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llegamos al sitio, que estaria como media cuadra de la entrada del monte, adonde habia una espesura grande de árboles mui crecidos y empinados, tan vecinos de la barranca del rio que parece estaban pendientes de ella, y entre dos de los mayores y mas poblados de hojas (que la conservan todo el año) estaba armado un rancho o chozuela, en que cabian tres o cuatro personas con apretura, y para llegar a él era necesario subir por uno que al pié de él estaba descombrado y algo raso el sitio; y porque no se entendiese que por allí subian al emboscadero, fuimos de rama en rama y de árbol en árbol caminando, que despues de haber atravesado mas de diez o doce de la suerte referida, llegamos al que tenia la choza en medio de sus frondosas hojas emboscada. Allí nos quedamos los dos muchachos y yo, y Maulican mi amo se volvió a su habitacion, sin dar a entender a persona alguna de adonde venia, ni el sitio en que me dejaba. Este ranchuelo y otros en la mesma forma tenian los mas fronterizos en quebradas y montes ásperos y inexpugnables, adonde en tiempo de verano y de alborotos de armas se recojian a dormir las noches, temerosos de las malocas contínuas con que eran molestados; allí, en aquel elevado emboscadero, estaba solo de dia, porque los muchachos mis compañeros se retiraban al rancho, y al medio dia me traian de comer ellos y una chicuela hija de mi amo, que me habia cobrado grande amor y voluntad y solia buscar en diferentes ranchos legumbres de las que comen, papas, maices y porotos, para llevarme; y a veces sin sabiduría de los de su casa me llevaba de estos jéneros cocidos y alguna poca de cecina que hallaba desmandada, y la segunda vez que fué esta chica (que tendria cuando mas doce o trece años) a llevarme de comer sola, le pregunté que quién la enviaba, y ine respondió que su voluntad y la compasion que le causaba el verme solo, que no dijiese a su padre ni a persona alguna que continuaba el verme, que ella tendria cuidado siempre de llevarme de comer lo que hallase. Agrecíla el amor que me mostraba y la lástima que me tenia, pero que la rogaba que con mis camaradas viniese acompañada, y no sola, cuando tuviese gusto de hacerme algun bien, porque no presumiesen que la llevaban otros fines. Y no obstante lo que le dije, venia sola, y otras veces con mis compañeros los muchachos, a traerme de comer, que me hallaban en ocasiones, o en las mas, abajo del árbol, adonde me solia estar recostado, porque tal vez iba el viejo Llancareu y Maulican su hijo a verme cuan lo entraban a la montaña por leña: esto fué a los principios, que al segundo dia que estuve en mi retiro, se ausentó Maulican mi amo y se fué a casa de un amigo suyo, como una legua distante de la suya, por consejo y acuerdo de los demas caciques sus amigos.

A los cuatro dias que estuve en aquel emboscadero y mi amo ausente (como he dicho), llegaron aquella noche al cuarto del alba los caciques de la cordillera mis adversarios, con tropa de mas de ducientos indios armados, que unos se enderezaron a los ranchos de Maulican y Llancareu, y otros encaminaron al monte a rejistrarle, adonde estábamos durmiendo los muchachos y yo, que al grande ruido de los caballos y

