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dero de nuestro Dios y Señor, no sé qué se tiene la juventud, que aunque conocemos su grandeza y majestad, parece que la ignoramos; tenemos la fee viva y al parecer no la tenemos, porque es muerta en la mocedad; oramos con los labios y nos parecemos a los que dijo Cristo, Señor nuestro, que le alababan con la boca y el corazon estaba mui léjos dél; finalmente, parece que nuestras obras de cristiano todas son encaminadas solo a parecerlo, por ser nuestros caminos varios y las veredas que seguimos extraviadas, como lo notó el sabio extremadamente: tres cosas son difíciles de alcanzar con el discurso humano, dijo; mas parece que les dejo algun resquicio (aunque a lo largo) para entrarse a lo oculto de sus misteriosos caminos, pero la cuarta confiesa que totalmente la ignora, que es el camino del varon en su vigorosa adolescencia, y es cierto y verdadero que no es fácil de comprender ni alcanzar los caminos y derrotas de la juventud y mocedad, que por la mayor parte son inusitadas sendas las que sigue y mui contrárias al verdadero camino de la profesion cristiana. Pues ¿qué es lo que causa en la mocedad tantos desvarios? lo que dice Ciceron: júzgase el mancebo vigoroso, eterno y permanente en sus acciones, por lo cual suelta la rienda al licencioso apetito, para que la carnal concupiscencia venza y sujete a nuestro espíritu, que, como dijo San Pablo, son contrarios tan opuestos, que lo que el uno apetece el otro lo contradice, y en otra parte, que halla una lei en sus miembros, que es la carne, contraria a la lei de su entendimiento, que es la razon y el espíritu, habiendo dicho ántes que aunque conoce lo malo lo aborrece, se inclina naturalmente a ejecutarlo, y al contrario, desea obrar lo bueno y no puede hacer lo que quisiera, porque no sabe ni entiende lo que hace. Pues, si toda esta contradiccion hallan los santos tan de marca mayor en nuestra naturaleza humana para contra el mas ajustado spíritu, que con estar sofrenándola, castigándola y oprimiéndola dice este gran doctor de las jentes lo referido, ¿cómo podrán librarse de este profundo despeñadero fácilmente los que sin atencion y por su gusto se dejan llevar de este tan fiero monstruo y comun enemigo, como es la carne, poniendo solamente su esperanza en la nota que hizo Ciceron, de que el adolescente y mozo se juzga en el vivir eterno y permanente, sin atender y poner en la meditacion lo que mas adelante dice y enseña este sabio jentil, sin verdadero conocimiento de la eterna vida, que pudieran avergonzarnos sus palabras, y desengañarnos de lo que neciamente presumimos. Insipienter sperat (dice). Necio e ignorante es el mancebo que pone su esperanza en la primavera de sus años, porque no hai cosa mas torpe ni presuncion mas vana, que tener por cierto lo dudoso y lo falso por verdadero.

y

En medio de estas confusiones y falsos desvanecimientos, con que los mancebos nos apresuramos vanos y precipitamos ciegos, es grande misericordia de Dios el salirles al encuentro con trabajos, tribulaciones y miserias, que son las que al mas descaminado entran por vereda, y al mas desenfrenado lo sujetan, y entónces, como dice el Rei Profeta, está el supremo Señor mas cerca de ellos; por lo cual pedian a Dios los mas

santos y justos tribulaciones y contínuos trabajos, como lo hacia el profeta Jeremías: en cuyo lugar dijo San Gerónimo: de la manera que algunos invocan y llaman a Dios, de la propia suerte el varon justo y santo y batallador invicto pide tribulaciones y trabajos para ejercitarse con ellos.

Experimentado y reducido al freno del miserable cautiverio en que me hallaba, pude venir en conocimiento de la verdad que ignoraba, porque hasta entonces podré decir que no supe lo que era levantar los ojos de el alma a nuestro Creador y Señor, a quien invoqué aflijido, y a quien clamé desterrado, y triste lloré suspenso.

Acabada mi oracion, poco a poco me fuí acercando a las orillas del rio que jeneroso bañaba aquellas vegas, adonde me labé las manos, y el rostro refresqué con sus corrientes, en cuya ocasion llegó con sus hijos pequeños Maulican mi amo y los dos sobrinos nietos del viejo y mis compañeros en el lecho; saludóme Maulican con agasajo, que como cau⚫tivo estimé el cariño, preguntóme que por qué causa me habia levantado de mañana. Y lo parecia, porque al salir el sol luciente y claro, con una niebla obscura se subió la helada escarcha para arriba, que entre ellos llaman pirapilin (que tras de este accidente suele ser de ordinario cierta el agua). Respondíle que era mas tarde de lo que parecia, porque el sol al salir se habia mostrado claro y limpio, y con la niebla se habian sus rayos escondido. En el intermedio de nuestras razones se desnudaron todos y al agua alegres se arrojaron, persuadiéndome a lo propio y envidándome con el sitio; excuséme con palabras corteses a su envite, porque me juzgaba muerto si en ejecucion ponia sus intentos, y salieron frescos del agua, con que nos fuimos en buena conversacion y compañía a buscar el abrigo de los ranchos, adonde tenian bien dispuestos los fogones, aunque poco que comer, porque su ordinario no era otra cosa que un plato de mote de cebada, y unas papas bien limitadas, y una poca de chicha; y hubiera llegado a sentir con extremo tanta abstinencia y ayuno, si no se entreverasen muchos dias de boda, fiestas y bailes, a que nos convidaban los vecinos caciques, de adonde solian llevar la carne cocida y cruda, tortillas y bollos de maiz; que por ver al hijo de Alvaro (que por este nombre era mas conocido) armaban algunos entretenimientos, borracheras y juntas joviales, por regalarme todos con lo que podian.

