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ciones necesarias para poder recibir el agua del santo bautismo, y conoció en ella un fervoroso celo de admitirle, con lo cual se allegó a mí encargándome la conciencia y diciendo que no podia evitar que aquella china fuese cristiana, cuando ella lo deseaba con todo afecto. Díjele la causa que me movia, que era el despacharla a su padre, y que no me parecia que era cosa ajustada enviarla a su barbarismo prendada en los preceptos de nuestra relijion cristiana; a que me respondió que no tenia ningun deseo de volverse a su tierra ni a donde estaba su padre. Hicimos llamar a la muchacha, y examinándola, dijo resueltamente, que no tenia gusto de volverse a casa de su padre, sino es de ser cristiana y conocer a Dios, como ya tenia principios de ello. Con esta determinacion rogué al reverendo padre que la industriase a nuestra santa fee y la cristianase; hízolo así el dia de la Natividad del Señor, primero dia de Pascua, y como yo la tenia en lugar de hija, festejé su bautismo con algunos regocijos y un espléndido banquete. Y estando con mui entera salud, gorda y colorada, amaneció el segundo dia con una calentura recia y con unos cursos de sangre que en dos dias la pusieron mortal. Al tercer dia hizo llamar al reverendo padre y le dijo que la confesase, y con haberla dicho que con el agua del bautismo habia quedado limpia y libre de todas sus culpas, se confesó con notable gusto del confesor, y yo le tuve grande, por haberme dicho que una persona mui ejercitada en aquel sacramento no podia haberse confesado como ella, por cuya causa mandó que se le diese el veático [sic] al cuarto dia; con que se la llevó Dios N. S. la víspera de año nuevo con tan grande premisa de su salvacion, que nos dejó a todos mui consolados, habiéndola enterrado el dia de la Circuncision, año nuevo, con la solemnidad que su dichosa muerte merecia y mi obligacion forzosa demandaba.

CAPITULO XVIII.

En que se prosigue la historia y se significa como, despues de habernos retirado de la montaña donde dormíamos, determinó mi amo Maulican pasarme adelante ácia la Imperial, por quitarme del tropiezo y del emulo de sus enemigos, y resueltamente me llevó a casa de un amigo suyo, adonde fuí mui bien recibido y obré algunas cosas que se irán manifestando en la historia.

Volviendo, pues, a nuestra historia y prosiguiendo con ella, digo, que habiéndome dejado la muchacha referida en el antecedente capítulo en aquella habitacion umbrosa en que me hallaba, y despedidose de mí algo disgustada porque dí de mano a sus favores y excusé recibirlos estando a solas (y verdaderamente que me admira de que no me hubiese salido a la cara el desden que la hice, porque una mujer picada suele buscar su despique por varios modos, como me sucedió con otra en los distritos de la Imperial, que a su tiempo y en su lugar se referirá el subceso), quedéme solo como de ántes, y como el sol por aquella parte iba dando fin a su carrera, refrescaba la tarde, con que solicité algunos materiales que aumentasen el fuego que me acompañaba. Estando en

