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aquel dominio, como si fuera él el señor, intenta quitar la vida á su prójimo ó á sí mismo? ¿No fuera tiráníca iniquidad en un príncipe, que sin más razon que su antojo, diera la muerte á quien le constára es inocente? Pues si en un príncipe, que tiene tanta autoridad de Dios, que puede mandar en su nombre quitar la vida á quien las leyes y el bien comun condenan por reo de muerte, fuera, con todo eso, delito de injusticia abusar de su poder para lo que no le permiten las leyes; en tí, á quien no asiste autoridad alguna, ¿qué ha de ser el usurparle á la Majestad Suprema el uso de aquel dominio en las vidas, que á nadie quiso conceder?>

Prueba la injusticia del provocador al duelo para consigo y para con los suyos, poniendo estos hermosos raciocinios :

«¿Y qué dirémos del derecho que tiene á la conservacion de su vida, de que cuanto es de tu parte le deturbas, al que provocas? Si hay injusticia en el mundo, ¿quién aquí la ha de negar? ¿Y qué de la caridad mutua que le debes, en cuya obligacion has nacido por hombre, y cuya profesion prometiste cuando á Dios le juraste su fe? ¿Puede serle más contraria la atrocidad de tu ódio, que desea bebelle la sangre, quitalle la vida, y con ella la posesion de todos sus bienes, y sobre esto la eterna felicidad de su alma, poniéndole en más que evidente peligro de perderse para siempre? Y estos crímenes, que en órden al provocado cometes, se duplican casi todos en tí mismo, en cuanto á tí mismo te arrojas á tanto mal. Pues á la verdad, no es ménos de Dios tu vida y tu alma, ni te debes ménos amor á tí proprio; y sin embargo, como si fuera cosa tuya, la pones en la punta de la espada, exponiéndote á perder la vida y alma por un vano punto de no sé qué. Ni son para olvidados aquí los gravísimos daños á que las más veces necesitas á ambas familias. El llanto en la orfanidad de los hijos. Las lástimas de la mujer, que se llora ántes viuda que anciana. Los gemidos y dolor de los padres, que miran cortada la flor de las esperanzas de su casa, ántes que la vieran sazonada en los frutos que aseguráran su posteridad generosa.. Vitupera el anhelo de los que aventuran sus vidas en desafíos por ser loados de valientes y obtener el aplauso del vulgo ó de los hombres que se precian de discretos, y son tan vulgares ó más que el vulgo mismo:

¿Qué otra cosa es salir garboso, sino que los Rodamontes y Quijotes te celebren por valiente, y no digan que anduviste cobarde, ó quedar con aquella vana satisfaccion, que te parece te debes á tí proprio, de obrar con aquella intrepidez que merezca aquel aplauso? Y, en una palabra, ¿qué es más que cumplir con el ídolo del qué dirán? Pues nota ahora que si te picáras de la honra que te debes, nada así pudiera serte sensible, como el aplauso que te dan los que te alaban así. Alábante de valiente, porque saliste á matar ó á morir, porque provocaste al otro en tu venganza, ó saliste provocado á despicarte de tu afrenta. Y ¿qué es eso sino un delito de iniquidad contra Dios, contra el Rey, contra tí mismo y los tuyos, y contra tu enemigo y los suyos de sabida. y de seguro, y una perdicion de tu vida, y eterna de tu alma en contingencia? Pues de ahí que la alabanza que te dan porque saliste valiente, es celebrarte de injusto con los hombres y de impío con tu Dios, de desapiadado con los tuyos y de cruel contigo mismo y feroz. ¡Linda gloria es salir garboso, pues consiste en un gozo que, á bien ir, te ha de servir luego de pesar, de corrimiento y vergüenza! | Linda gloria la que se funda en delitos! ¡Linda fama la que no se puede tener sin la infamia de delincuente delante de Dios y los cuerdos !>

Consideraba el PADRE GARAU que será más valor despreciar el qué dirán, y fúndalo, entre otros buenos raciocinios, en los excelentes que se copian :

