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más varonilmente; pero la mancha de los inclinados á Ja sensualidad y deleites es torpe. Examina los dias de éstos, mira el tiempo que se les va en contar, en acechar, en temer, en reverenciar, y cuánto tiempo les ocupan sus conciertos y los ajenos, cuánto los convites (que ya vienen á tenerse por oficio), y conocerás que ni sus males ni sus bienes los dejan respirar; finalmente, es doctrina comunmente recibida que ninguna accion de los ocupados en estas cosas puede ser acertada, no la elocuencia ni las artes liberales; porque el ánimo estrechado no es capaz de cosas grandes, ántes las desecha como holladas; y el hombre ocupado, en ninguna cosa tiene menor dominio que en su vida, por ser dificultosísima la ciencia de vivir.

CAPÍTULO VII.

De las demas artes donde quiera se encuentran muchos profesores, y algunas hay, que áun los muy niños las han aprendido de modo, que las pudieran enseñar; mas la de vivir, toda la vida se ha de ir estudiando, y lo que más se debe ponderar es, que toda ella se ha de gastar en aprender á morir. Muchos grandes varones, habiendo dejado todos los embarazos, renunciando las riquezas, oficios y entretenimientos, no se ocuparon en otra cosa hasta el remate de su vida, sino en el arte de saber vivir; y muchos de ellos murieron confesando que aun no habian llegado á conseguirla; ¿cómo, pues, la sabrán los que no la estudian? Créeme que es de hombres grandes y que sobrepujan á los humanos errores, no consentir que se les usurpe un instante de tiempo, con lo cual viene á ser larguísima su vida, porque todo lo que ella se extendió fué para ellos, no consintiendo hubiese cosa ociosa y sin cultivar; no entregaron parte alguna al ajeno dominio, porque no ballaron equivalente recompensa con que permutar el tiempo; y así, fueron vigilantísimos guardadores de él, con lo cual les fué suficiente; al contrario, es forzoso les falte á los que el pueblo ha quitado mucha parte de la vida. Y no entiendas que éstos dejan de conocer que de aquella causa les procede este daño; á muchos de éstos, á quien la grande felicidad apesga, oirás exclamar entre la caterva de sus paniaguados, ó en el despacho de los negocios, ó en las demas honrosas miserias, que no les es permitido vivir. ¿Qué maravilla que no se les permita? Todos aquellos que se te allegan, te apartan de tí. ¿Cuántos dias te quitó el preso, cuántos el pretendiente, cuántos la vieja cansada de enterrar herederos, cuántos el que se fingió enfermo para despertar la avaricia de los que codician su herencia, cuántos el amigo poderoso que te tiene, no para amistad, sino para ostentacion? Haz (te ruego) un avanzo, y cuenta los dias de tu vida, y verás cuán pocos y desechados han sido los que has tenido para tí. El otro que llegó á conseguir el consulado, que tanto pretendió, lesea dejarlo, y dice: « Cuándo se acabará este año?» Tiene el otro á su cargo las fiestas, habiendo hecho gran aprecio de que le cayó por suerte la comision, y dice: «Cuándo saldré de este cuidado?» Escogen á uno para abogado entre todos los demas, y llénase el Tribunal de gente para oirle, áun hasta adonde no al

canza su voz, y dice: «¿Cuándo se acabará de sentenciar este pleito?»> Cada cual precipita su vida, trabajando con el deseo de lo futuro y con el hastío de lo presente. Pero aquel que aprovecha para sí todo su tiempo, y el que ordena todos sus dias para que le sean de vida, ni desea ni teme al dia venidero; porque qué cosa le puede acarrear, que le sea disgusto? ConoCidas tiene con hartura todas las cosas; en lo demas disponga la fortuna como quisiere; que ya la vida de éste está en puerto seguro; podrásele añadir algo, pero quitar no; sucediéndole lo que al estómago, que estando satisfecho, y no cargado, admite algun manjar sin haberle apetecido.

CAPÍTULO VIII.

