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para que alce el pleito-homenaje al señor regidor alférez real del año próximo pasado, D. José Antonio Capdevila, y lo reciba al actual señor D. Olaguer Reynals, haciendo entrega á éste del real estandarte que deberá exhibir aquél. Y habiéndose hecho comparecer al referido señor D. José Antonio Capdevila y ocupado el señor alcalde de primer voto la silla con cojín que estaba dispuesta, hizo aquél, hincándose de rodillas, entrega del real estandarte en manos de dicho señor alcalde, por estas formales palabras: «Hago en manos de US. entrega del real estandarte; pido se me absuelva del juramento y homenaje prestados, y que se me dé de todo certificación en forma;>> á que contestó el señor alcalde lo daba por absuelto del juramento, y mandó se le diese por mi el actuario el competente certificado. En seguida el señor regidor alférez real actual se hincó de rodillas, á quien el señor alcalde le recibió juramento en esta forma: «Jura US. y presta pleito-homenaje de conservar en su poder y defender hasta derramar la última gota de sangre el real estandarte, como que representa al soberano, y no entregarlo hasta que se le alce el juramento y pleito-homenaje?» A que contestó: «Si, juro y hago pleito-homenaje de ejecutar puntualmente todo cuanto se me ha prevenido». En cuya virtud el señor alcalde le hizo entrega de la real insignia y quedó recibido de ella el señor alférez real.»>

Otros particulares relativos à los preparativos de la aclamación constan del acta de 10 de agosto de aquel año:

<<Tuvieron presente, reza ese documento, la real cédula expedida en Madrid á diez de abril último para alzar el pendón real en nombre de nuestro augusto soberano el señor D. Fernando VII, y deseando el más pronto y puntual cumplimiento, acordaron se pase diputación al excelentisimo señor Virrey pidiéndole se sirva S. E. designar el dia en que haya de practicarse la jura, y facultar á este Cabildo para que pueda atender con los fondos de sus propios à los gastos que haya de impender en formación de tablados, costear nuevos sobrevestes de gran gala para los cuatro reyes de armas y los dos maceros, con los escudos reales á aquéllos, y los de la ciudad á éstos, seis libreas para clarines y lacayos, en éste y demás actos públicos; y al efecto se nombraron de diputados á los señores alcaldes de segundo voto, D. Matias de Cires y regidor primero D. Juan Antonio de Santa Coloma, cuyo regreso se esperó; y vueltos de su comisión, informan los señores diputados la prestación y confirmación del excelentisimo señor Virrey en el todo, designando para la proclamación y jura el 30 del corriente; y enterados los señores y deseosos de que haya la debida constancia, mandaron se extienda oficio al excelentisimo señor Virrey relativo á aquellos puntos»...

Consta, igualmente, que en la sesión de 17 de agosto se presentó en la sala una diputación del Real Consulado pidiendo le admitiese el Cabildo en su compañia durante el acto, á lo que manifestó gustoso su aceptación, pero quedó de consultar al Virrey, cuyo beneplácito se solicitó y obtuvo sobre la marcha.

Las demás circunstancias del acto las ha dado á conocer Ud. Puedo completar también su lista de las personas y corporaciones á quienes se repartió la medalla con los siguientes nombres:

Al soberano y personas reales se enviaron doce, las que, según parece, como era de estilo en semejantes casos, eran todas de oro. Estando en se

sión de 3 de agosto de 1809 se leyó, en efecto, una real orden de 9 de febrero de ese año, en que se acusaba recibo del envio que el Cabildo había hecho con oficio de 15 de octubre anterior, en que se le daba las gracias «por ese precioso testimonio de la acendrada fidelidad de este Cabildo y pueblo», dice el acta.

Doña Carlota Joaquina de Borbón escribía también al Cabildo desde Rio de Janeiro, con fecha 4 de diciembre de 1808, acusando recibo «de las medallas que se levantaron para la proclamación del señor D. Fernando VII y se le remitieron con oficio de 29 de octubre». Esto demuestra, igualmente, que las medallas no llegaron à Buenos Aires en noviembre, como Ud. dice, puesto que el Cabildo no sólo con esa fecha, sinó varios días antes, habia comenzado ya á repartirlas..