No te niego lo que vale y merece ser estimada la honra. Pero es bien no te olvides de lo mucho más que vale el alma, que le costó á Dios su vida, y cuánto vale más un cielo y un Dios. Y ¿quién es el que te quiere cobarde, quién sin honra? Yo valiente te quiero, no cobarde; honrado, no infame; generoso, no vil. Pero valiente con el valor verdadero, y honrado con la verdadera honra. Si unos niños, dice Tirio Máximo X, formáran su tribunal, promulgáran sus leyes, y en fuerza dellas mandáran comparecer ante sí á un hombre grave, y por haber faltado en alguna de sus rapacerías prescritas le declaráran entre sí por infame, y le descomulgáran en su compañía y su trato, ¿qué habia de hacer aquel hombre sino despreciar su desprecio y reirse de sus votos, sentencias, jueces y ley? Así, pues, el gran corazon de Sócrates, dice, se burlaba de los atenienses, cuyos pareceres mandaban morir al que antes habia mandado morir la naturaleza misma. Ni otra cosa ha de hacer cualquier cuerdo, cuando viere que le acometen los malos, sino reirse de la risa de los necios y despreciar el desprecio de los impíos.

Que te tengan todos por pobre, si eres rico, ¿qué te quita? Que te tengan todos por enfermo, si estás sano, ¿qué te duele? Que á un blanco le rian los negros, ¿qué le importa? Y en que te tengan por cobarde, si eres valiente, ¿qué te va?>

Pasa el PADRE GARAU Seguidamente á probar que la honra no pende de la opinion de los ciegos en sus errores; la Iglesia reprueba los duelos, las personas doctas y cuerdas los reprueban tam

bien :

«Entre tanto, ¿qué honra te puede dar la que no se alcanza sin el deshonor de la culpa? ¿Qué temes de unos hombres que, si hoy son, no serán mañana? ¡Qué temes de unos hombres que hoy hacen de un cuervo una paloma, y mañana de una paloma un cuervo, hoy de un Neron un Caton, y harán mañana de un Caton un Neron; y levantando mil testimonios á las virtudes, llaman valor heroico la temeridad arrojada, y la rabia ciega, valentía, y censuran por cobardía lo que es más aninoso valor?

El PADRE GARAU quiere demostrar luégo que el salir al desafio es cobardía, y que el no salir puede ser mayor valor; que al combate sólo se va por la venganza de un agravio ó por la necia vanidad y ostentacion del propio brío. Compara el desafío á la lucha de los gladiadores; y con efecto, no hay en la antigüedad griega y latina con otra cosa que compararlo, á lo menos en pelear por la honra ó gloria de hacer gala de su fortaleza y valentía. Dice GARAU:

Luego no pudiendo ser el desafio por causa honesta, ni tener buen fin, no puede ser accion de valor verdadero, ni de fortaleza racional, sino una bárbara empresa de mera atrocidad y fiereza, que ha procurado el infierno substituir á la furiosa inmunidad de los gladiatores, que prohibió el gran Constantino despues que imbuyó su ánimo con la cristiana piedad. Así lo ha trazado aquella astucia diabólica, para que no le faltáran estas víctimas sacrificadas á sus llamas, honra de su imitacion.>

en

Quien sirve al qué dirán, es esclavo. Tal es la máxima con cuya explanacion termina el PADRE GARAU su disertacion contra el duelo, y con estas palabras oportunísimas:

Sepamos adónde vamos y miremos si vamos bien. No fiemos de que es trillado el camino, pues si al fin se perdieron los que le siguieron, mal podrémos lograrnos por él. Donde son los más los que se pierden, el más seguido camino debe ser el más sospechoso. No nacimos para brutos, que sin más atencion sólo cuidan de seguir á los que les van delante, no mirando por dónde se ha de ir, sino por dónde se va. Nada así nos llena de peligros, como el seguir el rumor indiscreto, mal creidos que es lo mejor lo que tiene más, que lo aprueban. Esto no es vivir segun pide la razon, sino segun la costumbre lleva. De aquí nace que se precipitan tan atropados unos sobre otros los hombres á la última ruina; ninguno cae que no arrastre otro consigo y no caiga sobre otro. Son los primeros la ruina de los que los siguen, y ninguno yerra sólo para sí, porque los unos son causa del error lastimoso de los demas. El daño está en seguir á los primeros, y mientras cada uno quiere más seguir que averiguar y corregir, nadie se toma con exámen; todo se cree, todo se sigue; y nos hace seguir y despeñar, volteando tras los otros, aquel engaño que pasa de padre á hijo, como de mano en mano, y así nos perdemos todos por no querer dejar el camino en que se perdieron los otros. El remedio está en torcer del camino comun, y el mal está en que contra toda razon el pueblo siempre se pone de parte de su proprio daño. Sucede en esto lo que en las elecciones de la muchedumbre, donde todos admiran despues que se haya hecho aquello que ellos mismos hicieron, cuando una ciega aclamacion los movió. Lo mismo que antes aprobamos, despues reprendeinos, y éste es el éxito en todos los juicios en que se decide por más votos, y en que vence el número, y no la calidad. En puntos en que va una vida eterna, nadie me apele á la pluralidad de los votos. Nadie me diga: Así lo sienten los más; que por eso es lo peor. No está el mundo de calidad que entiendan y quieran los más lo mejor. Antes es argumento de lo más malo la multitud. Nadie, pues, se fie de que es más usado, ni esto busque, sino lo que más persuade la razon que se haga. Nadie se despeñe porque lo quieren muchos, aunque le juren todos que es acenso. Nadie tema lo que los más dicen, pues nadie debe hacer lo que los más torpemente hacen. Sígase la razon y búsquese lo que puede conducirnos con seguridad á la felicidad para que nacimos, y déjese para el vulgo lo que él más aprecia, siendo, como es, el peor intérprete de la verdad..

