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vanse los ojos del alma bellezas interiores, así como los del cuerpo la exterior; y son más aplaudidas aquélla del juicio que lisonjeada ésta del gusto.

Soy realce en nada comun, y aunque universal en los objetos, en los sujetos soy muy singular. No quepo en todos, porque supongo magnanimidad; y con tener tantos pechos un villano, para la galantería no la tiene.

Tuve por centro el corazon de Augusto, que excusándose conmigo venció la vulgar murmuracion y triunfó galante de los públicos convicios, quedando más memorable grandeza de haberlos despreciado que la romana libertad de haberlos dicho.

Así que mi esfera es la generosidad, blason de grandes corazones y grande asunto mio, hablar bien del enemigo y áun obrar mejor, máxima de la divina fe, que apoya tan cristiana galantería.

Mi mayor lucimiento libro en los apretados lances de la venganza; no se los quito, sino que se los mejoro, convirtiéndola cuando más ufana en una impensada generosidad con aclamaciones de crédito.

Por este camino consiguió la inmortal reputacion Luis XII, que siempre fueron galantes los franceses, digo, los nobles. Temíanle rey los que le injuriaron duque; mas él, transformando la venganza en bizarría, pudo asegurarles con aquel más repetido que asaz apreciado dicho: «Hé, que no venga el Rey de Francia los agravios hechos al Duque de Orliens»>; pero ¿qué mucho quepan estas bizarrías en un rey de hombres, cuando campean en el de las fieras? Puede el leon enseñar á muchos galantería; que las fieras se humanan cuando los hombres se enfierecen; y si degeneraron tal vez, fué (á ponderacion de Marcial) por haberse maleado entre los hombres.

No estimo tanto las victorias que consigo de la envidia, si bien mi amor emula; solicitolas, pero no las blasono; nunca afecto vencimiento, porque nada afecto; y cuando los alcanza el merecimiento los disimula la ingenuidad.

Pierdo tal vez de mi derecho, para adelantarme más, y cuando parece que me olvido del decoro en el ceder, me levanto con la reputacion en el exceder. Transformo en gentileza lo que fuera en vulgar desaire; pero no cualquiera; que las quiebras de infamia con ningun artificio se sueldan.

Fué siempre grande sutileza hacer gala de los desaires y convertir en realces de la industria los que fueron disfavores de la naturaleza y de la suerte. El que se adelanta á confesar el defecto propio, cierra la boca á los demas; no es desprecio de sí mismo, sino heroica bizarría; y al contrario de la alabanza, en boca propia se ennoblece.

Soy escudo bizarro en los agravios, socorriendo con notable destreza en las burlas y en las véras. Con un cortesano desliz, ya de un mote y ya de una sentencia, doy salida muchas veces á muchos graves empeños, y saco airosamente del más confuso laberinto.

Gran consorte dei despejo y muy favorecida de él, adelantando siempre las acciones, porque las espaciosas en sí las realzo más, y las sospechosas las doro á título del despejo, y á excusa de bizarría. DesembaráV.-F.

zame tal vez de un recato majestuoso á lo humano, de un encogimiento religioso á lo cortés, de un melindre femenil á lo discreto; y lo que se condenára por descuido del decoro se disimula por galantería de condicion; pero siempre con templanza, no deslice á demasía, por estar muy á los confines de la liviandad.

Tengo grandes contrarios, para que sean más lucidas mis victorias; atropello muchos vicios para valer por muchas virtudes; de sola la vileza triunfo con algo de afectacion, que jamas la supe hacer, y aborrezco de oposicion toda poquedad, ya de envidia; ya de miseria. Préciome de muy noble y lo soy, hidalga de condicion y de corazon. Tengo por empresa al gavilan, el galante de las aves, aquel que perdona por la mañana al pajarillo que le sirvió de calentador toda la noche, si pudo darle calor la sangre helada del miedo; y prosiguiendo con la comenzada gentileza, vuela á la contraria parte que él voló, por no encontrarle y poner otra vez su generosidad en contingencia.