Al obispo de Salta, D. Nicolás de Videla, dos de plata; al Cabildo de la Asunción del Paraguay, ocho de plata; y otras tantas al de Santa Fe; al Marqués del Valle del Tojo, una de oro y otra de plata. A D. Antonio de León, canónigo de Santa Fe de Bogotá, le envió también el Cabildo una medalla de plata y otra de oro, sin duda en reconocimiento del sermón que en aquella ciudad habia predicado ese mismo año acerca del triunfo de Buenos Aires sobre los ingleses y que se encuentra descripto en mi Bibliografia del Rio de la Plata, pág. 220.

Asimismo, puedo comunicar á Ud. lo que costaron las 1,500 medallas de plata y las 100 de oro acuñadas en Santiago, «por no poderse verificar aqui la amonedación con la perfección que corresponde», cuya cuenta documentada ascendente à 4,259 pesos 74 reales presentó al Cabildo el alférez real en la sesión de 12 de diciembre de 1808; siendo de advertir que en esta suma no se incluia el trabajo del tallado, que se saldó en 500 pesos, ni la gratificación de 194 pesos 5 reales que se dió al que las llevó de Santiago, D. Gabriel de Ayesta.

Respecto á si se acuñaron o nó las dos mil medallas más pequeñas del peso de cuatro adarmes que indicaban los capitulares bonaerenses en el acta de 29 de julio de 1808, prescindiendo del hecho de que ningún numismático hasta ahora las ha visto ó descripto, nos parece indudable la negativa en vista de que no se hace mención alguna de ellas en la cuenta respectiva.

Lo que, cuando más, puede concederse respecto de estas dos mil medallas del peso de cuatro adarmes, es que fuesen otras tantas piezas de dos reales de las que la Casa de Moneda de Santiago acababa de sellar con el busto de Fernando VII, que describimos en la primera parte de esta obra.1

1. Como complemento á estas noticias sobre la jura y proclamación de Fernando VII en Buenos Aires, vamos á copiar aquí los párrafos de un articulo de D. Francisco Ramón de Udaeta que sobre ese interesante episodio colonial se publicó en las pp. 161-167 del tomo XV de La Revista de Buenos Aires. Dicen así:

«El 9 de agosto apareció en este Río un bergantin francès de guerra, en que se conducia Mr. Satenoi, (sic) emisario de Napoleón acerca de este Gobierno, con papeles seductores é injuriosos á nuestro monarca que dirigia con otros oficios de nuestros ministros para el virrey, y órdenes de Bonaparte, su secretario de negocios extranjeros Mr. de Campagni, sin duda con el objeto de seducir á nuestro dignisimo jefe, atrayéndolo á su partido, y, por consiguiente, con el de alucinar á los fieles habitantes de las Provincias del Río de la Plata.

«Habiendo llegado á Buenos Aires el 13 por la mañana, fué conducido á la presencia del virrey, y, enterado de quien era, no lo quiso recibir sinó en presencia de los señores fiscales de Su

Majestad y del Cabildo, representado por sus dos alcaldes. Verificada su reunión, lo hizo entrar y dar cuenta de su comisión, en cuya virtud presentó una balija en que se contenían los pliegos y demás papeles, y luego que se enteraron, se llenaron de indignación al ver la horrible perfidia con que Napoleón habia usurpado á nuestro amado rey sus estados para pasarlos á su hermano José I, extinguiendo para siempre la dinastía de la casa de Borbón, y resolvieron proceder inmediatamente á la proclamación de Fernando VII, no obedecer á Bonaparte, y no reconocer á otro sucesor de Fernando que aquel que la nación eligiese, según se practicó cuando la guerra de sucesión, ocultando al público la comisión de Satenoi. El profundo silencio que observaban los expresados señores puso en espectación á todo el pueblo, que se manifestaba inquieto. Sabedor el Virrey de esto, hizo publicar una proclama en que, sin descubrir el contenido de los pliegos, nos dió una idea confusa de él, dejándonos en la misma obscuridad y manifestando lo que queda referido. Al mismo tiempo dispuso que Satenoi quedase alli por aquella noche, sin permitirle tratar con nadie sobre su venida á la América; y al siguiente dia lo hizo embarcar en un buque de guerra, que lo condujo à Montevideo con orden al Gobierno para que lo pusiese en la ciudadela y suministrase los auxilios que necesitase para su subsistencia, dándole, á mayor abundamiento, una carta recomendatoria para don Manuel de Ortega, de aquel comercio.

