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toda la tierra que habitan desde la costa hasta la cordillera, que se reparte en tres caminos que llaman rupus. La una parcialidad es de la costa, la otra la parte de la cordillera y la tercera de en medio; que cada una de estas parcialidades tiene su distrito conocido y su jurisdiccion señalada. Sacaron los cuchillos por su órden, y con el mesmo los fueron entregando al que tenia el toque, que le puso en la mano izquierda y recibió los cuchillos con la derecha. Con esto se fueron a sus lugares y asientos, y quedó solo Putapichun, que fué el que recibió los cuchillos y el que estaba con el toque en medio de la calle en pié, y dió principio a su parlamento con grande arrogancia y enerjía: lo que acostumbraban hablando con cada uno de los circunstantes, dando principio por los mas antiguos y por los que tienen adquirida por sí mayor estimacion y aplauso, diciendo en alta voz: ¿no es verdad esto, fulano? a que responde el nombrado el veillicha que se usa entre ellos, que es como decir es verdad, o es así, o teneis razon. Y si alguno mas retórico o presumido quiere con otras razones dilatar su respuesta y apoyar las del orador, lo hace con elegancia. De esta suerte fué hablando con todos y concluyó su plática con decir a Maulican mi amo lo que se sigue :

:

Esta junta de guerra y extraordinario parlamento que habemos dispuesto en este despoblado camino los caciques Antegueno, Lincopichun y Nailican (y los demas que fué nombrando), no se ha encaminado a otra cosa que a venir mancomunados a comprarte este capitan que llevas. Y porque no imajines que lo queremos sin que tengas el premio de tu trabajo, y no puedas excusarte ni hacer repugnancia alguna a a nuestra justa peticion, te ofrece el cacique Antegueno dos caballos buenos, una oveja de la tierra y un collar de piedras ricas (que ellos tienen por preciosas, como nosotros los diamantes); Lincopichun ofrece dos ovejas de la tierra y un caballo bueno ensillado y enfrenado, con una silla labrada que fué de los españoles, y Nailican ofrece un español de los cautivos que llevamos; Namoncura, dos collares y dos ovejas de la tierra (estas son de mucha estimacion entre ellos porque se asemejan a los camellos y sirven de cargar la chicha a las borracheras y parlamentos; y a falta de algun español o cautivo a quien quitar la vida en ellos, en su lugar matan una de estas ovejas). Putapichun, el que hacia el parlamento dijo: yo te ofrezco una hija y mi voluntad con ella, y entre todos los demas circunstantes ofrecen cien ovejas de Castilla: con todas estas pagas se pueden comprar entre nosotros mas de diez españoles y quedar con algun remaniente. Nuestro intento no es otro, que engrandecer nuestros nombres, y afijar los toques y insignias antiguas de nuestra amada patria con la sangre de opinados españoles, y solicitar con esfuerzo echarlos de nuestras tierras. Hoi parece que nuestro Pillan (que así llaman al demonio, o a su dios) nos es favorable y propicio, pues la buena fortuna nos ha seguido en estas dos entradas que habemos hecho; en las cuales han quedado muertos y cautivos mas de 150. españoles, quemado mas de 30 estancias, cautivado y muerto en ellas

número de mas de 300 almas, y traido mas de 2,000 caballos. Y para seguir nuestra feliz suerte y dicha conocida, es necesario hacer un gran llamamiento con la cabeza de ese capitan que te pedimos, que es hijo de Alvaro, cuyo nombre está derramado y esparcido por toda la redondez de nuestra tierra; y su dicha y fortuna ha sido conocidamente en gran daño y perjuicio nuestro. Este es el que habemos menester para alentar y mover a los mas retirados, y para que no se excusen de acudir a nuestros llamamientos; y porque este cojau o junta de guerra que habemos hecho, sea con la solemnidad acostumbrada, tenemos este huinca (que quiere decir soldado o español) para sacrificarle a nuestro Pillan por los buenos aciertos que nos ha dado. Y tú has de ser el dueño de esta militar accion, como valeroso capitan y caudillo.

