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alguno que se le oponga ni tenga lugar en su grandeza. Esto que he referido, les expliqué con el mejor modo y stilo que pude, con razones vulgares y ejemplares, que no dejaron de apercebir y comprehender algunas cosas, y quedar enterados del inmenso poder de nuestro Dios y

Señor.

Proseguimos con el Ave María, que repetí muchas veces en presencia de su padre y madre, y de los demas que se habian agregado a nuestro fogon a escuchar las razones que al muchacho mi camarada referia, a que estuvieron todos mui atentos; y despues rogué al discípulo que dejásemos para otro dia la doctrina cristiana, y que fuésemos a dar descanso a los cuerpos con el acostumbra lo sueño, porque era tarde. Vamos, pues (capitan), me respondió el camarada, y en la cama me volveréis a enseñar otro rato; con que nos despedimos de su padre y de los demas circunstantes, que al amor del fuego habian estado divertidos en nuestra conversacion. Fuimos a nuestro lecho encaminados, y despues de habernos acostado y rezado yo mis devociones, repetí el Ave María al compañero tres o cuatro veces, a ruego suyo, que no me dejaba sosegar un punto por que le enseñase a priesa; con que suspendimos la conversacion y dimos a la noche con el sueño lo que era suyo.

CAPITULO XXII.

En que se refiere como, habiendo dormido algun rato de la noche, me recordó el muchacho mi compañero en el lecho, para referirme un sueño que habia tenido ; cuéntase como fué cierto pronóstico para cristianarse, y de la suerte que yo se lo expliqué y declaré.

Despues de la media noche, habiendo dormido solo un sueño, me recordó mi compañero juzgando no estaria dispierto, cuando me hallaba con discursos varios desvelado, por ser las noches mas crecidas del año; respondíle al instante con deseo de saber lo que me queria, preguntándole que para qué me llamaba, y me dijo mui alegre, que para contarme lo que acababa de soñar, me habia dispertado. Pues decid vuestro sueño (le dije al camarada), que me alegraré escucharos en extremo. Habeis de saber, Pichi Alvaro amigo (que así me llamaban de ordinario los mas porque el nombre de mi padre le tenian mui en la memoria), que estando durmiendo a rienda suelta y con gusto, me puse a rezar las oraciones que me vais enseñando, y cuando llegaba a decir: Ipchi acimi María, que quiere decir Dios te salve María, se acercaba a mí un negro grande a querer taparme la boca; túvele miedo verdaderamente, y aunque queria hablar y llamarte, no podia, y estando en esta afliccion y atribulado, en lugar del negro se me paró delaute un pichigüinca mui blanco (un niño quiere decir), mui hermoso y mas rubio que el sol, que cuando le miraba me deslumbraban sus cabellos y su agraciado rostro. Púsose despues de esto a jugar con el agua de una fuente clara y cristalina, cojiendo en un jarro de plata la que cabia, y al punto la volvia a vaciar mui poco a poco: llegaron otros niños a jugar con él,