este ejercicio gustosamente ocupado, llegaron mis compañeros los muchachos, con aviso de que mi amo habia vuelto a su casa del retiro que habia hecho, deseoso de verme y abrazarme, y que al echar la noche sus cortinas negras, nos fuésemos al rancho, dejando nuestra cama en la garita como estaba, porque habíamos de volver a dormir en ella despues de haber cenado y brindádonos a gusto, por los recelos con que se hallaba Maulican de la traicion del cacique Leumullanca, su compañero en las juntas de guerra y parlamentos que en su parcialidad se les ofrecian ; que del ladron de casa y del enemigo arrebozado, es de quien se deben guardar los mas leales. Salimos de la montaña con vislumbres de la luna que asomaba, aunque por entre nublados, que sus obscuridades prometian volver a continuar sus aguas; llegamos a los ranchos como ocultos, adonde hallamos a Maulican mi amo con Llancareu su padre y toda su familia. Recibiéronme gustosos, asentándome en medio padre y hijo despues de haberme abrazado; díjome Maulican con alegre semblante: ¿cómo te ha ido (capitan) en la montaña y encima de aquellos árboles? cómo te acomodaste? Respondíle que sin su abrigo y amparo, cómo me podia ir, sino era mui mal y a mi disgusto, y mas cuando tuve sobre mí aquel tropel y gran ruido de las armas de nuestros enemigos, y en mis oidos el rumor y las voces de los que me buscaban con anhelo rabioso; dígote de verdad (le repeti) que fué grande el aprieto en que me vide, y lo mas sensible en la ocasion fué el considerarte ausente y verme sin el abrigo de tu valerosa persona, cuando me contemplé entre las manos y garras de aquellas sangrientas fieras. Pues ¿yo te habia de dejar, vochum (dijo Maulican) (que quiere decir hijo mio), sino fuese en parte tan oculta y segura como aquella? excusé el estar en mi rancho por acuerdo y consejo de mis amigos, y porque juzgué era mas conveniente el ausentarme, así porque no entendiesen que habíamos tenido aviso de nuestro amigo Colpuche, como porque no nos sucediese algun pesado disgusto entre nosotros; y con haberme ausentado, se excusaron todos estos inconvinientes [sic] que os he dicho. Mui cuerdamente hiciste lo que maduro pensaste (dije a mi amo), que es mas ejecutar lo considerado, que consultarlo prudente, como Ciceron lo enseña. Ahora me veo consolado en tu presencia y fuera de los temores que me asustaban, estando debajo de tu sombra y de tu amparo. Sacaron de cenar de lo que tenian y acostumbraban, y la hija del viejo a quien me habia encargado, me puso delante un cántaro de chicha de frutillas secas, que para mí era el regalo mayor que se me hacia, con la cual brindé a mi amo y al viejo Llancareu su padre. Acabamos de cenar con mucho gusto, y volvimos a nuestra habitacion mis compañeros y yo, y ántes de acostarnos en la cama, me pidieron los muchachos que les enseñase otra oracion, porque ya sabian el Padre nuestro. Díjeles que lo repitiesen, que queria primero oirles y saber si le tenian bien en la memoria: recítole cada uno de por sí escojidamente, y alabéles el cuidado y amor con que habian aprehendido la licion, y díles otra nueva del Ave María, que despues de habérsela repetido tres o cuatro veces, les dije

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que tratásemos de dormir y desquitar el desvelo de la pasada noche con cuya resolucion nos dimos con mucha brevedad al sueño, no habiendo faltado a lo principal de mi ejercicio ordinario y costumbre en mis devociones. Al cuarto del alba, cuando mas sepultados en el sueño nos hallábamos, nos dispertó el ruido del agua y del viento grande que la embocaba por entre las ramas con tal fuerza, que atravesaba las pajas de nuestro pequeño albergue y limitada choza, que como estaba fabricada debajo de frondosos árboles, mas gruesas y espesas eran las aguas que caian de sus hojas, que las que se dejaban caer de las preñadas nubes; cuya continuacion con fuerza de los vientos, y el bamboleo de los árboles, nos hizo estar en vela y asustados hasta que dió principio a esclarecer el dia que los truenos, relámpagos y rayos que caian, mas atemorizaban nuestros ánimos, que, segun sus efectos, pareció verificarse lo que en otras tempestades dijo Silio Itálico, orijinadas del fuego ethéreo.

Subitis horrescit turbida nimbis tempestas,
Ruptoque polo micat igneus æther.

La tempestad deshecha
Horrible, tenebrosa y desusada
Violentos rayos echa,

Y la tórrida zona destemplada

Abrasa el firmamento,

Rasgándose los polos con el viento.