Acabadas de decir estas razones, los tres cuchillos que tenia en la mano, los clavó en triángulo a la redonda del hoyo que habia hecho aquel desdichado soldado, que asentado junto a él estaba, con los palillos en la mano que le habian hecho cortar ántes; allegóse luego al sitio y lugar adonde mi amo asistia en medio de dos amigos suyos, de aquellos que llegaron juntamente con nosotros, y lo sacó al lugar adonde él estaba razonando; y al salir del suyo y de adonde los demas asistian, me dejó encargado a los dos sus amigos y compañeros, y dejándome en medio de ellos, salió al palenque y ocupó el puesto de Butapichun, mas por la obligacion y empeño en que le pusieron, que por la voluntad que tenia de ejecutar cosa que no deseaba. Salieron otros dos ministros de ceremonias, que es imposible poderlas significar, ni decir de la suerte que ellos las hacen. El maestro de ellas era Butapichun, con el toque en la mano, que habiendo puesto a los sacrificadores en medio, le entregó a mi amo una porra de madera pesada sembrada toda de clavos de herrar, las cabezas para fuera, y el cuchillo que habia puesto hincado en medio de los dos, que representaba la parcialidad de Maulican mi amo y de los suyos; y los otros dos cuchillos, mandó a los acólitos o ministros, los cojiesen en las manos cada uno el que le tocaba, siendo el uno de la parcialidad de la cordillera y el otro de la costa. Con ellos y sus lanzas arboladas se pusieron a los lados del sacrificante, el cual se fué acercando al lugar adonde aquel pobre mancebo estaba o lo tenian asentado, despidiendo de sus ojos mas lágrimas que las que en los mios sin poder detenerse se manifestaban, y como dijo Ovidio, con la boca bebia sus corrientes lastimosas y con los oidos sus palabras:

Et lacrimas cernens in singula verba cadentes,
Ore meo lacrimas, auribus illa bibi.

Cuando sus lágrimas vi.

De sus dos luces pendientes,
Entre suspiros ardientes

Con la boca las bebí:

Sus palabras recebí
Con apretados oidos,

Y con iguales jemidos
Los suyos correspondí.

[Con que, cada vez que volvia el rostro a mirarme, me atravesaba el alma, y correspondiéndonos con unos suspiros y sollozos desmedidos, sin podernos ir a la mano, muchos de los ministros circunstantes daban muestra de hallarse condolidos. Porque hai algunos entre ellos que se duelen y lastiman de los miserables que en tales casos y ocasiones tienen mala fortuna, como lo manifestaba Maulican mi amo en el sacrificio que le obligaron a hacer (como despues lo significó a sus amigos.) Allegóse al desdichado mancebo y díjole: cuántos palillos tienes en la mano? Contólos y respondió que doce; hízole sacar uno preguntándole, que quién era el primer valiente de los suyos. Estuvo un rato suspenso sin acertar a hablar palabra, ya con la turbacion de la muerte que aguardaba, o ya porque no se acordaba de los nombres que le dijeron; a cuya suspension el maestro de ceremonias que con su toque asistia al ejecutor del sacrificio, habló de adonde estaba y le dijo: acaba ya de hablar, soldadillo. El miserable turbado, pareciéndole que seguia el órden como se debia, respondió diciendo: este es el gobernador. Replicóle el Butapichon: no es sino Alvaro, que aquí solamente los valientes conocidos se nombran primero: echaldo en ese hoyo. Con que dejó caer el palillo como se lo ordenaron. Sacad otro, le dijo mi amo; y habiéndolo hecho así, le preguntó quién era el segundo. Respondió que el apo, el gobernador. Echadlo en el hoyo y sacad otro, le dijo; con que fué por sus turnos sacando desde el maestro de campo jeneral y sarjento mayor hasta el capitan de amigos llamado Diego Monje, que ellos tenian por valiente y gran corsario de sus tierras; y acabado de echar los doce palillos en el hoyo, le mandaron fuese echando la tierra sobre ellos, y los fué cubriendo con la que habia sacado del hoyo; y estando en esto ocupado, le dió en el celebro un tan gran golpe, que le echó los sesos fuera con la macana o porra claveteada, que sirvió de la insignia que llaman toque. Al instante los acólitos que estaban con los cuchillos en las manos, le abrieron el pecho y le sacaron el corazon palpitando, y se lo entregaron a mi amo, que despues de haberle chupado la sangre, le trajeron una quita de tabaco, y cojiendo humo en la boca, lo fué echando a una y otras partes, como incensando al demonio a quien habian ofrecido aquel sacrificio. Pasó el corazon de mano en mano, y fueron haciendo con él la propia ceremonia que mi amo; y en el entretanto andaban cuatro o seis de ellos con sus lanzas corriendo a la redonda del pobre difunto, dando gritos y voces a su usanza, y haciendo con los piés los demas temblar la tierra. Acabado este bárbaro y mal rito, volvió el corazon a manos de mi amo, y haciendo de él unos pequeños pedazos, entre todos se lo fueron comiendo con gran presteza. Con esto se volvieron a poner en sus lugares, y persuadieron con instancia a Maulican los caciques, que respondiese o hablase lo que

