántes se podrá esperar el paradero y fin último que tuvieron las ciudades antiguas. Porque nuestros habitadores siguen los pasos de aquellos primeros conquistadores, imitando sus acciones y aun aventajándose en ellas, con insaciable cudicia y con extraordinarios modos de ejecutarlo, atropellando la justicia y desquiciando la razon de su conocido asiento, cuyo vacío es forzoso que la disension le ocupe, la traicion se apodere dél, la mentira se atreva, el apetito ande suelto, vivan los malos y los vicios. prevalezcan, con que la paz se sepulta, la concordia se sujeta, la lealtad queda abatida, la verdad acobardada, presa la razon, los buenos oprimidos y finalmente destruidas las virtudes. Así lo dijo el natural poeta:

Jura silent, mutæque tacent sine vindice leges.

Los derechos se tuercen, y oprimidos

Del poderoso, callan;

Las leyes enmudecen

Porque en nocturnas confusiones se hallan,

Estando la justicia

En manos del poder y la malicia.

Todos estos efectos causa la falta de la justicia, y ¡desdichado el reino adonde no se conoce, o su difinicion no la alcanzan, que segun los jurisconsultos es una voluntad constante y perpétua para dar a cada uno su derecho, o lo que es suyo o le pertenece! ¡Qué de jueces habrá habido que hayan usado y seguido esta difinicion a la letra, haciendo a su pro

pia voluntad justicia, dándola a quien la suya se inclina por particulares intereses! ¡Cuántos habrán quitado a los pobres lo que es suyo, y dado lo que les tocaba de derecho a los poderosos y ricos, que con los dineros adquieren las honras, las dignidades, los amigos y lo mas que quieren! y el pobre siempre está arrojado y abatido adondequiera, como dijo el poeta:

In pretio pretium nunc est, dat census honores,
Census amicitias; pauper ubique jacet.

A tiempo habemos llegado
Que no hai mas ser que tener:

En él está el merecer

Y en su valor se ha cifrado

Ser tenido y respetado,

Porque el pobre aunque merece,
Su mérito se escurece

Y es de todos despreciado.

Pero hoi está la cudicia tan apoderada de los jueces que gobiernan, que todo lo quieren para sí, empobreciendo al rico y desnudando al pobre. Tales jueces o gobernadores poco o nada atienden a la ejecucion justa de las leyes, adonde deben llevar puesta la mira todos los superiores cristianos; porque adonde hai justicia se hallará la paz, como dijo el Profeta Re, que la justicia y la paz estan tan unidas y conformes, que adonde está la una, la otra no puede faltar, porque es parto feliz de la justicia la paz, como advirtió el ilustrísimo Villarroel. Pregunta Estobio (sic), que cuál de las dos virtudes, justicia o fortaleza, es mas excelente y esclarecida, y responde, que sin la justicia no tiene valor la fortaleza, ni el esfuerzo será de ningun provecho. Porque si todos fuesen justos y santos, mui poco lugar tuviera la valentía. Probemos con un sagrado texto lo referido. Dice Salomon, que la silla de David, su padre, y su trono será estable y permanente en la presencia de Dios, nuestro Señor. Pues ¿de adónde colije esta permanencia y estabilidad en su reino? pregunta el ilustrísimo Villarroel, y responde diciendo: era justiciero el rei y no perdonaba al delincuente. Mandó a Banaías que quitase la vida a Semei ejecutando en él la justicia, y porque esta virtud tenia el primer lugar en su silla y trono, le juzga permanente y eterno, y concluye nuestro autor citado con decir: bien hace de juzgar por permanente y eterno su trono el que da a la justicia en él su primer asiento. Tranquilidades y paces firmes se vinculan en el reino que tiene esta divisa en su corona: no tiene que temer infortunios ni desastres de la guerra, el que tiene este escudo por muralla, porque la paz es de esta virtud parto dichoso.

Gran falta habrá habido en este reino de Chile en el conocimiento de la justicia y gran tibieza en buscarla, pues no se ha podido conseguir paz firme que se solicita y se desea: poco desvelo y menos cuidado han puesto algunos superiores que gobiernan, en fomentar las causas

la

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