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píritu en el cuerpo, y que la eternidad se ocultó en el tiempo, en la lujuria la sabiduría, en la flaqueza toda la virtud, en la miseria la gloria, en las lágrimas la consolacion y la alegría, en las persecuciones y los trabajos el merecimiento, y en la ignorancia la ciencia. Aprendieron y enseñaron que sin embargo de que el hombre dejó la compañía de Dios, para la cual le crió, vino él á acompañarlo en los trabajos á que le obligó la culpa; aprendieron y enseñaron que Cristo vive por la fe en nuestros corazones, y que si recibió la muerte de manos de sus enemigos, quiere de sus amigos recibir la vida, y espera á que le tengamos vivo en nuestras almas, para presentarse vivo á nuestros ojos.

Así escucharon y enseñaron con plumas, de donde nunca salian cosas que no fuesen dignas de ellos y de la generosidad de sus almas, proclamando á Cristo y diciéndole: Tú eres la virtud, la omnipotencia, la sabiduría y la justicia de Dios..

Los pensamientos de nuestros ascéticos siempre eran admirables, sus palabras siempre verdaderas, siempre graves y siempre elocuentes y siempre de Dios, poniendo ante los ojos del alma lo más invisible, y ensalzando aquella pobreza de Cristo más que rica, aquella bajeza más que sublime, aquella vileza que ennoblece, aquella muerte que vivifica á todos.

Sobre cuanto escribieron los filósofos franceses y alemanes del último y del presente siglo contra la fe de Cristo, hay aquel dicho de un antiguo español: O no hay verdad en Dios, ó la religion cristiana lo es.

¿Creen algunos acaso que nuestros ascéticos no dejaban muchas veces á la autoridad para convencer por medio de la razon?¿ Imaginan que cuando no hallaban argumento que satisfaciese, y satisfaciese cumplidamente apelaban á lo que Sigüenza llamaba la santa teología de las viejas, que lo quiso Dios así, y que eso sucede porque quiere Dios?

Cada libro de los excelentes filósofos cristianos españoles es un templo de gloria divina y de piedad humana.

La sentencia más poderosa y verdadera que se ha escrito contra la impiedad de los filósofos se halla en San Cirilo de Alejandría, cuando exclama :

No saldréis con lo que intentais de que los hombres no sigan la doctrina de Cristo, por verle muerto á vuestras manos; ántes por eso se llenará de creyentes en su fe todo el orbe. Si pretendeis, crucificándole, que el mundo no le siga, el mundo le sigue porque le ve crucificado..

¿Qué no han dicho los filósofos impíos acerca de que el Verbo de san Juan Evangelista es tomado del logos de Platon?

Un español del siglo xvi recordó aquel salmo de David: Quia rectum est verbum Domini et omnia opera ejus in fide, diligit misericordiam et judicium, etc. Porque es recto el verbo del Señor y todas sus obras son en fe y ama la misericordia y la justicia..

Y ¿qué podré decir más en loor merecido de nuestros grandes filósofos cristianos? Su estilo era elegante y sin afectacion, todo ingeniosa viveza, todo solidez de raciocinios, todo copia de doctrina sin confusion, todo piedad y todo sabiduría (1).

De los que aparentan dudar de la divinidad, decia uno de estos grandes autores que no deben ser creidos. El mismo Dios nos dió licencia en el Evangelio para que lo tuviésemos por men

(1) Como muestra de la gran elocuencia de nuestros escritores ascéticos, véase esta galana pintura:

«Veréis los monteros salir á caza y comenzar á acosar una fiera, tómanle todos los puestos, atajanle todos los pasos, unos con redes, otros puestos al ojeo con vocería, los monteros con sus venablos amagándole, los perros cerrando con ella, la gente de á caballo con sus lanzas; hácese temer un poco el jabalí, eriza el ceño, encoge el cuerpo para dar el salto, afila las navajas para poner miedo; allí es donde todos tiran contra él lanzas, dardos, venablos, perros, redes, y lo que más atemoriza no es el sonido que hace el disparar de la ballesta, ni el tronido que da la escopeta, sino la palabra áspera de los cazadores, porque todos á una, alentándose á sí y á los perros, todo es decir, cierra, arremete, muerde, hiere, hiende, mata, muere.»