No juzgues, pues, que alguno ha vivido mucho tiempo, por verle con canas y con arrugas; que aunque ha estado mucho tiempo en el mundo, no ha vivido mucho. ¿Dirás tú por ventura que navegó mucho aquel que habiendo salido del puerto, le trajo la cruel tempestad de una parte á otra, y forzado de la furia de encontrados vientos, anduvo dando bordos en un mismo paraje? Éste, aunque padeció mucho, no navegó mucho. Suélome admirar cuando veo algunos que piden tiempo, y que los que le han de dar se muestran fáciles. Los unos y los otros ponen la mira en el negocio para que se pide el tiempo, pero no la ponen en el mismo tiempo, y como si lo que se pide y lo que se da fuera de poquísimo valor, se desprecia una cosa tan digna de estimacion. Engáñalos el ver que el tiempo no es cosa corpórea ni se deja comprehender con la vista, y así le tienen por cosa vilísima y de ningun valor. Algunos carísimos varones reciben gajes de otros, y por ellos alquilan su trabajo, su cuidado y su diligencia; pera del tiempo no hay quien haga aprecio; usan de él pródigamente, como de cosa dada gratuitamente. Pon los ojos en los que esto hacen y míralos cuando están enfermos, y cuando se les acerca el peligro de la muerte, y temen el capital suplicio, y verás que dicen, tocando las rodillas de los médicos, que están dispuestos á dar toda su hacienda por conservar la vida: tan diversa es en ellos la discordia de los afectos. Y si como podemos traer á cada uno á la memoria el número de los años que se le han pasado, pudiésemos tener certeza de los que le quedan, ¡ oh cómo temblarian aquellos á quien les quedasen pocos, y cómo huirian de disiparlos! La -disposicion de lo que es cierto, aunque sea poco, es fácil; pero conviene guardar con mayor diligencia aquello que no sabes cuándo se te ha de acabar. Y no pienses que ellos ignoran que el tiempo es cosa preciosa, pues para encarecer el amor que tienen á los que aman mucho, les suelen decir que están prontos á darles parte de sus años. Lo cierto es, que sin entenderlo se los dan; pero danlos quitándoselos á sí mismos, sin que se acrezcan á los otros; pero como ignoran lo que pierden, viéneles á ser más tolerable la pérdida del no entendido daño. No hay quien pueda restituirte los años, y ninguno te restituirá á tí misino; la edad proseguirá el camino que comenzó, sin volver atras ni detenerse; no hará ruido ni te advertirá de su velocidad; pasará

con silencio, no se prorogard por mandado de los reyes ni por el favor del pueblo; correrá desde el primer dia como se le ordenó; en ninguna parte tomará posada ni se detendrá. Qué se seguirá de esto? Que mientras tú estás ocupado, huye aprisa la vida, llegando la muerte, para la cual, quieras ó no quieras, es forzoso desocuparte.

CAPÍTULO IX.

¿Por ventura alguno (hablo de aquellos que se precian de prudentes), viviendo con más cuidado, podrá conseguir el vivir con más descanso? Disponen la vida haciendo cambios y recambios de ella, y extienden los pensamientos á término largo, consistiendo la mayor pérdida de la vida en la dilacion; ella nos saca de las mamos el primero dia, ella nos quita las cosas presentes, mientras nos está ofreciendo las futuras; siendo gran estorbo para la vida la esperanza que pende de lo que ha de suceder mañana. Pierdes lo presente, y disponiendo de lo que está en las manos de la fortuna, dejas lo que está en las tuyas. Á dónde pones la mira? ¿Hasta dónde te extiendes? Todo lo que está por venir es incierto. Vive desde luégo; y advierte que el mayor de los poetas, como inflamado de algun divino oráculo, cantó aquel saludable verso: «El mejor dia de la primera edad es el primero que huye á los mortales.» ¿Cómo te detienes? (dice). Cómo tardas? El tiempo huye, si no le ocupas, y aunque le ocupes, huye; y así se ha de contrastar su celeridad con la presteza de aprovecharle, cogiendo con prisa el agua como de arroyo rápido, que en pasando la corriente, queda seco. Tambien es muy á propósito para condenar los pensamientos prolongados, que no llamó buena á la edad, sino al dia.