de sus voces recordamos aflijidos, cuando dieron el asalto, y dije a mis compañeros, que de ninguna suerte hiciesen movimiento alguno, que sin duda era la jente de la cordillera que venia en mi demanda. No deben de ser, sino es los españoles (dijo el uno de ellos) que vienen a maloquearnos. Es imposible (les respondí) porque no es tiempo de eso, que estan los rios mui crecidos y dilatadas nuestras armas. Cailemos ahora y no hagamos ruido, que parece que andan cerca de nosotros. Con esto nos sosegamos y oimos gran rumor de caballerías ácia los ranchos, y en la montaña adonde asistíamos, algunas voces y razones que decian: aquí anda jente, venid por aquí, y volved por allá, y otros que en altas voces decian, como que divisaban algunas personas: salid acá afuera, que os habemos visto, venid acá ántes que vamos por vosotros. Yo me quedé verdaderamente suspenso, juzgando que habian oido algun desden nuestro o bamboleo de los árboles, y si como dijeron salid acá afuera, dicen bajáos abajo, fuera mayor mi afliccion y mas viva la congoja. Con estos sustos y recelos nos estuvimos sin mover pié ni mano, ni osar hablar una palabra, hasta que Dios fué servido de que se sosegase aquel tumulto, y que al romper el dia las obscuras cortinas de la noche viésemos pasar las cuadrillas y tropas enemigas por la otra parte del rio, que se retiraban despues de haber penetrado nuestro monte y rejistrado los ranchos de mi amo, a quien no hallaron en él : solo hallaron al viejo Llancareu y las mujeres, quienes les dijeron, que fuesen a donde estaba su hijo Maulican, que allí me tenia a mí, que bien cerca estaba; que fuesen a buscarlo, que él sabria defenderse y volver por sí y por su español; y como no hallaron lo que deseaban, habiéndoles salido en vano su desvelo, al esclarecer el dia se volvieron a sus tierras, como he dicho. Y con haberlos visto retirar con toda priesa, no nos atrevimos a hacer ruido ni a hablar una palabra, hasta que salido el sol, al mui buen rato, vino Llancareu el viejo y un hermano suyo con su mujer, y la chicuela que me solia traer de comer, y arrimándose al paso por adonde subíamos al ranchuelo, nos llamaron repetidas veces; que conocidas las voces de los nuestros bajaron mis compañeros, quienes me llamaron despues asegurándome del recelo y temor con que habia quedado por el alboroto y tropel de aquella noche. Bajé con gusto de la garita o choza que en lo superior de un árbol nos guardaba, y como no estaba acostumbrado a descolgarme de sus ramas como los muchachos mis compañeros, con tiento y con recelo asegurándome venia por entre ellas, como a gatas, de que se orijinó grande risa y alborozo alegre entre los que me esperaban al pié de aquella escalera, a quienes ayudé a reir y a regocijar el gusto que tuvieron de verme atribulado y entre las ramas densas confuso y aferrado: cuando bajé abajo, ya habian dado principio a hacer una buena candelada algo distante del árbol por adonde bajábamos y subíamos, en cuyo sitio nos asentamos al amor del fuego a almorzar mui despacio y a beber un cántaro de chicha que llevaron, de buen porte. Tratóse de la maloca que nos habian hecho los serranos enemi

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Brando curulento de la suerte que he dicho, en la montaña, adon. de mix umfaberoa me dejaron, como a las tres o cuatro de la tarde llegó ja olonna bija de mi amo a despertarme, que me traia una taleguilla de narina vetwiz, unas papae cocidas y un poco de mote de maiz y porotoss y luego que la ví, despertando de mi sueño algo espavorecido y anatado de repente con que me llamó, se empezó a reir de haberme visto antorotado. Dijela como enfadado, que qué era lo que buscaba, que se fire con Dios, porque no la viesen venir tantas veces sola a donde yo estaba, y que no fuese causa de que me viniese algun daño por el bien que me descaba, dando que pensar a su padre para que juzgase o pregumicse que no era leal en su casa; y que así, le suplicaba que no viniese mas a verme sola, sino fuese con los muchachos mis camaradas; que yo le agradecia la voluntad y el amor que me mostraba, y el cuidado que ponía en regalarme; que por su vida no permitiese que por ella me viniese algun desabrimiento, y pusiese en peligro la vida que su padre me había prestado; que advirtiese que por adonde juzgaba que me hacia algun favor y lisonja, me daba un gran pesar, porque siempre que la veia venir sola me temblaban las carnes, juzgando que ya la veian entrar o salir de adonde yo estaba; que si fuese vieja y no de tan buen

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parecer como lo era, sobre muchacha, no tuviera tantos recelos, ni su vista me alborotara tanto. Estuvo a mis razones mui atenta la muchacha, y respondióme: ¿pues yo habia de venir, capitan, de manera que me pudiesen ver ni presumir que venia a donde tú estás? Créeme que cuando vengo extravío el camino y aguardo a que todos esten en alguna ocupacion embarazados, como lo estan ahora en la chacra que estan cavando y sembrando, y así no tienes que recelarte. Con todo eso, la dije, puedes venir tantas veces, que alguna entre otras no puedas excusar el que te vean: anda, vete por tu vida, y no vengas mas acá, porque me tengo de esconder de tí en no viniendo acompañada y con mis camaradas. Habiéndole dicho estas razones con algun desabrimiento, puso la taleguilla de harina junto a mí, y lo demas que traia, y me dijo: (capitan) si no quieres que yo vuelva mas acá, y me echas de esa suerte, no volveré sola ni acompañada, que yo entendí que agradecieras lo que hago por tí mas bien de lo que lo haces. Y esto fué volviendo las espaldas y retirándose apriesa: yo no quise satisfacerla ni desenojarla, por no ocasionar a que continuase sus visitas, por el riesgo y peligro en que podian poner la conservacion del cuerpo y la salud del alma, que es lo principal; porque el que no huye el peligro, y se arroja a él con arrogancia, continuando la comunicacion de las mujeres, es imposible que salga triunfante y libre de pecado, como lo dijo San Agustin en las siguientes palabras los que con la habitacion de las mujeres piensan que han de adquirir o obtener la gloria y el triunfo de la castidad, ignoran que para con Dios son dos veces culpados. Lo uno, porque se arrojan al peligro no excusando la ocasion; y lo otro, porque muestran a los demas y enseñan con el mal ejemplo una perversa familiaridad y torpe comunicacion, de que los mas justos huyen y los mas atentos se excusan. Y así, me pareció conveniente desabrir aquella moza por no volverla a ver a solas, que el amor entra por los ojos y en la soledad imprime con mas fuerza sus ardores; de adonde se saca que el amor pertenece a la potencia apetitiva, a la cual llama el doctor anjélico fuerza o facultad pasiva, a cuya causa se inclina a su objeto, pues es ordinario axioma que el que ama, asiste mas a donde ama, que a donde anima. Y así, su objeto se compara a ella como a causa de su movimiento y de su acto; y advierte el santo con el comun sentir de las escuelas, que el propio objeto del amor ha de ser lo bueno o el bien: doctrina que enseñó ántes el divino Aurelio y la lumbrera de la Iglesia ; luego, la causa del amor ha de ser buena, o su objeto bueno, conforme lo referido. Pues ¿cómo podrémos decir que el amor torpe y deshonesto es bueno o tiene el objeto bueno, pues nos dice el Rei Profeta que el que ama a la maldad y pone la mira en sus efectos, aborrece a su alma y a su spíritu? Luego, no es causa del amor solo lo bueno. A esto responde el doctor Anjélico, que se ama debajo de alguna razon formal que se le representa a la potencia con algunas vislumbres de bien, de honesto, útil y deleitable, con que el objeto viene a ser abrazado de la potencia debajo de la razon de bien, y paliado con capa o sombra de lo bueno. He significado este amoroso