No es ménos bella la pintura siguiente de un volcan:

«Cuando revienta un volcan de fuego, acontece que veis una sierra alta cubierta de nieve, áspera, inaccesible, sin hierba, sin pastos, sin frutos y súbitamente (por tener algun fuego represado en las entrañas) reventar con un impetu y estruendo grimosísimo, disparar piedras, bombas y truenos de fuego, correr arroyos de llamas, caer los pájaros que se iban de vuelo, abrasarse los corzos y venados, sin que les valieran los piés; llover ceniza por todo el contorno, perderse los caminos con los montones de ella, oler à piedra azufre todo el mundo, salir huyendo despavoridos los pueblos, ab: azados los hombres con las cruces, las mujeres con las imágenes, todos con sus rosarios en las manos clamoreando al cielo, pidiendo misericordia de sus pecados, confesándose á voces y esperando por momentos la muerte. (VALDERRAMA, Teatro de las religiones.)

tiroso si afirmase que no conocia á su Padre: Ego scio eum qui misit me, et si dixero quia nescio eum vero similis vobis mendax.

Hermosas antologías pueden formarse con las mejores sentencias de filosofía moral que han dejado escritas los sabios de Francia, Inglaterra, Alemania é Italia.

Y aunque en ellas se ostentasen los más lucidos pensamientos de Fenelon, Bossuet, Sterne, Franklin, Felltham, Overbury, Browne, Harrington, Penn, Muller, Richter, Rabener, Krummacher, Wieland, Lichtenberg, Vero, Ricciardi, Gallenga, Soria, Bonamici, Tommaseo, Gazo`letti y otros célebres moralistas, no quedaria seguramente inferior á la siguiente muestra de antología que he entresacado de los mejores pensamientos de los filósofos cristianos españoles del siglo XVI y primera mitad del xvii.

Si miras á la limpieza de mis manos, mira ántes á la limpieza de tu alma, muerde la envidia calumniosa á los gigantes y da favor á las langostas; el que no puede caber en sí no abre camino á los demas; los mismos brazos que ayudan al ambicioso á subir, esos mismos lo empujan para caer. ¿Cuál es mayor guerra, la que se hace enmudeciendo ó la que se hace hablando? Si nosotros tuviéramos cuenta de nuestra vida, quizá no hubiera tantos que cuidáran de ella; infinito fuera el número de los mudos, si á todos los maldicientes Dios pusiese un freno; el que es mudo para hablar bien, es gran hablador para el vituperio; los que en lo interior son reos de maldades, siempre se hacen contra la inocencia actores; son menester testigos para que le crean las obras verdaderas, y sobran testimonios para dar crédito á las falsas; los montes que no tienen vida para sentir, la tienen para caer; la soberbia, queriendo ser sola, tiene la soledad en sí y la busca fuera; la aritmética del miedo no sabe otra cosa que multiplicar; más se habla con la fortuna que con las personas; váyase el necio por necio, y el loco por loco; en nosotros mismos tenemos las pruebas de la flaqueza de los demas y áun quizá de otras mayores; el tiempo es un maestro viejo; quéjanse de la forma los que tienen poco de espíritu y de bien en sus almas; no está lo grande en lo grande; es gran cordura no tener nunca confianza en los bienes del mundo. El rico, ó no da, y si da, da como pobre, y el pobre da como rico; los golpes del martillo no destruyen si no fijan más el clavo; ni las riquezas ni la pobreza son en sí malas, el ánimo y el uso del que las ejerce, ése las hace malas ó buenas; el atribulado piensa en la misericordia de Dios, el melancólico en la alegría del cielo; no hay que mirar por dónde, sino adónde vamos; de pagador tal como el mundo, más quiero quedar quejoso que mal satisfecho; no debes mirar á lo que tu enemigo en su persecucion pretende hacer, sino al bien que, en efecto, se hace en ella, porque te da ocasion de ejecutar el precepto más propio y particular de la cristiana filosofía, que es desear el bien á tu ofensor; el último punto de la esperanza es el primero de la incredulidad; prefiero la amistad de Dios á la de los hombres, y nada se me importa que todos me miren con malos ojos, porque ningun mal me harán si yo tengo de mi parte á Dios, lo que no me sucederá teniendo de la mia á todos ellos, y á Dios en contra; el obediente no tiene quiero ni no quiero cuando se va por el camino del cielo, ni ha de mirarle, ni áun desde lejos, el que al mundo lleva; suelen los hombres amar lo que no saben querer; la obligacion, porque lo es, se olvida; digno es de compasion el hombre tan desgraciado que procura vengar el dolor de ser ruin en las virtudes de los otros; el dar limosna es vivir; la fama del bueno es premio, la del malo castigo, reprendan todo lo que yo mismo en mí juzgo reprensible; no será honrada en resistir la que tiene con deshonra el oficio de agradar; con la misma tinta en que se escriben los puntos del duelo se borra el Evangelio de Jesucristo; reprender lo no digno de reprension, es perderse el respe'o y manchar la mano en la tinta de la pluma con que se escribe; la discordia nutrida en llanto desplega al soplo de los suspiros las velas y navega sobre la sangre de sus secuaces; la muerte es cl centro donde se unen todas las líneas de las pasiones del mundo; tambien honra la ruina; los casos singulares no admiten leyes comunes; las injustas pretensiones merecen ser despachadas mal y tarde; mirando las cosas que han acaecido, ¿por qué nos asombramos de las que suceden ? Más hace quien desprecia lo que espera, que el que desprecia lo que posee; con las mismas letras con que se estampa lo que es digno de estamparse, se imprime tambien lo que merecia justamente no imprimirse; la pasion halla en todo probabilidad: ¡cuán léjos está del hombre el hombre ! El hombre es figura de Dios en la imágen del monarca, no como las otras, que quitada ó destruida la imágen queda el valor del metal; pues como es de lodo, queda lodo; la codicia se consuela. con la esperanza; el pueblo que perece á manos de su príncipe, perece en afrenta; el que á manos de enemigos, con gloria; no podemos lo que es ménos y queremos que se nos crea lo que