CAPÍTULO X.

¿Cómo, pues, en tan apresurada huida del tiempo quieres tú con seguridad y pereza extender en una larga continuacion los meses y los años, regulándolos á tu albedrío? Advierte que el poeta habló contigo cuando habló del dia, y del dia que buye. No se debe, pues, dudar que huye el primero buen dia á los miserablesy ocupados hombres, cuyos pueriles ánimos oprime la vejez, llegando á ella desapercebidos y desarmados. No hicieron prevenciones, y dieron de repente en sus manos, no echando de ver que cada dia se les iba acercando; sucediéndolos lo que á los caminantes, que entretenidos en alguna conversacion, 6 alguna lectura, ó algun interior pensamiento, echan de ver que han llegado al lugar ántes que entendiesen estaban cerca. Así este contínuo y apresurado viaje de la vida, en que vamos á igual paso los dormidos y los despiertos, no lo conocen los ocupados sino cuando se acabó.

CAPÍTULO XI.

Si hubiera de probar con ejemplos y argumentos lo que he propuesto, ocurriéranme muchos con que hacer evidencia que la vida de los ocupados es brevísima. Solia decir Faviano (no de estos filósofos de cátedra, sino de los verdaderos y antiguos) que contra las pasio

nes se habia de pelear con ímpetu, y no con sutileza, ahuyentando el escuadron de los afectos, no con peque ños golpes, sino con fuertes encuentros; porque para deshacerle no bastan ligeras escaramuzas, sino heridas que corren. Pero para avergonzarlos de sus culpas, no basta condolernos de ellos; menester es enseñarles. En tres tiempos se divide la vida: en presente, pasado y futuro. De éstos, el presente es vivísimo, el futuro dudoso, el pasado cierto; porque éste, que con ningun imperio puede volver atras, y en él perdió ya su derecho la fortuna, es el que no gozan los ocupados, por faltarles tiempo para poner los ojos en lo pasado; y si tal vez le tienen, es desabrida la memoria de las cosas pasadas, porque contra su voluntad reducen al ánimo los tiempos mal empleados, sin tener osadía de acordarse de ellos; porque los vicios que con algun halago de deleite presente se iban entrando con disimulacion, se manifiestan con la memoria de los pasados. Ninguno otro, sino aquel que reguló sus acciones con el nivel de la buena conciencia (que jamas se deja engañar culpablemente), hace con gusto reflexion en la vida pasada; pero el que con ambicion deseó muchas cosas, el que las despreció con soberanía y las adquirió con violencia, el que engañó con asechanzas, robó con avaricia y despreció con prodigalidad, es forzoso tema á su misma memoria. Esta parte del tiempo pasado es una cosa sagrada y dedicada, libre ya de todos los humanos acontecimientos y exenta del imperio de la fortuna, sin que le aflijan pobreza 6 miedo, ni el concurso de várias enfermedades. Esta no puede inquietarse ni quitarse, por ser su posesion perpétua y libre de recelos. El tiempo presente es sólo de dias singulares, y su presencia consiste en instantes; pero los dias del tiempo pasado, siempre que se lo mandares, parecerán en tu presencia, consintiendo ser detenidos para ser residenciados á tu albedrío; si bien para este exámen falta tiempo á los ocupados; que el discurrir sobre toda la vida pasada, es dado solamente á los entendimientos quietos y sosegados. Los ánimos de los entretenidos están como debajo de yugo, no pueden mirarse ni volver la cabeza. Anegóse, pues, su vida, y aunque le añadas lo que quisieres, no fué de más provecho que lo es la nada, si no exceptuaron y reservaron alguna parte. De poca importancia es el darles largo tiempo, si no hay en qué haga asiento y se guarde; piérdeseles por los rotos y agujerados ánimos. El tiempo presente es brevísimo, de tal manera, que algunos dicen que no le hay, porque siempre está en veloz carrera; corre y precipitase, y ántes deja de ser que haya llegado, sin ser más capaz á detenerse que el orbe y las estrellas, cuyo movimiento es sin descanso y sin pararse en algun lugar. No gozan, pues, los ocupados más que del tiempo presente, el cual es tan breve, que no se puede comprehender, y áun éste se les huye estando ellos distraidos en diversas cosas.

