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Del suceso que referiré en breve, sacarémos la prueba de esta ver

dad constante. El año de/620, a los diez dias del mes de abril, entró> 620

A

el enemigo a molestar la comarca y distrito de la ciudad de Chillan, no con desinio de tener tan buen acierto como el que les deparó su dicha y nuestra fortuna adversa, sino es tan solamente por llevarse por delante lo que pudiesen, y todo lo que topasen sin resguardio, como aves de rapiña, procurando molestarnos con los daños que acostumbran en sus malocas, entradas y salidas; y aunque en esta ocasion no habia sido mui considerable el que nos habian hecho, con todo eso se determinó el correjidor y cabo de aquella ciudad y frontera a salir en su seguimiento; y siendo persona de todo valor y experiencia en esta guerra, le faltó en la ocasion presente lo que a muchos presumidos, que persuadidos a que su crédito se pierde en no acertar por solo su parecer, rehusan oir los ajenos, y si se los manifiestan con amor y con deseo de sus aciertos, tienen por punto de honra y caso de presuncion el oponerse a ellos, queriendo mas arrojarse al peligro a costa de sus vidas, que lograr felices sucesos por ajenos pareceres Y así, le aconteció a este valeroso capitan lo que a los sacerdotes que refiere el libro de los Machabeos, que queriendo mostrarse mas valerosos de lo que sus fuerzas prometian, determinándose a salir a la batalla sin consejo ni parecer alguno, perecieron todos. Poca capacidad muestra el que se gobierno sin consejo. Así lo dicen los Proverbios, en cuyo lugar dijo el gran doctor y maestro Francisco de Mendoza estas palabras: adonde no hai consejo, no está la subiduría, sino la locura manifiesta. A Roboan, por despreciar el parecer de los de su consejo, como era de aquellos ancianos de su reino, se le rebeló la mayor parte dél y le obligó a ponerse en huida Y es cierto que si en esta ocasion sigue el parecer y consejo de personas ancianas y de toda experiencia, hubiera conseguido mui feliz acierto; porque saliendo de la ciudad a cojer el rastro del enemigo adonde habia hecho el daño, una legua mas abajo de ella le advirtieron que excusase el rodeo y el trabajo que a los caballos daba, si queria dar con el enemigo ántes que ganase la muralla que ha tenido por defensa siempre entre las ásperas montañas de la cordillera; que cojiendo en la mano tal camino y senda bien cursada que al atajo salia a su derrota, sin duda alguna se irian a las manos. No lo hizo así, no sé si por lo referido o por parecerle que su acuerdo y determinacion seria el medio mas eficaz para dar alcance al enemigo; con que bajó la legua que he referido, y la volvió a subir por el rastro y camino que llevaba, hallándose con dos leguas de rodeo; y cuando llegó a dar vista a este contrario y enemigo rebelde, fué en la propia montaña, adonde ganaron un paso montuoso, y para su defensa un atolladero y pantanoso sitio elijieron, que solo para entrar en él era necesario valerse de fuerza y maña para no caer del caballo abajo. Cuando llegó al paso el correjidor y sus secuaces, fueron mui pocos los que pudieron seguirle por haberse quedado muchos con los caballos rendidos y fatigados;

que si el parecer que le dieron, sin repugnancia le abraza, no hubiera dado lugar a lo uno ni a lo otro, pues ahorrando las dos leguas, no ganara el enemigo la montaña, ni a los caballos faltaran tan presto los alientos, y agregados en un cuerpo en descubierto campo, le hubieran dado alcance y castigado sin duda su osadía, y quedara quebrantado su atrevido orgullo; porque, como despues supimos con evidencia, no era el número de ellos mas que de ochenta, y los nuestros pasaban de mas de ciento, jente valerosa y escojida con que no les hubiera sucedido al contrario de lo que la disposicion y buen acuerdo pudo ofrecerles pues arrojándose al paso el capitan y caudillo, con particular valor y esfuerzo (que las mas veces el atrevimiento sin sagaz consejo solo de precipitarse sirve), adonde al punto que en él entró resuelto, a lanzas lo derribaron del caballo abajo; y dos hijos que iban en su compañía, habiendo visto en tan evidente peligro a su padre, por defenderle le siguieron, dejando valerosamente las vidas, y otros tres o cuatro soldados que hicieron reputacion de quedar adonde su correjidor y cabo habia dado el último fin a sus dias.