Apenas descubrió la luz sus resplandores, cuando nos descolgamos de las ramas con presteza, cargados de la cama en que dormíamos, y nos fuimos a los ranchos retirando; y como no habian experimentado tan de cerca como nosotros lo borrascoso de la noche, estaban en sus lechos durmiendo y sosegados. Cuando tan de madrugada nos vieron abrir las puertas y entrarnos dentro, juzgó Maulican sin duda que habíamos tenido algun alboroto del enemigo, pues asustado nos preguntó la causa de nuestro retiro tan al romper el dia las tinieblas; a que le respondimos que la borrasca grande de agua y viento, mezclada con granizos, truenos y relámpagos, y las goteras que atravesaban nuestro ranchuelo sin haber parte alguna en que asegurarnos, nos habian desasosegado de tal suerte, que nos obligaron a desamparar el sitio apresurados. Verdaderamente (dijo Maulican) que presumí otra cosa de vuestra apresuracion y madrugada. Hagan buen fuego (dijo a las mujeres) para que se calienten los mancebos, y háganles de almorzar alguna cosa. Luego se levantaron las mas viejas y salieron al rio por el agua, de adonde volvieron frescas y bañadas como lo acostumbraban de ordinario, y al punto se pusieron a hacernos de almorzar de lo que habia. Fué entrando mas el sol y con él amainando la tormenta: estuvimos en los ranchos aquel dia, y consultando Maulican mi amo con su padre y sus amigos el que le parecia mas acertado quitarme del tropiezo y del peligro,

vinieron a resolver que convendria pasarme mas adelante dos o tres leguas, a casa de un amigo suyo llamado Luancura, cacique de mucho respecto, poderoso y rico, y mui inclinado a los españoles. Amaneció otro dia, y como las cargas y aparatos que llevan, se reducen solamente a un poncho o frezadilla, que es lo mesmo, y esta se lleva a la gurupa o a las ancas del caballo, no hicimos mas que subir cada uno en el nuestro y marchar a la casa del cacique, que estaba a las orillas del rio de Cholchol, que por otro nombre llaman Tavon, adonde llegamos a medio dia y fuimos recibidos con summo gusto y regalados con extremo, porque este cacique era aespañolado y mui ostentativo: tenia en su casa muchas aves, carne fresca, tocino, longanizas y pan de maiz y trigo, que no le faltaba, a modo de tortillas mui bien hechas, y lo principal entre ellos, mucha chicha de diferentes jéneros. Despues de haber comido mui a gusto de los jéneros referidos, le significó Maulican a lo que iba y las causas que le movian a llevarme a su casa, para que con todo secreto y cuidado me guardase, mirase y defendiese, por los peligros en que me habia visto en su casa y los que recelaba en adelante. Dijo el buen cacique Luancura, que ya sabia y tenia noticias de lo que habian intentado y aun puesto en ejecucion los de la parcialidad de la cordillera, y que le habia pesado de que no le hubiese dado parte, si llegó a tener ántes algunas vislumbres del subceso, para que con sus amigos y comarcanos les hubiesen aguardado de emboscada, para que otro dia no se atreviesen a maloquear parcialidades ajenas. Respondió Maulican, que el no haber hecho ruido ni avisado a sus amigos fué por excusar las controversias y ruidos que se podian orijinar, y por otros respectos, que le movieron a ausentarse de su casa en ocasion semejante. Dejóme en la parcialidad y habitacion de aquel cacique, y por abreviar excuso lo mas que comunicaron acerca de mi quedada. Despidiéronse amorosamente, y a mí me dijo, que mui de ordinario iria a verme, que pues estaba tan cerca, y no tenia que darme cuidado su ausencia, porque me habia de hallar mui a gusto con aquel cacique, que era mui amigo de españoles y de condicion suave y apacible. Quedéme en aquella casa gustoso, porque el agrado del indio no daba lugar a echar ménos los amores y agasajos de mi amo, y porque era mayor el regalo que tenia. Aquella noche, despues de haberme dado de un ave bien aderezada y otros compuestos de carne, me hicieron la cama con muchos pellejos de carnero limpios y peinados, cosidos los unos con los otros, que los hombres principales y ricos usan de este jénero de colchones, y por sábana echaron encima de los pellejos una manta blanca, y para cabecera una almohadilla o costalejo de manta estofada con lana, y para cubrirme una frezada, nueva, gruesa y grande; despues de dispuesto el lecho como he dicho, me encaminó el cacique para él me dijo, que porque no durmiese solo, me daba su hijo querido, para que me acompañase y lo enseñase a rezar, porque ya sabia alguna cosa. Quedamos solos el muchaclio y yo, y era de tan buen natural como su padre, agradable, apacible y amoroso; preguntéle al acostarnos, si queria saber rezar, y me respondió, que de mui buena gana, porque ya él sabia

