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(Libro I, capítulo xn, Paris, 1588.)

La manera de escribir de Plutarco es más descuidada y fácil; al propio tiempo, en mi sentir, es más varonil y persuasiva. Yo creo que su espíritu tenía movimientos más seguros y regulares. El uno (Séneca), más agudo, nos estimula y hiere de sorpresa; el otro, más sólido, nos instruye, nos asegura y constantemente consuela. El uno arrebata nuestra razon; el otro la gana.

XIII. DE TRAJANO BOCCALINI.

(Avisos del Parnaso, aviso LXXXIV.)

Cosa es verdaderamente digna de mucha consideracion, ver los escritos del sapientisimo Anneo Séneca, llenos de preceptos tan santos, de documentos para la vida tan excelentes, que parecen obligan á que juzguemos y estimemos á su autor por hombre de purisimas costumbres y de inculpable vida.

XIV. DE DON ESTEBAN DE AGUILAR Y ZÚÑIGA.

(Corona de predicadores, ó Predicacion de san Esteban, Madrid, 1636.)

De manera que ó se debe proponer el sentimiento de Platon y de Aristóteles, para creerle como de fe sin dar razon de su sentencia, ó si se da, y examinada no convence, debe seguirse el parecer que más conforme esté con la razon. De estas dos cosas, la primera tiene Séneca por indigna de filósofos y propia de farsantes, que refieren de mentira lo que pensó el poeta. Llámalos á éstos, letrados de cartapacio, cuyas letras no pueden adelantarse á lo que la pluma trasladó.» (Epistola xxxm.) Cosa de gran vergüenza es al viejo ya cerca de la muerte, no saber otra cosa sino lo que él aprende de los otros, diciendo así: «Esta palabra dijo Cenon;» y el otro dice: «Esta otra Cleante.» Pues ¿hasta cuándo serás tú debajo de los otros? Di, di alguna cosa de lo tuyo, que otros retengan.

Es largo su discurso: ruego encarecidamente á mis lectores que lo sean un rato de Séneca en esta epístola, que yo fio que no se arrepientan. Acaba así: Ademas de esto, aquellos que de esta manera son, siguen á los otros en algunas cosas, en las cuales aquellos á quienes ellos siguen no siguieron á otros, ántes discordaron en muchas cosas, y áun los siguen en tales que se buscan y no se hallarán. Preguntan la verdad, como Pilatos, y no quieren saberla, porque ¿cómo la han de hallar, si no la buscan? Pues dicesme tú qué será esto? ¿No iré yo por el rastro de aquellos que fueron ántes de nosotros? Digo que si. Yo quiero que el hombre vaya por el camino antiguo, pero el que lo puede hallar mejor ó más llano, ése, y no otro, debe seguir. Este era buen filósofo y buscaba de véras la verdad. Los que antes de nosotros hablaron, son nuestros guias, no nuestros señores. La verdad es abierta para todos, áun no está toda ocupada, mucho ha quedado de ella para los que están por venir. No presume Séneca, con ser gentil y no instruido en la humildad evangélica, que agotase su ingenio la verdad, ántes confiesa que les quedó mucho por descubrir á los venideros; y piensan algunos que los santos y doctores escolásticos habian de tener esa presuncion. Engaño grande, con que, pensando honrarles, les agravian.

XV. DEL DOCTOR DON PEDRO PERALTA

(Historia de España vindicada, Lima, 1750.)

Por este tiempo habia llegado Lucio Anneo Séneca á la cumbre del mayor honor y la mayor fortuna que hombre extranjero alguno habia poseido. Fué este grande varon gloria insigne de España. Pasó á Roma con su padre: prueba fué que dió España á esta córte de todo lo que pudiera ecederla, si tuviera todo lo que imperaba. Más fué todo lo que mandó la virtud de Séneca á oma, que todo lo que el poder de Roma mandó á España... Instruyó á Neron en todo cuanto pudiera hacerlo el mejor de los emperadores; y así, fué peor por serlo á vista de la luz de Séneca,