En modo alguno se extrañe que tan extensamente haya transcrito algunas de las más notables máximas del PADRE GARAU sobre la costumbre de los desafios.

Son tan originales y filosóficos sus raciocinios, que merecen cumplido nombre; con tanta ma

yor causa, cuanto que poco ó en muy poco se diferencian de los que Juan Jacobo Rousseau escribió sobre el mismo asunto. Cuando vieron la luz pública los de GARAU, el filósofo ginebrino áun no habia nacido.

«El hombre de valor desprecia el duelo, decia Juan Jacobo, y el hombre de bien lo aborrece. Yo considero los desafíos como el último grado de la brutalidad á que pueden llegar los hombres. La verdadera honra, ¿depende, acaso, de los tiempos, de los lugares y de las preocupaciones? ¿Puede pasar y volver como las modas?..... ¿Qué puede importar una vana opinion de otro sobre el honor verdadero, cuyas razones se encuentran únicamente en lo más profundo del corazon?..... La honra del sabio, ¿estará á la merced del primer hombre brutal que encontrase?..... Si es la humanidad el fundamento de toda virtud, ¿qué pensar del hombre sanguinario y depravado que osa acometerla en la vida de uno de sus semejantes?

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Si el filósofo y el sabio toman por regla de su vivir los discursos insensatos de la muchedumbre, de qué sirven entónces tantos estudios, sino para ser en lo más íntimo del alma un hombre vulgar? ¡No os atreveis à sacrificar al deber el sentimiento, porque no se os tache de que temeis la muerte! Pesad las cosas, y hallaréis más cobardía en el miedo de tal censura que la misma muerte. ¿Qué clase de mérito hay en aventurarse á morir por cometer un delito?

Aunque fuese verdad que uno se convierte en sér despreciable negándose á un desafio, ¿á qué desprecio debe temerse más, al de los otros procediendo bien, ó al de uno mismo practicando el mal? Lo bueno y lo digno, ¿penden, acaso, del juicio de los hombres?

Falso es que negándose á un duelo por virtud, se convierta uno en merecedor del general desprecio..... No se defiende la honra con el escudo ni con la espada, sino con una vida íntegra é irreprensible, y esta lid vale tanto como otra cualquiera, por lo que toca al esfuerzo del alma.. Así pensaban en el siglo xvin el jesuita español GARAU y el célebre Juan Jacobo Rousseau; aquél se vale de razones filosóficas humanas, y tal vez de las de la ley de Dios. El autor del Emilio se sirve de las mismas, aunque, en su falta de fe, para nada sirven los preceptos de la religion

cristiana.

Esta identidad de miras y de conceptos por lo que respecta á la filosofía, hace aparecer con más mérito para la generacion presente al PADRE GARAU y enaltece más y más la historia de los pensadores españoles que voy trazando en este bosquejo.

Y es más todavía; Nicolas Tommaseo, uno de los caudillos de la revolucion de Venecia en nuestro siglo, y filósofo de esa escuela que pretende conciliar las aspiraciones de la libertad con las tradiciones de nuestra fe católica, hablando de la opinion pública, si no habla de los esclavos de ella, como GARAU, conviene en que es más esclava y más crédula hoy que en los siglos

tan calificados de credulidad servil.