y

un poco, que un español que habia asistido en su casa, le solia enseñar. Decid, pues (le dije), lo que sabeis y lo que os enseñaba ese soldado o español que decis ; con que dió principio a recitar el Padre nuestro en nuestro castellano idioma, que repitió hasta cerca del medio bien recitado. Preguntéle si entendia algo o sabia lo que queria decir lo que habia aprendido, y me respondió que no. Pues yo os enseñaré (le dije) en vuestro lenguaje las oraciones, para que entendiendo lo que contienen, las aprendais con mas gusto. Tendréle grande (capitan), me respondió, por entender y saber lo que dicen vuestras oraciones.-Pues decid conmigo de esta suerte: Inchi in ta inchao huenuneuta mileimi; y así fuí prosiguiendo con el Padre nuestro, y él, respondiendo con alegre semblante, mostraba el regocijo que tenia con ir entendiendo lo que rezaba repetímosle tres o cuatro veces, y por último remate refirió solo mas de un tercio de él, diciéndome que el siguiente dia le habia de recitar por entero, si yo no me cansaba de enseñarle; a que le respondí, que me daba mucho gusto de ver la cudicia y aficion con que deseaba saber las oraciones, que en cualquier tiempo que tuviese gusto, me hallaria dispuesto a su doctrina y enseñanza. Con cuyas razones cerramos nuestra conversacion y dimos al sosiego nuestros sentidos, habiendo ante todas cosas dado infinitas gracias a mi Dios por los favores y mercedes que me hacia.

CAPITULO XIX.

En que se refiere lo que el dia siguiente hicimos, y lo que vimos hacer a un machi, que son hechiceros y curan por arte del demonio, y de la suerte que se apodera de ellos, con las cerimonias [sic] que se dirán.

Apénas daba muestras de esparcir el sol sus rayos, cuando el muchacho me despertó, rogándome con ansiosos deseos que repitiésemos la oracion del Padre nuestro, porque toda la noche dijo, habia estado soñando con él; concedí con su gusto por el que yo tuve de verle tan inclinado y con natural afecto a las cosas de nuestra santa fee católica, y despues de habérsele repetido cuatro o cinco veces, refirió mas de la mitad sin ayudarle y me encareció el consuelo que recibia su alma con ir aprendiendo aquella oracion en su lengua, porque iba entendiendo lo que rezaba. Pues ¿cómo podeis entenderlo (le dije), ni penetrar el alma de esas razones? entenderéis las palabras y no lo esencial de su contenido. Sí entiendo tambien (me respondió), porque el que decis que es nuestro Padre, está arriba en los cielos, que decis que es Dios, Villpepilbue, que todo lo hace y todo lo puede. Pues ¿no es así (capitan)? Inchi ta inchao, no quiere decir Padre nuestro? huenuneu ta mileimi, que estais en los cielos? Ubchigue pe tami igri, sea reverenciado tu nombre? y lo demas que sabia lo fué refiriendo y explicando como lo demas, que verdaderamente que me dejó el chicuelo suspenso y admirado, habiéndole preguntado si creia en Dios y en todo lo que decia el Padre nues

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