A grandes daños y conocidos riesgos se pone el superior que no admite pareceres ni solicita consejos aun de los mas incapaces, como lo enseñó el supremo rei Cristo, bien nuestro, que cuando hizo o hubo de ejecutar aquel célebre milagro de los cinco panes, dijo a Filipo: adónde comprarémos pan para que coma toda esta muchedumbre que me sigue? y dice el texto sagrado, que lo hizo por tentarle, pues es cierto que sin pedir parecer, sabia de la suerte que habia de satisfacer aquel copioso concurso. Aquí hai que advertir dos cosas ponderables: la primera, que industrió este divino monarca a los de la tierra a pedir consejo aun a los mas ignorantes, que entre los apóstoles se tenia por tal a Filipo, como lo advirtió San Cirilo Alejandrino sobre las palabras de San Juan que dicen: tanto tiempo has asistido conmigo, y aun no me has conocido? y con todo eso le pide consejo, para enseñar a los príncipes superiores que no deben ser presumidos ni soberbios, pareciéndoles que todo se lo saben y todo lo alcanzan. La segunda es, que deben tentar y probar a sus allegados, privados y consejeros, para ver lo que responden a sus dudas y dificultades, y examinar atentos lo que dicen, como hizo Cristo con Filipo, quien respondió imposibilitando el poder dar de comer a tantos. Porque hai consejeros en nuestros siglos, que con capa de santos, encaminan sus pareceres a solo sus particulares intereses, y los del comun los imposibilitan, como lo habemos visto y experimentado várias veces; y así es bien tentarlos y reconocer las intenciones que tienen. Retiráronse con la pérdida de su caudillo los demas soldados, pareciéndoles ser mas temeridad que valor el querer contrastar con muralla tan inexpugnable, y entrarse en tan conocido riesgo de la vida.

En este tiempo y ocasion asistia yo en el tercio de San Felipe de Austria, ocupado en una compañía de infantería española, como queda atras manifiesto, adonde tuvimos aquella noche el aviso de lo que el

antecedente dia habia sucedido; con el cual se determinó el sarjento mayor y cabo del dicho tercio a salir al encuentro al enemigo, y a esperarle en el paso por adonde era forzoso retirarse, habiendo cojido ántes el rastro de su entrada. Hicímoslo así; y aunque llegamos a mui buen tiempo a ponernos en parada, la disposicion que hubo en echar la emboscada, no fué conforme a lo que los capitanes sentimos, pues se nos escaparon tres corredores del enemigo que se venian entrando por nuestro emboscadero; que a tan buena ocasion como esta habíamos llegado, pocas horas ántes, a un valle cercado por una parte de la montaña áspera y escabrosa de la nevada sierra, y por la otra, de unas grandes barrancas de un rio que llaman Puchangue, adonde se arrojaron los tres corredores del enemigo sin los caballos, porque de otra suerte era imposible librarse: finalmente, nos quedamos solo con la vista de ellos, que a mas no poder nos dejaron en las manos sus brutos animales ensillados por escapar las vidas. Y el haberse librado y salido sin castigo esta cuadrilla enemiga, fué por nuestra mala disposicion (pues se pudo haber cercado todo el valle dividiendo nuestra jente y poniéndola en diversos trozos, sin que impidiese el recelo de hallarnos esparcidos, cuando pudiéramos a una voz fácilmente congregarnos.) Resultó de este succeso, con el que tuvieron tan impensado, volverse tan gloriosos y esforzados, que determinaron a pocos dias repetir el viaje con una gruesa junta a batallar con nuestro tercio de San Felipe de Austria, como en hecho de verdad lo pusieron en eje

cucion.

CAPITULO IV.

En que se prosigue la materia.

Subcesivamente, a los quince de mayo del citado año, se nos vinieron a las manos y a las puertas mas de ochocientos enemigos, despues de haber saqueado y destruido muchas estancias y chacras comarcanas a nuestro tercio; que cuando llego a querer repetir tan lastimoso estrago, no puedo dejar de decir lo que el natural poeta, haciendo memoria de la afliccion y pena que le causó el ausentarse de su casa y de los

suyos:

Cum repeto noctem qua tot mihi cara reliqui,
Labitur ex oculis tunc quoque gutta meis.

Cuando la noche repito
De mi pena y sentimiento,
Suspiros rompen el viento
Con lágrimas que remito.

Que las cristalinas aguas de los ojos no podian en ellos detenerse; que aunque en otra parte nos significa, que es deleitable y dulce cosa hacer memoria de los pasados subcesos: dulce est meminisse labores,