tenia que decir en razon de mi compra o venta, pues reconocia lo que importaba mi cabeza para la quietud y sosiego de sus tierras; a que respondió el astuto guerrero, que todos en sus sitios se asentasen para hacer su razonamiento y dar a su proposicion repuesta conveniente. Hiciéronlo así los circunstantes, y despues de sosegados y atentos, se quedó solo en pié en medio del concurso, con la porra que sirvió de toque en la mano y el cuchillo (que por razon de su parcialidad le tocaba); y razonó de esta suerte, que referiré en el capítulo siguiente.

CAPITULO XI.

En que responde mi amo con astucia, por librarme.

Ya sabeis, amigos y compañeros (dijo), que há muchos años que os acompaño y sigo, sin haber faltado a ningun llamamiento y juntas de guerra que habeis hecho, con todos los soldados de mi regue o parcialidad, y en algunas ocasiones he salido mal herido y maltratado, sin haber tenido dicha de llevar a mi tierra o a ojos de mi padre (que es toque principal de Repocura) una pequeña alhaja de españoles; y al cabo de tantas entradas y salidas en que me he hallado con vosotros, ha querido mi fortuna o mi suerte que me haya tocado llevar a este capitan que me pedis. Vuestra demanda es mui justa y vuestra intencion mui conforme al bien y reparo de nuestra amada patria, y claro está que yo no he de faltar a lo que es encaminado a su mayor provecho y conveniencia. Y si el quitarle la vida lo es, siempre lo tendré dispuesto para la ejecucion en mi parcialidad, o adonde vosotros tuviéredes gusto. Mas no será razon que estando tan cerca de mi padre y de los demas caciques de mi tierra y comarcanos, me vaya sin él. Dejad que le lleve a vista de los de mi casa, de los demas toques y caciques principales, para que reconozcan y vean que soi persona de todo valor y esfuerzo, acreditando con él en esta ocasion lo que en otras escaseó la fortuna; que dentro de breves dias de mi llegada os lo remitiré o llevaré en persona para que donde tuviéreis gusto, dispongais el parlamento para la ejecucion de vuestros intentos y los mios.