es más; no es amor propio, sino desatino, la envidia; tan artificiosas son las culpas, que, aunque todos las conozcan, no se sabe conocer el fin de ellas; pueblos hay que sometidos á duras leyes desquitan el vasallaje en la gloria mundana; fácil aparece á los que son sin experiencia lo que les hiciera temer á los que la tienen; nunca la fortuna levanta con la presteza que derriba; las leyes se han de meditar mejor que las batallas; en el mundo los reyes lloran y los ministros reinan; la tierra es mucho espacio para el que nació en ella; lo que desea el alma es no verse en más tierra que en la propia (el cielo); la ociosidad es el torpe éxtasis de la razon; las desdichas se vienen sin ser buscadas; el primero que hizo esclavos á los hombres cuando los venció, quedó esclavo de la gloria de vencerlos; la paciencia se inventó para la mala fortuna, y el temor para la buena; la ilícita costumbre no puede hacer ley aunque sea antigua; el mal no está en el entendimiento, sino en la memoria; en virtud verdadera no hay cruz, sino en la falsa; gran injuria hace à la virtud quien en la portada de su casa pone á la tristeza por escudo; es tan inícuo el mundo, que aun no premia á quien le sirve, ántes bien dentro de sus puertas veréis más honrado de él al que más le desestima; la verdad de quien quiera que la busque se deja hallar; suelen algunos ver en los libros, no lo que les demuestra el ingenio, sino lo que se antoja á la envidia; la soberbia y la maldad son más antiguas que el hombre, porque antes de Adan Luzbel perturbó el cielo, y luego buscó á Adan para perturbar la tierra; el silencio es el único refugio para las ingratitudes; la confianza rompe por las contrariedades y hasta por los imposibles; salimos al mundo llorando, salimos del mundo sintiendo, y si nos dijeran que volviéramos á él, no querriamos ; no consulta en las elecciones la voluntad al entendimiento, sino el entendimiento á la voluntad ; mejor es barrer las librerías que ensuciarlas con malos libros; el alma ha de buscar en la vida compañera para la muerte; padece más el que se compadece que no el mismo que se compadece; hay quien roba dando y mata con los halagos; cada uno se hace el mayor daño; la soberbia es cosa tan vil, que se halla hasta en la persona más soez; muchas veces quien se venga de los agravios se deshonra porque hace notoria la injuria que estaba oculta; los que ocupan puestos eminentes deben recelar siempre que de ellos se ha de creer cuanto se puede fingir; ningun monte se opone entre lo malo y lo bueno, y así tan presto se pasa como se quiere; el acrecentamiento del poder suele disminuir el valor; los hombres señalados en letras son como cabezas del pueblo; el que padece sólo siente su dolor; la envidia rara vez sabe guardar consecuencia; á la locura se debe la lástima, no el desprecio; nada se perdona á los niños, á los jóvenes algo, á los ancianos todo; da la hora de las penas el reloj sin que se altere la mano que la señala; la sabiduría no es imágen pintada, que se ha de medir por lo léjos; no son los bienes de esta vida más que para esperados; los golpes de la adversidad hacen más resplandeciente la corona del sabio; la humildad y el deseo de ser nacieron enemigos; ni sombras dejan los cetros; ¿se rie el brazo del dolor de la cabeza? Más se puede fiar de la ira con puñal desnudo que de la juventud los bienes de fortuna, pues aquélla puede reprimirse, y ésta dificilmente; viendo á la libertad en cadenas se arma la esclavitud; la culpa tiene más padrinos que la inocencia; las dádivas del amor no se pueden pagar sin él; para con Dios no hay igual; quiere mal el ambicioso al maldiciente, éste á la verdad, aquél al mérito; la mayor desdicha del delito es hacer ofensiva la alabanza; no se le ha de examinar la virtud al pobre, sino la necesidad; la misericordia que atiende á los méritos no es compañía á las necesidades y á los trabajos; todo pobre es benemérito ; no hay mayor tormento para un enemigo que el desprecio del ofendido; las palabras de verdad corren cual la moneda de oro de buena ley; el mantener en pié ejércitos numerosos y bien asistidos para ahogar en la cuna los levantamientos, es el mayor y tambien sería el mejor de los remedios, si no estuviese luego en el arbitrio de los generales el hacer que se volviesen las repúblicas monarquías, y en las monarquías hacerse señores; la amistad no sabe qué cosa es la soberbia; las mayores maldades se cubren con hermosas apariencias; tienen (los duelistas) por hombre infame y cobarde el que obedece á Dios; primero ha de hablar Dios en el corazon que la voz en la pluma; el empezar bien, prenda es segura de la mitad del acierto; desgracia de los presentes tiempos, querer hasta las más rateras sabandijas vivir en los palacios; con la discordia se esteriliza la tierra; poco a poco se hacen los hombres hombres, y no hay hombre que nazca grande; los hipócritas tristes infaman la virtud haciéndola horrible, como quien tiene enemistad con el contento; sepulta el olvido juntamente á valerosos y cobardes; para herir con el rayo de la verdad es precisa la luz de la ciencia; tambien se dan quejas por favores; el propio amor no se conoce si no se mira en otro; el que es verdaderamente caritativo es natural de todo el mundo;