no tan blancos ni agraciados, que parecian indiecitos como yo; subióse entonces el niño bonito (dígolo como él lo significó) a un árbol que estaba arrimado a la fuente, y en medio de sus ramas verdes y frondosas parece que estaba una señora, que su rostro era semejante al del niño, y por cima de aquel árbol andaban muchos niños como volando, que me pareció tenian alas; cojió otra vez agua de la fuente, estando en el alto sobre las faldas de la señora, y empezó a rociar a los niños desde arriba, y ellos pasaban corriendo por debajo; volvió a llenar otra vez el jarro y se lo dió a la señora, y ella fué echando poco a poco, de manera que caia el agua como la del chorrillo adonde vamos a cojer la que tiene aquella canalcita de palo: así caia, y los niños iban pasando por debajo uno a uno y recibian el agua en la cabeza, y ví que luego que les caia sobre ella, se les ponia nevada. ¿No habeis visto la escarcha que amanece en los prados cuando hiela? de la mesma suerte se les ponian las cabezas; y habiendo visto el entretenimiento que tenian, me fuí a entrar entre ellos y pasé tambien por debajo, y no caia agua sobre mí; levanté los ojos para arriba, y entonces me cayó la agua en el rostro, y bajando la cabeza me la bañaron toda, y recebí tanto gusto, que no quise apartarme hasta ver si me volvian a echar mas agua, y como se pasó algun tiempo, volví a levantar los ojos para arriba y no ví mas lo que de ántes; con que desperté gustoso de haber visto tan lindas cosas, que me holgara estarlas mirando hasta ahora. Este es mi sueño, capitan: ¿qué te parece? no es mui bueno? Respondíle que era mejor de lo que pensaba. ¿Cómo así (me preguntó el camarada)? Yo os lo diré y explicaré vuestro sueño (dije a mi camarada.)

Habeis de saber, amigo, que antiguamente por sueños revelaba Dios N. S. sus secretos, como lo hizo con el rei Abimelech, en la vision de la escala con Jacob, con Jedeon en la batalla contra los Madianitas, y otros muchos ejemplos que pudiera traeros al propósito; y aunque hoi no podemos dar crédito a lo que soñamos, porque son ficciones del entendimiento y fantasías, o, como dijo Ciceron, que son pensamientos palabras continuadas en la memoria en el discurso del dia; pero piadosamente podemos colejir algunas veces, que puede suceder lo que soñando se nos representa eficazmente, y mas cuando tiene fundamento en lo que honestamente deseamos; y asentado este principio, vos habeis imajinado entre dia o deseado ser cristiano, y conocer a Dios y sus grandezas, por cuya causa aprehendeis las oraciones con afecto, segun habeis mostrado. Es verdad, capitan (me respondió el muchacho), que he deseado con extremo ser cristiano y conocer a vuestro Dios, por la luz que me habeis empezado a dar de sus grandezas, y cada dia estoi con mayores ansias y continuos deseos de que me hagais cristiano. Pues ese es vuestro sueño (respondí al muchacho), que como habeis tenido esos fervorosos disinios, se os ha representado en sueños de la suerte que lo habeis de ser, bañándoos la cabeza con el agua que os echaré en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, con que se pone blanca y resplandeciente, de la suerte que se os repre

sentaron las cabezas de los niños que entre sueños se os pusieron delante. Y aquella señora que visteis sobre el árbol asentada, era la madre de aquel niño hermoso, que es nuestro Redemptor; y porque alabais a su Madre Santísima con el Ave María, ahuyentó y apartó de vos aquel negro, que era el demonio, que os queria tapar la boca, porque es nuestro comun adversario y está perturbando siempre nuestros buenos intentos y propósitos; y conociendo los que teneis de conocerle, se opuso el niño hermoso al negro feo y horrible, que es el demonio, y el otro Cristo, Señor Nuestro, hijo de Dios vivo, que os alentó y esforzó con su vista para que no dejaseis ni os apartaseis de vuestros deseos, que son encaminados al conocimiento de nuestra santa fee católica.

Decis mui bien, capitan, me respondió el muchacho, y me parece que habeis acertado con mi sueño, porque, como decis, que lo que se continúa en la memoria en el discurso del dia, se nos representa en sueños de noche, hame sucedido a mí de esa manera, pues no pudiendo desviar de la imajinacion las oraciones que me enseñais, y el ardiente deseo de conocer a Dios, durmiendo de noche parece que las tengo mas presentes; y así, por vuestra vida, os ruego que no dilateis el cristianarme, pues habeis visto en mí sobrado afecto. Será menester, amigo y camarada (le dije), que pidais licencia a vuestro padre, que no será razon que sin su gusto mudeis de relijion y de vuestro estado. ¿Ya no sabeis (respondió el muchacho) que mi padre gusta de que me enseñeis a rezar? claro está que tambien ha de querer que sea cristiano.-Pues bien podeis prevenirle y avisarle. Para mañana harémos una buena cruz y la pondrémos enfrente de aquel árbol copado, frondoso y verde que está enfrente de nuestra casa, para que debajo de sus copiosas ramas recibais el agua del santo bautismo. Mucho me habeis consolado, capitan amigo (dijo el muchacho): yo se lo diré a mi padre, y veréis el regocijo que muestra con mi determinacion y vuestra enseñanza. Pues aguardemos al dia, camarada, y mientras viene (le dije) podrémos sosegar otro buen rato.