Todo grande hombre fué siempre muy galaute, y todo galante héroe, porque ó supongo ó comunico la bizarría de corazon y de condicion. Toda prenda campea mucho en el varon grande, y más cuanto mayor, porque juntas entonces la grandeza del realce y la del sujeto, doblan la perfeccion.

Pareceré á algunos realce nuevo, pero no á aquellos que há mucho me admiran en aquella mayor esfera de mi lucimiento, el excelentísimo Conde de Aranda; aquel, digo, que ha hecho tantos y tan relevantes servicios á su Dios en culto, á su rey en donativo y á su patria en celo; aquel á quien debe más esplendor su real casa de Urrea, que á todos juntos sus antepuestos soles; aquel que ha eternizado juntamente su piedad cristiana y su nobilísima grandeza en conventos, en palacios y en hazañas, y todo esto con grande galantería, consiguiendo el inmortal renombre de bizarro, de galante, de magnánimo y héroe máximo de Aragon, á sombra de cuyo patrocinio llego yo á darte joh gran rey de lo discreto! este memorial de mis méritos, con pretensiones de que me admitas al plausible cortejo de tus heroicas, inmortales y válidas prendas.

HOMBRE DE PLAUSIBLES NOTICIAS.

RAZONAMIENTO ACADÉMICO.

Más triunfos le consiguió á Hércules su discrecion que su valor. Más plausible le hicieron las brillantes cadenillas de su boca que la formidable clava de su mano: con ésta remedia monstruos, con aquéllas aprisionaba entendidos, condenándolos á la dulce suspension de su elocuencia; y al fin, más se le rindieron al tebano discreto que valiente.

Luce, pues, en algunos una cierta sabiduría cortesana, una conversable sabrosa erudicion, que los hace bien recibidos en todas partes y áun buscados de la eterna curiosidad.

Un modo de ciencia es éste que no lo enseñan los libros ni se aprende en las escuelas; cúrsase en los teatros del buen gusto y en el general tan singular de la discrecion.

Hállanse unos hombres apreciadores de todo sazo¬

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nado dicho, y observadores de todo galante hecho; [ noticiosos de todo lo corriente en córtes y en campañas. Estos son los oráculos de la curiosidad y maestros de esta ciencia del buen gusto.

Vase comunicando de unos á otros en la erudita conversacion, y la tradicion puntual va entregando estas sabrosísimas noticias á los venideros entendimientos, como tesoros de la curiosidad y de la discrecion.

En todos los siglos hay hombres de alentado espíritu, y en el presente los habrá no ménos valientes que los pasados, sino que aquéllos se llevan la ventaja de primeros; y lo que á los modernos les ocasiona envidia, á ellos autoridad: la presencia es enigma de la fama. El mayor prodigio por alcanzado cayó de su estimacion: la alabanza y el desprecio van encontrando en el tiempo y en el lugar, aquélla siempre de léjos y éste siempre de cerca.

La primera y más gustosa parte de esta erudicion plausible es una noticia universal de todo lo que en el mundo pasa, transcendiendo á las córtes más extrañas, á los emporios de la fortuna. Un práctico saber de todo lo corriente, así de efectos como de causas, que es cognicion entendida, observando las acciones mayores de los príncipes, los acontecimientos raros, los prodigios de la naturaleza y las monstruosidades de la fortuna.

Goza de los suavísimos frutos del estudio, registrando lo ingenioso en libros, lo curioso en avisos, lo juicioso en discursos y lo picante en sátiras. Atiende á los aciertos de una monarquía con felicidad, á los desaciertos de la otra con desdicha. Ni perdona a los estruendos marciales en armadas por la mar, en ejércitos por tierra, suspension del mundo, empleo mayor de la fama, ya engañada, ya engañosa.