subceso con todas circunstancias, por haber sido los informes que hicieron en el Perú a quien hizo una comedia de las cosas de Chile, mui a la contra del hecho; porque representó estos amores mui a lo poético, estrechando los afectos a lo que las obras no se desmandaron. Solo pudieron dar motivo el haber cautivado a esta china despues de mi rescate, y en presencia del gobernador, haber hecho que llamasen al capitan Pichi Alvaro (que así me llamaban en su tierra); y habiendo yo llegado a donde estaba, en un concurso grande de capitanes y soldados (que a la tienda del gobernador se habian allegado por oir hablar tan desenvueltamente a la muchacha), al punto que me vió entrar acompañado de algunos amigos y camaradas, me representó los servicios que me habia hecho cuando estuve cautivo y debajo de la potestad de su padre y de ella, diciéndome que bien sabia yo las finezas que habia hecho conmigo en tiempo que sin libertad me hallaba, de aflicciones y penas combatido, el amor entrañable que me tuvo, la lástima y compasion con que me miraba cuando me tuvieron escondido en la montaña, y que para que comiese y no me fatigase la hambre, por ser pobres sus padres, andaba de rancho en rancho solicitando las papas, porotos y maices y algunos pedazos de cecinas, y que bien sabia que, sin que lo supiese su padre ni su madre, me solia llevar estos jéneros cocidos y la harina tostada para que comiese ; que ahora que ella se veia sin su libertad, en poder de mis amigos y compañeros, trocadas las suertes, mostrase ser quien era y la correspondencia que le debia, rescatándola luego y sacándola del poder en que se hallaba, porque no habia de estar con otra persona que conmigo. Dió mucho gusto al gobernador la resolucion con que me habló la china, y la dijo que si queria estar con él, que la tendria en su compañía y la regalaria mucho; a que respondió que no, de ninguna suerte, que pues ella habia sido mi ama y señora cuando cautivo, que ahora le tocaba a ella estar debajo de mi dominio y mando, y pues ya nos conocíamos, no habia de apartarse de mi lado: con que me fué forzoso el comprarla, dando por ella luego todo lo que me pidieron. Y ya que habemos tocado esta materia y el cambio de nuestras suertes, no será bien dejar en blanco la que esta moza feliz tuvo para su salvacion conocida.

Llevé a mi casa esta china, con deseos de volverla a su tierra y remitirla a su padre, por mostrarme agradecido a los favores y agasajos que me hizo siendo su esclavo; por cuya causa excusé el hacerla cristiana, aunque en el poco tiempo que asistió en mi casa, sabia las oraciones principales, porque rezaba de noche con la jente del servicio. Llegó en esta sazon a la ciudad de Chillan, adonde yo tenia mi vecindad, un padre y relijioso grave de la Compañía de Jesus, conocido y amigo, comisario de el Santo Oficio, a ciertas dilijencias que importaban; alojóse en mi casa, porque no habia colejio ni fundacion alguna de esta relijion. Y dentro de tres o cuatro dias se llegó la china al reverendo padre y le dijo, como yo no queria que fuese cristiana, cuando ella lo estaba deseando con extremo ; examinóla despacio el relijioso y halló que sabia las ora

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