que por su atrocidad... Hállase designada su vida en la historia de Dion Casio, donde se describe llena de vicios y delitos, y donde se dice que no procedia como profesaba; que sus riquezas eran efecto de su codicia, y que áun el levantamiento que hizo Bunduica en la Britania, fué por las graves usuras que Séneca cobraba de sus créditos. Pero esta obra no es tan genuina de Dion, que merezca en esta parte asenso alguno, por haberla ordenado Xifilino, que quiso derramar contra aquella luz esas tinieblas; lo cual se comprueba con la grande diferencia con que habla de este filósofo el mismo Dion antecedentemente, donde dice que excedia á todos los romanos de su tiempo, y a otros muchos precedentes, en sabiduría verdadera; juicio que se confirma con el silencio en que un genio tan libre como el de Tacito pasa en Séneca semejante número de vicios, no siendo verosímil que quien no perdonaba emperadores, y eligió escribir historia de los más perversos, por el agrado con que se oye la censura, perdonase á un particular y faltase á su carácter. Y aunque refiere lo que contra él decia Publio Svilio, hombre maldiciente, es ponderando su furor. ¿Cómo es posible imaginar que aquel grande varon, discurriendo tanta virtud, obrase tanta iniquidad, que escribiese él mismo sus acusaciones y que sentenciase su condenacion? Ya se ha visto componible el decir con el no hacer; pero no el atraer y el repeler. Y en fin, decir tanto acierto y obrar tanto error es mucho deseo de mostrar el camino y despeñarse él propio. Si él mismo reprueba una agudeza ociosa y una ciencia inútil, que a ninguno hace más fuerte, más templado ni más justo, cómo habia de hacer en sí mismo, no sólo ociosa é inutil, sino avergonzada, su filosofía? Si él mismo nota que se hubiese hecho en otros la doctrina un arte de cultivar el ingenio, y no el ánimo, y la ciencia de amar la virtud, ciencia de hablar, ¿cómo queria tan cara á cara de sí mismo condenarse? El mismo dice, hablando de sí con su amigo Lucilio (Quæst. natural., Lib. iv, in prologo) que habia expuesto su cuello por la fidelidad á sus amigos; que habia tenido el ánimo invicto á las dádivas, y que en la competencia en que se habia puesto la avaricia, jamas habia entregado la mano al interes. Pues cómo podia decir esto quien fuese tan vicioso y avaro como pondera Xifilino? Poseyó riquezas, es verdad; pero fueron merced, no anhelo. Obtuvo dignidades, es cierto; pero las mereció, no las compró. En fin, ¿cómo habia de haber quedado como plausible ejemplo, si hubiese sido condenable escándalo? Cómo lo habian de celebrar tantos famosos y defenderlo tantos doctos? Lo que solamente le condena san Agustin, es lo que toca á la religion, no á las costumbres; porque en aquella obraba contra lo que escribia; pues habiendo con tan libre invectiva discurrido, hasta pasar á la irrision, no sólo contra la teologia fabulosa de los gentiles, sino contra la civil de los ritos que usaban; no sólo contra los teatros, sino contra los templos, debia no haber asistido á éstos, detestando aún el culto aparente de lo que detestaba en la verdad, pues juzgando el pueblo que creia, dañaba más, serio en la ceremonia, que si actuase fabuloso en la representacion. Pero esto arguye más su virtud en lo moral; pues si hubiera tenido otros vicios, no los hubiera disimulado el santo. Desacredita modernamente sus obras el padre Mallebranche (De inquirenda veritate, libro 1, capítulo iv), como producciones de una grande fuerza de imaginativa, y no de una verdadera luz de entendimiento. Quiere que la hermosura y el órden de sus cláusulas le hagan todo el costo de la sublimidad, no hallando en ella más que una viveza enmascarada de razon, y una superficie revestida de profundidad; que es falso su sabio é imaginaria su filosofia. Pero sin disputar aquí sobre su estilo, habiendo procurado mi cortedad, por registrar sus proposiciones, entrarse en sus discurfos, me ha parecido, ó que no hay razon en los humanos, ó no es imaginativa la que condujo á Séneca. Nadie más que él condena á los sentidos, nadie enseña mejor á desterrar las apariencias, ninguno desprecia más las vanidades, ninguno mejor conoce los errores. La independencia de la suerte, la constancia inalterable del ánimo, que atribuye el referido Mallebranche en sus principios á soberbia, á vista de la debilidad que confiesa en sí mismo san Pablo, debe entenderse, no como superioridad de poder sobre su Júpiter, sino como libertad de los acasos y como firmeza en la paciencia. ¿Quién duda que al mismo tiempo que el Apóstol se reconocia el más débil, se mostraba el más constante de los hombres? Por otra parte, el mismo Séneca está lleno de conocimientos de la debilidad humana y de la proximidad de los términos de donde se sale y adonde se llega. La diferencia, en cuanto á esto, de estoicos á cristianos, está en la gracia, esto es, en conocer que por sí no suben los mortales adonde no les da la mano el cielo. Falta era de luz, pero no es dejar de tener ojos el estar oscuro. Aquel andar á tiento era aspirar hacia el camino, á que si no podian llegar del todo, se acercaban. Los preceptos de la moral no son para por si lograr perfectos, sino instruidos. Son hipérboles de virtud, para que queden en honestidad. Si por esta falta de luz cristiana es falso Séneca, serán falsas las leyes que los romanos pronunciaron, y condenables grandes accio