Su mayor realce es una juiciosa comprension de los sujetos, una penetrante cognicion de los principales personajes de esta actual tragi-comedia de todo el universo; da su definicion á cada príncipe y su aplauso á cada héroe. Conoce en cada reino y provincia los varones eminentes por sabios, valerosos, prudentes, galantes, entendidos y sobre todo santos, astros todos de primera magnitud y majestuoso lucimiento de las repúblicas. Dale su lugar á cada uno, quilatando las eminencias y apreciando su valor. Pone tambien en su juiciosa nota lo paradoxo de un príncipe, lo extravagante del otro señor, lo afectado de éste, lo vulgar de aquél, y con esta moral anatomía puede hacer concepto de las cosas y ajustar el crédito á la verdad. Esta cognicion superiormente culta sirve para mejor apreciar los dichos y los hechos, procurando siempre sacar la enseñanza, si no la admiracion, y por lo menos la noticia.

Sobre todo tiene una tan sazonada como curiosa copia de todos los buenos dichos y galantes hechos, así heroicos como donosos: las sentencias de los prudentes, las malicias de los críticos, los chistes de los áulicos, las sales de Alenquer, los picantes del Toledo, las donosidades del Zapata y áun las galanterías del Gran Capitan, dulcísima municion toda para conquistar el gusto.

Mas subiendo de punto y tiempo, tiene con letras de aprecio las sentencias de Felipe II, los apoftegmas de Cárlos y las profundidades del Rey Católico. Si bien los más frescos, y corriendo donaire, son los que tienen más sal y los más apetitosos; los flamantes hechos y modernos dichos, añadiendo á lo excelente la novedad, recambian el aplauso; porque sentencias rancias, hazañas carcomidas, es tan cansada como propia erudicion de pedantes y gramáticos.

Más sirvió á veces esta ciencia usual, más honró este arte de conversar, que todas juntas las liberales. Es arte de ventura, que si la da el cielo, poco de aquéIlas basta, digo, para lo provechoso, que no para lo adecuado. Ne excluye las demas graves ciencias, ántes las supone por basa de su realce; así como la cortesía asienta muy bien sobre el tener, así esta parte de discrecion sobre alguna otra grande eminencia, cae como esmalte. Lo que dice es que ella es la hermosura formal de todas, realce del mismo saber, 03tentacion del alma, y que tal vez aprovechó más saber el escribir una carta, acertar á decir una razon, que todos los Bártulos y Baldos.

Varones hay eminentes en esta galante facultad; pero tan raros son como selectos tesoros de la curiosidad, emporios de la erudicion cortesana, que si no hubiera habido quien observára primero y conservára despues los heroicos dichos del Macedon y su padre, los Césares romanos y Alfonsos aragoneses, los sentenciosos de los siete de la fama, hubiéramos ca— recido del mayor tesoro del entendimiento, verdadera riqueza de la vida superior.

Cuando encontrares con algun valiente genio de éstos, que entre millares será alguno, aunque lo busques con la antorcha del mediodia, logra la ocasion, desfruta las sazonadas delicias de la erudicion; que si con hambre solicitamos los libros ingeniosos y discretos, con fruicion se han de lograr los mismos oráculos de lo discreto, de lo juicioso, sazonado y entendido.

Siempre nos lleva á buscar á otro la concupiscencia propia, ya interesal, ya desvanecida; mas aquí gustosa por lo agradable del saber, por lo apetitoso del notar. No seas tú de aquellos que bárbaramente se envidian á sí mismos el gusto del saber, por deslucirle al otro el aplauso del enseñar.

Vuelven algunos de los emporios del mundo, tan á lo bárbaro como se fueron; que quien no llevó la capacidad, no la puede traer llena de noticias; llevaron poco caudal, y así hicieron corto empleo de observaciones; mas el discreto, como la gustosa abeja, viene libando el noticioso néctar que entresacó de lo más florido, que es lo más granado. No es la ambrosía para el gusto del necio, ni se hallan estas estimables noticias en gente vulgar; que en éstos nunca salen de su rincon ni el gusto ni el conocimiento; no dan ni un paso más adelante de lo que tienen pre

sente.

