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desastrada, pues con tanto rigor me has prometido entregar a estos caciques mis enemigos, no acordándote de la promesa y palabra que me diste, cuando pude con poca dilijencia haberte dejado, y libertado mi vida de estos lances y peligros. Y esto fué con tan tierno y lastimoso llanto, que le obligó a enternecerse, de manera que echándome los brazos sobre el cuello, se le cayeron las lágrimas sin poderlas reprimir ni detener en los ojos, y me respondió, aflijido y lastimado de verme de aquella suerte, las siguientes razones:

Capitan, no te dé cuidado la promesa y palabra que a estos caciques feroces en tu presencia les he dado, porque ha sido a mas no poder, por haber tenido aviso de un amigo mio, que habian venido resueltos a matarte o llevarte sin mi gusto, si yo no respondiese a propósito de su propuesta y con su peticion no conformase. Déjame poner con bien en los distritos de mi tierra, que allá yo soi tambien principal cacique como ellos y tengo muchos parientes y amigos; con que puedes tener por sin duda, que no he de faltar a la palabra que te he dado, pues primero me has de ver morir a mí que dejar de cumplir lo que te digo: que por haberme visto en esta ocasion solo y haberme hallado sin compañeros entre tantos enemigos de mi dicha, prometí lo que no he de hacer; y así no te desconsueles por tu vida, que me da mucha pena el verte lastimado y aflijido. Porque me has obligado con tu agrado y fidelidad, y naturalmente me has llevado el afecto y el corazon. Y esto fué volviéndome a abrazar con amor y ternura.

Estas razones me obligaron a echarme rendido a sus piés, y con el agradecimiento debido, decirle con sumisas razones y rendimientos alegres, lo que con palabras ni retóricos stilos podia el alma significarle ; y así prorumpí gozoso el siguiente romance, que en su lengua escuchó el sentido de mi intento con agrado:

ROMANCE

EN AGRADECIMIENTO A MAULICAN MI AMO, DEBIDO A SUS AGASAJOS Y CORTESES ACCIONES.

Estas mal medidas letras

Que de un pecho ardiente salen,

Mi agradecimiento ofrece

A tí, valeroso Adlante [sic].
En la guerra batallando,
Mal herido en el combate,
Desmayado y sin sentido,
Confieso me cautivaste.
La fortuna me fué adversa,
Si bien no quiero quejarme
Cuando tengo en tí un escudo
Para mi defensa, grande.
En la batalla adquiriste
Nombre de esforzado Marte,
Y hoi con tu cortes agrado
Eternizarás tu sangre.

Porque al valor y al esfuerzo
Que le asiste lo agradable,
No há menester mas crisol
Para mostrar sus quilates.
Cautivo y preso me tienes
Por tu esfuerzo, no es dudable;
Mas con tu piadoso celo
Mas veces me aprisionaste.
Mas podré decir, que he sido
Feliz cautivo en hallarme
Sujeto a tus nobles prendas,
Que son de tu ser esmalte.
Vivas, señor, muchos años
A pesar de los cobardes
Que con émmulos se oponen
A tus acciones loables.

Gran dicha fué la mia, que me cupiese por suerte el ir sujeto a un hombre noble y cacique principal, pues lo mostró con veras en esta ocasion y en otras, ostentando con su piedad lo ilustre de su sangre y la magnanimidad de su jeneroso pechoque, como notó el poeta, es de grandes príncipes y señores levantar a los caidos y lastimarse de los pobres aflijidos:

Regia (crede mihi) res est subcurrere labsis (sic),
Convenit et tanto cuantus es ipse viro.

Es de un pecho jeneroso

Dolerse de un lastimado,
Y el levantar al postrado,
De un príncipe majestuoso.

Enséñenos esta doctrina Cristo, nuestro Redemptor, que fué a resucitar a Lázaro y halló llorando a las hermanas la muerte del hermano ; y habiéndolas visto llorar, dice el sagrado texto, que se le estremeció el spíritu y se conturbó en sí mismo. Sobre cuya turbacion y sentimiento, dijo un autor antiguo las siguientes palabras: aquella turbacion del Salvador divino procedia de la compasion de Lázaro y de sus hermanas, porque como verdadero hombre, de cualquier natural afecto se vestia, llorando con los que lloraban y aflijiéndose con los aflijidos, para aliviarnos y darnos a entender que debemos nosotros lastimarnos y dolernos de las miserias y trabajos ajenos.