«El 20, vispera del dia señalado para la proclamación del señor don Fernando VII, se principió la iluminación, en que, à porfia, se esmeraron todos los habitantes de este fidelisimo pueblo para manifestar el regocijo de que estaban llenos sus corazones con las mayores muestras de alegria y continuas aclamaciones.

«El cuerpo de Patricios, situado en la calle de la Victoria, colocó al frente de su cuartel un vistoso arco, en cuyo frontis se veian dos manos enlazadas y debajo, en ambas frentes, escritos

versos.

«Quedando todo el resto iluminado: en lo interior del arco, sobre un tablado con balcones a los lados, colocaron la música del Cuerpo que, por espacio de seis horas, divirtió al público con alegres sonatas.

«En la plaza mayor, en todo el frente de la casa capitular y la del cuartel de Miñones, cuyo comandante era alférez real, iluminada con hachones y vasos de colores, formaba una perspectiva agradable.

«Dos orquestas divirtieron sucesivamente al pueblo, estando colocadas la una sobre los balcones del Cabildo, y la otra en un tablado construido al efecto en la plaza.

«El Real Consulado, queriendo exceder á todos en su regocijo. después de haber adornado su fachada poniendo en cada ventana, de las ocho que tiene, un bastidor cada una, con una cuarteta en loor al rey Fernando.

«El resto del frontispicio fué iluminado con vasos de aceite de colores, y colocado en el medio el retrato de nuestro augusto monarca, á quien hacían la guardia cincuenta hombres del batallón de Vizcainos, con su música puesta en un tablado en la vereda opuesta, que se mantuvo tocando hasta muy tarde de la noche, y era ciertamente digno de observarse el admirable concurso que concurrió á ver esta iluminación tan hermosa y sobresaliente entre las demás del pueblo. «El 21 se hizo la proclamación con la mayor solemnidad, y jamás se vió en Buenos Aires otra igual.

«Luego que se concluyó, el alférez dió un espléndido convite.

«El 22 á la tarde, llegó á esta capital el brigadier don José Manuel de Goyeneche, enviado de la Suprema Junta de Sevilla, con pliegos para el Gobierno de aqui y condecorado de altas facultades.>>

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7.-Anv.:-Busto de Carlos III, á la derecha, con coleta y rizos. Leyenda: CARLOS III REY DE ESP. EMP. DE LAS INDIAS.

Rev.:-En el campo, dentro de una corona de laurel, en dos lineas: AL MERITO.

Módulo: 52 milimetros. Con argolla.

Cobre. Las hubo de oro.

Vimos esta medalla en París, en poder de un comerciante, quien se negó á vendérnosla por separado. Sólo pudimos sacar entonces una mala imprompta, que es la que ha servido para el facsimil que va en seguida.

Nos parece indudable que esta medalla fué acuñada en Madrid, y que su autor debió ser el famoso grabador Jerónimo Antonio Gil.

Bajo el número 536 de su obra American colonial history ilustrated by contemporary medals, Betts ha descrito una análoga, del módulo de 36 milimetros, plata, descubierta en Prairie du Chien, hacia el año 1864, que actualmente existe en el Museo de la Historical Society de Wisconsin, «que se supone, dice aquel autor, haber sido dada por D. Francisco Cruzat, gobernador español, à Huisconsin, jefe indio.>>

Esa medalla tiene en el anverso el busto de Carlos III, con la siguiente leyenda, à todas luces errónea: CARLOS III REY D'ESPANA E DE LAS INDIAS. En el reverso, dentro de una corona de cactus: POR MERITO.

Entre los documentos publicados por D. Pedro de Angelis en el tomo VI de su Colección, se habla de una medalla de oro que llevaba por el anverso el

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