El famoso Hoffmann (de Fallersleben), hablando de la inconstancia de la opinion pública, dice que los pareceres y las disposiciones de los hombres se mueven en un círculo eterno, como la rueda de la fortuna. Se lanzan críticas amargas al que ayer se colmaba de exagerados loores, y se pisotea al que ayer se levantaba á las nubes.

Tal es el sentir de filósofos italianos y alemanes de nuestra edad, tan conformes con los del PADRE GARAU.

Cuéntase entre los filósofos españoles del siglo XVIII al PADRE DON FRAY BENITO JERÓNIMO FEIJÓO, monje benedictino, y hasta se ha comparado con Voltaire, llamándole el Voltaire español, como pudiera serlo un religioso y creyente (1).

Creo que FEIJÓO no merece el nombre de filósofo. Escribió de muchas materias de erudicion, en algunas con bastante acierto; pero ciertamente, en lo que para mí es ménos que mediano autor es en cuantas trató de cosas referentes á filosofía.

No hay un pensamiento original digno de memoria; no hay una sentencia que merezca repetirse, ni que sorprenda, conmueva ó halague por su novedad ó por el esplendente modo con que la haya presentado.

Dedicóse á combatir, no errores de sabios, sino errores del vulgo. Consiguientemente la trivialidad es el alma de sus discursos. Los desatinos que combate no pedian disertaciones, sino enu

(1) Sus obras escogidas se han publicado en esta BiBLIOTECA, con un discreto cuanto erudito estudio del señor don Vicente de la Fuente, persona tan digna de res

petuoso aprecio por su mucha doctrina y excelente criterio.

merarlos de pasada; que con su sencilla exposicion y alguno que otro picante calificativo bastaba para el objeto. Y voy á expresar más claro mi pensamiento. Las personas doctas ó de buen criterio para nada necesitaban las impugnaciones de esos errores del vulgo para ellas todo lo dicho en estos casos por el PADRE FEIJÓO Son lugares comunes. Las personas del vulgo que prestaban fe à aquellas simplicidades, ó no leian los libros de FEIJÓO, ó si los leian, no por eso abandonaban las preocupaciones absurdas (1).

La mayor parte de los pasajes de FELóo, así del Teatro critico univresal, o discursos varios en todo género de materias para desengaño de errores comunes, como en las Cartas eruditas y curiosas, en que por la mayor parte se continúa el designio del Teatro critico universal, impugnando ó reduciendo á dudas várias opiniones comunes, y otros opúsculos, no se dirigen á la enseñanza de la filosofía, sino á hablar de cuestiones médicas, históricas, astronómicas y literarias, y á defensas personales.

La filosofía que se saca de lo que escribe, sobre ser preocupaciones y no más las consejas de las cuevas de Salamanca y de Toledo, del purgatorio de san Patricio, del toro de san Marcos, de la campana de Velilla, de la virtud curativa de los lamparones atribuida á los reyes de Francia, es ninguna, y eso expresado todo en nada buen estilo y con poca noticia de lo mismo que está impugnando con más formalidad de la que los asuntos merecen para cualquier mediano criterio (2).

En lo que habla sobre el alma de las bestias, y tratando con desden á Gomez Pereira, y declarando que nada debia al filósofo español Descártes, es un extracto de lo que Bayle recopiló en su Diccionario (3).

(1) El juicio que de Feijóo hizo don José Marchena merece ser conocido: véase aquí:

Las (disertaciones) que consagró FEIJÓO á rebatir vulgares preocupaciones son muchas veces notables por una dialéctica concluyente, por lo bien bilado de los argumentos y la lucida colocacion de las pruebas, que unas á otras se ilustran. Puesto que los errores que rebate son por lo comun tan extravagantes, que con el mero uso de una mediana razon sobra para desprenderse de ellos, que no pocas veces sustituye mentiras, que nunca asienta aquellas verdades fecundas en corolarios que las tinieblas del ánimo disipan; finalmente, que tributa acatamiento á cuanto entre la Inquisicion y el despotismo abroquelan con su férreo impenetrable escudo, todavía fué no poco provechoso el Teatro crítico de este autor, no tanto por las patrañas que desterró, como porque dió documento y ejemplo de exámen de proposiciones inculcadas en los animos por la autoridad sin estar arraigadas en el convencimiento. La perpétua seriedad de estilo de FEIJÓO, siempre puro, siempre correcto, toca á veces en uniformidad y engendra fastidio. Errores hay tan ridículos, que no merecen un acometimiento serio, y que las véras parecen de más para rebatirlos. >

Salvo en lo de que la Inquisicion fomentaba esos embustes, no pasa de ser una de las monomanías de Marchena. FEIJÓO, por ejemplo, disertó sobre que la campana de Velilla no se tocaba sola para anunciar calamidades, como el vulgo creia, y sin embargo, la Inquisision prohibió un tiempo los Anales de don Martin Carrillo, cual se demuestra de carta que existe en la Biblioteca Nacional, en que aquel escritor habla de la prohibicion de su libro por haber hablado del tañimiento de dicha campana, el año de 1579.