Visos tiene de Dios el que se lastima y conduele de las desdichas y trabajos que padecen otros, pues el mesmo Cristo nos sirve de norma y de dechado, aflijiéndose con los aflijidos y llorando con los que lloran. Quién no se maravilla de la piedad de este bárbaro, que pudiera avergonzarnos, dejando atras nuestras acciones, y enseñarnos a imitar a nuestro Redemptor, pues supo lastimarse de mis penas y aflijirse de verme lastimado. ¡Qué pocos o ningunos son los que hai entre nosotros que se conduelan y lastimen de esta nacion humilde y desdichada, y

de la esclavitud injusta que padecen algunos (dejo por ahora y para su tiempo la que está permitida y declarada)! Vamos a los que han cautivado, asegurándolos debajo de convenio y tratos de paces, no es una sino es muchas veces; y en algunas ocasiones ha acontecido entrar ocultamente en las reduciones antiguas y pacíficos indios y cristianos, y hurtarles los hijos y las hijas, y enviarlos fuera del reino vendidos por esclavos. Este es el trato y agasajo que hallan entre nosotros, y la compasion y lástima que experimentan en nuestros naturales. ¿No son causas suficientes para que Chile tenga dilatada guerra (que es el blanco a que se han encaminado estos discursos), y para que resplandezca mas en este bárbaro el piadoso celo y natural magnánimo que le acompaña? Claro está; ¿quién lo duda, ni quién podrá negar que es imposible que se conserve Chile de esta suerte?

Retirámonos a nuestro alojamiento con nuestras carguillas de leña, a tiempo que se acercaba la noche y el frio se aumentaba con el aire y viento presuroso, y a la puerta de la choza hicimos una buena candelada para el abrigo nuestro y para asar algunos pedazos de carne de caballo, que no habia otra cosa de que valernos, y como en otra ocasion tengo significado, que no podia de ninguna suerte arrostrarla ni aun llegarla a los labios; por cuya causa me acomodaba con los hígados bien lavados, que puestos en las brasas, se ponen tiesos y gustosos; con que al amor del fuego en buena conversacion, comimos lo que cada uno pudo de aquel jénero. Y despues nos echamos a dormir con algun gusto y consuelo por el que me habia dado mi amo con las promesas que me habia hecho, y por el amor y agasajo que me mostraba; y con esta consideracion quedé aquella noche con algun descanso, hallando algun desquite al tormento que habia padecido la pasada y el antecedente dia.

CAPITULO XII.

En que se prosigue nuestro viaje, y de como nuestros compañeros, que lo fuimos desde el rio de Biobio, por estar cerca de sus casas convidaron a mi amo a que fuese por tres o cuatro dias a ellas.

Despues que Dios, nuestro Señor, se sirvió de echar su luz, aunque turbada y con algunas amenazas de volver a continuar el tiempo sus rigores, por haber sido el antecedente dia razonable, mas apacible se nos mostraba el rio, si bien peligroso por ser rápido y de crecidas piedras. Con todo eso, se determinaron a esguazarle por las muestras que daba el cielo a continuar sus húmedos rocios, porque fueron mas contínuos que los rayos del sol en consolarnos: dejamos que pasase por delante aquella turba multa de fariseos, y quedamos atras mi amo y yo, y el soldado mi compañero, su amo y otro hermano suyo, gran guerrero y mui amigo de españoles (que siempre me hizo mui buen tercio y me consolaba de ordinario con agasajos y buenas razones), y otros tres compañeros de aquellos que tenian sus ranchos en esta parcialidad de la cordillera. Pasamos con bien aquel raudal despues de haber visto

a los demas abrir camino y esguazádole sin riesgo; y a mui buen paso aquel dia nos pusimos mui cerca del rio de Cacten, que así llaman por arriba al que pasa por la Imperial, habiendo descabezado todos los demas esteros que componen otros rios por abajo, como son Coipo, Curalaba y otros, que en el rigor del invierno son mas tratables por arriba cerca de sus nacimientos. Alojamos aquella noche a la orilla de un estero que estaba cerca de unos ranchos (segun nuestros compañeros lo aseguraron), que del sitio en que nos habíamos alojado no se divisaban. Y sin duda debió de ser así, porque en aquellos contornos encontramos algunas tropillas de vacas mui domésticas y mansas, con algunas crias, que las fueron llevando fácilmente a un guape, que así llaman cualquiera rinconada o encon (sic) que hace la montaña o algun estero, y allí las encerraron, y cojieron dos terneras, que llevamos a nuestro alojamiento; que con gran gusto cenamos aquella noche de ellas, y en un copioso fuego nos secamos, porque volvieron las preñadas nubes a descargar sobre nosotros sus penosas aguas, que la continuacion de ellas en nuestro dilatado viaje ocasionaba ya a no sentirlas ni extrañar de sus nieves los rigores; y habiendo dispuesto nuestras pequeñas chozas, dimos al descanso nuestros fatigados cuerpos.