CAPITULO XXIII.

De como, luego que el sol dió principio a manifestar sus rayos, nos levantamos a hacer una cruz hermosa, y la pusimos arrimada al árbol copado que estaba cerca de casa, y la cercamos a modo de claustro para dentro dél baptizar a mi amigo.

Apénas iba el sol dando principio al dia, cuando mi compañero empezó a levantarse de la cama y a decirme, que ya los rayos dél estaban cont nosotros, que nos levantásemos y fuésemos a hacer la cruz que habia dicho pondríamos arrimada al árbol; con que me obligó a levantar tambien del lecho en que habíamos dormido, dando infinitas gracias a nuestro Dios y Señor por las mercedes que me habia hecho, en dejarme llegar con bien a aquel dia, y por haberme llevado a casa de aquel cacique de buen natural y inclinado a mirar con buenos ojos a los españoles y cristianos, y adonde con tanto fervor y gusto admitia aquel muchacho

mi compañero nuestra doctrina y fee católica. Salimos afuera, habiendo sacado una hacha que le pedí, con que nos encaminamos al monte, adonde esoojimos una vara larga y gruesa, la mas derecha que topar pudimos, que con mucho gusto cortamos y sacamos de la montaña, y fuera de ella la pusimos y enderezamos, cortándole los gajos y ramas que por él se esparcian; con una azuelilla de las que ellos usan, hicimos las muescas o encajes para el atravesaño y brazo de la cruz, que con un asador ardiendo le taladrámos por falta de barreno, y con unos clavos de madera fuerte la clavamos, y entre los dos al sitio que de ántes propusimos, la llevamos, enfrente del copado árbol referido. En este tiempo estaba ya el cacique Luancura padre del muchacho con otros dos mocetones casados, parientes suyos, a la resolana, arrimados a las espaldas del rancho, y luego que nos vieron llegar con la cruz a cuestas, se levantaron y fueron a donde estábamos los dos cojiendo algun resuello y descansando, porque verdaderamente era de buen porte el madero y no dejó de fatigarnos algo; y lo que me maravilló fué, que siendo el muchacho tierno y delicado, pudiese soportar con esfuerzo la carga que a mis hombros, aunque mas vigorosos y robustos, agobiaba, y acordéme en esta ocasion de lo que nos dice el Redemptor divino, por su coronista glorioso, que su peso es liviano y su yugo suave. Yugo llama Cristo S. N. a su lei santa, y a los que la reciben, les dice, que la lleven sobre sí, y aunque el camino de la virtud parezca áspero y escabroso, en cojiendo la vereda con amor y gusto, se hace espaciosa si parece estrecha, gustosa y deleitable, si penosa, como le parecia a mi compañero catecúmeno suave el yugo, y la carga de nuestra lei liviana y deleitable. Pues ¿cómo (pregunta Ravano) nos dice en otra parte nuestro Salvador, que es angosta y trabajosa la senda que nos encamina al descanso y a la vida? Y prosigue diciendo, que a los últimos fines de la carrera se hace apacible el camino y espacioso, con el progreso del tiempo y con la dulzura del divino amor, aunque a los principios sea trabajoso, angosto y áspero.