(2) En un manuscrito que doné á la Academia Española, y que se intitula Cartapacio, primera parte de algunas cosas notables recopiladas por don Gaspar Garcerán de Pinos y Castro, conde de Guimeran, etc., año de 1600, habla de las Cuevas de Salamancı, que no eran cuevas, como FEIJÓO creia, sino bodegas. Hé aquí la tradicion como llegó hasta el Conde de Guimerán: La opi

nion del vulgo (dice) acerca de la mágica que se aprendia en las cuevas de Salamanca, de la suerte que cuentan que entraban siete y estaban siete años y no veian al maestro, y despues que no salian sino seis y que habian de hurtar la sombra á aquél y no estar otro tanto tiempo, he oido á personas curiosas y de buen juicio refutar, y á mi parecer bien con éste, que nunca se leyó de tal suerte, sino que decir ser en cuevas es por ser así llamadas las bodegas en Castilla, y que como se prohibiese leer en público esta facultad, la mala inclinacion nuestra y estar los maestros perdidos, que no tenian cómo vivir, inventó que escogian para perpetuar su mala semilla los mejores sujetos de sus estudios, y á éstos los tenian comensales en sus casas en título de oir lo que en las escuelas se permitian; y de secreto de noche en las bodegas les leian, y por ser á esta hora decian no ver al maestro, y lo que toca al quedar uno de los siete, es que de los estudiantes que á Salamanca llegan, se quedan en ella, ó casados, ó frailes, ó muertos, de siete uno, y el hurtar el cuerpo ó sombra es que los que se hicieron religiosos, los que salen se entienden por aquéllos, etc. »

Como resulta de esto, entre la gente discreta se explicaba de distinto modo, y desde más de un siglo ántes, lo de las cuevas de Salamanca, que consideraba una mentira FEIJÓO.

Cervantes tiene un entremes Intitulado Las Cuevas de Salamanca, fundado en esta costumbre y creencia.

(3) Más justo es que FEIJÓO el abate Cárlos Jacobo María Denina en su discurso leido en la Academia de Berlin el 26 de Enero del año de 1786. Véase cómo habla de Gomez Pereira, de Descartes y del mismo FEIJÓO :

« Je suis très éloigné de faire un crime à Descartes de ce qu'il a profité des travaux de ceux qui l'avofent précédé, quoiqu'on l'accuse avec raison de n'avoir pas rendu justice à ses maîtres. Mais pouvons-nous dispenser de dire ici qu'une grande partie de son système physique paroit tiré de Pereira Gomez, du fameux livre intitulé Antoniana Margarita, et des ouvrages de François Valès? » Le savant et honnête Feixoo, qui fit l'éloge de sa ñation en même temps qu'il tachoit de l'éclairer et de la

Igual ó mayor desprecio manifestó hácia los escritos del gran Raimundo Lulio y de Raimundo Sebunde. No parece sino que FEIJÓO tenia empeño en quitar importancia á los filósofos españoles, como si aspirase á ser el único filósofo español que hasta su tiempo hubiese insigne ó memorable, y deseo de restaurar las ciencias por la inmensísima variedad de sus conocimientos despues de Juan Luis Vives, cuyas opiniones algunas veces sigue, sigue y no más, pues nada pudo añadir á ellas.

En Francia é Italia llamaron algo la atencion los escritos de FEIJÓO en los primeros tiempos, y áun se hicieron en ambos países dos traducciones de ellos. Mas el aplauso fué efímero. Por el momento sorprendieron y lisonjearon las críticas de los españoles hechas por un español. Pero las versiones de los demas escritos de FEIJÓO no continuaron. Recuerdo que en Francia hubo crítico que hablando de lo que FEIJÓO escribió sobre la astrología judiciaria, consideraba que este autor habia llegado tarde; que sus argumentos contra ella hubieran sido muy oportunos allá en los siglos xv y xvi, y que tal ciencia ya no estaba de moda (1).