nes que moralmente ejecutaron. La doctrina de no ser capaz de ofensa el sabio no pretende fundarla Séneca en jactancia del ánimo, sino en superioridad de la razon; pues no pudiendo ser ofendido de otro sabio, era preciso que lo fuese del necio, y siendo éste semejante al loco, juzgó no ser capaz de hacer ofensa.

El presumir en su escuela posible la tranquilidad en los dolores y la exencion de las pasiones, pudiera ser error, si esta serenidad se juzgase practicable en todo su rigor. No quiso Séneca, ni quisieron sus estoicos, negar que el sabio esté expuesto á su ataque, sino á su victoria; que pueda padecer los primeros insultos, sino que haya de rendirse á ellos. Así lo sintió san Agustin, con el ejemplo que trae Aulo Gelio del filósofo que temió pálido en la zozobra amenazada de su nave. Y cuando se entendiese su doctrina en todo su rigor, no porque errase en el principio por donde debia moverse, y en el fin adonde debia dirigirse (esto es, en lo teológico cristiano), erró en todo lo demas moral; y áun cuando en algo de esto errase, no todo el que yerra se guia por imaginativa; pues, como el mismo Séneca advirtió, la exploracion de la verdad está muy alta, y seriamos muy felices si para subir hasta su cumbre nos llevase ella de la mano, y no fuese muchas veces la misma razon la que nos pierde.

No intenta decir Séneca que el sabio, de que pone por ejemplo á su Caton, no puede ser materialmente herido ni ofendido, como dice Mallebranche, sino que no podia serlo en el ánimo, ni eso mismo en cuanto á las primeras turbaciones; y esta virtud es el diamante de que lo reviste; doctrina que no siendo sólo de Séneca, sino de todos los estoicos, á tener la inteligencia que le da este autor, la hubiera condenado el mismo san Agustin, que antes le aprueba, citando el verso famoso en que Virgilio junta en Enéas la constancia de la mente con la ternura de las lágrimas.

XVI. DE MONSIEUR GIBERT.

(Juicio de los sabios.)

Tiempo ná que está fuera de toda duda la distincion entre Séneca el retórico y Séneca el filósofo, su hijo. Al padre debemos las Declamaciones, que llevan el nombre de Séneca, como se ha demostrado con razones que se hallan en las obras de Lipsio, y es inútil trasladar aquí. Basta notar de paso que la principal de estas razones se saca de la diferencia de estilo, porque el del padre es más alegre y ameno, y el del hijo más severo y grave,

XVII. DE DON FRAY BENITO JERÓNIMO FEIJOO.
(Teatro crítico universal, tomo Iv.)

De la filosofia moral profana, si se aparta á un lado á Aristóteles, cuanto hay estimable en el mundo está en los escritos del gran estoico cordobes Lucio Anneo Séneca. Plutarco, con ser griego, no dudó de anteponerle al mismo Aristóteles, diciendo que no produjo la Grecia hombre igual á él en materias morales. Lipsio decia que cuando leia á Séneca se imaginaba colocado en una cumbre superior á todas las cosas mortales. Y en otra parte, que le parecia que despues de las sagradas letras, no habia cosa escrita en lengua alguna mejor ni más útil que las obras de Séneca. El Padre Causino afirmaba que no hubo ingenio igual al suyo. Podria llenarse un gran libro de los elogios que dan á este filósofo varios autores insignes.

XVIII. DE D. DIDEROT.

(Ensayo sobre la vida de Séneca el filósofo, sobre sus escritos y sobre los reinados de Claudio y de Neron,

Paris, 1779.)