Preguntónos el cacique nuestro intento, y a qué se encaminaba nuestro trabajo, y respondió el muchacho que me habia rogado várias veces que lo bauptizase, y que no habia querido hacerlo sin su consentimiento y gusto. Respondió el cacique con agrado y placentero, que recibiria grande júbilo y alegría en verlo hacer cristiano, porque él lo era antiguo y tuvo siempre buena voluntad a los españoles, aunque sus temeridades obligaron a aborrecer sus acciones. Pues esta cruz que traemos (repitió el muchacho), la habemos hecho para ese efecto y la queremos poner arrimada a este frondoso pengu (que así se llamaba el árbol), para que al pié de ella me bautice el capitan. Paréceme mui bien (dijo el cacique), y nosotros ayudarémos a levantarla, y se bauptizarán todos los de casa. Haced unos pales (dijo a sus compañeros), que son a modo de barretas de una madera mui pesada. El muchacho mi compañero estaba ya disponiendo una de estas, con una azuela pequeña que habia llevado al "ropósito, y los dos muchachones camaradas hicie

y

ron otras, con las cuales se hizo el hoyo en que se habia de poner la cruz, que con el ayuda del cacique y los demas que nos habíamos juntado, la levantamos en alto y la pusimos clavada, derecha y bien proporcionada; y acabada de poner, nos hincamos de rodillas al pié de ella, y hice a mi compañero que rezase las oraciones que sabia, que eran las del Paternoster y Ave María, que lo hizo con mucho gusto. Y el cacique los demas a nuestra imitacion hicieron lo propio, poniendo las rodillas en el suelo, alegrándose de ver la cruz, que señoreaba toda la campaña, y de haber oido a su hijo recitar las oraciones; y yo quedé maravillado, cierto, de la devota accion del cacique, que por habernos visto a los muchachos de rodillas hizo lo propio él y sus compañeros; de adonde se puede colejir con evidencia, que el dócil natural de esta bárbara jente no fué cultivado en sus principios con el azadon y reja del eficaz ejemplo de que necesitaba un nuevo jentilísmo, porque importaban poco las palabras a los que con cuidado atendian mas a las acciones, que sin duda no debieron de ser mui ajustadas las de sus primeros maestros y señores, pues tan breve se reconoció el fruto que se sacó de ellas con la destruicion y pérdida de sus vanas ciudades: a cuya causa debemos seguir la doctrina y enseñanza de nuestro gran padre San Gerónimo, que dice, que nuestras obras sean tales, que no confundan ni perturben nuestras palabras, que de esa suerte tendrá la enseñanza lucimiento y feliz logro la palabra divina.

En esto se nos fué lo mas de la mañana, porque como los dias eran los mas pequeños del año, con el ejercicio que habíamos tenido, se nos fué el tiempo deslizando y sin sentir se nos acercó el mediodía; y de la mesma suerte (como dijo Ovidio) se nos van sin pensar y sin ruido los años y los dias de la vida.

Tempora labuntur tacitisque senescimus annis,
Et fugiunt freno non remorante dies.

Los tiempos se deslizan,

Los annos resbalando se nos pasan,
Callando nos avisan,

Y sin freno los dias nos aplazan,

Pues cuando no pensamos

Al fin de la carrera nos hallamos.

Llevónos, despues de esto, el cacique a su rancho, y comimos con él de lo que las mujeres tenian dispuesto y sazonado, y nos brindamos con extremados licores de manzanas, de frutillas y maiz crudo, que es fuerte y de mucho sustento; y en el discurso de nuestros bríndises [sic] platicamos largamente de los cristianos antiguos, que no debieron de ser sus principios tan ajustados a la doctrina cristiana y enseñanza que era conveniente para una nacion bárbara y nuevamente reducida y agregada al gremio de nuestra santa fee católica, pues el cacique me dijo como admirado: capitan, ¿sabeis lo que he reparado en vuestra doctrina y enseñanza? que los antiguos españoles no siguieron en ella vuestro

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