Imatges de pàgina
PDF
EPUB

Almirante que fué á 12 de Setiembre del mismo año de 502. Pasado el cabo de Gracias á Dios, tuvieron necesidad de tomar agua y leña; mandó el Almirante ir las barcas á un gran rio que allí parecia, donde, por la creciente de la mary la corriente del rio que se combatian, se perdió la una de las barcas, con toda la gente que traia, y, por este desastre, púsole nombre del Desastre, al rio. El Domingo, á 17 de Setiembre, fueron á echar anclas entre una isleta llamada Quiribri, y en un pueblo en la tierra firme, llamado Cariarí. Allí hallaron la mejor gente, y tierra, y estancia que habian hasta allí hallado, por la hermosura de los cerros y sierra, y frescura de los rios y arboledas, que se iban al cielo de altas, y la isleta verde, fresquísima, llana, de grandes florestas, que parecía un vergel deleitable; llamóla el Almirante la Huerta, y está del dicho pueblo Cariarí, la última luenga, una legua pequeña. Está el pueblo junto à un graciosísimo rio, á donde concurrió mucha gente de guerra, con sus armas, arcos y flechas, y varas, y macanas, como haciendo rebato, y mostrando estar aparejados para defender su tierra. Los hombres traian los cabellos trenzados, revueltos á la cabeza, y las mujeres cortados, de la manera que los traen los hombres nuestros; pero, como los cristianos les hicieron seña de paz, ellos no pasaron adelante, mas de mostrar voluntad de trocar sus cosas por las nuestras. Traian mantas de algodon y jaquetas de las dichas, y unas águilas de oro bajo, que traian al cuello. Estas cosas traian nadando á las barcas, porque aquel dia, ni otro, los españoles no salieron á tierra. De todas ellas no quiso el Almirante que se tomase cosa, por, disimulando, dalles á entender que no hacian cuenta dello, y cuanto más dellas se mostraba menosprecio, tanta mayor cudicia é importunidad significaban los indios de contratar, haciendo muchas señas, tendiendo las mantas como banderas, y provocándolos á que saliesen á tierra. Mandoles dar el Almirante cosas de rescate de Castilla, mas desque vieron que los cristianos no querian de sus cosas, y que ninguno salia é iba á contratar con ellos, todas las cosas de Castilla, que habian rescibido, las pusieron liadas

junto á la mar, sin que faltase la menor dellas, casi diciendo, pues no quereis de las nuestras tomaos las vuestras», y así las hallaron todas los cristianos otro dia, que salieron en tierra. Y como los indios, que por aquella comarca estaban, sintieron que los cristianos no se fiaban dellos, enviaron un indio viejo, que parecia persona honrada, y de estima entre ellos, con una bandera puesta en una vara, como que daban seguridad; y traia dos muchachas, la una de hasta catorce años, y la otra de hasta ocho, con ciertas joyas de oro al cuello, el que las metió en la barca, haciendo señas que podian los cristianos salir seguramente. Salieron, pues, algunos á traer agua para los navíos, estando los indios modestisimos y quietos, y con aviso de no se mover, ni hacer cosa por donde los españoles tomasen ocasion de tener algun miedo dellos. Tomada el agua, y como se entrasen en las barcas para se volver á los navíos, hacíanles señas que llevasen consigo las muchachas y las piezas del oro que traian colgadas del cuello; y, por la importunacion del viejo, lleváronlas consigo, y era cosa de notar las muchachas no mostrar señal de pena ni tristeza, viéndose entregar á gente tan extraña, y feroz, y de ellos, en vista, y habla y meneos, tan diversa, ántes mostraban un semblante alegre y honesto. Desque el Almirante las vido, hízolas vestir, y dalles de comer y de las cosas de Castilla, y mandó que luego las tornasen á tierra, para que los indios entendiesen que no eran gente que solian usar mal de mujeres, pero llegando á tierra, no hallaron persona á quien las diesen; por lo cual las tornaron al navío del Almirante, y allí las mandó aquella noche tener, con toda honestidad, á buen recaudo. El dia siguiente, juéves, á 29 de Setiembre, las mandó tornar en tierra, donde estaban ya 50 hombres, y el viejo que las habia traido las tornó á rescibir, mostrando mucho placer con ellas, y volviendo á la tarde las barcas á tierra, hallaron la misma gente con las mozas, y ellas y ellos volvieron á los cristianos todo cuanto se les habia dado, sin querer que dello quedase alguna cosa. Otro dia, saliendo el Adelantado á tierra, para tomar lengua, y hacer informacion de aquella gente,

