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apelando unas veces á las etimolojias, que son la metafísica de la historia; sustituyendo otras con atrevidas hipótesis, la falta de hechos históricos; y apoyándose frecuentemente, cuando otra cosa no podian, en sofismas injeniosos que daban como razones.

En apoyo de estos últimos, vinieron despues las investigaciones de los jeólogos. Estos probaron ó creyeron probar, que el viejo y el nuevo continente debieron estar unidos allá en remotos tiempos, atribuyendo desde luego la separacion que existe hoy entre uno y otro, á algun horroroso cataclismo que conmoviendo la tierra hasta en sus cimientos, debió trastornar necesariamente la faz del globo; pero cuya historia desconocida aun, es y será siempre el secreto impenetrable de los siglos.

Como quiera que sea, es lo cierto que nada se ha adelantado, y lo mismo que respecto de la otra, nos hallamos respecto de esta cuestion, tan ignorantes, como ántes de conocer los datos curiosos y cálculos orijinales con que cada cual ha procurado ćorroborar en todos tiempos sus respectivos acertos. Sin embargo, Señores, una cosa sabemos que nadie puede dudar y es, que antes de la llegada de los europeos, la América debió tener precisamente una poblacion inmensa, una civilizacion adelantada y una historia peculiar.

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Nada sabemos positivamente de los primeros pueblos que allí vivieron; nada nos consta de sus primitivas tradiciones; pero tenemos la seguridad de que esos pueblos fueron ilustrados, ricos y poderosos, porque asi lo prueba la honda huella que dejaron á su paso en esos asombrosos monumentos cuyas jigantescas ruinas se contemplan todavia hoy con veneracion. Esas creaciones admirables del jenio no solamente suponen una reunion grande de raros conocimientos, propios solo de pueblos civilizados, sino que prueban ademas la existencia en aquellos remotos dias de ciertas necesidades morales que son y han sido siempre peculiares solo de sociedades adelantadas.

¿Quién construyó sino esas sorprendentes obras cuyos vestijios se encontraron mas tarde entre los escombros de Mitla?

¿Quién esos acueductos, arcos, puentes, estátuas y palacios hallados tambien en las ruinas de Palenque?

¿Quién esos monumentos maravillosos que en los bosques del Canadá como en los valles de la Luisiana han detenido con sorpresa las miradas del viajero y que dicen los salvajes haber sido construidos por el Gran Ser?

¿Qué poderosa mano levantó tantos y tan colosales monumentos que destrozados por el tiempo y sepultados bajo el polvo de los siglos, anonadan todavia hoy con sus despedazados fragmentos nuestra raquítica fantasia?-¿Quién? Nadie lo sabe, Señores: nadie ha podido imajinarlo. Los arqueólogos han estudiado inútilmente los escombros: las ciencias no han podido penetrar aun el misterio de lo pasado; y al contemplar la tumba inmensa de tantos y de tantos pueblos, la sabiduria de los hombres no ha podido leer el epitafio de las jeneraciones que allí duermen.

Y sin embargo, Señores, lo diré todavia una vez: esos pueblos fueron grandes y poderosos, ricos y adelantados.

Sin necesidad de descender á las ruinas ni penetrar en los escombros, una prueba tenemos incontestable del adelanto de los americanos en los pueblos mismos que en América existian en la funesta época de la conquista. Los españoles encontraron un imperio formidable en Méjico, una república poderosa en Tlascala, una poblacion ilustrada en el Perú, Y quedaron sorprendidos, Señores, al ver en aquellas asombrosas ciudades, templos como los de la India, sepulcros como los de Ejipto, murallas como las de la China, circos como los de Roma, teatros como los de Grecia, mercados como los de Cartago; y canales como los de Venecia, y palacios como los de Florencia, y pensiles como los de Babilonia.

Sus leyes en armonia con las costumbres y con las exijencias de la sociedad, estaban dictadas con sabiduria,

cuidando de su observancia tribunales especiales encargados esclusivamente bajo la mas estrecha responsabilidad, de mantener el órden y hacer justicia. Su sistema de astronomia era mil veces mas perfecto que el celebrado de los antiguos Caldeos; y su aficion, y hasta entusiasmo por las bellas artes, indicaban á primera vista, la cultura no comun de aquellos pueblos infortunados, que debian ofrecer á la admiracion del mundo, heroinas como ANACOANA, oradores como MAJITCAZIN, jenerales como JICOTENCAL, héroes como ATAHUALPA, mártires como GUATIMOZIN.

Todo era grande y sorprendente en aquellos pueblos maravillosos, que bien pronto ahogaron en sangre los fieros conquistadores.

¿Dónde tuvieron, pues, su orijen esos pueblos estraordinarios? ¿Cuándo y cómo se establecieron en el continente? ¿En qué época se derramaron por el archipiélago? ¿Qué número de siglos necesitaron para llegar al estado en que entónces se encontraban? ¿Qué nuevo ATILA cayó con sus destructoras huestes sobre aquellas florecientes poblaciones haciéndolas retrogradar hasta sumirlas en la barbarie?— ¿Qué serie de revoluciones sociales y de fenómenos desconocidos pudieron convertir en ruinas tantos y tan asombrosos imperios?