Apénas se ausentaron las tinieblas, cuando recojimos los caballos; y con el dia el agua con mas fuerza se descolgaba. Y porque el rio de la Imperial no nos impidiese el paso aumentándose con las lluvias sust corrientes, le apresuramos con dar rienda a los brutos animales, que en breves horas nos pusieron en sus pedregosas orillas, adonde rogaron a mi amo que pasase con ellos a sus casas a descansar y holgarse tres o cuatro dias, pues tan cerca se hallaba de sus humos; y acetando el partido que le hacian porque de allí a su tierra habia otros dos dias de camino y los caballos se hallaban fatigados, sin dilacion alguna nos pusimos a esguazarle, aunque por partes a volapié salimos, y cojiendo un galope apresurado, dentro de breve tiempo nos pusimos en el rancho de Colpoche, mi amigo (que así se llamaba el hermano del otro indio amo de mi compañero el soldado), cuyo alojamiento y casa estaba vecina de la otra con otras seis o siete de parientes y amigos de estos que quedan nombrados; y en contorno de un cuarto de legua poco mas o ménos habia otros muchos comarcanos, que con la llegada de los soldados guerreros y la noticia que tuvieron de la mia con el nombre de hijo de Alvaro, se juntaron aquella noche mas de cien indios a visitar a los recien venidos, que todos traian sus cornadillos de muchos jéneros de chichas, terneros, carneros, aves y perdices; y en el rancho de Colpoche, que era el mayor y mas desocupado para el efecto de holgarse y entretenerse en comer, beber y bailar, nos alojamos arrimados a un fogon de tres copiosos que habia en el distrito de la casa. Pareciónos mui bien el abrigo por haber llegado bastantemente mojados, y habiendo entrado nuestros fustes y entregado los caballos a quien ordenó el dueño los guardase, nos arrimamos al fuego, adonde nos asentamos mi amo y yo con otros caciques viejos de los que nos habian venido a

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recebir; y al punto trajeron unos cántaros de chicha y mataron una oveja de la tierra a nuestro recebimiento, que es accion ostentativa y de grande honor entre ellos; y a mí me trajeron juntamente tres cántaros de chicha y un carnero, haciéndome la mesma honra y cortesía que hacen a los principales huéspedes y caciques de importancia, como lo hicieron con mi amo: que esta es la houra que acostumbran hacerse los unos a los otros; y el que recibe el presente reparte aquellos cántaros a las personas que se hallan presentes de mayor estimacion, para que vayan brindando a los circunstantes, y el huésped se queda con uno de ellos para hacer lo mesmo. Y a imitacion de los otros, fuí haciendo lo que los demas hacian, que unos me brind-ban a mí y yo brindaba a los otros. Estando en este entretenimiento alegre, fueron poniéndonos por delante para que cenásemos, algunos guisados a su usanza con algunas tortillas, platos de papas, envoltorios de maiz y porotos, y al fogon adonde asistíamos trajeron muchos asadores de carne gorda, que aquello me pareció lo mas acomodado al gusto, porque un muchacho iba dando vuelta con los asadores acabados de sacar del fuego virtiendo el jugo por todas partes, y los iba poniendo a cada uno con un cuchillo para que cortase por su mano lo que le pareciese mas acomodado y mas bien asado, y estos los volvian a poner al fuego y traian otros, dando la vuelta a todos los circunstantes; y de los demas asadores de capones, gallinas y perdices y longanizas hacian lo propio. Y de esta suerte comimos y bebimos mui a gusto, desquitando el ayuno que en el trabajoso viaje padecimos. Fuéronse alegrando los spíritus con la continuacion de diferentes licores. Y en otro fogon del rancho cojió un tamboril templado uno de los músicos mas diestros, y dando principio al canto, siguieron otros muchos la tonada, y dentro de breve tiempo, al son del instrumento y de las voces, dando saltos bailaban a su usanza las indias y muchachas que allí estaban; alborotados ya con el ruido, a nuestro fogon se fueron encaminando a convidar a los viejos que en él asistian en mi compañía, y llevaron a mi amo a la rueda del baile, y a mí me llevó el dueño del rancho, que era el hermano del amo de mi compañero el soldado, aquel Colpoche que dije era amigo de españoles y que me hacia grandes cortesías y agasajos. Llegamos a la rueda, adonde estaban dando vueltas bailando los indios y las indias, quienes no quitaban los ojos de los mios, diciendo los unos a los otros, así indios como muchachos y muchachas: este es el hijo de Alvaro, mui niño es todavía; y llegaban a brindarme con mucho amor y agasajo diciéndome, que bailase tambien con ellas, cosa que no pude hacer de ninguna manera. Porque aunque me mostraban buena voluntad y agrado, tenia mui frescas las memorias de mi desdichada suerte. A mi compañero, que lo fué hasta aquel paraje, le mandó su amo que se armase y bailase con su mosquete a cuestas, y de cuando en cuando que saliese a la puerta a dispararle. De esta suerte estuvieron toda la noche comiendo, bebiendo y bailando, y yo pedí licencia al dueño del rancho, que era Colpoche mi amigo, para recojerme a un rincon a descansar y dar al

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