llegáronse dos indios de los más honrados, á lo que parecia, junto á la barca donde iba, y tomáronlo en medio por los brazos hasta sentarlo en las hierbas muy frescas de la ribera, y preguntándoles algunas cosas por señas, mandó al escribano que escribiese lo que decian; los cuales se alborotaron de tal manera viendo la tinta y el papel, y que escribian, que los más echaron luego á huir, creyóse que por temor que no fuesen algunas palabras ó señales para los hechizar, porque, por ventura, se usaban hechizos entre ellos, y presumióse, porque, cuando llegaban cerca de los cristianos, derramaban por el aire unos polvos hácia ellos, y de los mismos polvos hacian sahumerios, procurando que el humo fuese hácia los cristianos, y por este mismo temor, quizá, no quisieron que quedase con ellos cosa de las que les habian dado de las nuestras. Reparados los navíos de lo que habian menester y oreados los bastimentos, y recreada la gente que iba enferma, mandó el Almirante que saliese su hermano el Adelantado con alguna gente á tierra, para ver el pueblo, y la manera y trato que los moradores dél tenian; donde vieron que dentro de sus casas, que eran de madera cubiertas de cañas, tenian sepulturas en que estaban cuerpos muertos, secos y mirrados, sin algun mal olor, envueltos en unas mantas ó sábanas de algodon, y encima de la sepultura estaban unas tablas, y en ellas esculpidas figuras de .animales, y en algunas la figura del que estaba sepultado, y con él joyas de oro y cuentas, y cosas que por más preciosas tenian. Mandó el Almirante tomar älgunos de aquellos indios, por fuerza, para llevar consigo y saber dellos los secretos de la tierra. Tomaron siete, no sin gran escándalo de todos los demás, y, de los siete, dos escogió, que parecian los más honrados y principales; á los demas dejaron ir dandoles algunas cosas de las de Castilla, dándoles á entender por señas, que aquellos tomaban por guías, y despues se los enviarian. Pero poco los consoló este decir, por lo cual, luego, el siguiente dia, vino á la playa mucha gente, y enviaron cuatro por embajadores al navío del Almirante; prometian de dar de lo que tenian, y que les diesen los dos hombres, que

debian ser personas de calidad, y luego trujeron dos puercos de la tierra, en presente, que son muy bravos, aunque pequeños. No quiso restituirles los dos presos el Almirante, sino mandó dar á los mensajeros qué habian venido algunas de las bujerías de Castilla y pagarles sus porquezuelos que habian traido, y saliéronse á tierra con harto desconsuelo de aquella violencia é injusticia de tomalles aquellos por fuerza, y llevárselos contra voluntad de todos ellos, dejando sus mujeres y hijos huérfanos. Y quizá eran señores de la tierra ó de los pueblos, los que les detenian, injustamente, presos; y así, tuvieron de allí en adelante justa causa y claro derecho de no se fiar de ningun cristiano, ántes razon jurídica para hacelles justa guerra, como es manifiesto.

CAPITULO XXII.

y

Entre otros lugares que el indio viejo, que habian tomado detenido de la canoa, en la isla de los Guanajes, y otros indios, nombraron al Almirante, que habia ó eran tierras de oro, fué uno llamado Caravaró. Levantó, pues, las anclas desta provincia ó pueblos de Cariarí, 5 de Octubre, y navegó á la de Caravaró, la última luenga, hácia el Oriente, donde habia una bahía de mar, de seis leguas de longura y de ancho más de tres, la cual tiene muchas isletas, y tres ó cuatro bocas, para entrar los navíos y salir muy buenas con todos tiempos, y por entre aquellas isletas van los navíos, como si fuesen por calles, tocando las ramas de los árboles, en la járcia y cuerdas de los navíos; cosa muy fresca y hermosa. Despues de haber surgido y echado anclas los navíos, salieron las barcas á una de aquellas isletas, donde hallaron 20 canoas ó navecitas de un madero, de los indios, y la gente dellas vieron en tierra desnudos, en cueros del todo, solas las mujeres cubierto lo vergonzoso; traia cada uno su espejo de oro al cuello, y algunos una águila, y comenzándoles á hablar los dos indios que traian de Cariarí, perdieron el temor, y dieron luego un espejo de oro, que pesaba 10 ducados, por tres cascabeles, diciendo que allí, en la tierra firme, habia mucho de aquello, muy cerca de donde estaban. El dia siguiente, á 7 de Octubre, fueron las barcas á tierra firme, y toparon diez canoas llenas de gente, todas con sus espejos al cuello, de oro. Tomaron dellas dos hombres que parecian ser dellos los más principales, para, con los dos de Cariarí, saber los secretos de la tierra. Dice cerca desto un testigo, llamado Pedro de Ledesma, piloto señalado, que yo cognoscí, que salieron á los navíos 80 canoas, con mucho oro, y que no quiso el Almi

« AnteriorContinua »