quien hace admiraciones y extremos por su caida es soberbio y cae peor; el hombre es materia poco menos que imposible para perfeccionar en él la imágen de la virtud; la dicha perdida no se remedia sino con el olvido; ¿quién fué el dichoso que supo agradecer? De la mendiguez nace el delito, y como si fuera fértil la culpa, de ella esperan la abundancia; más trabajos se pasan por buscar las desdichas que las felicidades; no tienen por dicha algunos lo que no viene por la desgracia ajena; la tienda de la estimacion vende desde léjos sus mercaderías; la nobleza, el poder, el ingenio, alas son con que solemos volar algunas veces, y no vamos á Dios, sino que, á más volar, huimos de Él con esas alas; no ve la envidia lo que puede lucir, sino lo que puede oscurecer; suspira el infortunado por las tinieblas y se le alejan las sombras; delante de un ciego ¿de qué sirve el llanto? El amor no miente, exagera; los amigos falsos son como la golondrina, que sólo acude en la primavera, dejándonos en el invierno; son como la sombra, que sigue el cuerpo cuando resplandece el sol; la ambicion es viento subterráneo, que cuando se manifiesta hace temblar la tierra, arruina ciudades, montañas y reinos enteros; no hay más ley que la fuerza, ni más razon que el poder, ni más justicia que lo que se defiende mejor, ni más ley que el temor; la igualdad es la mayor desigualdad; las amenazas se sienten más que los castigos; con el nombre de trabajos se explican todos los males que afligen en esta vida, y si bien se discurre, todos nacen del mismo sujeto que los padece, como del trigo sale el gorgojo que lo acaba, de la madera la carcoma, del paño la polilla, y como el mismo herrero fabrica á veces los grillos y las cadenas que lo aprisionan; sufre el ambicioso lo que no se puede sufrir y pierde todo lo que no se debe perder; el menor polvo del mundo que dé en nuestros ojos basta para hacernos llorar ; nace el hombre hijo de la tierra para sólo heredar la posesion del sepulcro; ¿qué más castigo para el soberbio que la brevedad de la vida? De los cuadros, el que parece más fino es un papel que se pasa con la tinta del secreto; quien es más no puede ser en cortesía ménos; honrado queda el ofendido con el perdon de las ofensas; entre el ódio y el olvido, peor es el olvido que el ódio; el mucho quererse nunca fué quererse bien; no hay cosa más mudable que la voluntad; no hay en la vida hora que no sea otra; todos se quejan de la velocidad con que la vida corre, ninguno de la desigualdad con que la muerte camina; la misma música que canta las alabanzas de los vencedores que quedaron vivos, celebra las exequias de los que verdaderamente vencieron quedando muertos; la vida de los reyes no se cuenta por los años que viven, sino por los años que mandan; la causa de que extrañemos que algunos suban tanto, es porque no sabemos los medios con que suben; no sólo se han de llorar los sucesos lamentables, sino las mismas lágrimas cuando se han vertido sin causa; Dios es el supremo cronista de la vida de todos, así del pobre olvidado, como del principe prepotente; el mundo cubre grandes males con otros mayores; toda maldad es tímida, toda timidez desconfiada, toda desconfianza cruel y toda crueldad cual fuego; cetro sin nobleza es casa sin cimiento; nobleza sin valentía, rama sin tronco; valentía sin justicia es materia de maldad; ésta es más antigua que el hombre, pues antes de Adan Luzbel perturbó el cielo, y buscó á Adan para perturbar la tierra; no basta el bien hacer si no procede del bien querer; pasa la santería por santidad, la hipocresía por mortificacion, la simpleza por simplicidad, la astucia por prudencia, la crueldad por justicia, la rabia por celo, la codicia por caridad, la villanía por gravedad, la disolucion por llaneza, la murmuracion por gracia, la ambicion por buen empleo, la bajeza por humildad, la alevosía por piedad, el maleficio por sacrificio, el último punto de la esperanza es el primero de la incredulidad; en jornada de grandísimos peligros, valentía es tenerlos; por la desesperacion del consuelo humano se adquiere la esperanza del divino.>

