Imatges de pàgina
PDF
EPUB

demas; y en ella envió á Pánfilo de Narvaez por Capitan, de quien abajo hay bien que decir é de su desastrado fin. Llegada la carabela al puerto de Macáca, como la vieron fué grande el alegría que todos rescibieron, y Hojeda pidió al Cacique una canoa para que le llevase á la carabela, y así como Panfilo de Narvaez le vido, díjole con mucha gracia: «Señor Hojeda, lléguese vuestra merced por esta parte, tomalle hemos.»> Respondió Hojeda: «Señor, mi remo no rema,» dando á entender los desacatos y agravios que de Bernardino de Talavera y de los otros habia rescibido. Rescibido en el navío, Pánfilo de Narvaez, que era hombre honrado y de bien, y cognoscia bien á Hojeda, y lo que segun la estimacion de los hombres merescia, le hizo grande acatamiento, y trató como la persona que era; despues rescibió en el navío á todos los otros, y llevólos á la isla de Jamaica. Juan de Esquivel, como era caballero y se habia visto próspero, y despues muy caido, porque habia seguido muchos años los vaivenes de la fortuna, como nos contó algunas veces á ciertas personas que estábamos en esta isla con él juntos, no curando de acordarse de las palabras de amenazas que Hojeda le dijo en esta ciudad, al tiempo que se partia para esta su desdichada empresa, que le cortaria la cabeza si á Jamaica iba, le hizo grande acogimiento y hospedaje benigno, y mostró dulce y graciosa y familiar conversacion, aposentándole en su casa y haciéndole servir como á su persona misma. Pasados algunos dias, que descanso de tan trabajosa vida como desde que salió desta isla Hojeda habia tenido, pasóse á ésta, quedando Juan de Esquivel y él muy grandes amigos. Quedáronse allí todos los más de aquellos que con Hojeda venian, no osando pasarse á esta isla por miedo de la justicia, por el hurto de la nao y por las afrentas que dellos habia Hojeda rescibido; pero sabido por la justicia del Almirante, quedar en Jamaica, envióse por ellos en especial por el Bernardino de Talavera. Trujéronlo preso, y creo que á otros con él, que debian ser los culpados ó más culpados, y convencidos por su ordinario juicio, sentenciaron á ahorcar á Bernardino de Talavera, y ejecutóse la sentencia

en él, y creo que tambien ahorcaron ó afrontaron á otros con él, si no me he olvidado, por el mismo delito; por lo que á Hojeda hicieron no creo que hubo castigo, porque no era hombre Hojeda que los acusaria. Estuvo Hojeda en esta ciudad despues desto muchos dias, y creo que fué más de un año, y yo lo vide; algunos, que debian ser de los que con él mal estaban, y quizá de los que con él habian deste viaje venido, lo aguardaron para lo matar una noche que venia de pasar tiempo en conversacion buena con amigos, pero aína les hobiera pesado de haberle acometido, porque creo que los corrió por una calle adelante á cuchilladas, segun que siempre hacer solia en semejantes refriegas. Al cabo, cuando plugo á Dios, no mucho despues de lo dicho, que fuesen cumplidos sus dias, murió en esta ciudad de su enfermedad, paupérrimo, sin dejar un cuarto, segun creo, de cuanto habia rescatado y robado, para su entierro, de perlas y oro á los indios, y dellos hechos esclavos muchas veces que á tierra firme habia venido; mandó que lo enterrasen á la entrada, pasado el lumbral, luego allí, de la puerta de la iglesia y monasterio de Sant Francisco; y así no acertaron los que dijeron que el Amirante queriendo prenderlo, se habia retraido á Sant Francisco, y allí habia muerto de la herida que en Urabá rescibido habia, porque, como dije, yo lo vide suelto, y libre y sano, pasear por esta ciudad, y despues, yo salido de aquí, oí ser fallecido. Este fué el fin de Alonso de Hojeda, que tantos escándalos y daños en esta isla (como en el primer libro queda dicho), hizo á indios; éste fué el primero que hizo la primera injusticia en esta isla, usando de jurisdiccion que no tenia, cortando las orejas á un señor Rey y Cacique, que con mayor y más cierto derecho, jurisdiccion y justicia propia, por el derecho natural concedido, pudiera á él y los que con él iban, y al mismo Almirante que los envió (como á injustos y violentos tiranos, invasores de los reinos y tierras, y señoríos ajenos), justiciar y hacer pedazos. Hojeda fué tambien el que por maña y cautela, ó por manera ilícita, prendió y trujo á la Isabela preso al rey Caonabo, que se ahogó estando en cadenas en cierto navío, para llevar á Cas