Escribiéronse contra FEIJÓO muchos opúsculos, unos en defensa de la medicina, otros de diversas materias (2). En apología de Raimundo Lulio, el padre fray Bartolomé Farnes y el padre don Antonio Raimundo Pascual, aquél en lengua latina y éste en castellana, probaron uno y otro á FEIJÓO que la utilidad del arte de Lulio es indudable, porque fundándose en principios universales y trascendentes á todo lo que se puede saber, los cuales son primitivos, verdaderos y necesarios, las máximas ó proposiciones universales compuestas de la combinacion de aquellos principios, son primitivas, verdaderas y necesarias, así como la reglas universales que tienen su fundamento en los mismos.

Decian que por este método universal, aplicado debidamente á cada cosa en particular, se pueden inquirir las verdades que de ella se busquen, pues sólo será verdadero lo que concuerda ó tiene relacion con aquellos universales principios, máximas ó reglas.

En defensa apasionada de FEIJÓO escriben el doctor Martin Martinez, que antes habia impugnado sus opiniones contra la medicina; el padre Martin Sarmiento, el padre Isla, el padre Antonio José Rodriguez, y algunos otros sujetos más.

Con estas polémicas se entretuvo España en la primera mitad del siglo XVIII: unos siguiendo la parcialidad de FEIJÓO, y enalteciendo su mérito más, muchísimo más de lo que era: otros combatiendo muchos de sus errores é inadvertencias y algunos juicios en verdad opinables.

Pero FEIJÓO tambien no dejó abandonada su defensa propia, mezclándola con palabras de arrogancia, impropias de un filósofo, y sobre todo de un monje.

Uno de los adversarios de FEIJÓO era fray Francisco Soto de Marne, cronista de la órden de San Francisco, predicador de estilo cultísimo hasta la extravagancia (3). Sin embargo, en esta guerra científica y literaria escribió con sencillez, y en cuanto á los argumentos y á las noticias con que combatió al benedictino, hay que decir, tributando el respeto debido á la verdad, que llevaban gran fuerza de razon.

Sintióse vencido FEIJÓO, y con él sus amigos, los que sin duda despechadamente procuraron imponer silencio á fray Francisco Soto y Marne. Lograron que en una Real órden de Fernando VI se dijese al Consejo que tuviese presente que cuando el MAESTRO FEIJÓO ha merecido á Su Majestad tan noble declaracion de lo que le agradan sus escritos, no debe haber quien se atreva á impugnarlos, y mucho más, que por su Consejo se permita imprimirlos.

guerir de ses préjugés, a franchement avoué qu'elle n'avoit jamais rien fait dans la physique, et que l'Espagne n'avoit que des péripatéticiens. Dans le temps que l'Europe étoit moitié cartesienne, moitié neutonienne, Feixoo n'osoit penser que l'on pouvoit, en suivant Aristote, entrevoir de grandes vérités dans le livre de la nature, et que les péripatéticiens espagnols pouvoient fournir de bonnes lumières aux cartesiens françois. >>

(1) El traductor frances del Teatro crílico fué monsieur de Hermilly (París, 1742).

En las Mémoires pour l'histoire des sciences et des beaux arts se dijo lo siguiente:

«Cette critique vient un peu tard; elle auroit été plus de faison dans le quinzième et dans le seizième siècle, où l'on étoit si fort entêté de l'astrologie judiciaire; mais

cette science n'est plus à la mode, et l'on est aujourd'hui revenu de ces chimères. >>

(2) Don Eustaquio Cervellon, don Jerónimo Zafra, don Salvador José Mañer, don Manuel Ballester, don Manuel Marin, fray Jacinto Segura, don Ignacio de Armesto y Osorio, fray Alonso Rubiños, don Nicolás de Zárate, el padre Joaquin de Aguirre, fray Francisco de Soto y Marne, el abate Vernay, don Pedro de Acuenza, don Francisco Suarez de Rivera, don Bernardo Araujo, don Ignacio García Ros, don Narciso Bonamich, y otros muchos que sería prolijo enumerar.

(3) Se cree que su Floriložio sacro inspiró al padre Isla el pensamiento de escribir contra los malos predicadores el Fray Gerundio de Campazas. No sé qué verdad habrá en ello.

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