Ponen otros su felicidad en su vientre, sólo toman de la vida el comer, que es lo más vil; de las potencias superiores no se valen ni las emplean; ocioso vive el discurso, desaprovechado muere el entendi

miento. De aquí es que muchos de los señores no llevan ventaja á los demas, sino en los objetos de los sentidos, que es lo infimo del vivir, quedando tan pobres de entendimiento, como ricos de pobres bienes. No vive vida de hombre sino el que sabe. La mitad de la vida se pasa conversando. La noticiosa erudicion es un delicioso banquete de los entendimientos, y destínase este realce de la mayor discrecion al mejor gusto del excelentísimo marqués de Colares, don Jerónimo de Ataide, pues se ideó de su noticiosa erudicion. Será algun dia desempeño de mi veneracion el docto lucimiento de su asunto, la inmortalidad de sus obras.

NO SEA DESIGUAL.

CRISIS.

No se acreditan los vicios por hallarse en grandes sujetos, ántes bien ofende más la mancha en el brocado que en sayal. Es la desigual achaque de grandes y áun de príncipes, en algunos por naturaleza, en los más por afectacion,

Es de mar su condicion y áun para marear, que hoy lisonjea lo que mañana abomina, y en dos inmediatos instantes no levanta en el uno hasta las estrellas, sino para abatir en el otro hasta los abismos.

En tan anómalo proceder suelen perderse los bisoños, cuando ganarse los expertos; que hay grandes maestros del arte de marear en palacio; á éstos les es materia de risa, como á escarmentados, lo que á aquéllos de confusion; anímanse unos con lo mismo que otros desmayan, porque saben que la misma mudanza que hoy atormenta con el desvío, mañana rogará con el favor. Está el remedio en el mismo orígen del mal, que es la ordinaria desigualdad.

Oh el prudente, ¡qué tranquilo costea las puntas y los esteros! ¡qué señor mide los golfos! ni se paga de sus finezas, ni se rinde á sus sequedades; porque no se le hace nueva cualquiera mudanza en sus extremos.

Ni se funda tan monstruosa desigualdad en la razon, que toda es acasos, y los ménos acordados. No depende de causas ni de méritos, que el mudarse con las cosas áun sería excusable, y tal vez cordura. Lo que hoy es el blanco de su sí, mañana es el negro de su no, y ahora gusto lo que despues desabrimiento, uno y otro sin por qué, para proseguir ó perseguir de balde.

Es trivial achaque de soberanos lo antojadizo, que como tienen tan exento el gusto, da en vaguear. En los mayores suele niñear más, y le parece que es ejercitar el señorío en ya querer, ya no querer.

El varon cuerdo siempre es igual, que es crédito de entendido, ya que no en el poder, en el querer; de suerte, que la necesidad violente las fuerzas, pero no los afectos; y áun entónces preceden á su mudanza en todas las circunstancias en su abono, atestiguando que no es variedad, sino urgencia.

No sólo son estos altibajos con las personas, pero con las virtudes, para llevarlo todo parejo. Notable

desigualdad la de Demetrio, bien censurada de muchos. Era cada dia otro de sí mismo, y en la guerra muy diferente que en la paz, porque en aquélla era centro de todas las virtudes, y en ésta de todos los vicios; de suerte que en la guerra hacia paces con las virtudes, y volvia á hacerles guerra en la paz; tanto pueden mudar á un hombre el ocio ó el trabajo.

Pero ¿qué desigualdad más monstruosa que la de Neron? No se venció á sí mismo, sino que se rindió; algunos á sí mismos buenos, se compiten mejores, que es gran victoria de la perfeccion; pero otros no son vencedores de sí, sino vencidos, rindiéndose á la deterioridad.

Si la desigualdad fuera de lo malo á lo bueno, fuera buena; y si'de lo bueno á lo mejor, mejor; pero comunmente consiste en deteriorarse, que el mal siempre lo vemos de rostro, y el bien de espaldas. Los males vienen y los bienes van.