CAPÍTULO XII.

Quieres, finalmente, saber lo poco que viven? pues mira lo mucho que desean vivir. Mendigan los viejos decrépitos, á fuerza de votos, el aumento de algu

nos pocos años. Fingense de ménos edad, y lisonjéanse con la mentira; engañanse con tanto gusto como si juntamente engañáran á los hados. Pero cuando algun accidente les advierte la mortalidad, mueren como atemorizados, no como los que salen de la vida, sino como excluidos de ella. Dicen á voces que fueron ignofantes en no haber vivido, y que si escapan de aquella enfermedad, han de vivir en descanso; conocen entónces cuán en vano adquirieron los bienes que no han de gozar, y cuán perdido fué todo afan. Pero ¿qué cosa estorba que la vida de los que la pasan apartados de negocios no sea larga? Ninguna parte de ella se emplea en diferente fin, nada se desperdicia, nada se da á la fortuna, nada con negligencia se pierde, nada se disminuye con dádivas, nada hay infructuoso; y para decirlo en una palabra, toda ella está dando réditos, y así, por pequeña que sea, es suficiente. De que se seguirá que cada y cuando que al varon sabio se llegare el último dia, no se detendrá en ir á la muerte con paso deliberado. Preguntarásme, por ventura, ¿á qué personas llamo ocupadas? No pienses que hablo sólo de aquellos que para que desocupen los tribunales es necesario soltar los perros, y que tienen por honrosos los encontrones que les dan los que los siguen, y por afrentosos los que reciben de los que no les acompañan, ni aquellos á quien sus oficios los sacan de sus casas para chocar con las puertas ajenas, ni aquellos á quien enriquece la vara del juez con infames ganancias, que tal vez crian postema. El ocio de algunos está ocupado en su aldea ó en su cama; pero en me→ dio de la soledad, aunque se apartaron de los demas, ellos mismos se son molestos; y así, de éstos no hemos de decir que tienen vida descansada, sino ocupacion ociosa.

CAPÍTULO XIII.

¿Llamarás tú desocupado al que gasta la mayor parte del dia en limpiar con cuidadosa solicitud los vasos de Corinto, estimados por la locura de algunos, y en quitar el orin á las mohosas medallas?¿ Al que sentado en el lugar de las luchas, está mirando las pendencias de los mozos? Porque ya (oh grave mal!) no sólo enfermamos con vicios romanos. ¿Al que está apareando los rebaños de sus esclavos, dividiéndolos por edades y colores, y al que banquetea á los que vencen en la lucha? ¿Por qué llamas descansados á aquellos que pasan muchas horas con el barbero mientras les corta el pelo que creció la noche pasada, y mientras se hace la consulta sobre cualquiera cabello, y mientras las esparcidas guedejas se vuelven á componer, ó se compele á los desviados pelos que de una y otra parte se junten para formar copete? Por cualquier descuido del barbero se enojan como si fueran varones; enfurécense si se les cortó un átomo de sus crines, ó si quedó algun cabello fuera de órden, y si no entraron todos en los rizos. ¿Cuál de éstos no quiere más que se descomponga la paz de la república que la compostura de su cabello? ¿Cuál no anda más solícito en el adorno de su cabeza que en la salud del imperio, preciándose más de lindo que de honesto? ¿A éstos llamas tú desocupados, estando tan ocupados entre el peine y el espejo?