tilla contra toda justicia y razon. Este fué asimismo el que infestó á tierra firme, y á otras destas islas, que nunca le ofendieron, y llevó dellas muchos indios á vender por esclavos á Castilla, como queda en el primer libro dicho. Y finalmente, lo que agora en éste su postrero viaje por la provincia de Cartagena y el golfo de Urabá hizo, y fué causa que Nicuesa hiciese, con otros muchos insultos, que, si yo cayera en los tiempos pasados en ello, pudiera dél mismo sabellos, y de otras muchas personas que con él anduvieran, para referirlos; y porque no cometió ménos que otros (al menos que los de aquellos primeros tiempos, porque de los que despues sucedieron otros le excedieron ciento por uno), pudiera y debiera padecer otro más desastrado fin, pero yo lo atribuyo que por honra de la Madre de Dios, de quien se afirmaba ser muy devoto, quiso dispensar con él la divina justicia en que muriese en su paz, y en su cama, quito de barahundas, para que tuviese tiempo de llorar sus pecados, en esta ciudad do Sancto Domingo. Y plega ó haya placido á Dios de haberle dado cognoscimiento, ántes de la muerte, de haber sido pecados los males que hizo á indios.

CAPITULO LXII.

Tornemos á tractar de los que quedaron en la fortaleza de Urabá, los cuales, despues de partido Alonso de Hojeda, padeciendo extremas angustias y hambres, esperaron todavía los cincuenta dias que de término les habia dejado, y viendo que ni venia ni enviaba, determinaron deshacer y dejar el pueblo, y en los bergantines, para esta isla, embarcarse; y haciendo cuenta de los que podrian caber en ellos, vieron que para llevar á todos, que debian de ser hasta 60, no eran capaces; por lo cual no hallaron otro remedio, sino esperar que la hambre y enfermedades, y tambien los indios con sus flechas, los menoscabasen hasta quedar tantos cuántos los bergantines pudiesen llevar. No pasaron muchos dias que la hambre y las angustias, y los indios peleando contra ellos, porque iban á sus pueblos á tomalles la comida, de tal manera los apocaron, que pudieron bien caber y tener lugar en los bergantines, y que les sobrase. Habian dejado cuatro yeguas vivas, para su defensa, porque con ellas los indios se asombraban, éstas hicieron tasajos y echaron en sal, y metido lo que más pudieron meter, entraron en los dos bergantines, yendo por Capitan del uno, Francisco Pizarro, y del otro, un Valenzuela. Hiciéronse á la vela, seis meses despues que allí habian entrado; salidos del golfo de Urabá, y siendo, cerca de la isla Fuerte, obra de 20 leguas, salidos á la mar, dió un golpe de mar al bergantin de Valenzuela, que lo metió con todos los que llevaba debajo del agua, donde, á vista de Pizarro y de los que con él iban y oyendo los gritos dellos, todos se ahogaron; dijeron los del otro bergantin, que vieron una ballena ó otro pece muy grande, que con la cola les hizo pedazos el timon ó gobernario. Pizarro fuése con su bergantin á entrar y esca

parse en el puerto de Cartagena, y él que entraba vido venir un navío y un bergantin; esperóle, y era el bachiller Anciso, el cual lo traia cargado de bastimentos, y 150 hombres y doce yeguas, y algunos caballos, y puercas con sus berracos para criar. Traia tambien muchos tiros de pólvora, y lanzas, y espadas y otras armas, y trujera más de la gente que habia en esta isla, muy adebdada, porque concertó con muchos que se saliesen á la costa de la mar del Sur, en los puertos que habia hasta el cabo de la isla, y que él iria con su navío y bergantin por ellos, y los iria tomando cuantos hallase; pero, sabido por el Almirante, mandó que fuese una nao armada con él, hasta dejallo pasado desta isla, porque los acreedores se lo requirieron. Con toda la diligencia que se puso, no dejó Vasco Nuñez de Balboa de ir en el navío, metido en una pipa vacía; díjose que contra voluntad y sin saberlo Anciso. Este Vasco Nuñez era uno de los que muchas deudas debia, vecino del postrero pueblo desta isla, al Occidente, llamado Salvatierra de la Cabana, donde tenia indios de repartimiento, natural de Badajoz. Era mancebo de hasta treinta y cinco ó pocos más años, bien alto y dispuesto de cuerpo, y buenos miembros y fuerzas, y gentil gesto de hombre muy entendido, y para sufrir mucho trabajo; éste habia venido á la tierra firme, cuando vino á descubrir é rescatar Bastidas, de quien arriba hicimos mencion. Salidos á la mar, salió él de su pipa, y dijeron que desque lo vido Anciso se movió á mucha ira contra él, certificándole que lo habia de hacer echar en una isla despoblada, pues merecia muerte por las leyes; pero, dello por se humillar, y dello porque otros á Anciso rogaron, se aplacó Anciso, y asi Vasco Nuñez se quedó porque tenia Dios determinado de hacer otra cosa dél, por su mal. Así que, llegado Anciso al bergantin, y cognoscido que era de la gente de Hojeda, creyó que se venian sin licencia y huyendo se absentaban; y como era Alcalde mayor por el Hojeda, como se dijo atras, quiso luégo prendellos y castigallos, no curando ni creyendo que Hojeda fuese salido de allí, ni de lo que más de sus infortunios alegaban. Pero referidos en

« AnteriorContinua »