Nadie lo sabe, Señores: nadie ha podido averiguarlo. Y como seria inútil insistir por mas tiempo en la indagacion de estas complicadas cuestiones, nos contentarémos por ahora con haberlas indicado lijeramente, y dejándolas en el estado en que todavia se encuentran, pasarémos á ocuparnos ya en la historia que intentamos estudiar.

Para éllo empezarémos, como dije en mi discurso inaugural, remontándonos hasta el siglo XV; pero ántes de dedicarnos esclusivamente á contar la historia de Cuba, principiarémos por ofrecer hoy una breve reseña de la vida de COLON, porque impropio seria, y hasta fuera ingratitud, Señores, no dar principio por aquel jenio.

En el momento de inaugurarse, digámoslo asi, los tiem

pos modernos, cuando la edad media con sus recuerdos feudales, y sus pueblos de esclavos, y su fanatismo relijioso, retrocedia para perderse en el oscurantismo de la antigüedad; entónces, cuando una nueva era debia lucir para la humanidad, CRISTÓBAL COLON apareció en el mundo, como uno de aquellos jigantes que aparecieron sobre la tierra al retirarse para siempre las aguas del diluvio.

Las ciudades de Italia: Cogoleto, Bugiasco, Quinto, Savona, Nervi, Palestrella, Arbizoli, Cosseria, Val d'Oneglia, Castel di Cuccaro, Piacema y Pradello se disputaron por mucho tiempo su cuna, como se habian disputado ántes las de Grecia la cuna del grande HOMERO.

Sin embargo, se sabe que nació en Génova (1435) y que recibió su primera educacion en Pavia, donde muy luego se distinguió por su capacidad estraordinaria haciendo rápidos progresos, particularmente en astronomia, jeometria y cosmografia.

Dice la historia que sus padres fueron nobles: á nosotros nos bastará saber que sus padres fueron honrados.-Arruinados en las guerras de Lombardia, se dedicaron al comercio, y consagrado tambien COLON á esa ocupacion que halagaba sus inclinaciones; emprendió siendo todavia muy jóven, algunos viajes que despertaron en él la aficion por los descubrimientos. Asíduo en el estudio, constante en el trabajo, y entusiasta por la marina, concibió despues la atrevida idea de buscar una ruta para el Asia; y alentado con los consejos, é ilustrado con las noticias de PABLO TOSCANELLI, hábil jeómetra de Florencia, se decidió mas tarde á realizar y poner por obra tan nuevo como atrevido pensamiento. ¿Pero cómo verificarlo siendo como era pobre y careciendo de recursos de todo jénero? COLON presentó su plan al gobierno de su pais, y no fué admitido: lo presentó luego al de Venecia, y tambien allí fué rechazado. Porque dividida la Italia entónces en pequeños estados, se ocupaba únicamente en defender y cuidar su propia independencia, amenazada á cada instante; y aquellas dos

poderosas repúblicas marítimas, conformándose con disputarse el comercio del Mediterráneo, nada quisieron arriesgar en un descubrimiento dudoso y lleno de peligros como el que se les proponia.

Dirijióse COLON entónces á Portugal que, como dije en otra ocasion, era en aquella época la tierra clásica de los descubrimientos; y JUAN II, aunque ocupado casi esclusivamente en sus esploraciones del Africa, sometió el proyecto de COLON al exámen de una sociedad de sábios, quienes no vacilaron en condenarlo por absurdo. COLON se dirijió despues á Francia, que tampoco quiso aceptar sus valiosos ofrecimientos. Hasta que cansado al fin de tantos y tan amargos contratiempos, hastiado y careciendo hasta de los recursos necesarios para vivir, se decidió por último á llevar su mundo á España.

Señores: aun cuando sea mortificante para ustedes y enojoso para mi, es preciso que desde este momento nos resignemos á oir siempre y á cada instante el nombre de la España; por que desgraciadamente, será indispensable en lo sucesivo, asociar siempre, á la memoria gloriosa del primero de los jénios, el recuerdo repugnante de la mas atrasada de las naciones.

Pobre, pesaroso y falto de recursos de toda especie, CRISTÓBAL COLON, acompañado de su hijo, entró como un mendigo en España, y abrumado bajo el peso del infortunio,mas que cansado de las fatigas del viaje, se detuvo para descansar un momento en el monasterio de Santa María de la Rábida, que le abrió sus puertas hospitalarias.

Recibióle cariñosamente Fray JUAN PEREZ DE MARCHENA, jefe á la sazon de aquella comunidad, quien enterado de los jigantescos planes de su huésped, y apoyando (que fué raro) su atrevido pensamiento, le entregó al partir una carta para Fray FERNANDO DE TALAVERA, Confesor entónces y consejero privado de S. A. la reina ISABEL, á fin de que por este medio pudiese mas fácilmente presentar á los reyes su peticion.

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