Pues ¿qué dirás de aquellos que trabajan en componer, oir y aprender tonos, mientras con quiebras de necísima melodía violentan la voz que naturaleza les dió, con un corriente claro, bueno y sin artificio? ¿ Aquellos cuyos dedos midiendo algun verso están siempre haciendo són? ¿Aquellos que llamados para cosas graves y tristes, se les oye una tácita música? Todos éstos no tienen ocio, sino perezoso negocio. Tampoco pondré convites de éstos entre los tiempos desocupados, viéndolos tan solícitos en componer los aparadores, en aliñar las libreas de sus criados, que suspensos están en cómo vendrá partido el javalí por el cocinero, con qué presteza han de. acudir los pajes á cualquier seña, con cuánta destreza se han de trinchar las aves en no feos pedazos, cuán curiosamente los infelices mozuelos limpian la saliva de los borrachos. Con estas cosas se efecta granjear fama de curiosos y espléndidos, siguiéndoles de tal modo sus vicios hasta el fin de la vida, que ni beben ni comen sin ambicion. Tampoco has de contar entre los ociosos á los que se hacen llevar de una parte á otra en silla ó en litera, saliendo al encuentro á las horas del paseo, como si el dejarle no les fuera lícito. Otro les advierte cuándo se han de lavar, cuándo se han de bañar, cuándo han de cenar, y llega á tanto la enfermedad de ánimo relajado y dejativo, que no pueden saber por sí si acaso tienen hambre. Oi decir de uno de estos delicados (si es que se puede llamar deleite ignorar la vida y costumbres de hombres), que habiéndole sacado de un baño en brazos y sentádole en una silla, que dijo, preguntando, si estaba sentado. ¿Piensas tú que éste, que ignora si está sentado, sabe si vive, si ve y si está ocioso? No sé si me compadezca más de que lo ignorase ó de que fingiese ignorarlo. Muchas son las cosas que ignoran, y muchas en las que imitan la ignorancia; deléitanles algunos vicios, y teniéndolos por argumento de su felicidad, juzgan que es de hombres bajos el saber lo que han de hacer. Dirás que los poetas han fingido muchas cosas para zaherir las demasías. Pues créeme, que es mucho más lo que se les pasa por alto que lo que fingen; habiendo en este nuestro infeliz siglo (para sólo esto ingenioso) pasado tan adelante la abundancia de increibles vicios, que podemos llegar á condenar la negligencia de las sátiras; habiendo alguno tan muerto en sus deleites, que cometa á juicio ajeno el saber si está sentado ó no.

CAPÍTULO XIV.

Éste, pues, no se debe llamar ocioso; otro nombre se le ha de poner; enfermo está, ó por mejor decir, muerto. Ocioso es el que conoce su ocio; pero el que para entender sus acciones corporales necesita de quien se las advierta, éste solamente es medio vivo. ¿Cómo tendrá dominio en el tiempo? Sería prolijidad referir todos aquellos á quien los dados, el ajedrez, la pelota ó el cuidado de curtirse al sol les consume la vida. No son ociosos aquellos cuyos deleites los traen afanados; y nadie duda que los que se ocupan en estudios de letras inútiles, de que ya entre los romanos hay muchos, fatigándose no poco, obran nada. Enfermedad fué de los griegos, investigar qué número de remeros tuvo