Diránme que todo es desigualdades este mundo, y que sigue á lo natural lo moral. La misma tierra que se empina en los montes, se humilla despues en los valles, solicitando su mayor hermosura en su mayor variedad; ¿qué cosa más desigual que el mismo tiempo, ya coronándose de flores, ya de escarchas? Y todo el universo es una universal variedad, que al cabo viene á ser armonía. Pues si el hombre es un otro mundo abreviado, ¿qué mucho que cifre en sí la variedad? No será fealdad, sino una perfecta proporcion, compuesta á desigualdades.

Pero no hay perfeccion en variedades del alma, que no dicen con el cielo. De la luna arriba no hay mudanzas. En materia de cordura, todo altibajo es fealdad. Crecer en lo bueno es lucimiento, pero crecer y descrecer es sutileza, y toda vulgaridad desigualdad.

Hay hombres tan desiguales en las materias, tan diferentes de sí mismos en las ocasiones, que desmienten su propio crédito y deslumbran nuestro concepto; en unos puntos discurren que vuelan, en otros, ni perciben ni se mueven. Hoy todo les sale bien, mañana todo mal, que áun el entendimiento y la ventura tienen desiguales. Donde no hay disculpa es en la voluntad, que es crímen del albedrío, y su variar no está léjos del desvariar. Lo que hoy ponen sobre su cabeza, mañana lo llevan entre piés, por no tener piés ni cabeza. Hacen con esto tan enfadosa su familiaridad, que huyen todos de ellos, remitiéndolos al vulgar averiguador que los entienda. Sóbrale al mar de amargura lo que le falta de firmeza, pareciéndolos que se le fian sin estrella.

Mudó sin duda la fama á Gandía su non plus ultra de toda heroicidad, de toda cristiandad, discrecion, cultura, agrado, plausibilidad y grandeza en aquellos dos héroes consortes, el excelentísimo señor duque don Francisco de Borja y la excelentísima duquesa doña Artemisa de Oria y Colona, gran señora mia. Participando inclitamente entrambos de sus esclarecidos timbres el eterno blason de su firmeza, en todo lo excelente, en todo lo lucido, en todo lo realzado, en todo lo plausible, en todo lo dichoso y en todo lo perfecto; siempre los mismos y siempre heroicos,

EL HOMBRE DE TODAS HORAS.

CARTA Á DON VINCENCIO JUAN DE LASTANOSA.

No siempre se ha de reir con Demócrito, ni siem-pre se ha de llorar con Heráclito (discretísimo Vincencio); dividiendo los tiempos el divino sabio, repartió los empleos. Haya vez para lo serio y tambien para lo humano, hora propia y hora ajena. Toda accion pide su sazon; ni se han de barajar, ni se han de singularizar; débese el tiempo á todas las tareas, que tal vez se logra y tal vez se pasa.

El varon de todos ratos es señor de todos los gustos y es buscado de todos los discretos. Hizo la naturaleza al hombre un compendio de todo lo natural, haga lo mismo el arte de todo lo moral. Infeliz genio el que se declara por de una sola materia, aunque sea única, áun la más sublime; ¿pues qué si fuera vulgar, vicio comun de los empleos? No sabe platicar el soldado sino de sus campañas, y el mercader de sus logros; hurtándole todos el oido al unítono, la atencion al impertinente; y si tal vez se vencen, es en conjuracion de fisga.

Siempre fué hermosamente agradable la variedad, y aquí lisonjera. Hay algunos, y los más, que para una cosa sola los habeis de buscar, porque no valen para dos; hay otros que siempre se les ha de tocar un punto y hablar de una materia, no saben salir de allí; hombres de un verbo, Sisifos de la conversacion, que apedrean con un tema; tiembla de ellos con razon todo discreto, que si se echa un necio de éstos sobre su paciencia, llegará á verter el juicio por los poros; y por temor de contingencia tan penosa, codicia ántes la estéril soledad y vive al siglo de oro interiormente.