CAPITULO V.

En que se prosigue la misma materia.

Habiendo llegado a tener noticia el gobernador Ancanamon que yo asistia en el valle de Repocura, confinante a su parcialidad, dispuso una grande fiesta y borrachera que llaman ellos caguin, y esta era con una circunstancia de entretenimiento deshonesto, llamado en su lenguaje hueyelpurun (que en su lugar se dirá de la suerte que

es este baile). Envió a convidar para esta fiesta a Maulican mi amo y juntamente al hijo de Alvaro su cautivo, rogándole me llevase a aquel festejo para el dia señalado, que el plazo fué de cuatro dias. En estos se fué disponiendo nuestro viaje, alistando las armas y limpiando los aceros, lavando capotillos y calzones y demas adherentes necesarios. Y estando una mañana despues de haber almorzado al abrigo y reparo del rancho, gozando del sol y de sus apacibles rayos (que en aquel tiempo lo eran), me dijo Maulican con grande agrado : ¿no lavarémos tus calzones, capitan? porque has de ir conmigo al festejo de Ancanamon, que nos ha enviado a convidar a él y es forzoso que vamos a su llamado, y habemos de salir y caminar de aquí a dos dias. Respondíle que me habia alegrado infinito que se hubiese ofrecido aquella ocasion, por rogarle se los pusiese y acomodase para sí, que me hallaba mui mal con ellos y con el hato que traia encima, que estaba ya tan vieja y sucia la camisa, que antes me servia de mayor tormento a causa de la comezon que me aflijia con tantos animalejos como habia criado, y que estimaria que me diese gusto en lo que le pedia, dándome otros calzones de manta y un par de camisetas que mudarme; demas que pareceria mui bien con mi vestido, armas y aderezo de espada plateado, que en aquella ocasion estábamos limpiando. Ea pues! capitan, me respondió mi amo, pues que tú gustas de eso y me lo pides, yo lo estimo y agradezco encarecidamente; lavarémos los calzones y te harémos otros de un pedazo de paño que he de tener guardado, que voi por él para hacerlos luego. Bien echaba yo de ver que miraba los calzones con buenos ojos y con alguna cudicia, y como me trataba con respeto, no se atrevia a significarme su gusto; y ántes que se resolviese a quitármelos, como dueño que era de todo, quise por buen camino ofrecerle lo que era suyo, sin dar lugar a que la cudicia le obligase a dar principio a estragar la cortesía y el respecto con que me trataba, porque en abriendo la puerta a la primer desmesura, es mui cierta la segunda y las demas. Volvió Maulican dentro de breve rato con el paño, o por mejor decir calzones ya cortados a su usanza, porque no se acordaba que estuviesen en aquel estado; trajo otros tambien de manta nuevos y me dijo que con aquellos podia mudarme, y los de paño hizo que los acabasen luego, y mandó echarles un pasamano de los que usan de lana a modo de galon. Quitéme mis calzo nes y mudé de traje, y aunque el corazon se me puso entre dos piedras, disimulé lo que pude el pesar que me causó el desnudarme del coleto, jubon y mangas, que como eran cabos del vestido de raso pardo atrencillados de plata, le dije que habia de parecer con aquello mui galan en la junta y fiesta de Ancanamon, con las armas y aderezo plateado, y que me alegraria mucho verle a los ojos de tamaño concurso vistoso, lucido y bien mirado. Agradeció en extremo mis razones; pareciéndole que me hacia algun placer y cortesía, me dijo con amor y con agrado: capitan, las mangas y calzones llevaré solamente pues tú gustas, que el jubon y el coleto podrás traer puesto para que te abrigue. Lo que tú

dispusieres y mandares haré con sumo gusto, respondí a mi amo, aunque no me sirve mas que de molestarme, como te he dicho, por estar sucios y maltratados. Llamó en esta ocasion a una hija suya, a quien mandó fuese a lavarle luego y le secase, para que me lo pusiese: la china hizo lo que le mandó su padre, y yo me puse los calzones de manta y una camiseta a raiz de las carnes, y finjí estar mui contento con aquellas vestiduras; y como el sol reverberase luciente, dije a Maulican, que queria ir al rio a refrescarme, por dar a solas algun alivio a mis cuidados, que fueron grandes las aflicciones que se me acrecentaron con la mudanza del traje.--Id, pues, capitan, en hora buena 7 decid a mi hija que os lave con brevedad el jubon y os lo seque, que yo quiero acabar de limpiar las armas y la espada.