Ulíses; si se escribió primero la Iliada ó la Odisea; si son entrambos libros de un mismo autor, con otras impertinencias de esta calidad, que calladas, no ayudan á la conciencia, y dichas, no dan opinion de más docto, sino de más enfadoso. Advierte cómo se ha ido apoderando de los romanos la inútil curiosidad de aprender lo no necesario. Estos dias oí á un hombre sabio que referia que Druilo fué el primero que venció en batalla naval; que Curio Dentato el primero que metió elefantes en el triunfo; aunque la noticia de estas cosas no mira á la gloria verdadera, tocan sus ejemplos en materias civiles; no siendo útil su conocimiento, nos deleita con una gustosa vanidad. Perdonemos tambien á los que inquieren cuál fué el primero que persuadió á los romanos la navegacion. Éste fué Claudio Candex, llamado así porque los antiguos llamaban candex á la trabazon de muchas tablas, y las tablas se llaman códices, y los navíos, que segun la antigua costumbre portean los bastimentos, se llaman caudicatas. Permítase asimismo saber que Valerio Corvino fué el primero que sujetó á Mecina y el primero que de la familia de los Valerios se llamó Mesana, tomando el nombre de la ciudad rendida, y que mudando el vulgo poco á poco las letras, se vino á llamar Mesala. ¿Permitirás, por ventura, averiguar si fué Lucio Sula el primero que dió en el coso leones sueltos, babiendo sido costumbre hasta entónces darlos atados? ¿Y que el rey Boco envió flecheros que los malasen? Permitase tambien esto; pero ¿qué fruto tiene el saber que Pompeyo fué el primero que metió en el coliseo diez y ocho elefantes, que peleasen en modo de batalla con los hombres delincuentes? El príncipe de la ciudad, y el mejor de los príncipes, como publica la fama, siendo de perfecta bondad, tuvo por fiestas dignas de memoria matar por nuevo modo los hombres. Pelean? poco es; despedázanse? poco es; queden oprimidos con el grave peso de aquellos animales. Harto mejor fuera que semejantes cosas se olvidaran, porque no hubiera despues algun hombre poderoso, que aprendiera y envidiára tan inhumana vanidad.

CAPÍTULO XV.

¡Oh qué grande ceguera pone á los humanos entendimientos la grande felicidad! Juzgó aquel que entónces se empinaba sobre la naturaleza, cuando exponia tanta muchedumbre de miserables hombres á las bestias nacidas debajo de otros climas, cuando levantaba guerras entre tan desiguales animales, cuando derramaba mucha sangre en la presencia del pueblo romano, á quien poco despues habia de forzar á que derramára mucha, y él mismo despues, engañado por la maldad alejandrina, se entregó á la muerte por mano de un vil esclavo, conociéndose entonces la vana jactancia de su sobrenombre. Pero volviendo al punto de que me divertí, mostraré en otra materia la inútil diligencia de algunos. Contaba este mismo sabio que triunfando Metelo de los cartagineses, vencidos en Sicilia, fué sólo entre los romanos el que llevó delante el carro ciento veinte elefantes cautivos. Que Sila fue el último de los romanos que extendió la ronda de los muros, no habiendo sido costumbre de los antiguos alargarla cuando se adquiria nuevo campo en la provincia, sino cuando se ganaba en Ita

lia. El saber esto es de más provecho que averiguar si el monte Aventino está fuera de la ronda, como éste mismo afirmaba, dando dos razones: 6 porque la plebe se retiró á él, ó porque consultando Reino en aquel lugar los agüeros, no halló favorables las aves, diciendo otras innumerables cosas, que ó son fingidas ó semejantes á ficciones; porque aunque les concedas escriban estas cosas con buena fe y con riesgo de su crédito, dime, qué culpas se enmendarán con esta doctrina? Qué deseos enfrena? ¿A quién hace más fuerte, más justo y más liberal? Solia decir nuestro Faviano que dudaba si era mejor no ocuparse en algunos estudios, ó embarazarse en éstos. Solos aquellos gozan de quietud, que se desocupan para admitir la sabiduría, y solos ellos son los que viven; porque no sólo aprovechan su tiempo,sino que le añaden todas las edades, haciendo propios suyos todos los años que han pasado; porque, si no somos ingratos, es forzoso confesar que aquellos clarísimos inventores de las sagradas ciencias nacieron para nuestro bien y encaminaron nuestra vida; con trabajo ajeno somos adestrados al conocimiento de cosas grandes, sacadas de las tinieblas á la luz. Ningun siglo nos es prohibido, á todos somos admitidos; y si con la grandeza de ánimo quisiéremos salir de los estrechos límites de la imbecilidad humana, habrá mucho tiempo en que poder espaciarnos. Podrémos disputar con Sócrates, dificultar con Carneades, aquietarnos con Epicuro, vencer con los estoicos la inclinacion humana, adelantarla con los cínicos, y andar juntamente con la naturaleza en compañía de todas las edades. ¿Cómo, pues, en este breve y caduco tránsito del tiempo no nos entregamos de todo corazon en aquellas cosas que son inmensas y eternas, y se comunican con los mejores? Éstos que andan pasando de un oficio en otro, inquietando á sí y á los demas, cuando hayan llegado á lo último de su locura, y cuando hayan visitado cada dia los umbrales de todos los ministros, y cuando hayan entrado por todas las puertas que hallaron abiertas, cuando hayan ido por diferentes casas, haciendo sus interesadas visitas, á cuantos podrán ver en tan inmensa ciudad, divertida en varios deseos; ¡qué de ellos encontrarán, cuyo sueño, cuya lujuria ó cuya descortesía los desechen! ¡Cuántos que despues de haberles tormentado con hacerles esperar, se les escapen con una fingida prisa! ¡Cuántos que, por no salir por los zaguanes, llenos de sus paniaguados, huirán por las secretas puertas falsas, como si no fuera mayor inhumanidad engañar que despedir! ¡Cuántos soñolientos y pesados con la embriaguez, contraida la noche ántes con un arrogante bocezo, abriendo apénas los labios, pagarán a los miserables que perdieron su sueño por guardar el ajeno, las salutaciones infinitas veces repelidas! Solos aquellos, podemos decir, están detenidos en verdaderas ocupaciones, que se precian tener continuamente por amigos á Cenon, á Pitágoras, á Demócrito, á Aristóteles y Teofrastro, y los demas varones eminentes en las buenas ciencias. Ninguno de éstos estará ocupado, ninguno dejará de enviar más dichoso y más amador de sí,* al que viniere á comunicarlos; ninguno de ellos consentirá que los que comunicaren salgan con las manos vacías. Éstos á todas horas de día y de noche se dejan