Aborrecible item el de algunos, enfadoso macear, que todo buen gusto lo execra, deprecando, que Dios nos libre de hombre de un negocio en el hablarlo y en el solicitarlo, desquitándonos de ellos unos amigos universales, de genio y de ingenio, hombre para todas horas, siempre de sazon y de ocasion. Vale uno por muchos, que de los otros, mil no valen por uno; y es menester multiplicarlos, hora por amigo, con enfadosa dependencia. Nace esta universalidad de voluntad y de entendimiento, de un espíritu capaz, con ambiciones de infinito; un gran gusto para todo, que no es vulgar arte saber gozar de las cosas y un buen lograr todo lo bueno; práctico gustar es el de jardines, mejor el de edificios, calificando el de pinturas, singular el de piedras preciosas; la observacion de la antigüedad, la erudicion y la plausible historia, mayor que toda la filosofía de los cuerdos; pero todas ellas son eminencias parciales, que una perfecta universalidad ha de adecuarlas todas.

No se ha de atar el discreto á un empleo solo, ni determinar el gusto á un objeto, que limitarlo con infelicidad; hízolo el cielo indefinito, criólo sin términos; no se reduzca él ni se limite.

Grandes hombres los indefinibles, por su grande pluralidad de perfecciones, que repite á infinidad. Otros hay tan limitados, que luégo se les sabe el gus

to, ó para prevenirlo ó para lisonjearlo, que ni se extiende ni se difunde.

Una vez que quiso el cielo dar un plato, sazonó el maná, cifra de todos los sabores, bocado para todos paladares, en cuya universalidad proporcionó la del buen gusto.

Siempre hablar atento causa enfado, siempre chancear desprecio, siempre filosofar entristece, y siempre satirizar desazona.

Fué el Gran Capitan idea grande de discretos, portábase en el palacio como si nunca hubiera cursado las campañas, y en campaña como si nunca hubiera cortejado.

No así aquel otro, no gran soldado, sino gran necio, que convidándole una gentil dama á danzar en su ocasion, digo en la de un sarao, excusó su ignorancia y descubrió su tontería, diciendo : « Que él no se entendia de mover los piés en el palacio, sino de menear las manos en la campaña. » Acudió ella, que lo era: «Pues señor, paréceme que sería bueno en tiempo de paz, metido en una funda, colgaros como arnes para su tiempo»; y áun le hizo cortesía de otro más vil y más merecido puesto.

No se estorban unas á otras las noticias, ni se contradicen los gustos; todas caben en un centro y para todo hay sazon. Algunos no tienen otra hora que la suya, y siempre apuntan á su conveniencia. El cuerdo ha de tener hora para sí, y muchas para los selectos amigos.

Para todo ha de haber tiempo, sino para lo indecente; ni será bastante excusa la que dió uno en una accion muy liviana, que el que era tenido por cuerdo de dia, no sería tenido por necio de noche.

De suerte (mi cultísimo Vincencio) que la vida de cada uno no es otra que una representacion trágica y cómica, que si comienza el año por el Aries, tambien acaba en el Piscis, viniéndose á igualar las dichas con las desdichas, lo cómico con lo trágico; ha de hacer uno solo todos los personajes á sus tiempos y ocasiones, ya el de risa, ya el de llanto, ya el del cuerdo, y tal vez el del necio; con que se viene á acabar con alivio y con aplauso la apariencia.

¡Oh discretísimo Proteo! aquel nuestro gran apasionado, el excelentísimo de Lémos, en cuyo bien repartido gusto tienen vez todos los liberales empleos, y en cuya heroica universalidad logran ocasion todos los eruditos, cultos y discretos; el docto y el galante, el religioso y el caballero, el humanista, el historiador, el filósofo, hasta el sutilísimo teólogo; héroe verdaderamente universal para todo tiempo, para todo gusio y para todo empleo.

EL BUEN ENTENDEDOR.

Diálogo entre el DOCTOR JUAN FRANCISCO ANDRES y el AUTOR.

DOCTOR.

Dicen que el buen entendedor, pocas palabras.

AUTOR.

Yo diria que á pocas palabras buen entendedor, y

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