No ha podido la antigüedad legarnos un curso de moral tan grande como el suyo. Si bien algunos de sus preceptos repugnan á la naturaleza, y cuya rigorosa práctica poco puede ayudar á la flaqueza de nuestra condicion, hay un sinnúmero, con los cuales importa estar familiarizados, que

se deben guardar en la memoria, grabar en el corazon, como reglas inflexibles de conducta, so pena de faltar á los más sagrados deberes y de caer en la desgracia, término infalible de la ignorancia y maldad. Sea este filósofo leido asiduamente; expliquémosle á nuestros hijos; pero no les consintamos su lectura sino en la edad mayor, en que un trato frecuente con los grandes autores, así antiguos como modernos, nos han asegurado el gusto. Conciso es su estilo, vivo y enérgico.

Sus imitadores jamas pudieron llegar á la originalidad de sus bellezas, y sería de sentir que la juventud, halagada por los defectos seductores de este modelo, llegase á ser sólo insipida y ridícula copista.

..... De muchos grandes y hermosos pensamientos, de ingeniosas y elegantes ideas, se despojarian algunos de nuestros más célebres escritores, si hubiesen de restituir á Plutarco, á Séneca y á Montagne aquello que les han tomado sin citarlos.

No nombraré más que uno sólo, que es monsieur Rousseau. Fácil sería probar que debe á Seneca, á Plutarco, á Montagne, á Locke y á Sidney, la mayor parte de las ideas filosóficas y de los principios de moral y de política que más se han alabado en sus escritos. Al mismo Séneca debe sus sofismas y sus más extrañas paradojas..... Mientras las lenguas latina y francesa existan, Séneca y Montagne serán leidos, estudiados y admirados por los buenos ingenios, y toda la elocuencia de monsieur Rousseau, que apropiándose frecuentemente sus pensamientos, se ha asociado, por decirlo así, á su gloria, y ha lucido con un esplendor ajeno, jamas los hará caer en el olvido.

XIX. DEL ABATE DON JAVIER LAMPILLAS.

(Ensayo histórico-apologético de la literatura española, traduccion de doña Josefa Amar y Borbon, tomo II.) Con más felicidad áun habló de las cuestiones naturales Lucio Séneca. Quizá no hubo filósofo alguno entre los antiguos que excediera al nuestro en la erudicion, amenidad, perspicacia y verosimilitud con que habla de los meteoros celestes, de los elementos, del origen de los rios, del modo con que se forman la lluvia y la nieve y el granizo, de la causa de los terremotos, y sobre todo, de la naturaleza de los cometas, segun reconoce Tiraboschi; dejando aparte por ahora sus admirables reflexiones morales, sacadas tan oportunamente de las mismas cuestiones naturales, como por ejemplo, cuando despues de haber tratado de la formacion de la nieve, reprende el lujo de los romanos en el uso cuotidiano de los sorbetes... Procuró con el mayor empeño estimular á la díscola juventud romana, y separarla de los vanos y peligrosos entretenimientos en que vivia sumergida... Habiendo sido Séneca tan benemérito de las letras romanas por su reputacion en el estudio de la física, mucho más debió serlo por su superioridad sobre todos los griegos y romanos en la filosofía moral. Esta sola le basta para inmortalizar su nombre y formar de él una gloriosa época en los fastos literarios de Roma..... Es deudora la antigua Roma á España de la gloria que resulta de un estudio tan noble y necesario, y de contar entre sus literatos á quien mereció el nombre de verdadero filósofo.

XX.- DE DON JUAN ANDRES.

(Origen, progreso y estado actual de toda la literatura, tomo I, capítulo v.)

Séneca y Plinio pueden llamarse los únicos que entre los escritores romanos deben ponerse en los fastos de la filosofia. Es cierto que Séneca era secuaz de la doctrina estoica; pero la sublimidad de las sentencias, la novedad de los pensamientos y el órden de las materias son frutos del ingenio del filósofo cordobes: las sutilezas inútiles y cuestiones vanas, que se encuentran entre la gravedad y solidez de sus tratados morales, proceden de la secta griega que él profesaba. Sus Cuestiones naturales son el único monumento que nos manifiesta no haber sido la física un campo desconocido de los romanos.

XXI.-DE J. B. LEVEĖ.

(Teatro completo de los latinos.-SENECA, tomo xn, Paris, 1822.)