Tales son los tesoros de filosofía moral que se encierran en nuestros escritores ascéticos; tales son y tan llenos de viveza, ingeniosidad, profundos conceptos y oportunas y nuevas observaciones.

¿Y qué? ¿merecen estar condenados al olvido, al desden de la civilizacion moderna? No, y mil

veces no.

Bien es recordar aquí que la ilustre y sublime santa Teresa de Jesus, la escritora que algunos filósofos impíos califican de la monja histérica, la que Dubois en su Tratado de Patología general considera poseida de una monomanía erótica, si bien aplicada al amor divino, era tenida en altísima estimacion por Leibnitz. En carta á Andres Morell decia el gran filósofo aleman: «En cuanto á santa Teresa, teneis razon en apreciar sus obras. Yo he encontrado un dia en ellas el hermoso pensamiento de que el alma debe concebir las cosas como si no hubiese más que Dios y

ella en el mundo. Esto, que da lugar á una importantísima meditacion en filosofia, lo he empleado útilmente en una de mis hipótesis (1).

Hoy, que una parte de la juventud no quiere conceder su aprecio á las obras de nuestros grandes autores, y que sólo mira á los nombres de los ilustres filósofos extranjeros, no podia ménos de llamarle la atencion hácia el mérito de santa Teresa, y hacia el poder de su alto criterio y talento vehementísimo, tan estimados por un Leibnitz.

No es ménos merecedor de las observaciones del filósofo el profundo pensamiento de fray Luis de Leon, admiracion y gloria de su edad, y honor perpétuo de la religion de San Agustin, (2). No existia el racionalismo aleman, y sin embargo, parece como que entrevió que pudiera existir una doctrina que no admitiese otro medio de conocer las verdades que la razon, declarando á ésta la única poderosa para ello.