A estas razones que acabó de pronunciar el astuto y magnánimo jentil, se levantó Antegueno, cacique de los mas principales de la junta, y dijo con arrogancia y enerjía el mupicha, que quiere decir: tiene mucha razon, y no fuera justo ni bien mirado que se fuese a su tierra y parcialidad sin el despojo adquirido por sus puños, y con la continuacion de sus entradas y salidas, que sus padres ni los demas caciques de su distrito lo tuvieran a bien; ántes pudiera ser, fuese lo contrario causa de disgustarse los toques, de manera que en las demas ocasiones que se nos ofrezcan, falten a nuestros llamamientos y no quieran acompañarnos como lo han hecho hasta aquí. Ha dicho mui bien Maulican, y todos debemos apoyar su causa. A cuyas razones se levantaron los demas y llevaron adelante las propuestas de Antigueno y aplazaron a mi

amo para dentro de quince dias, que le enviarian las pagas ofrecidas sin que faltase alguna, para que en su retorno me remitiese a sus tierras, adonde se habia de hacer el cojau o parlamento con toda solemnidad y junta de contornos; con que se despidieron los unos de los otros mui contentos, despues de haber dejado la cabeza de aquel desdichado mancebo clavada en una estaca gruesa y levantada, y el cuerpo en aquel suelo o campo raso ofrecido a las bestias por sustento. Y nosotros nos quedamos en nuestro alojamiento, entretenidos en el reparo de nuestras pequeñas chozas; de adonde salimos en demanda de alguna leña seca para repararnos aquella noche de los hielos y frios que nos prometia el tiempo. Y aunque eran con extremo sus efectos, yo me hallaba sudando con el fuego de las congojas y aflicciones que me oprimian el alma, de haber visto aquel triste spectáculo y lastimoso fin de mi compañero, y por la sentencia de muerte que en mi presencia me promulgaron.

Verdaderamente que es gran consuelo y alegría para el que tiene vivo conocimiento de la pasion y tormentos que padeció nuestro Redemptor sin causa alguna, mas que la atencion sola de nuestra salud y vida, el padecer tribulaciones y trabajos; pues hasta haberlos experimentado por Cristo, Señor nuestro, no se puede llamar ninguno immitador suyo ni verdadero cristiano, como lo notó el glorioso padre San Agustin sobre el Ps. 55, en que dice el Profeta Rei estas palabras: tened misericordia de mí, Dios y Señor mio, porque estoi hollado y vilmente pisado del hombre. Quién mas bien pudo decir estas razones que yo, cuando me ví oprimido, sujeto y postrado a los piés de una voluntad bárbara y sin estabilidad en sus acciones; en cuyo lugar dijo el santo: no ha dado principio a ser verdadero cristiano quien no le ha dado a padecer por Cristo; que sin la divisa de su bendita pasion, no lo pareciera el mesmo, pues apreció tanto sus tormentos, que aun estando glorioso y triunfante, conservó las señales de sus llagas y heridas por ostentar el entrañable amor que tuvo a nuestra naturaleza humana.

Salimos por allí cerca en demanda de la leña mi amo, otro compañero y yo, y al descuido cuidadoso me entré en un bosquecillo de coleales, que nosotros llamamos cañas bravas, y como llevaba el corazon tan tierno y oprimido de los pasados lances y sucesos, considerando los infortunios y desdichas que a cada paso se me iban disponiendo, me hinqué de rodillas en lo mas oculto de sus ramas y levanté los ojos para el cielo, desaguando por ellos el caudaloso mar que anegaba mis sentidos y aumentaba mis pasiones, ofreciendo a su divina Majestad mis trabajos y aflicciones por medio de la sacratísima Vírjen del Pópulo, Señora nuestra. Y estando de esta suerte entretenido y mui cerca de hallarme sin alientos, llegó Maulican mi amo, que al descuido cuidaba de mis pasos, y me dijo con semblante alegre y cariñoso: ¿qué haces aquí, capitan, en este bosque metido? Volví el rostro a sus razones y levantéme del suelo, bañados los ojos en lágrimas, y le dije: aquí me habeis hallado encomendando a Dios, aguardando por instantes mi fin postrero y muerte

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