Salí de su presencia ya mudado en indio, deseoso de dar a las suspensas lágrimas rienda suelta, que con simulacion prudente estaban detenidas en el alma; y ántes de encaminar mis pasos para el rio, me fuí a la montaña umbrosa que de nuestro rancho estaba cerca, de adonde continuábamos ir por leña y a otros ejercicios naturales. Entréme a lo oculto y mas escondido de aquel bosque, bañadas ya mis mejillas de copiosas lágrimas, y habiendo reconocido el sitio por una y otra parte despejado y solo, despedí de lo íntimo del alma unos suspiros y ayes con lastimosas voces, que enternecidos los montes con mi llanto, le imitaban tiernos y respondian lastimados. Puse en tierra las rodillas y en el cielo los ojos y el espíritu, dando infinitas gracias al Señor de todo lo criado, por los favores y mercedes que me hacia, alumbrándome el entendimiento con trabajos y aflicciones para que supiese estimarlos y recibirlos con gusto de su bendita mano. Consoléme grandemente con haber orado y clamado ante mi Dios y Señor con afectuoso espíritu, y con haber contemplado su grandeza, su bondad y su inmensa misericordia, pues al que le ofende desenfrenado, con lo que le parece castigo riguroso le favorece benigno, porque es suma piedad la que nos muestra en apartarnos de nuestros deleites y torpes apetitos: reparólo agudamente un autor grave sobre haber echado el supremo juez a Adan nuestro primer padre del paraiso para que pudiese hacer penitencia, porque dice que no se avienen bien ni pueden estar en un lugar el llanto y el apetito, ni conformarse la penitencia con el deleite, ni la relijion con el regalo y placer. Sacó Dios a Adan del paraiso, lugar de deleite y gusto, para que fuera de él pudiera hacer penitencia de su pecado, porque en deleitable habitacion tiene poco lugar el buen discurso y es dudoso el arrepentimiento, y lo que se juzga castigo en Adan, es providente favor de la mano divina.

Despedí con el llanto mi congoja y con la contemplacion verdadera mi tristeza, porque, como dice el doctor anjélico, que todo lo que es nocivo y dañoso al ánimo, si dentro del pecho está oprimido, causa mayor afliccion y congoja; así, al contrario, de cualquiera suerte que se expela y salga afuera, se mitiga la tristeza y el dolor se minora. Lo otro dice, que la operacion conveniente al hombre segun la disposicion

en que se halla, es deleitable y gustosa: el llanto y los suspiros son obras convenientes al doliente y aflijido, con que se hacen deleitables; síguese que por el llanto y los jemidos se mitigue la tristeza y el dolor se aplaque; y San Agustin en el libro de sus Confesiones dice, que cuando se hallaba aflijido y desconsolado, no hallaba consuelo ni descanso en otra cosa, sino era en las lágrimas y suspiros.

De la misma suerte, la contemplacion de la verdad, que es Dios, causa grande consuelo y alegría y tiempla el dolor y la tristeza; luego, con la contemplacion divina se mitigan los pesares y minoran las aflicciones: así lo resuelve el mismo anjélico doctor.

Bien experimenté esta verdad en mis oraciones, tripuladas con llantos y suspiros, que salidos del alma que la oprimian, la dejaron libre de su ahogo y sin la triste afliccion que la tenia presa, reduciéndome a tolerar mis trabajos y penalidades con sufrimiento y paciencia, que con ella se alcanza lo mas que se desea, como nos lo enseña el apóstol Santiago en sus católicas cartas; y el doctor de las jentes la tiene por necesaria y conveniente para que, conformándonos con la voluntad del Señor, consigamos su promesa.

Con esta doctrina y enseñanza volví a salir del bosque consolado y con la voluntad de Dios conforme y reducido, y entre los discursos y consideraciones que a la memoria se me venian, era la mas contínua y no desechable la transformacion en que me veia, dándome vueltas y mirándome por una y otra parte vestido como uno de los mas desdichados indios, descalzo de pié y pierna, representándoseme la poca estabilidad de las cosas humanas, que no tienen fundamento ni firmeza alguna, como lo notó San Gregorio diciendo, que se debe fiar mas en los vientos varios y veloces y en las letras escritas en el agua, que en la prosperidad fausto de este mundo, porque las cosas humanas hoi florecen y mañana se marchitan: de manera que las fijas o no estables nunca tienen firmeza ni conocido asiento en nosotros. Caminando para el rio de esta suerte, sin mucha dificultad ni cuidado, a la mudanza de mi traje fuí repitiendo los siguientes versos, con que darémos fin a este capítulo.

y

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