comunicar de todos; ninguno de ellos te forzará á la muerte, y todos ellos te enseñarán á morir. Ninguno hollará tus años, ántes te contribuirán de los suyos. Ninguna conversacion suya te será peligrosa; no será culpable su amistad ni costosa su veneracion.

CAPÍTULO XVI.

De su comunicacion sacarás el fruto que quisieres, sin que por ellos quede el que consigas más cuanto más sacares. ¡Qué felicidad y qué honrada vejez espera al que se puso debajo de la proteccion de ésta! Tendrá con quien deliberar de las materias grandes y pequeñas, á quien consultar cada dia en sus negocios, y de quien oir verdades sin injurias, y alabanzas sin adulacion, y una idea cuya semejanza imite. Solemos decir que no estuvo en nuestra potestad elegir padres, habiéndonoslos dado la fortuna; con todo eso, habiendo tantas familias de nobilísimos ingenios, nos viene á ser lícito nacer á nuestro albedrío. Escoge á cuál de ellas quieres agregarte, que no sólo serás adoptado en el apellido, sino para gozar aquellos bienes que no se dan para guardarlos con malignidad y bajeza, siendo de calidad que se aumentan más cuando se reparten en más. Estas cosas te abrirán el camino para la eternidad, colocándole en aquella altura, de la cual nadie será derribado. Sólo este medio hay con que extender la mortalidad, para decirlo mejor, para convertirla en inmortalidad. Las honras y las memorias, y todo lo demas, que ó por sus decretos dispuso la ambicion, ó levantó con fábricas, con mucha brevedad se deshace; no hay cosa que no destrnya la vejez larga, consumiendo con más prisa lo que ella misma consagró. Sola la sabi luría es á quien no se puede hacer injuria; no la podrá borrar la edad presente, ni la diminuirá la futura, ántes la que viniere añadirá alguna parte de veneracion; porque la envidia siempre hace su morada en lo cercano, y con más sinceridad nos admiramos de lo más remoto. Tiene, pues, la vida del sabio grande latitud, no la estrechan los términos que á la de los demas; él solo es libre de las leyes humanas; sírvenle todas las edades como á Dios; comprehende con la recordacion el tiempo pasado, aprovéchase del presente y dispone el futuro; con lo cual, la union de todos los tiempos hace que sea larga su vida; siendo muy corta y llena de congojas la de aquellos que se olvidan de lo pasado, no cuidan de lo presente y temen lo futuro, y cuando llegan á sus postrimerías, conocen tarde los desdichados que estuvieron ocupados mucho tiempo en hacer lo que en sí es nada.