Precedió fray Luis de Leon á Tholuch, á Hengstenberg, á Gueriche, á Hahn y á otros alemanes en combatir el poder absoluto é infalible de la razon. Véanse sus palabras, tomadas de la dedica'oria del segundo libro de Los Nombres de Cristo:

O como les pareciera que se compadecia, ó que era posible que á la más principal de sus obras la criase la naturaleza tan inclinada al pecado, que por la mayor parte, no alcanzando su fin, viniese á extrema miseria; la que á los animales brutos, y á las plantas, y hasta las cosas más viles guia, como vemos, tan derecha y eficazmente á sus fines, que los alcanzan, ó todas, ó casi todas. Y si sería notorio desatino entregar las riendas de dos caballos desbocados y furiosos á un niño flaco y sin arte, para que los gobernase por lugares pedregosos y ásperos; y si cometerle á este mismo el gobierno de una nave, para que en mar alta y brava hiciese camino contrastando á los vientos, sería error conocido; por el mismo caso pudieran ver que no cabia en razon que la providencia sumamente sábia de Dios, en un cuerpo tan indomable y de tan malos siniestros, y en tanta tempestad de olas de viciosos deseos, como en nosotros sentimos, pusiere para su gobierno una razon tan flaca y tan desnuda de toda buena doctrina, como es la nuestra cuando nacemos. Ni pudieran decir que en esperanza de la doctrina venidera y de las fuerzas que con los años despues cobraria, encomendó Dios este gobierno á la razon, y la colocó en medio de sus enemigos sola contra tantos, y desarmada contra tan poderosos y fieros. Porque sabida cosa es que primero que despierte la razon en nosotros, viven en nosotros y se encienden los deseos bestiales de la vida sensible, que se apoderan del ánima, y haciéndola á sus mañas, la inclinan mal antes que comience á conocerse. Y cierto es que en abriendo la razon los ojos, están como á la puerta, y como aguardando para engañarla, el vulgo ciego y las compañías malas, y el estilo de la vida llena de errores perversos, y el deleite, y la ambicion, y el oro, y las riquezas que resplandecen. Lo cual cada uno por sí es poderoso á escurecer y á vestir de tinieblas á su centella recien nacida, cuanto más todo junto, y como conjurado y hecho á una para hacer mal. Y así de hecho la engañan; y quitándole las riendas de las manos, la sujetan á los deseos del cuerpo, y la inducen á que ame y procure lo mismo que la destruye. Así que este desconcierto é inclinacion para el mal que los hombres generalmente tenemos, él solo por sí considerado bien, nos puede traer en conocimiento de la destruccion y corrupcion antigua de nuestra naturaleza. En la cual naturaleza, como en el libro pasado se dijo, habiendo sido hecho el hombre por Dios, enteramente señor de sí mismo, y del todo cabal y perfecto, en pena de que él por su grado sacó su ánima de la obediencia de Dios, los apetitos del cuerpo y sus sentidos se salieron del servicio de la razon; y rebelando contra ella, la sujetaron, escureciendo su luz y enflaqueciendo su libertad, y encendiéndola en el deseo de sus bienes dellos, y engendrando deseo en ella de lo que es más ajeno della y le es más dañoso, esto es, del desconcierto en el obrar y del pecado (3).

(1) Exposition de la doctrine de Leibnitz sur la religion, avec un nouveau choix de pensées sur la religion et la morale, extraites des ouvrages du même auteur par M. Emery; París, 1819.

(2) Fray Jerónimo de San José, Historia del venerable padre fray José de la Cruz; Madrid, 1641.

(3) He tenido presente el texto de la edicion de Salamanca de 1583. En la edicion, tambien de Salamanca, hecha en 1587, hay algunas variantes, como se verá del texto que sigue:

O como les pareciera que se compadecia, ó que era posible que la naturaleza, que guia, como vemos, los animales brutos, y las plantas, y hasta las cosas más viles tan derecha y eficazmente á sus fines, que los alcanzan todas ó casi todas, criase á la más principal de sus obras tan inclinada al pecado, que por la mayor parte, no alcanzando su fin, viniese á extrema miseria. Y si sería notorio desatino entregar las riendas de dos caballos desbocados y furiosos á un niño flaco y sin arte, para que los gobernase por lugares pedregosos y ásperos; y si

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