entiéndese de los propios cuando la inconstable fortuna ha dado lugar a traerlos a la memoriamas la pérdi·la de tantos compañeros y amigos no puede dejar de causar mui gran dolor y llanto, y mas cuando los infortunios y desastres son orijinados de poca prevencion, mal gobierno y falta de consejo. Porque en aquellos tiempos no se platicaba, ni se admitian los que eran convenientes, pues me consta el poco aprecio y estimacion que hacian de las personas ancianas y experimentadas en la guerra, porque no sabian irse con la corriente del uso que se platicaba, y al paladar del gobierno que los admitia; y si alguno con fervoroso deseo del servicio de S. M., y del bien comun llevado, decia lo que era lícito y mas justificado, le respondian que era mui a lo viejo lo que hablaba, porque otros consejos habia mas frescos y modernos y de mas importancia para lo que corria y para sus mayores conveniencias. Puedo certificar esto por el lance que le subcedió al maestro de campo jeneral Alvaro Nuñez de Pineda, mi padre, con el gobernador que en aquellos tiempos gobernaba, que cuando tuvo aviso de la muerte referida del correjidor de la ciudad de Chillan con los demas que perecieron, se resolvió con toda presteza a ir a ver el remedio que podia dar a tan impensada pérdida. Alojóse en casa de mi padre, que como atras queda dicho, estaba retirado en aquel lugar por tener su vecindad en él, al cabo de muchos años de desdichas y trabajos que en este reino pasó en servicio del Rei nuestro señor, quedando tullido de las piernas, sin un ojo y pobre, mas siempre deseando que S. M. en todo fuese bien servido, y nuestro pobre suelo aumentado: por lo cual se determinó a decirle, que por la experiencia que tenia de tantos años, y el conocimiento de estos naturales rebeldes, estaba cierto sin poner alguna duda que el enemigo habia de volver mui breve con una gruesa junta a molestar nuestras fronteras y a balaustrar con nuestro tercio, porque estaban enterados mas bien que nosotros de la mala prevencion y poca jente que le asistia; y que así se sirviese su señoría de reparar con tiempo el daño que le podia sobrevenir. A que respondió el dicho gobernador, que era mui a lo viejo lo que decia: razon que juzgo que sin quererla pronunciar se le vino a los labios, por ser refran comun que corria entre todos los palaciegos, pues haciendo reparo despues de la persona que mi padre era, le volvió a decir que estimaba su consejo y quedaba advertido de lo que le decia, pero que él tenia dispuesto lo conveniente para el reparo de sus fronteras y presidios; dejando a mi padre tan suspenso que no le acertó a hablar mas palabras, porque reconoció en el gobernador livianas razones y de chanza, que fácilmente se las lleva el viento y otras veces pesan tanto que se postran por el suelo. Bien es que el superior que está en dignidad alta colocado para la administracion del gobierno, sea jovial, placentero y agradable, con advertencia de lo que dijo Job: Lux vultus mei non cadebat in terram. C. 29. n. 24. Cuyo lugar explicó mui a mi intento un docto y grave autor diciendo, que quiso decir el santo patriarca, que la alegría y apacibilidad de su rostro no era ménos preciable porque estaba acompa

ñada con la gravedad conveniente y necesaria a su majestuoso estado. Volvióse con esto el gobernador a la ciudad de la Concepcion, pareciéndole imposible el que llegase a tener efecto la propuesta de mi padre, a cuyo parecer se arrimaban los de los ministros privados, que por conservarse en los oficios se iban de ordinario con la voluntad y gusto del que los rejia; a cuya causa no se puso el cuidado para el buen acierto, que se pudo conseguir si con tiempo se hubiese prevenido. Mas es sin duda castigo merecido, guiado de la divina Providencia, para los superiores que desprecian consejos y pareceres de personas ancianas y expertas en su profesion, que son las que se deben buscar y anteponer a los presumidos bachilleres, como lo sintió Egidio: que aunque uno sea (dice) bien ejercitado en letras divinas y humanas, y a esto se le allegue un buen uso de razon, si le falta la experiencia es de ningun efecto su consejo.

Pues, qué se podrá aguardar de aquel que solo atiende a mentir y adular a los que gobiernan, que por la mayor parte son admitidos y estimados para castigo de nuestras culpas, destruccion de nuestros reinos y ruina de nuestras casas. Porque no hai enfermedad ni peste mas contajiosa en una república, que la adulacion y mentira, y como siente Ciceron, entre los amigos es mortal veneno.]Y ¡desdichados los superiores que a su halagüeño viso se sujetan, que cuando ménos piensan, hallan la dura muerte entre sus halagos y blanduras! Porque, como dijo el ilustrísimo Villarroel, mas son los que mueren de este achaque, que los que al trocado escuchan vituperios: y a nuestro intento lo pensó mui bien Eurípides diciendo, que las ciudades y casas bien habitadas las destruye y aniquila esta fiera doméstica, y hace que las voces y llantos del comun concurso no las oigan los príncipes que gobiernan, ni los que pueden correjir, corrijan y remedien los excesos y tiranías que en reinos tan remotos como Chile se experimentan: que en él son absolutos señores los que tienen el réjimen y el mando, y presumen, desvanecidos de estos lisonjeros, que todo se lo saben, todo lo alcanzan y entienden, con que intentan y hacen lo que les parece, y ejecutan lo mas que se les antoja,'sin otros pareceres que los que a su paladar y gusto se ajustan, y con aquellos que solo atienden a sus mayores medras e intereses, causados de la esclavitud de esta desdichada nacion, de que se ha orijinado la dilacion prolija de esta guerra, por parecerme no justificada. Y porque en otra parte de este libro daré las causas que me mueven a hacer este concepto, pasaré adelante en mi intento, y digo, que con gran facilidad se dejan llevar los superiores de los aduladores consejeros, que los encaminan a buscar sus conveniencias a costa de la sangre de los pobres, cuando reconocen la codicia insaciable con que vienen atropellando la razon y la justicia; de que se sigue que a pocos lances tiranizan el reino y le dejan en peor estado del que le hallaron, Y los habitadores de él mas lastimados cada dia, mas aflijidos y vejados. Porque hai pocos o ningunos que sepan responder a tales malsines allegados, lo que el gran emperador Federico cuando sus pri

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