La lectura de las obras de Séneca y de las tragedias que se le atribuyen, prueba á toda persona de buena fe cuán laborioso era este sabio, y que lo más notable que hay en él es la extremada fecundidad de su talento, la pureza de su moral y la superabundante riqueza de sus expresiones y pensamientos. Escribió de los más dificiles asuntos de la filosofia, combatió fuertemente las pasiones y el error, pintó los desórdenes y males de la cólera, se mostró apologista de la virtud, y para dulcificar la ferocidad de Neron, compuso su tratado De la clemencia; enseñó en lo que el bien ó la tranquilidad de la vida estriba, y para indicarnos su útil empleo, nos habló de su corta duracion, y dió á sus parientes y á sus amigos en la adversidad los más gratos consuelos.

Debo hacer aquí una observacion, que mis lectores calificarán de justa ó de inexacta. No se entregan generalmente los grandes al estudio de las letras, las ciencias y las artes para hacer sus goces más agradables, ó para llegar á mayor consideracion y estima. Pero el incentivo de los placeres, el esplendor de las grandezas, las ilusiones del poder, las inquietudes y los cuidados para su conservacion, apénas dejan vagar para dedicarse á estudios continuos y áridos. Trátase de un hombre superior á nuestra naturaleza, que lucha hasta en sus postrimerias contra el vicio prepotente, contra el crimen sostenido, fortificado, envalentonado por la perfidia, por la más servil adulacion, por las pasiones más desenfrenadas, por todo lo que la tiranía tiene de más imponente, de más horrible y monstruoso. Tal fué Séneca; y en esto debe verse el influjo de su gusto, de sus estudios, de su valor y de su posicion, en el carácter de su estilo, de sus escritos filosóficos y de las tragedias que se afirma que son suyas.

.....Séneca se hallaba en una esfera de no interrumpida actividad. Esta actividad no dejaba á su talento, á su juicio, á sus pasiones, á todas sus facultades intelectuales, instante alguno de reposo. Sus pensamientos se sucedian con una maravillosa celeridad; sentia él la necesidad, la impaciencia de expresarlos, sin tener tiempo de profundizarlos, elaborarlos y de escogerlos; se abandonaba al entusiasmo que le inspiraban, sin percebir el desórden de sus ideas, sin conocer los yerros. De aquí este lenguaje excesivo, estas figuras sin número, estos epitetos amontonados, estas imágenes presentadas en mil diferentes formas, este estilo en que prodiga las riquezas y los adornos, esta hinchazon en las expresiones, estas comparaciones atrevidas, estas frecuentísimas antitesis; estos defectos, en fin, muy exagerados por hombres que no han estudiado realmente á Séneca, ó que lo han juzgado con más severidad que Quintiliano. Sí, Séneca es un modelo que los hombres ya formados pueden seguir sin peligro, pero que los jóvenes no pueden imitar sin precaucion y guia.

XXII.DE MONSIEUR BABINET.

(Estudios y lecturas sobre las ciencias de observacion y sus aplicaciones prácticas, tomo 1, Paris, 1853.) Solo y más que solo el filósofo Séneca opone su potente lógica á las supersticiosas ideas de sus contemporáneos y de los que habian vivido en los precedentes siglos. Los cometas, en su opinion, se mueven regladamente en rutas señaladas por la naturaleza. Así, pues, lanzando una mirada profética sobre otros dias, asegura que la posteridad se admirará de que su edad haya desconocido verdades tan palpables. Séneca tenía razon contra todo el género humano, lo que équivale á decir que no la tenia, y durante diez y seis siglos la cuestion no adelantó cosa alguna.

..... Para hacer que desapareciese el prodigio, faltaba conocer las leyes del movimiento de los cometas; esto es lo que Newton logró con motivo del gran cometa de 1680. Habiendo observado que despues de la ley de atraccion que habia descubierto, la marcha debia ser una curva muy prolongada, intenta, con el auxilio de Halley, su colaborador y amigo, representar matemáticamente el curso del nuevo astro, y acierta por completo en su propósito. Halley se dedica activamente á esta parte de la astronomía, y reconociendo despues que el cometa de 1682 era exactamente igual, en su carrera al rededor del sol, á los dos cometas observados en 1551 y 1607, deduce que se trataba del mismo, el cual deberia reaparecer en 1750. Por los trabajos teóricos de Newton y por los cálculos de Halley, la prediccion de Séneca se ha cumplido: los cometas, ó al

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