CAPÍTULO XVII.

Y no tengas por suficiente argumento para probar que tuvieron larga vida, el haber algunas veces llamado á la muerte; atorméntalos su imprudencia con inconstantes afectos, que incurriendo en lo mismo que temen, desean muchas veces la muerte, porque la temen. Tampoco es argumento para juzgar larga la vida, el quejarse de que son largos los dias, y que van espaciosas las horas para llegar al tiempo señalado para el convite. Porque si tal vez los dejan sus ocupaciones, se abrasan

en el descanso, sin saber cómo le desecharán 6 cómo lo aprovecharán; y así luégo buscan alguna ocupacion, teniendo por pesado el tiempo que están sin ella; sucediéndoles lo que á los que esperan el dia destinado para los juegos gladiatorios ó para otro algun espectáculo ó fiestas, que desean pasen aprisa los dias intermedios, porque tienen por prolija la dilacion que retarda lo que esperan para llegar á aquel tiempo, que al que le ama es breve y precipitado, haciéndose más breve por su culpa; porque sin tener consistencia en los deseos, pasan de una cosa en otra. A éstos no son largos, sino molestos, los dias; y al contrario, tienen por cortas las noches los que las pasan entre los lascivos abrazos de sus amigas ó en la embriaguez, de que tuvo orígen la locura de los poetas, que alentaron con fábula las culpas de los hombres, fingiendo que Júpiter, enviciado en el adulterio de Alcmena, habia dado duplicadas horas á la noche. El hacer autores de los vicios á los dioses, ¿qué otra cosa es, sino animar á ellos, y dar á la culpa una disculpable licencia con el ejemplo de la Divinidad? ¿A éstos, que tan caras cuestan las noches, podrán dejar de parecerles cortisimas? Pierden el dia esperando la noche, y la noche con el temor del dia; y áun sus mismos deleites son temerosos y desasosegados con varios recelos, entrando en medio del gusto algun congojoso pensamiento de lo poco que dura. De este afecto nació el llorar los reyes su poderío, y sin que la grandeza de su fortuna los alegrase, les puso terror el fin que les esperaba. Extendiendo el insolentísimo rey de los persas sus ejércitos por largos espacios de tierra, sin poder comprehender su número ni medida, derramó lágrimas, considerando que dentro de cien años no habia de haber vivo alguno de tan florida juventud; siendo el mismo que los llora, el que les habia de apresurar la muerte; y habiendo de consumir en breve tiempo á unos en tierra, á otros en mar, á unos en batallas, á otros en huidas, ponia el temor en el centésimo año.

CAPÍTULO XVIII.

Son, pues, sus gustos cargados de recelos, porque no estriban en fundamentos sólidos; y así, con la misma vanidad que les dió principio, se deshacen. ¿Cuáles, pues, juzgarás son aquellos tiempos, áun por su misma confesion miserables, pues áun los en que se levantan, sobrepujando el sér de hombres, son poco serenos? Los mayores bienes son congojosos, y nunca se ha de dar ménos crédito á la fortuna que cuando se muestra favorable. Para conservarnos en una buena dicha, necesitamos de otra, y de hacer votos para que duren los buenos sucesos, porque todo lo que viene de mano de la fortuna es instable, y lo que subió más alto está en mayor disposicion de caida, sin que cause deleite lo que amenaza ruina; y así, es forzoso que no sólo sea brevísima, sino miserable, la vida de aquellos que con gran trabajo adquieren lo que con mayor han de poseer. Consiguen con su sudor lo que desean, y poseen con ansias lo que adquirieron con trabajo, y con esto, no cuidan del tiempo, que pasando una vez, jamas ha de volver. A las antiguas ocupaciones sustituyen otras de nuevo; una esperanza despierta á otra, y una ambi

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